
Habéis entendido todo esto? Los discípulos le respondieron: sí, gracias quizá a la plena inteligencia que han adquirido tras la Pascua. Pues en Pascua Jesús le ha explicado el sentido pleno de la Escritura. “Todo está escrito en la Ley de moisés y en los Profetas y en los salmos acerca de mí tenía que cumplirse” (Lc 24,44). A la luz de lo nuevo, comprenden la parábola de lo antiguo.. Y de este modo Jesús, al final de sus discurso en parábolas, puede compararse, para los discípulos del Reino, a un padre de familia que va sacando de una arca lo nuevo y lo antiguo: lo antiguo aquí no es sin más lo anticuado, o obsoleto, sino aquello que recibe, a la luz de lo nuevo, un nuevo brillo y una significación más elevada.
Nuevo y antiguo. Las dos lecturas son apropiadas para simbolizar lo nuevo y lo antiguo. Dios se aparece al joven y todavía inexperto rey Salomón y le dice que le pida lo que quiera, que está dispuesto a concedérselo. Salomón le pide que le dé un corazón dócil para juzgar a su Pueblo, para poder discernir el mal del bien. La actitud del rey es la correcta: Salomón renuncia a todo por el tesoro escondido en el campo y por la perla preciosa. Su petición agrada al Señor y Salomón obtiene lo que realmente vale: todo lo demás se le dará por añadidura.
Esto antiguo se puede traducir íntegramente en lo nuevo, donde se ofrecen bienes mucho más preciosos. A los que aman a Dios, a los que en virtud de su impulso más íntimo se ha decidido por Dios, se les dice que su decisión libre estaba ya enteramente englobada y amparada en la decisión de Dios en su favor. Se les dice también que, si realmente aman, son conformados con Cristo y que nada puede apartarles del camino que conduce de la predeterminación a la vocación, a la justificación y a la glorificación eterna. Esto no es la rueda del destino (St 3,6), sino el círculo cerrado en sí mismo del amor.
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