jueves, 27 de marzo de 2014

DIÁCONO JORGE NOVOA: LA TENTACIÓN Y LA CAIDA (Gn 3)

El relato de la caída, tomado del capítulo 3 del libro del Génesis, nos enseña la psicología de la
tentación y la estrategia del enemigo..

martes, 25 de marzo de 2014

MEDJUGORJE: MENSAJE 25 DE MARZO

Medjugorje-Gospa“¡Queridos hijos! Los invito de nuevo: comiencen la lucha contra el pecado como en los primeros días, vayan a la confesión y decídanse por la santidad. El amor de Dios fluirá al mundo a través de ustedes, la paz reinará en vuestros corazones y la bendición de Dios los llenará. Yo estoy con ustedes y ante mi Hijo Jesús intercedo por todos ustedes. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

lunes, 24 de marzo de 2014

25 DE MARZO: DÍA DEL NIÑO POR NACER...

"Día del Niño no Nacido" es el nombre que la fecha  del 25 de marzo, recibe en Austria, según acordaron los grupos pro-vida del país. En distintos puntos del planeta, la celebración --en muchos casos oficial-- del "Día del niño por nacer" marca una opción positiva a favor de la vida y el desarrollo de una cultura que asegure la promoción de la dignidad humana en todas las situaciones. 

El Salvador fue el primer país que decretó una celebración de este tipo en el año 1993, con el nombre de "Día del Derecho a Nacer". Así lo proclamó la Asamblea Legislativa gracias a los esfuerzos del movimiento pro-vida, especialmente a la propuesta de la "Fundación Sí a la Vida" (afiliada a "Vida Humana Internacional"). 

Por su parte, el 7 de Diciembre de 1998, también en Argentina se  declaró el 25 de marzo "Día del Niño por Nacer". 

La fecha fue escogida por ser el día en que los católicos –porcentaje mayoritario de la  población del país-- celebran la Fiesta de la Anunciación, cuando Jesucristo fue concebido en el seno de María. Tras la iniciativa argentina, la Iglesia animó a otros países y líderes a seguir el ejemplo y las respuestas fueron llegando en años sucesivos. 

En Chile, a partir de una campaña respaldada por miles de firmas y por varios alcaldes, el 18 de mayo de 1999 la Cámara de Senadores aprobó por unanimidad un proyecto de acuerdo por el que se solicitó al presidente de la república que declarara el 25 de marzo de cada año "Día del Niño Concebido y No Nacido". 

El 20 de mayo de 1999, el Congreso de Guatemala declaró el 25 de marzo "Día Nacional del Niño No Nacido". La declaración oficial señaló que, con ello, se esperaba "promover una cultura de vida y de defensa de la vida desde el momento de su concepción". 

En agosto de 1999, en el marco del III Encuentro de Políticos y Legisladores de América –celebrado en Buenos Aires--, la primera dama de Costa Rica, Lorena Clara de Rodríguez, anunció la celebración de un día por la vida del no nacido en Costa Rica. 

En Nicaragua, se promulgó el 25 de enero de 2000 un decreto por el que declaró el 25 de marzo de cada año "Día del Niño por Nacer". Este decreto reconoció que "el derecho a la vida, inherente a cada uno de los habitantes de la nación y del mundo, constituye el eje principal de los derechos humanos y, por lo tanto, merece la decidida atención del Estado, de sus instituciones y de toda la sociedad". 

En República Dominicana se aprobó a principios del 2001 la ley que instituye la celebración, considerando "apropiado y necesario consignar un día al Niño por Nacer, con la finalidad de propiciar la reflexión sobre el importante papel que representa la mujer embarazada en el destino de la humanidad, y el valor de la vida humana que porta en su seno". 

Perú también  instituyó por ley la fiesta de la vida. En enero del 2002, el Congreso de la República Peruana declaró el 25 de marzo como "Día del Niño por Nacer". 

La Iglesia católica en México celebrará el "Día de la Vida concebida en el seno materno", instituido por los prelados también en el marco de la solemnidad del misterio de la Encarnación. 
  
Actualmente, en muchos países los grupos de defensa de la vida promueven campañas de recolecciones de firmas para lograr el reconocimiento de la celebración. 

sábado, 22 de marzo de 2014

HANS URS VON BALTHASAR: III DOMINGO DE CUARESMA (CICLO A)

Nada es más importante para un tiempo de penitencia y ayuno que la idea de que la gracia de Dios precede a toda nuestra acción, la ha precedido siempre, siendo nosotros todavía pecadores. Todos los textos de la liturgia hablan hoy de eso.

Agua de la roca. El pueblo, torturado por la sed en el desierto, murmura contra Moisés y en el fondo contra el propio Dios. Esto es lo que se dice al final de la primera lectura: el pueblo ha hecho algo que estaba terminantemente prohibido, ha provocado a Dios, "le ha tentado".Es el mismo pecado hacia el que quiso atraer también a Cristo en el desierto. Moisés clama al Señor, no ve otra salida. Dios, que prosigue su plan de salvación a pesar de todas las resistencias humanas, oye el murmullo del pueblo (¿cómo se puede no ser indulgente con la gente que muere de sed?) y hace brotar agua de la roca más dura y seca. Esto, que aquí es simplemente un episodio más en la travesía del desierto, se convertirá en el texto neotestamentario en un tema fundamental de la historia de la salvación.

Siendo nosotros todavía pecadores.El episodio de la roca se convierte (en la segunda lectura) en una especie de justificación de la doctrina paulina sobre la gracia que hemos recibido de Dios sin ningún mérito por nuestra parte.Cristo no murió por nosotros porque fuéramos buenos y justos, sino que, incompresiblemente, lo hizo siendo nosotros todavía pecadores, rebeldes contra Dios. A quién se le ocurriría morir por un enemigo?Solo a Dios. Él nos ha llamado amigos ya antes de su muerte, muriendo por nosotros para demostrarnos su amor (Jn 15,13). Y sin embargo solo en virtud de esta muerte nos convertimos en amigos, cuando,desde la herida del costado de Jesús, "el amor ha sido derramado en nuestros corazones", cuando, al entregar su espíritu en la muerte, "se nos dio el Espíritu Santo".

Las dos lecturas preparan el maravilloso diálogo de Jesús con la Samaritana. Una primera oferta de gracia es el ruego de Jesús para que la mujer le dé de beber. Un don que la pecadora no comprende, aunque no se niega a hacerle ese favor (no sabemos si realmente dio de beber a Jesús). después viene, en segundo lugar, la oferta del agua viva, del don celeste de la vida eterna, oferta que la pecadora es incapaz de comprender.Sólo la tercera gracia encuentra eco en el cerrado corazón de la mujer: la confesión que Jesús, en virtud de su propio saber, arranca a la mujer; en lo sucesivo la Samaritana se muestra receptiva a la palabra del profeta: comienza el diálogo sobre la adoración de Dios.Tras el intercambio de dos o tres frases, se llega enseguida al culto con espíritu y verdad, y a la automanifestación de Jesús como el Ungido de Dios. Aquí el agua de la gracia ha penetrado ya hasta el fondo del alma de la pecadora, la ha purificado y la ha impulsado a la acción apostólica. la penitencia de la mujer -que ella reconozca de buen grado el pecado que se le atribuye- es casi insignificante ante la gracia que determina todo desde el principio. Esto se confirmará en la Iglesia cuando el verdadero creyente considere ya su penitencia cumplida ante Dios como un efecto de la gracia generosamente derramada por Dios: es una posibilidad, no una necesidad; la posibilidad de acompañar unos metros en su camino de expiación al Hijo, que hace penitencia por todos nosotros.

viernes, 21 de marzo de 2014

J.RATZINGER: LA ESENCIA DE LA REFORMA VERDADERA

El activista, el que quiere construir todo por sí mismo, es lo opuesto del que admira –el "admirador"-. Restringe el área de su propia razón, y por eso pierde de vista el Misterio. Cuanto más se extiende en la Iglesia el ámbito de las cosas decididas y hechas autónomamente, tanto más angosta se convierte para todos nosotros. 

En ella la dimensión grande, liberadora, sino por lo que nos es donado. Se trata de algo que no procede de nuestro querer y de nuestro inventar, sino que nos precede, es algo inimaginable que viene a nosotros, algo que "es más grande que nuestro corazón". La reformatio, que es necesaria en todas las épocas, no consiste en el hecho de que podamos modelar cada vez "nuestra" Iglesia como más nos apetece, sino en el hecho de que siempre nos deshacemos de nuestras propias construcciones de apoyo a favor de una luz purísima que viene desde lo alto y que es al mismo tiempo la irrupción de la libertad pura.

Permitidme decir con una imagen lo que yo comprendo, una imagen que he encontrado en Miguel Ángel, quien retoma en esa perspectiva antiguas concepciones místicas y filosóficas cristianas. Con la mirada del artista, Miguel Ángel veía ya en la piedra que tenía ante sus ojos la imagen-guía que esperaba secretamente ser liberada y sacada a la luz. La tarea del artista, en su opinión, consistía sólo en quitar lo que aún cubría a la imagen. Miguel Ángel concebía la acción artística auténtica como un sacar a la luz, un poner en libertad, no como un hacer.

En la misma idea, pero aplicada a la esfera antropológica, se hallaba ya en san Buenaventura, quien explica el camino por el cual el hombre llega a ser él mismo, estableciendo una comparación con el tallista de imágenes, es decir, el escultor. El escultor no hace algo, dice el gran teólogo franciscano. Su obra es, en cambio, una ablatio: consiste en eliminar, en tallar lo que es inauténtico. De esta forma, mediante la ablatio, sale a la superficie la nobilis forma, o sea la figura preciosa. Así también el hombre, para que resplandezca en él la imagen de Dios, debe acoger principalmente la purificación por medio de la cual el escultor, es decir, Dios, le libera de todas las escorias que oscurecen el espacio auténtico de su ser y que le hacen parecer como un bloque de piedra bruto, cuando, por el contrario, habita en él la forma divina.

Si entendemos exactamente esta imagen, podemos encontrar en ella incluso el modelo guía para la reforma eclesial. Desde luego la Iglesia tendrá necesidad siempre de nuevas estructuras humanas de apoyo, con el objeto de poder hablar y obrar en cualquier época histórica. Estas instituciones eclesiales, con sus respectivas configuraciones jurídicas, lejos de ser algo malo, son simplemente necesarias e indispensables. Pero envejecen, y entonces corren el riesgo de presentarse como algo esencial, apartando la atención de todo lo que es verdaderamente esencial. Y por esta razón ha de ser retiradas siempre, como si fueran andamiajes superfluos. La reforma es siempre una ablatio: un quitar, para que se haga visible la nobilis forma, el rostro de la Esposa, y junto con él también el del Esposo, el Señor vivo.

Semejante ablatio, semejante "teología negativa" representa una vía hacia una meta positiva. Sólo así penetra lo Divino y sólo así surge una congregatio, una asamblea, una reunión, una purificación, esa comunidad pura que anhelamos; una comunidad en la que un "yo" ya no está contra otro "yo", un "él mismo" contra otro "él mismo". Es más bien ese darse, ese fiarse que forma parte del amor, el que se convierte en un recibir recíproco de todo el bien y de todo lo que es puro. Así pues, para cada uno tiene valor la palabra del Padre generoso, que recuerda al hijo mayor envidioso todo lo que constituye el contenido de cualquier libertad y de cualquier utopía
realizada: "Todo lo mío es tuyo" (Lc. 15, 31; Cfr. Jn. 17,1).

La reforma verdadera es, pues, una ablatio, que como tal se transforma en congregatio. Tratemos de precisar esta idea de fondo.
En un primer intento hemos contrapuesto el admirador al activista, y nos hemos expresado a favor del primero. Pero ¿qué es lo que evidencia esta contraposición? El activista, el que siempre quiere hacer, pone la propia actividad por encima de todo. Esto restringe su horizonte a la esfera de lo factible, de lo que puede convertirse en su objeto de su hacer. Hablando con propiedad, ve únicamente objetos. No está en condiciones de percibir lo que es más grande que él, porque esto pondría un límite a su actividad. Recorta el mundo según lo que es empírico. El hombre queda amputado. Con sus propias manos el activista se construye una prisión contra la cual protesta después a voz de grito.

. Al contrario, el estupor auténtico es un "no" a la limitación de lo que es empírico, a lo que no es el más allá. El asombro prepara al hombre para el acto de fe, le abre al horizonte del Eterno. Sólo lo que carece de límites es suficientemente amplio para nuestra naturaleza, sólo lo ilimitado es adecuado a la vocación de nuestro ser.

Cuando este horizonte desaparece, todo residuo de libertad se convierte en algo muy pequeño y todas las liberaciones, que como consecuencia se pueden proponer, son un sucedáneo insípido que nunca satisface. La primera y fundamental ablatio, que es necesaria para la Iglesia, es siempre el acto de fe mismo. Ese acto de fe que rompe las barreras de lo finito y abre el espacio para llegar hasta lo ilimitado. La fe nos conduce "lejos, a tierras ilimitadas", como dicen los salmos. El moderno pensamiento científico nos ha encerrado cada vez más en la cárcel del positivismo, condenándonos de este modo al pragmatismo. Gracias a él se pueden lograr muchas cosas: se puede viajar a la luna, y más todavía, hacia la infinitud del cosmos. Con todo, uno está siempre en el mismo punto, pues la verdadera frontera, la frontera de lo cuantitativo y de lo factible no se supera. Albert Camus ha descrito lo absurdo de esta forma de libertad en la figura del emperador Calígula: tiene todo a su disposición, pero cada cosa le resulta pequeña. En su ansia por tener cada vez más, y cosas más grandes, grita: "¡Quiero tener la luna, dadme la luna!". Ahora también para nosotros ha llegado a ser posible tener de alguna manera la luna. Pero hasta que no se abra la verdadera frontera entre el cielo y la tierra, entre Dios y el mundo, también la luna será un trozo de tierra, y llegar a ella no nos acercará ni siquiera un paso más hacia la libertad y a la plenitud que anhelamos.

La liberación fundamental que la Iglesia puede darnos consiste en estar en el horizonte de lo Eterno, en el salir de los límites de nuestro saber y de nuestro poder. La fe misma, en toda su grandeza y amplitud, es por esta razón la reforma siempre nueva y esencial de que tenemos necesidad; a partir de ella debemos poner a prueba las instituciones que en la Iglesia nosotros mismo hemos construido.
Esto significa que la Iglesia debe ser el puente de la fe y que ella –especialmente en su vida asociativa intramundana- no puede llegar a ser un fin en sí misma. Está muy difundida hoy día, incluso en ambientes religiosos, la idea de que una persona es tanto más cristiana cuanto más está comprometida en la actividad eclesial. Se impulsa hacia una especie de terapia eclesiástica de la actividad, del hacer: se trata de asignar a cada uno un comité, o, por lo menos un compromiso en el interior de la Iglesia. Así se piensa, en cierto modo, que debe existir una actividad eclesial, se debe hablar de la Iglesia o se debe hacer algo por ella o en ella. Pero un espejo que se refleja a sí mismo deja de ser un espejo; una ventana que en lugar de permitir una mirada libre hacia el horizonte lejano se pone como una pantalla entre el observador y el mundo, ha perdido su sentido. Puede suceder que alguien se dedique ininterrumpidamente a actividades asociativas eclesiales y ni siquiera sea cristiano.
Puede suceder que algo viva sólo de la Palabra y del Sacramento y ponga en práctica el amor que proviene de la fe, sin haber integrado jamás un comité eclesiástico, sin haberse ocupado nunca de las novedades de política eclesiástica, sin haber formado parte de sínodos y sin haber votado en ellos, y a pesar de todo sea un cristiano auténtico. No tenemos necesidad de una Iglesia más humana, sino de una Iglesia más divina; sólo entonces ella será verdaderamente humana. Y por eso todo lo que es hecho por el hombre en el seno de la Iglesia ha de ser reconocido como algo hecho en la única perspectiva del servicio. La libertad, que esperamos con razón de la Iglesia y en la Iglesia, no se realiza por el hecho de que introduzcamos en ella el principio de la mayoría. Ella no depende del hecho de que la mayoría prevalezca sobre la minoría, aunque ésta sea exigua. Depende, por le contrario, del hecho de que ninguno puede imponer su propia voluntad a los otros, aunque todos se reconozcan ligados a la palabra y a la voluntad del Único, que es nuestro Señor y nuestra libertad. En la Iglesia la atmósfera se enardece y se vuelve sofocante si los encargados del ministerio olvidan que el Sacramento no es una repartición de poder, sino la expropiación de mí mismo a favor de El, en cuya persona debo hablar y obrar. Cuando a la mayor responsabilidad corresponde una mayor autoexpropiación, ninguno es esclavo del otro; domina el Señor, y por eso vale el principio de que "el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Co 3, 17).

Cuantos más aparatos construyamos, aunque sean los más modernos, tanto menos espacio hay para el Espíritu, tanto menos espacio hay para el Señor, y tanto menor es la libertad. Pienso que deberíamos comenzar, desde este punto de vista, un examen de conciencia sin reservas en todos los niveles de la Iglesia. En todos los niveles este examen de conciencia debería producir consecuencias muy concretas y traer aparejadas una ablatio que deje transparentar nuevamente el rostro auténtico de la Iglesia. Este podría volver a darnos el sentido de la libertad y del encontrarse en la propia casa de una manera completamente nueva.

jueves, 20 de marzo de 2014

LEONARDO CASTELLANI: QUÉ COSA ES DIOS?

¿Qué cosa es Dios?

— Decid, ¿qué cosa es Dios, oh luces bellas?..
¡Orden! — me respondieron las estrellas.

— Decid, ¿qué cosa es Dios, flores hermosas?
— ¡Belleza! — respondiéronme las rosas.

— Decid, ¿qué cosa es Dios, oh Madre mía. Y Ella, mirando al Crucifijo:
— Amor es Dios — me dijo... Amor más puro que la luz del día.

miércoles, 19 de marzo de 2014

ROMANO GUARDINI: DIOS SABE ESPERAR SIEMPRE (1)


Las palabras  son reflejos de vivencias

El lenguaje de los hombres dispone de palabras profundas para definir el ser de las cosas y las interrelaciones de la vida. Ellas reflejan no sólo ideas sino que expresan experiencias. No abarcan exclusivamente cosas objetivas sino acontecimientos vividos. En esta multitud de palabras hay algunas particularmente profundas y son las que refieren los nombres de Dios.

Los nombres de Dios, en parte, los ha revelado Él mismo. Algunos escritos bíblicos nos dicen quién es Dios y cómo debemos llamarlo. Otros nombres nos vienen de las revelaciones sobre el hombre, pues el ser humano está radicado en Dios y es más humano cuanto está más unido a Dios. Por eso los hombres de Dios son, a la vez, revelaciones sobre el hombre.

La experiencia del " Dios ve"

Cuando los hombres bíblicos llaman a Dios " el que ve",lo hacen iluminados por la presencia de Dios y con la sensación de encontrarse bajo su mirada. Han sentido que esta mirada les atravesaba el ser y los veía como si fueran libros abiertos. Conocían al Dios a cuya mirada no se pueden levantar muros. Tomaron conciencia de que el hombre está bajo la mirada de Dios como quien está ante la luz. Comprobaron que la mirada de Dios juzga y construye a la vez y, es, a la vez,temor y salvación.

Hemos hablado antes de la narración del Génesis al referirnos al momento en que Abrahán recibió el alivio de su corazón cuando Dios le devolvió a su hijo, al que iba a inmolar sobre el altar, con la  frase: "Dios ve". El salmo 138 nos habla del consuelo infinito que recibe el que reza pensando que la presencia de Dios lo penetra por dondequiera él vaya. Dios es el " que ve" y sus ojos están puestos en el hombre.

La providencia de Dios

Otros nombres de Dios han nacido del corazón humano, aunque haya sido Dios mismo quien se los haya enseñado, enriqueciéndolos con este don. Nos vamos a referir a uno de estos nombres, que producen en el ser humano una experiencia interior profunda, cuando lo siente. Se trata de Dios como el "Señor de la paciencia".

Tras la paciencia de Dios se esconde un misterio grande. Qué es la paciencia de Dios? Primero tendremos que saber con quien Dios se muestra paciente. Ahondamos en el misterio de Dios por etapas sucesivas diciendo que tiene paciencia con la creación, con los hombres que hacen parte de la creación, conmigo, que me encuentro entre los hombres.

Dios es paciente con la creación

Dios al crear el mundo no lo hizo tan perfecto como nosotros construimos hoy una máquina. Una máquina permanece así como la hemos hecho quedando pendiente sólo su funcionamiento. Dios, en cambio, quiso que el mundo no llegara a la perfección después de que hubiesen pasado períodos de tiempo infinitamente largos. Su paciencia es la fuerza con que abarca y penetra todo este tiempo que nos parece inconmensurable y que va conduciendo al mundo hacia su perfección.

Dios crea el tiempo

En nuestra niñez recibimos de nuestra madre como regalo una maseta con plantas de flores. Cuando las flores estaban a punto de abrirse, no tuvimos la paciencia de esperar a que se abriesen del todo. Queríamos ayudar a acelerar el proceso apretando los botones y arrancándole los sépalos. Pero aparecieron manchas oscuras en los botones que los marchitaron y las futuras flores murieron. De la misma manera procede el hombre. Su vida corre veloz y pasa. Él no tiene tiempo y quiere que las cosas marchen con rapidez.

Pero Dios sí tiene tiempo,está más allá del tiempo, es eterno. La eternidad es la forma de existir de Dios. Él crea el tiempo. El tiempo es la forma de existir de la creación. Por eso Dios puede esperar hasta que se cumpla el tiempo de las cosas, el tiempo que él mismo les ha puesto como ley. El hombre lo quiere todo de una vez. Dios sabe que las cosas van llegando una detrás de otra y por eso deja que sigan tranquilamente y con libertad su progreso..

Pregunta a un científico que te diga la e das de las montañas o el tiempo que ha necesitado el basalto, desde que salió como masa incandescente del interior de la tierra, para formar las sierras y montañas del mundo. Los científicos sabrán decirte cuantos miles de años ha necesitado la vida para desarrollarse, evolucionando de muchas formas. Dios lo abarca todo en la silenciosa calma de su eternidad. Dios tiene paciencia.

Dios ha creado el mundo de tal forma, que las cosas existan, una por una y a su debido tiempo, y no todas a la vez, para que aparezcan en el momento justo, cuando se cumplan todas las condiciones de existencia,y no caprichosamente, de tal modo que cada uno ocupe su lugar en el conjunto de la creación, sin tener al mismo tiempo dos lugares.

La impaciencia del hombre estropea las cosas

La sabiduría consiste en saber el tiempo de cada cosa. Muchos hombres no lo aprenden nunca y otros lo aprenden sólo en la vejez. De modo perfecto casi nadie lo aprende, por una simple razón: el hombre vive en continuo estado de desorden que nace de la impaciencia .

Quiere que las cosas se hagan exactamente a su medida y de este modo las estropea. Siente, por ejemplo, ganas de leer un libro. Lo compra, lo hojea y lee unas cuantas páginas y, al estar impreparado para su lectura, el libro le resulta inútil o hasta lo puede perjudicar. Le puede ocurrir tener un pensamiento que comprende, pero el desorden está en querer y pretender que otros lo comprendan. El no mira que los demás no tienen la preparación para entender su pensamiento y que pueden perturbarlos e inducirlos a error.

El hombre empuja a otros a que hagan algo, sin dejarlos madurar su proyecto y sin prepararlos convenientemente para que elaboren sus programas en forma clara y precisa sobre los objetivos a lograr: entonces cualquier tentativa de actividad resultará mediocre, poco sólida y de poca duración. La sabiduría y la paciencia son una misma cosa y el hombre no tiene ni la una ni la otra.

Dios es tan sencillo como la luz pero abarca en sí mismo todas las posibilidades. Él es el orden viviente de la sabiduría. Goza viendo cómo  las cosas tienen su propio tiempo y su propio lugar. Tiene la paciencia creadora que le permite desarrollar el sentido de las cosas hasta su total perfección.

El primer pecado frustró el desarrollo del hombre

En el mundo creado por Dios están los hombres a los que dotó de libertad. Esta libertad está en manos de un ser que puede equivocarse. Por esos hablamos de una libertad mala e insensata.

Esta insensatez de la libertad se dio cuando el hombre cometió  el pecado. Su primera falta fue la soberbia, la rebeldía y su impaciencia maliciosa. Quería ser como Dios. El hombre fue creado a imagen de Dios y su destino era participar de la naturaleza divina cuando hubiera cumplido la experiencia de hacer comunión con Dios. Entonces hubiera sido como Dios tras haber superado las pruebas que Dios le diera y lo hubiera llenado de su gracia. Pero, quiso ser como Dios inmediatamente por sus propias fuerzas, y con base en sus propios derechos. De esta manera perdió lo que era, fue degradado y se puso al nivel de los animales. Este es el pecado que hay en el mundo y que destruyó la obra de Dios.

Qué hubiera hecho el hombre si a él lo hubieran tratado con él trató a su creador? Pues habría procedido como los dioses que se había creado según su corazón: habría destruido al pecador y lo habría dejado morir.

PIO IX : DEVOCIÓN A SAN JOSÉ


También era muy devoto de san José, al que declaró Patrono de la Iglesia y cuya fiesta extendió a toda la Iglesia universal. En una ocasión un pintor recibió de Pío IX el encargo de pintar un cuadro de la Coronación de la Virgen. La pintura la representaría en la Gloria siendo coronada por las tres Divinas Personas y rodeada de ángeles y santos. Al presentarle el pintor el diseño, Pío IX lo examinó detenidamente, y dijo al artista: Bien, pero no veo a san José. Replicó el pintor que lo pondría en sitio destacado entre los santos, sobre las nubes del Cielo. Entonces el Papa, señalando con el dedo a Jesucristo y a la Virgen dijo de modo categórico: Nada de eso. Es allá, al lado de Jesús y de su Madre, y únicamente allá, donde debéis poner a san José.

martes, 18 de marzo de 2014

ENCUENTROS CON JESÚS

El sábado próximo 22 de marzo, retomamos los Encuentros con Jesús, será como siempre desde las 16 horas, en la parroquia María de Nazaret Reina de la Paz..

Seguramente podrás tomarte unas horas,para poder en el silencio y la adoración escuchar la voz del Señor. El vértigo de la vida actual, va acumulando sobre nosotros un cansancio, que nos deja vulnerables ante múltiples circunstancias difíciles que hay que enfrentar.

Solamente Jesús puede sostenerte y animarte, para que puedas vivir este tiempo con esperanza..

16 hs- Adoración y Santo Rosario 
17 hs- Predicación Diác. Jorge Novoa
"Líbrame Señor del pasado que me encadena...."
18.15 hs- Oración por los enfermos
Paseo con el Santísimo Sacramento
19 hs- Santa Misa ( Padre Sebastián)
20 hs- Bendición de las medicinas y Oración imposición de manos.

* El padre Sebastián confesará en el Encuentro..
( Retiro espiritual abierto y gratuito)


Sábado 22 de marzo- 16 hs
Propios 2659
Parroquia María Reina de La Paz

domingo, 16 de marzo de 2014

HANS URS VON BALTHASAR: II DOMINGO DE CUARESMA (A)


Si el relato de la transfiguración se encuentra tradicionalmente en el tiempo de Cuaresma, es para recordarnos que esta manifestación de la gloria de Jesús tiene lugar después de haber dicho a sus discípulos que estaba dispuesto a subir a Jerusalén para padecer y morir allí; en Lucas se añade además que la conversación del transfigurado con Moisés y Elías giró en torno a este final en Jerusalén. Los discípulos, Pedro el primero, tendrán miedo y huirán cuando Jesús sea arrebatado; pero también aquí, ante la teofanía sobrenatural, “cayeron de bruces llenos de espanto”.

Más ambas veces su miedo no podrá impedirles comprender lo esencial del acontecimiento. Sobre la montaña verán el cielo abierto y serán testigos de una epifanía del Dios trinitario: el Padre les muestra a su Hijo predilecto, al que han de oír, y el Espíritu Santo, en la forma de una nube luminosa que les cubre con su sombra, los introduce en la órbita del misterio. Pero solo después de Pascua podrán realmente oír y comprender todo. Sólo la triple pregunta del Resucitado liberará a Pedro del miedo de la pasión, un miedo semejante al que experimentarán ahora en la transfiguración, pues es él el que quiere construir tres chozas. En sus cartas se convertirá en el testigo de ambos acontecimientos y de su relación íntima.

La primera lectura nos muestra en el destino de Abrahán como un primer anuncio velado de la transfiguración y de la pasión. En la perfecta obediencia del patriarca, que abandona todo lo que posee- patria, casa paterna, parientes- se concreta la promesa de una bendición universal que procede de su fidelidad a Dios. Semejante bendición de Dios sólo puede irradiar de un hombre que por amor a Dios y siguiendo sus instrucciones ha dejado todo cuanto tiene, de lo contrario, la bendición d Dios permanecería, por así decirlo, ligada a su persona y a sus bienes. Estos bienes, como sucede a menudo en el Antiguo Testamento y en la bendición de Israel, quedarían garantizados y aumentados. Pero de Abrahán se dice “ Tú nombre será una bendición”. En la renuncia total se encuentra la fecundidad ilimitada. Tal es la idea, y por así decirlo, el título que Israel pone sobre toda su historia y que tendrá su pleno cumplimiento en su Mesías.

Sufre conmigo por el evangelio dice Pablo a su hijo Timoteo en la segunda lectura. Ahora se trata del sufrimiento y la renuncia ocasionados por el seguimiento consciente de Cristo, que ha sufrido y resucitado. En este seguimiento la transfiguración y la pasión forman una unidad. El designio de Dios de destruir la muerte por la resurrección de Jesús, de sacar a la luz la vida inmortal en las tinieblas del abandono de Dios, se ha hecho comprensible para la Iglesia gracias a l Espíritu Santo, y Pablo ha tenido ocasión de comprender exactamente esta unidad desde su conversión. Toda la Iglesia lo ha comprendido ya en los Hechos de los Apóstoles; y ahora debe comprenderlo la generación siguiente, a la que pertenece Timoteo, y todas las generaciones que vengan después, por tanto también nosotros. La prefiguración aparece en medio de la Cuaresma, y en medio de la Transfiguración, la pasión

viernes, 14 de marzo de 2014

GABRIELE AMORTH: QUIÉN ES VERDADERAMENTE A SATANAS?


TERNI, viernes 25 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- ¿Quién es el diablo? ¿Cuál es su verdadero nombre? ¿Cómo es de poderoso? ¿Cómo se manifiesta su obra destructora en la vida de los hombres? A estas preguntas y a otras similares respondió el padre Gabriele Amorth, el exorcista italiano más famoso, en una vídeo entrevista proyectada durante el Umbria International Film Fest, poco antes de la emisión de la película El rito, de Mikael Håfström, sobre sus propias prácticas exorcistas.

El diablo, explicó el padre Amorth es, antes que nada, un espíritu creado por Dios como ángel. Como los hombres, también los ángeles fueron sometidos a una prueba de obediencia en la que Satanás, que era el más esplendoroso entre los espíritus celestes, se rebeló.
Satanás es, por tanto, el primer diablo de la historia sagrada, además de ser el más potente de todos. Como en el paraíso, con los beatos y los ángeles, en sus distintas categorías, también en el infierno hay una jerarquía. Mientras que el Reino de Dios está gobernado por el amor, el reino de Satanás está dominado por el odio. Los demonios se odian entre ellos y su jerarquía se basa en el terror, dijo el padre Amorth.
Un día, prosiguió el exorcista, pretendía liberar a una persona poseída por un demonio que ni siquiera estaba entre los más poderosos. ¿Por qué no te vas?, le pregunté. Porque si me voy Satanás me castiga. El objetivo de la existencia de los demonios es hacer caer al hombre en el pecado y llevarlo al infierno, explicó Amorth.
¿Entonces qué es lo que empuja al hombre a esta insensata obra de autodestrucción y daño? Según el padre Amorth, el hombre se ve empujado por la curiosidad, una inclinación que puede ser positiva o negativa según los casos.
La verdadera carta vencedora del demonio, sin embargo, es estar siempre escondido y la cosa que más desea es que no se crea en su existencia. Él nos estudia a cada uno y nuestras tendencias al bien y al mal, y después suscita la tentación, aprovechándose de nuestras debilidades.
La época actual se caracteriza por el olvido parcial o total de la figura del diablo que, de esta manera, obtiene sus éxitos más importantes. Si la humanidad pierde el sentido del pecado, es casi automático que aparezca la idea de que el aborto y el divorcio sean una conquista de la civilización y no un pecado mortal, observó Amorth.
Es obvio que el diablo se esconde detrás de prácticas como el ocultismo y la magia, aprovechándose de nuestra curiosidad. Quien quiera conocer su futuro o hablar con los muertos, por ejemplo, se encuentra con el demonio sin quererlo.
El padre Amorth no descarta tampoco a Harry Potter, el ídolo literario y cinematográfico de tantos niños de todo el mundo, es, según el exorcista, testimonio de la magia, y a pesar de esto se vende incluso en librerías católicas.
Peligrosas y dudosas, para Amorth, son también las prácticas orientales aparentemente inocuas como el yoga: parece no tener propósito pero lleva al hinduismo, explicó el exorcista. Todas las religiones orientales se basan en la falsa creencia de la reencarnación.
A la pregunta de si Satanás atormenta más las almas de los ateos o de los creyentes, el padre Amorth respondió que el mundo pagano es más vulnerable al demonio que el cristiano o creyente, sin embargo es más difícil que un ateo vaya a un sacerdote.
Amorth, que contó que había exorcizado también a musulmanes e hindúes, puntualizó: Si se presentase ante mí un ateo le diría que yo actúo en nombre de Jesucristo y le recomendaría que se informase de quien es Jesucristo.
Un aspecto curioso y para nada secundario de la actividad del exorcista está ligado al nombre de los demonios. “La primera cosa que pregunto al poseído es cual es su nombre --explicó el padre Amorth--. Si me responde con el verdadero nombre, para el demonio ya es una derrota: ha sido obligado a decir la verdad, a descubrirse”.
En caso contrario, el demonio responderá cada vez con un nombre diferente. Los demonios, en realidad, como los ángeles, no tienen nombre --dijo Amorth--, pero se atribuyen apelativos incluso tontos como Isbò: este último era un demonio con un nombre estúpido pero era potentísimo, hasta el punto que fue capaz de matar a un exorcista y a un obispo.
El padre Amorth precisó que la persona poseída no está necesariamente en pecado mortal, porque Satanás puede poseer el cuerpo pero no el alma, y recordó que el demonio no actúa sólo con la posesión, también con el acoso, la obsesión y la infestación (esta última se refiere a lugares físicos).
Los maleficios ligados a prácticas ocultas (mal de ojo, vudú, macumba, etc) son casos rarísimos, dijo el exorcista.
Quien reza y se confía constantemente a Dios no debe tener miedo del demonio. Por lo demás el padre Amorth declaró que no había tenido nunca miedo del demonio en los exorcismos. A veces, precisó he tenido miedo de hacer daño físico; por ejemplo es un riesgo exorcizar a una persona enferma del corazón.
Amorth concluyó la entrevista confirmando que muchas personas, efectivamente, venden su alma al demonio, pero, añadió, con ironía, “yo he quemado muchos contratos”.
Por Luca Marcolivio

miércoles, 12 de marzo de 2014

MONSEÑOR JOSEFINO RAMÍREZ:SAN FRANCISCO Y LA EUCARISTÍA

Querido padre Tomás:

Con frecuencia San Francisco pasaba la noche en oración rezando ante el Santísimo Sacramento. Su único deseo era la transformación de su vida en unión con Cristo. Una noche de 1216, Cristo se le apareció mientras él rezaba ante el Santísimo en la Iglesia de Santa María de los Ángeles.

Después de la visión, Francisco exclamó: “los mandaré a todos al paraíso”.Estaba más convencido que nunca del poder de la oración para salvar almas. El 14 de septiembre, un serafín con alas de fuego, tal como se describe en Isaías (6,2), bajó del cielo sobre San Francisco mientras hacía oración y le imprimió la marca de los clavos y la herida de la lanza en su costado. Todos en la región vieron el monte envuelto en una luz, como si el sol ya hubiera salido. El hermano León vio una bola de fuego descender sobre el rostro de San Francisco cuando recibió los estigmas.

Mencionó esto porque el Santísimo Sacramento es el fuego del amor divino. Así como el fuego transforma todo en fuego., así uno es transformado de gloria en gloria, y hecho más a la imagen y semejanza de Cristo por cada momento que pasemos en su divina presencia.

La diferencia en nuestra alma de una hora u otra, asombra a los santos en el cielo a los ángeles en la tierra. La transformación que se realiza en tu alma es mucho más real que la transformación que tuvo lugar en el cuerpo de San Francisco cuando fue estigmatizado. Por cada momento que pasas en su presencia, no sólo tus manos y tu costado, sino todo tu ser se transforma más y más a imagen y semejanza de Cristo.

Debido a esta transformación, cada momento que pasas con Jesús en la tierra hará que tu alma sea más gloriosa y más bella en el cielo por toda la eternidad. Por esto san pablo exclamó: “ Nosotros...reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando a su propia imagen cada vez más gloriosos (2 Co 3, 18)”.

Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico

martes, 11 de marzo de 2014

JOSÉ LUIS DIMAS ANTUÑA: CONSOLACIÓN DE UN BAUTIZADO

A Rafael Gigena van Marke (Sin fecha)

Consolación de un bautizado afligido
[Encabeza la copia mecanografiada, que no trae fecha alguna, una nota manuscrita de Juan Antonio Spotorno que dice:] "Dimas Antuña escribió esta admirable carta a mi pedido. [fdo.:] Juan Antonio"

Querido amigo:

Su última carta me da mucha pena y quisiera contestársela lo más íntimamente que me sea posible: haga de cuenta que no soy quien le escribe, y que esta carta es la palabra de un ángel que habla con su alma. Y desde luego que yo se la escribo con lágrimas, que es la única manera de entrar en la presencia de Dios y hablar al corazón de un amigo.

Primero tengo que decirle que no tiene Ud. nada que agradecerme, y que soy yo quien debo agradecerle a Ud., y a Dios, el favor que me hace de poder ser útil en algo. Así, pues, no me diga que lo que le he enviado le humilla: el humillado y confuso soy yo de no poder hacer más, mucho más, para asistirle y servirle en su dignidad de pobre y en su dignidad de enfermo. Dios le ha elegido para unirlo a sí en el misterio más alto de su vida, que es su Pasión, hecha toda ella de pobreza, dolor y abandono: yo veo su alma con toda verdad puesta en las llagas del Hijo de Dios... Piense, pues, cuál será mi confusión delante de Ud., y no por Ud. mismo, sino por lo que Dios hace en Ud., aunque Ud. no lo sepa y aunque yo apenas pueda verlo.

Mi querido amigo, Ud. se ha quejado alguna vez de mi sequedad y del eco que podían hallar sus quejas (tan justas) en mi corazón. Y bien, quiero decírselo con toda claridad: como amigo suyo y como hombre, como simple hombre nacido de mujer, yo no sé qué contestarle y su sufrimiento me sume en la más completa oscuridad. El dolor es una cosa que pide mejores ojos que los de la cara, y aún que los del corazón: en el dolor hay una oscuridad tan terrible que sólo con otra oscuridad semejante podemos entrar en él y ver algo y decir algo que no sea vano. Sí, solamente la fe está proporcionada al dolor, y yo me avergüenzo de no haber podido hablarle a Ud. antes de ahora contestando sus cartas con espíritu de fe, mirando su alma con los ojos de la fe y acercándome verdaderamente a Ud., no por afuera y como de visita, sino por dentro y en verdadera unión con la Pasión de Nuestro Señor. Quiero, pues, decirle una cosa que creo que responde a lo más íntimo de su carta: Ud. y yo, y todos los que hemos sido bautizados, estamos en Cristo [Con letra esparcida en el original] como pueden estar los peces en el mar o las aves en el aire. En él somos, vivimos y nos movemos, y en él se desarrolla y crece nuestro bautismo, la vida divina que recibimos en nuestro bautismo, conforme a un designio que Dios tiene sobre cada una de sus criaturas, designio que ignoramos por completo, que acaso ni los mismos ángeles conocen, pero que es una cosa tan perfecta, tan precisa, tan infalible que podemos decir que Dios conoce a cada uno de nosotros "por su nombre".

Entrar en ese misterio de por qué hemos sido creados y por qué hemos sido bautizados, nos es imposible: pero aceptarlo, vivirlo, recibirlo enteramente y directamente de las manos de Dios, eso sí lo podemos hacer, y Dios mismo nos pide que lo hagamos para que en ese fiat oscuro y eficacísimo, (pues es el fiat (Fiat, las dos veces escrito con espacio en cada letra) de la criatura al que todo lo puede) él pueda santificarnos y manifestar en nosotros algunos secretos de su gloria. ¿Y qué estoy diciéndole con todo esto? ¿Estoy divagando? ¿Me olvido de su carta, de los sufrimientos y de la desolación de que me habla su carta? No, mi amigo [Las palabras mi amigo parecen estar tachadas en la copia]. Sólo quiero decirle cuánto me apena su carta para poder contestarla ahora palabra por palabra; Ud. ha nacido para ser querido, sí, y la soledad le aterra, y se siente desolado, y no ve el término de sus sufrimientos...

Créame que todo lo que Ud. padece a mí me aflige, me aflige de veras, pero, dígame, por favor, y si nos pusiéramos en presencia de Dios, si nos pusiéramos un poco sobre el pecho de Cristo, y espantáramos un poco esos pensamientos interminables e insolubles que están continuamente rodeándonos como insectos inútiles y cansadores, ¿no cree Ud. que en ese descanso, en ese cerrar los ojos y quedarnos quietos sobre el pecho de Cristo, oiríamos una palabra de consuelo y hallaríamos la verdad de nuestra propia vida?

Por lo menos allí hallaríamos la única palabra posible, la única palabra que estaría a la altura de nuestra desdicha, de nuestra nada y de nuestro dolor; la única palabra viva y no vana. Nosotros vemos la parte negativa, el límite y la usura de todas las cosas, y cuando Dios nos muestra lo positivo de todo eso, lo que él hace en nosotros con el dolor, con la desolación, con la soledad, después de haber entrado en la oración para quejarnos salimos de ella pidiendo a Dios que siga haciendo su obra, que es inmensa, y nos avergonzamos y no nos explicamos cómo hemos podido pedir otra cosa o desear otra cosa que no sea la voluntad de Dios.

Mi querido amigo, cuando Ud. va a ponerse delante del tabernáculo no vaya a preguntarle al Señor. - ¿por qué, Señor? ¿por qué? Esa es una pregunta filosófica; esos por qué los veremos todos en la visión beatífica. No, no pregunte Ud., no hable Ud., póngase allí para oír [subrayado]: quédese quieto, quietito como un niño, y como un niño que sufre, y oiga; y vea que el Señor le tiene a Ud. consigo en la cruz, y que una preferencia tan grande no puede ser sino para algo muy grande. Sé de un amigo que en un momento de desesperación pedía a Dios cualquier cosa, con tal de no ser aquello que sufría; y fue reprendido con estas palabras: - Pero entonces, Ud. quiere elegir su cruz!

Claro que si elegimos la cruz ya no es cruz, sino entretenimiento; ya no es la obra de Dios en nosotros, sino nuestra voluntad y nuestra iniciativa en Dios.
Con el fuego no se juega, con el dolor no se juega. Todo esto viene de Dios directamente y lleva a él directamente, y nos transforma en él de una manera que no sabemos. Ud. está desolado, pero no está solo; Ud. teme la soledad, y la soledad que lo rodea está llena de la presencia de Dios que le ama; Ud. se aterra de su nada, y por esa nada, por llegar a esa nada, todos los santos han luchado, porque esa nada toca las raíces mismas del sér (sic), y de esa nada salen las obras de Dios, las obras perfectas, las que él hace en nosotros, las que nos llevan del sudor de sangre a aquella paz y entrada del alma a Dios, en que Dios mismo nos dice de una manera inefable: - Eres mi hijo, hoy te engendro.

¿Es nada todo esto? ¿Es poco todo esto? Haber sido creados, bautizados, apartados de todos los hombres, reducidos a nada, puestos en la soledad, trabajados por el dolor, y qué dolor, qué tristeza, y qué desolación. ¿Y todo esto para qué? Para que no se perdiera nuestro bautismo; para hallar a Dios, y para hallarlo realmente, en la realidad de su presencia, en la participación de lo más alto de la vida humana de Dios, que fue el aniquilamiento y la desolación de la cruz.
Yo no sé qué le parecerá a Ud. esta carta: léala, por favor, más allá del texto, en la intención con que la escribo y en lo que quiero decirle más bien que en lo que le digo realmente. Haga de cuenta que no me dirijo a Ud. sino a su situación, a su dolor, a todo lo que en su alma parece pura pérdida, y que realmente estaría perdido si no fuera que el Señor ha venido a buscar "lo que estaba perdido".

 ¿Por qué me dice que tiene poco coraje? ¿Qué sabe Ud.? Muchos creen que tienen poca virtud y sin embargo Dios los tiene de su mano, y no caerán nunca, y llegará día en que vean el por qué, y el término, y el objeto de su sufrimiento. ¿No ha leído Ud. en la Escritura que Dios dice: Mis pensamientos no son como vuestros pensamientos? Y tampoco sus obras; y por eso es tan oscuro todo lo que hace. Tenga ánimo, mi buen amigo. Yo no le pido un optimismo psicológico, una alegría sentimental, falsa y necia, que cierre los ojos a la evidencia inmediata: lo que yo le pido es que, puesto en ese límite de dolor y sufrimiento a que Dios lo ha llevado, se ponga Ud. en la presencia de Dios y pase Ud., por aceptación íntegra y generosa de todo eso, a la participación de la Pasión de Cristo, que es lo que habrá de liberar su alma. Yo no quiero engañarle a Ud. (con esa repugnante técnica de mentiras con que se rodea a los enfermos), ni decirle: - Ud. no sufre. Ni quiero tampoco que me diga: - Yo no sufro. Lo único que le pido es que mire si en ese sufrimiento no hay algo más que el sufrimiento mismo. Y no diga que sus cartas me cansan, que son tristes, que traen siempre el mismo tema: Ud. sufre y me confía su sufrimiento, ¿puede haber mayor prueba de amistad? Escríbame, que eso será un bien para Ud., y será un bien para mí, pues yo llevaré su carta, lo que me dice su carta, cuando voy a misa, cada día, para no presentarme con las manos vacías. ¡Fíjese Ud. lo que me da para ponerlo en el altar y en el cáliz, para ofrecerlo cada día al Padre junto con la Sangre del Hijo!

Vuelvo a decirle, ni su vida, ni mi vida, ni la vida de ningún hombre tiene sentido fuera de esa presencia de Dios a que Dios nos llama. Un santo dice: Vides crux, non vides unctio. Ves la cruz, no ves la unción: ves y sientes lo que padeces, pero no ves lo que Dios hace en ti con tus padecimientos, no ves la unción real y sacerdotal, no ves la semejanza filial que Dios está formando en tu alma. Si pudiéramos ver esto moriríamos de alegría. Por haber gustado los santos algo de esto han pedido a Dios y se han infligido a sí mismos todos los tormentos imaginables. Nosotros no somos santos pero estamos bautizados y por ahí somos miembros de Cristo. ¿No cree Ud. que en esto hay un misterio grande y una esperanza que no engaña? Perdóneme esta carta demasiado larga... [No sabemos cómo se despide y firma Dimas Antuña, pues no disponemos del original].

sábado, 8 de marzo de 2014

LA VOZ DE LOS PADRES PARA EL I DOMINGO DE CURESMA (A)


San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1

Cualquiera que seas, por grandes que sean las tentaciones que sufras después del bautismo, no te turbes por ello, más bien permanece firme. Pues has recibido las armas para combatir, no para estar ocioso. Y esa es la razón por la que Dios no te exceptúa de las tentaciones. Primero, para que te des cuenta que ahora eres mucho más fuerte. Segundo, para que te mantengas en moderación y humildad y no te engrías por la grandeza de los dones recibidos. Tercero, para que el demonio que acaso duda si realmente lo has abandonado, por la prueba de las tentaciones, puede tener seguridad de que te has apartado de él. Cuarto, la resistencia te hace más fuerte que el hierro mejor templado. Quinto, las tentaciones te dan la mejor prueba de los preciosos tesoros que se te han confiado. Pues, si no hubiera visto el diablo que estás ahora constituido en más alto honor y altura, no te tentaría.


San Agustín, de Trinitate, 4,13
¿Por qué se ofreció a ser tentado? Para constituirse en mediador que venciese las tentaciones, no sólo con su auxilio, sino con su ejemplo.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 16,1
Pero sépase que la tentación se hace de tres maneras: por sugestiones, por delectaciones y por consentimiento. Cuando nosotros somos tentados, empezamos por la sugestión, cayendo después en la delectación y en el consentimiento, pues obramos según las tendencias del pecado, propagado con la naturaleza, y por ello sufrimos las tentaciones. Pero Dios que se había encarnado en las entrañas de una Virgen, había venido al mundo sin pecado; por ello, ninguna lucha debía sentir en sí. Pudo ser tentado por sugestión, pero la delectación no pudo ofender su inteligencia y por ello, aquella tentación del diablo fue exterior y no afectó al interior.


San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 13,1
Para que conozcas cuán útil y bueno es el ayuno y qué clase de escudo es contra el diablo y por qué después del bautismo conviene ayunar y no vivir sujetos a apetitos inmoderados, quiso ayunar Jesús, no porque El lo necesitase, sino para enseñarnos.

viernes, 7 de marzo de 2014

FRAY NELSON MEDINA: LA MÚSICA CRISTIANA Y LAS HEREJÍAS POR OMISIÓN


Al comienzo de la Misa confesamos públicamente que somos pecadores de pensamiento, palabra, obra… y omisión. Siempre he creído que la parte de la omisión la omitimos demasiado en demasiadas consideraciones relativas a nuestra fe y nuestra vida cristiana. por definición lo omitido es aquello a lo que uno no ha prestado la atención, el cuidado o el esfuerzo que se merece; ello mismo hace que uno esté como predispuesto a seguir ignorando lo que ya ha empezado a ignorar, y así las omisiones se apilan unas sobre otras, endureciendo de paso la conciencia.

Estas realidades no son sólo personales. También los grupos humanos se acostumbran a ignorar porciones enteras de su realidad o clases enteras de ciudadanos, con lo cual dejan listo el terreno para los abusos raciales, étnicos o económicos. los bien fundados cimientos del prejuicio vuelven ciegos nuestros ojos, mientras nuestros oídos se acostumbran a estribillos como “el pobre es perezoso,” “el negro es menos inteligente,” “el gitano es ladrón,” “el paria nada merece, sino desprecio.” La omisión sistemática degenera así en odio.

En la religión existe también la posibilidad de la omisión como sistema, y el ejemplo que viene a mi mente es el de aquellas personas que, en aras de un ecumenismo superficial, o por pura comodidad emocional, quieren alimentar su fe cristiana asistiendo a grupos no católicos, o conciertos “cristianos” (que propiamente deberían llamarse protestantes o evangélicos). Quienes alaban o adoran a Cristo siguiendo las melodías de las estrellas de la Música Cristiana difícilmente reconocerían un hecho fundamental: sus corazones se están nutriendo deficientemente, se están desnutriendo, y sus mentes se están acostumbrando a prescindir sistemáticamente de aspectos básicos de la misma revelación cristiana.

En tales casos, los sermones o canciones de estos protestantes hacen daño no por lo que dicen sino por lo que sistemáticamente no dicen. A veces aludo a este hecho afirmando que para matar a una persona puedes hundirle un puñal o también dejar de alimentarla. La fe en la Eucaristía, en la confesión, en la presencia de Cristo-Cabeza en el sacerdote; la necesidad del magisterio de la Iglesia y la unión con 20 siglos de fe transmitida y vivida; la importancia y el ejemplo de los mártires y de los santos… todo ello simplemente no existe en Marcos Witt, ni tampoco existe en las docenas y docenas de grupos cristianos que añaden más instrumentos y arreglos pero sin completar jamás la doctrina.

Claramente el flanco de la Iglesia Católica que está más próximo a dejarse llevar por esa marea de omisiones es la Renovación Carismática (RCC). He visto por propia experiencia que los ministerios de música de la RCC suelen tomar como referencia y gran ideal a las bandas, conjuntos o autores de música cristiana, como si estos fuera el paradigma del verdadero servicio de alabanza. Lo que allí cuenta no es la verdad de lo que se canta sino el impacto musical, emocional o subjetivo que tengan los eventos o los cantantes. No es extraño que un número no despreciable de los ministerios católicos sientan que su siguiente paso lógico es independizarse (de toda tutela dentro de la Iglesia) y empezar a “hacerse un nombre” a base de publicar sus propias composiciones con sus propios arreglos. En algunos casos el asunto acaba muy mal, a saber, con todo el antiguo “ministerio de música” ministrando en adoración dentro de alguna comunidad evangélica.

por supuesto, no se trata de demonizar lo protestante. Pero así como uno ve que no se puede vivir de devocionales protestantes sin perder demasiada sustancia de nuestra fe, así debería uno ver el riesgo que se corre al volverse adicto a un tipo de música que exalta sólo algunos aspectos–los más individuales y subjetivos de la fe–en desmedro de los aspectos más comunitarios e históricos. La solución, desde mi punto de vista, no es un retorno nostálgico al solo latín, la música de órgano o la polifonía. Alguien dijo: “Hay gente para la cual dudar de algo es empezar a creer apasionadamente lo opuesto.” Así también digo yo: Hay católicos para los cuales evitar el progresismo equivale a canonizar el pre-concilio. Y sin embargo creo que debe haber modos más sabios, humildes y provechosos de pensar estas cosas y de ser fieles al querer de Dios para su pueblo.

Fr. Nelson Medina, O.P.
FUENTE http://fraynelson.com/blog

miércoles, 5 de marzo de 2014

JUAN PABLO II: MISERERE- SALMO 50 (3)


Todas las semanas, la liturgia de las Laudes nos propone nuevamente el salmo 50, el célebre Miserere. Ya lo hemos meditado otras veces en algunas de sus partes. También ahora consideraremos en especial una sección de esta grandiosa imploración de perdón: los versículos 12-16.

Es significativo, ante todo, notar que, en el original hebreo, resuena tres veces la palabra «espíritu», invocado de Dios como don y acogido por la criatura arrepentida de su pecado: «Renuévame por dentro con espíritu firme; (...) no me quites tu santo espíritu; (...) afiánzame con espíritu generoso» (vv. 12. 13. 14). En cierto sentido, utilizando un término litúrgico, podríamos hablar de una «epíclesis», es decir, una triple invocación del Espíritu que, como en la creación aleteaba por encima de las aguas (cf. Gn 1,2), ahora penetra en el alma del fiel infundiendo una nueva vida y elevándolo del reino del pecado al cielo de la gracia.

 Los Padres de la Iglesia ven en el «espíritu» invocado por el salmista la presencia eficaz del Espíritu Santo. Así, san Ambrosio está convencido de que se trata del único Espíritu Santo «que ardió con fervor en los profetas, fue insuflado (por Cristo) a los Apóstoles, y se unió al Padre y al Hijo en el sacramento del bautismo» (El Espíritu Santo I, 4, 55: SAEMO 16, p. 95). Esa misma convicción manifiestan otros Padres, como Dídimo el Ciego de Alejandría de Egipto y Basilio de Cesarea en sus respectivos tratados sobre el Espíritu Santo (Dídimo el Ciego, Lo Spirito Santo, Roma 1990, p. 59; Basilio de Cesarea, Lo Spirito Santo, IX, 22, Roma 1993, p. 117 s).

También san Ambrosio, observando que el salmista habla de la alegría que invade su alma una vez recibido el Espíritu generoso y potente de Dios, comenta: «La alegría y el gozo son frutos del Espíritu y nosotros nos fundamos sobre todo en el Espíritu Soberano. Por eso, los que son renovados con el Espíritu Soberano no están sujetos a la esclavitud, no son esclavos del pecado, no son indecisos, no vagan de un lado a otro, no titubean en sus opciones, sino que, cimentados sobre roca, están firmes y no vacilan» (Apología del profeta David a Teodosio Augusto, 15, 72: SAEMO 5, p. 129).

3. Con esta triple mención del «espíritu», el salmo 50, después de describir en los versículos anteriores la prisión oscura de la culpa, se abre a la región luminosa de la gracia. Es un gran cambio, comparable a una nueva creación: del mismo modo que en los orígenes Dios insufló su espíritu en la materia y dio origen a la persona humana (cf. Gn 2,7), así ahora el mismo Espíritu divino crea de nuevo (cf. Sal 50,12), renueva, transfigura y transforma al pecador arrepentido, lo vuelve a abrazar (cf. v. 13) y lo hace partícipe de la alegría de la salvación (cf. v. 14). El hombre, animado por el Espíritu divino, se encamina ya por la senda de la justicia y del amor, como reza otro salmo: «Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana» (Sal 142,10).

4. Después de experimentar este nuevo nacimiento interior, el orante se transforma en testigo; promete a Dios «enseñar a los malvados los caminos» del bien (cf. Sal 50,15), de forma que, como el hijo pródigo, puedan regresar a la casa del Padre. Del mismo modo, san Agustín, tras recorrer las sendas tenebrosas del pecado, había sentido la necesidad de atestiguar en sus Confesiones la libertad y la alegría de la salvación.

Los que han experimentado el amor misericordioso de Dios se convierten en sus testigos ardientes, sobre todo con respecto a quienes aún se hallan atrapados en las redes del pecado. Pensamos en la figura de san Pablo, que, deslumbrado por Cristo en el camino de Damasco, se transforma en un misionero incansable de la gracia divina.

5. Por última vez, el orante mira hacia su pasado oscuro y clama a Dios: «¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío!» (v. 16). La «sangre», a la que alude, se interpreta de diversas formas en la Escritura. La alusión, puesta en boca del rey David, hace referencia al asesinato de Urías, el marido de Betsabé, la mujer que había sido objeto de la pasión del soberano. En sentido más general, la invocación indica el deseo de purificación del mal, de la violencia, del odio, siempre presentes en el corazón humano con fuerza tenebrosa y maléfica. Pero ahora los labios del fiel, purificados del pecado, cantan al Señor.

Y el pasaje del salmo 50 que hemos comentado hoy concluye precisamente con el compromiso de proclamar la «justicia» de Dios. El término «justicia» aquí, como a menudo en el lenguaje bíblico, no designa propiamente la acción punitiva de Dios con respecto al mal; más bien, indica la rehabilitación del pecador, porque Dios manifiesta su justicia haciendo justos a los pecadores (cf. Rm 3,26). Dios no se complace en la muerte del malvado, sino en que se convierta de su conducta y viva (cf. Ez 18,23).