miércoles, 26 de septiembre de 2012

RENÉ LAURENTIN: Apariciones de la Virgen ¿Urgencia o prudencia?

Por delante, un problema de conciencia desgarrador: ¿urgencia o prudencia?Quienes se sienten atraídos por las apariciones y se convierten, oyen decir a su regreso:

« No vayáis. Mientras la Iglesia no las reconozca, hay que esperar. » Pero los que así les hablan están equivocados, porque, si hubieran esperado el reconocimiento eclesiástico, hubieran perdido la ocasión de convertirse; aparte de que, con gran frecuencia, parece que la gracia se multiplica en los lugares donde se la recibe. Además, los mensajes de Nuestra Señora a los videntes presentan a menudo una nota de urgencia: el mundo está en peligro, rezad, ayunad, haced penitencia, etc.


¿Urgencia o prudencia? La mayoría de los consejeros eclesiásticos suelen decir «prudencia», en tanto que Nuestra Señora parece insistir más en la urgencia. Numerosos cristianos están desconcertados. De hecho, se presenta un falso dilema, que es necesario transformar en una fórmula de síntesis perfectamente viable: urgencia y prudencia en la urgencia. Porque se puede rezar, ayunar, convertirse con urgencia, según unos mensajes que no son más que un eco del Evangelio, y hacer todo eso a la prudente espera del juicio oficial de la Iglesia.


Este malentendido y esta contradicción son sintomáticas de una situación confusa, cuya necesaria dilucidación será el objeto del siguiente capítulo: ¿Por qué las apariciones son un signo de contradicción? ¿Por qué ocupan un segundo plano en la escala de preocupaciones de la Iglesia? ¿En qué medida tiene fundamento esta valoración? ¿Hasta qué punto son hoy subestimadas, despreciadas o desconocidas las apariciones? ¿Cómo salir de esta contradicción, para obedecer sin tardar a las llamadas del Cielo -cuando- son auténticas-, y defenderse de las asechanzas del demonio y de la subjetividad?

MEDJUGORJE MENSAJE DEL 25 DE SEPTIEMBRE 2012

Ultimo Mensaje, 25 de septiembre de 2012 [O]

Marija during an apparition
¡Queridos hijos! Mientras miran en la naturaleza la riqueza de colores que el Altísimo les da, abran el corazón y oren con agradecimiento por todo el bien que tienen, y digan: he sido creado aquí para la eternidad, y anhelen las cosas celestiales, porque Dios los ama con un amor infinito. Por eso, El también me dio a ustedes para decirles: solamente en Dios está vuestra paz y esperanza, queridos hijos. Gracias por haber respondido a mi llamado. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

MONSEÑOR ALBERTO SANGUINETTI, NOMBRADO PADRE SINODAL


Un motivo de alegría para todos los católicos del Uruguay es la designación  realizada por el Papa Benedicto XVI, del Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti, como Padre Sinodal de la  XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el Vaticano del 7 al 28 de octubre de 2012, y cuyo tema será “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
Participará del Sínodo,  asimismo, el Obispo Auxiliar de Montevideo, Mons. Milton Tróccoli, designado por la Conferencia Episcopal Uruguaya.
 Acompañaremos con la oración este gran evento eclesial a realizarse en octubre en la ciudad de Roma.

HANS URS VON BALTHASAR: POR QUÉ ME HICE SACERDOTE?

¿Por qué me hice sacerdote? No podría decirlo. Yo no quería en realidad hacerme sacerdote. Ha salido así.

En las instrucciones para la elección de estado, san Ignacio distingue " tres tiempos para hacer sana y buena elección": el primero es, cuando Dios nuestro Señor así mueve y atrae la voluntad que, sin dudar ni poder dudar, la tal ánima devota sigue a lo que es mostrado, así como Pablo y san Mateo lo hicieron en seguir a nuestro Señor.

Ahora se ha difundido, no sé como, la opinión de que ese ¨ Primer Tiempo ¨ es algo que sólo se da a las ¨ almas superiores, mientras que las almas ordinarias deben contentarse con el segundo o más bien con el tercero donde todo depende de leves consolaciones o simplemente de reflexiones racionales.

Pero se pueden también considerar las cosas de otra manera, y esto es lo que hace el mismo san Pablo cuando rechaza toda participación en el mérito de su vocación apostólica: ¨ El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio y ¡ ay de mí si no anuncio el evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio.

Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el evangelio, anunciándolo de balde ¨ (1 Cor 9,16-18).El que elige el sacerdocio según el tercer tiempo, lo ha elegido por sí mismo y ha podido considerar las razones por las cuales lo hace: ha medido por adelantado la altura de los valores a conseguir, la hondura de su propia dignidad, el carácter urgente de la llamada y la gracia que le atrae. Ha llegado a las puertas del seminario tras una evolución que le ha llevado interiormente a cierta madurez, a cierto conocimiento experimental.

Pero Leví, al levantarse de su mesa de recaudador, a la señal del Señor, es ignorante como un recién nacido. No sabe que le ocurre.Y el sabio rabino a quien derribó del caballo el rayo de la gracia, reconoce su ignorancia: "Señor, ¿qué quieres que haga?".

Y así podría parecer que el primer tiempo es precisamente para los tontos del todo, y desde luego para aquellos a quienes les va mejor no examinar nada de antemano ni gloriarse por ninguna actuación propia.

Ambos autores, Mateo y Pablo, adquirirán después de mucha gloria por sus acciones, pero para empezar ha habido en ellos una radical humillación. De la nada no sale nada. Esta escueta experiencia personal de Pablo ha terminado por constituir toda su doctrina, por lo que toca a obras y gracia, ley y evangelio; y análoga fue también la experiencia de Mateo, que le permitió confrontar Antiguo y Nuevo Testamento con inexorable y afilada claridad.

Hoy, al cabo de treinta años, podría volver a encontrar, en aquella vereda intrincada de un bosque, en la selva Negra, cerca de Basilea, el árbol junto al cual sentí como un relámpago.

Era yo estudiante de germanística y seguía un curso de ejercicios de mes para estudiantes seglares. En aquel ambiente se consideraba realmente como una desgracia que alguien desertara para ponerse a estudiar teología.

Pero no fue la Teología ni el sacerdocio, lo que me entró por los ojos, sino simplemente esto: no tienes nada que elegir, has sido elegido; no necesitas nada, se te necesita; no tienes que hacer planes, eres una piedrecita en un mosaico ya existente.

Solo tenía que dejarlo todo y seguir, sin intenciones, deseos, expectaciones; sencillamente quedarme quieto, esperando a ver en qué me usaban. Y así ha sido desde entonces.

Pero si pensara que Dios me ha instalado en una seguridad, dotándome de una misión especial, en cualquier momento podría hacerse evidente que él es libre para cambiarlo todo de arriba abajo, aún contra la opinión y costumbres de su instrumento.
Lo único sorprendente es que esta ley de la vida, que rompe y rompiendo cura (como el hueso de la pierna de S. Ignacio), se me presentara tan inmediatamente como consigna invisible de vida. Posiblemente lo mismo le pasaría al impaciente Saulo.

¿Qué tiene que ver todo esto con el sacerdocio?

Quizá nada, y quizá mucho. Quizá nada, porque si entonces hubiera conocido la vida de los institutos seculares, acaso hubiera considerado posible la solución dentro del trabajo secular. Pero quizá mucho, porque hay una Providencia que me llevó derecho al sacerdocio. Y que al prepararme para la ordenación sacerdotal me hizo comprender que el sacerdocio era exactamente esa manera de estar disponible, esa prontitud para dejarme llevar de cualquier modo al servicio de Dios y de su Iglesia.

Y así se me ocurrió poner atrevidamente en el recordatorio de mi primera misa esta palabras tomadas del canon romano ( comprensibles para pocos de los lectores, y durante mucho tiempo escasamente transparentes para mí mismo en sus consecuencias): Benedixit, regit, deditque" (Bendijo, partió, dio). Entonces me pareció esto un modo discreto de asumir la parte del criado en la parte del Señor, sin que nadie tuviera que fijarse en mí.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

MONSEÑOR HÉCTOR AGÜER : LA MEDITACIÓN CRISTIANA Y DE LA OTRA


Reflexión de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, en el programa "Claves para un Mundo Mejor" (15 de septiembre de 2012) 

Un notable pensador del siglo XX, el Dr. Viktor Frankl, psiquiatra, creador de la Logoterapia, planteó que el problema principal del hombre contemporáneo, el hombre de su siglo y del nuestro, es el vacío existencial. Sostenía, por tanto, que la cuestión fundamental de nuestra cultura es la pérdida del sentido, el sentido de la vida humana, el sentido de nuestro origen y de nuestro fin. Especialmente el Dr. Frankl planteaba la necesidad de nuestra relación con el fundamento trascendente, que otorga sentido a todo lo que existe.

Si ese es un dato de la cultura contemporánea, hay que notar también que existe un dato paralelo: el intento de escapar por la tangente –digamos así– y de colmar ese vacío, que sólo puede colmarse con el arraigo en el fundamento sólido y último de las cosas, mediante la búsqueda de religiones alternativas y de una espiritualidad vaga, genérica, que podríamos calificar de light 

El ideal sería sentirse bien. El ansia de felicidad del hombre tiene que ver con la colmación de un vacío existencial, con el hallazgo del verdadero sentido de la vida; no se reduce al sentirse bien. Para asegurar la percepción subjetiva de sentirse bien se difunde una especie de religión alternativa, una vaga espiritualidad, sin verdades dogmáticas, sin preceptos morales, sin culto, sin la referencia a Dios, a un Dios personal.

Como alternativa de la fe y de una religiosidad digna de ese nombre, esa propuesta pseudoespiritual adopta distintos tipos de prácticas. La más difundida y la más light de todas es una cierta versión de la meditación que consistiría en una técnica psicofísica de respiración; con eso ya se llegaría al estado de plenitud, a ese sentirse bien, que es lo que busca el hombre agitado y consumista de la gran ciudad, que impone a sus habitantes un ritmo de vida vertiginoso y que no deja pensar.

En realidad, ese ejercicio no conecta con nada ni con nadie. A no ser con el mismo sujeto. En todo caso consiste en un mirarse espiritualmente el ombligo, para decirlo de una manera grotesca.

Además quiero explicar rápidamente que esa respiración presuntamente meditativa no tiene nada que ver con la meditación cristiana. Meditación es un término clásico de la espiritualidad cristiana y esa realidad es uno de los momentos, el momento clave podríamos decir, en el camino de la oración. El camino de la oración comienza con la escucha de la Palabra de Dios, con su lectura hecha con fe, como un medio de la búsqueda de Dios. Muchos cristianos practican frecuentemente la lectio, una lectura orante de la Palabra de Dios.

La meditación consiste en confrontar la Palabra de Dios con la propia vida para dejarse interpelar por esa Palabra de Dios y para responder a ella con la adhesión de fe. En ese sentido, la meditación, es el momento clave y central porque nos encamina a la contemplación, es decir, a la oración entendida como comunión con Dios, con un Dios personal que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La meditación cristiana no es un camino solipsista, de aislamiento, alternativo de la pertenencia a la comunidad de los creyentes, a la Iglesia. Tampoco reemplaza al culto, a los sacramentos, sino que al contrario, la oración y la meditación se alimentan en los sacramentos de la Iglesia. No se trata de un proceso meramente natural, de técnicas físicas o psíquicas, sino que se vincula íntimamente con nuestra condición de bautizados y con el crecimiento en nosotros de la gracia de Dios, con el avance en el camino de la comunión con Dios.

La espiritualidad, en sentido cristiano, no es un fenómeno simplemente natural; tiene que ver con el Espíritu Santo, con la comunicación a nosotros de la vida de Dios por la gracia y por los dones del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien nos hace reconocer a Jesús como Señor, como Dios verdadero, como centro de toda nuestra vida y el que nos encamina al Padre. De hecho podemos llamar a Dios Padre porque tenemos el Espíritu del Padre y del Hijo.

Allí está la verdadera espiritualidad, la fuente de una meditación en serio cuyo objetivo no es simplemente sentirse bien, ni mirarse uno mismo y adoptarse a uno mismo como referencia absoluta de la vida, sino entrar en comunión con Dios. Allí, entonces sí nos encaminamos hacia la recuperación del sentido, la colmación del vacío existencial. Ese es el camino que no excluye la cruz, pero que nos orienta a la verdadera felicidad. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

ORACIÓN DE SAN BERNARDO A LA VIRGEN MARÍA


Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, 
que jamás se ha oído decir, 
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, 
implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro,
haya sido abandonado de Vos. 
Animado con esta confianza, 
a Vos también acudo, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, 
me atrevo a aparecer ante vuestra presencia soberana. 
No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis humildes súplicas, 
antes bien, inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos atenderlas favorablemente. Amén.

viernes, 14 de septiembre de 2012

PADRE JOSÉ ANTONIO FORTEA: QUÉ ES LA INFLUENCIA DEMONIACA?


La influencia es el fenómeno por el que un demonio ejerce cierta influencia sobre el cuerpo de una persona. En este fenómeno el demonio no llega a poseer el cuerpo de la persona, de forma que no habla a través de él. Y si llega a mover algo el cuerpo, la persona está consciente. Pero cuando hay una influencia el movimiento del cuerpo, si lo hay, es ligero: la persona se pone rígida, agita las manos, pone caras extrañas, pero no pasa de estos signos externos.

La influencia puede ser sobre el cuerpo provocando determinadas enfermedades. O sobre la mente, provocando una influencia del demonio sobre las potencias del alma induciendo de forma obsesiva a determinados vicios o pensamientos obsesivos.

Cuando se ora por una persona que tiene una influencia la reacción es distinta a la de la posesión. La persona siente un malestar general que acaba concretándose en un lugar concreto del cuerpo. O bien la persona acaba no pudiendo controlar la tensión que le provoca la oración, y hace movientos extraños con los miembros, pero sin perder la consciencia. En otras ocasiones la influencia se manifiesta por la tremenda crispación que se manifiesta en manos o cara, crispación que suele ser la fase previa a la manifestación de la posesión, pero que en estos casos nunca pasa de esta fase previa sin que se se llegue a producir el trance. Y no se produce el trance porque no hay posesión del cuerpo, sino sólo una influencia sobre éste.

Para los casos de influencia la persona tiene que recibir oración de liberación. Bien hecha por el sacerdote para que le libere de esa influencia, o hecha por un grupo de laicos que oren por él. Siempre es preferible la oración comunitaria a la de una sola persona, pues el poder de la oración se suma.

Hay que añadir que cuanto más leve es la influencia del demonio sobre una persona más difícil es discernir si hay de verdad algo demoniáco o no. Pues en materia de discernimiento de las influencias demoníacas, es donde el sacerdote suele estar más a expensas de lo que le diga el que las sufre. La posesión suele tener una manifestación más clara, más perceptible. La influencia demoníaca mucho menos. Y cuanto más leve, más difícil.

Cuando alguien me viene a ver para consultarme qué es lo que tiene y veo que como mucho hay sólo una influencia demoníaca, y que hasta esto no está claro, suelo decirle: mire, en materia de posesión hablo con seguridad, si le digo que está poseso es que lo está, pero cuando sólo hay una influencia no puedo dictaminarlo con la misma seguridad, porque yo sólo juzgo por lo externo. Tras eso le doy consejos espirituales y le digo que cuanto más se fortalezca en la vida espiritual menos poder tendrá el demonio sobre él.

No obstante, en otros casos la influencia demoníaca sobre el cuerpo o la mente de una persona es patente e inequívoca por los datos que he dado antes. En esto, como en el discernimiento de la posesión, la experiencia lleva a poder dictaminar con total seguridad en los casos en que tal dictamen es posible. No siempre es posible esa seguridad, pues la posesión supone eso: una posesión sobre el cuerpo. Mientras que la influencia supone tan solo una influencia, mayor o menor, más visible o menos visible cuando se ora por la persona.

jueves, 13 de septiembre de 2012

BENEDICTO XVI: TODAS LAS ORACIONES SON ESCUCHADAS

BENEDICTO XVI: SAN JUAN CRISÓSTOMO


Queridos hermanos y hermanas:
Este año se cumple el decimosexto centenario de la muerte de san Juan Crisóstomo (407-2007). Podría decirse que Juan de Antioquía, llamado Crisóstomo, o sea, "boca de oro" por su elocuencia, sigue vivo hoy, entre otras razones, por sus obras. Un copista anónimo dejó escrito que estas "atraviesan todo el orbe como rayos fulminantes". Sus escritos nos permiten también a nosotros, como a los fieles de su tiempo, que en varias ocasiones se vieron privados de él a causa de sus destierros, vivir con sus libros, a pesar de su ausencia. Es lo que él mismo sugería en una carta desde el destierro (cf. A Olimpia, Carta 8, 45).

Nacido en torno al año 349 en Antioquía de Siria (actualmente Antakya, en el sur de Turquía), desempeñó allí su ministerio presbiteral durante cerca de once años, hasta el año 397, cuando, nombrado obispo de Constantinopla, ejerció en la capital del Imperio el ministerio episcopal antes de los dos destierros, que se sucedieron a breve distancia uno del otro, entre los años 403 y 407. Hoy nos limitamos a considerar los años antioquenos de san Juan

Huérfano de padre en tierna edad, vivió con su madre, Antusa, que le transmitió una exquisita sensibilidad humana y una profunda fe cristiana. Después de los estudios primarios y superiores, coronados por los cursos de filosofía y de retórica, tuvo como maestro a Libanio, pagano, el más célebre retórico de su tiempo. En su escuela, san Juan se convirtió en el mayor orador de la antigüedad griega tardía.

Bautizado en el año 368 y formado en la vida eclesiástica por el obispo Melecio, fue por él instituido lector en el año 371. Este hecho marcó la entrada oficial de Crisóstomo en lacarrera eclesiástica. Del año 367 al 372, frecuentó el Asceterio, una especie de seminario de Antioquía, junto a un grupo de jóvenes, algunos de los cuales fueron después obispos, bajo la guía del famoso exegeta Diodoro de Tarso, que encaminó a san Juan a la exégesis histórico-literal, característica de la tradición antioquena.

Después se retiró durante cuatro años entre los eremitas del cercano monte Silpio. Prosiguió aquel retiro otros dos años, durante los cuales vivió solo en una caverna bajo la guía de un "anciano". En ese período se dedicó totalmente a meditar "las leyes de Cristo", los evangelios y especialmente las cartas de Pablo. Al enfermarse y ante la imposibilidad de curarse por sí mismo, tuvo que regresar a la comunidad cristiana de Antioquía (cf. Palladio, Vida 5). El Señor —explica el biógrafo— intervino con la enfermedad en el momento preciso para permitir a Juan seguir su verdadera vocación.

En efecto, escribirá él mismo que, ante la alternativa de elegir entre las vicisitudes del gobierno de la Iglesia y la tranquilidad de la vida monástica, preferiría mil veces el servicio pastoral (cf. Sobre el sacerdocio, 6, 7): precisamente a este servicio se sentía llamado san Juan Crisóstomo. Y aquí se realiza el giro decisivo de la historia de su vocación:  pastor de almas a tiempo completo. La intimidad con la palabra de Dios, cultivada durante los años de la vida eremítica, había madurado en él la urgencia irresistible de predicar el Evangelio, de dar a los demás lo que él había recibido en los años de meditación. El ideal misionero lo impulsó así, alma de fuego, a la solicitud pastoral.

Entre los años 378 y 379 regresó a la ciudad. Diácono en el 381 y presbítero en el 386, se convirtió en un célebre predicador en las iglesias de su ciudad. Pronunció homilías contra los arrianos, seguidas de las conmemorativas de los mártires antioquenos y de otras sobre las principales festividades litúrgicas:  se trata de una gran enseñanza de la fe en Cristo, también a la luz de sus santos. El año 387 fue el "año heroico" de san Juan Crisóstomo, el de la llamada "rebelión de las estatuas". El pueblo derribó las estatuas imperiales como protesta contra el aumento de los impuestos. En aquellos días de Cuaresma y de angustia a causa de los inminentes castigos por parte del emperador, pronunció sus veintidós vibrantes Homilías sobre las estatuas, orientadas a la penitencia y a la conversión. Siguió un período de serena solicitud pastoral (387-397).

San Juan Crisóstomo es uno de los Padres más prolíficos: de él nos han llegado 17 tratados, más de 700 homilías auténticas, los comentarios a san Mateo y a san Pablo (cartas a los Romanos, a los Corintios, a los Efesios y a los Hebreos) y 241 cartas. No fue un teólogo especulativo. Sin embargo, transmitió la doctrina tradicional y segura de la Iglesia en una época de controversias teológicas suscitadas sobre todo por el arrianismo, es decir, por la negación de la divinidad de Cristo.

Por tanto, es un testigo fiable del desarrollo dogmático alcanzado por la Iglesia en los siglos IV y V. Su teología es exquisitamente pastoral; en ella es constante la preocupación de la coherencia entre el pensamiento expresado por la palabra y la vivencia existencial. Este es, en particular, el hilo conductor de las espléndidas catequesis con las que preparaba a los catecúmenos para recibir el bautismo. Poco antes de su muerte, escribió que el valor del hombre está en el "conocimiento exacto de la verdadera doctrina y en la rectitud de la vida" (Carta desde el destierro). Las dos cosas, conocimiento de la verdad y rectitud de vida, van juntas:  el conocimiento debe traducirse en vida. Todas sus intervenciones se orientaron siempre a desarrollar en los fieles el ejercicio de la inteligencia, de la verdadera razón, para comprender y poner en práctica las exigencias morales y espirituales de la fe.

San Juan Crisóstomo se preocupa de acompañar con sus escritos el desarrollo integral de la persona, en sus dimensiones física, intelectual y religiosa. Compara las diversas etapas del crecimiento a otros tantos mares de un inmenso océano: "El primero de estos mares es la infancia" (Homilía 81, 5 sobre el evangelio de san Mateo). En efecto "precisamente en esta primera edad se manifiestan las inclinaciones al vicio y a la virtud". Por  eso, la ley de Dios debe imprimirse desde el principio en el alma "como  en una tablilla de cera" (Homilía 3, 1sobre el evangelio de san Juan):  de hecho esta es la edad más importante. Debemos tener presente cuán fundamental es que en esta primera etapa de la vida entren realmente en el hombre las grandes orientaciones que dan la perspectiva correcta a la existencia. Por ello, san Juan Crisóstomo recomienda:  "Desde la más tierna edad proporcionad a los niños armas espirituales y enseñadles a persignarse la frente con la mano" (Homilía  12, 7 sobre  la primera carta a los Corintios).

Vienen luego la adolescencia y la juventud: "A la infancia le sigue el mar de la adolescencia, donde los vientos soplan con fuerza..., porque en nosotros crece... la concupiscencia" (Homilía 81, 5 sobre el evangelio de san Mateo). Por último, llegan el noviazgo y el matrimonio:  "A la juventud le sucede la edad de la persona madura, en la que sobrevienen los compromisos de familia:  es el tiempo de buscar esposa" (ib.). Recuerda los fines del matrimonio, enriqueciéndolos —mediante la alusión a la virtud de la templanza— con una rica trama de relaciones personalizadas. Los esposos bien preparados cortan así el camino al divorcio:  todo se desarrolla con  alegría y se puede educar a los hijos en la virtud. Cuando nace el primer hijo, este es "como un puente; los tres se convierten en una sola carne, dado que el hijo une las dos partes" (Homilía 12, 5 sobre la carta a los Colosenses) y los tres constituyen "una familia, pequeña Iglesia" (Homilía 20, 6 sobre la carta a los Efesios).

La predicación de san Juan Crisóstomo se desarrollaba habitualmente durante la liturgia, "lugar" en el que la comunidad se construye con la Palabra y la Eucaristía. Aquí la asamblea reunida expresa la única Iglesia (Homilía 8, 7 sobre la carta a los Romanos); en todo lugar la misma palabra se dirige a todos (Homilía 24, 2 sobre la Primera Carta a los Corintios) y la comunión eucarística se convierte en signo eficaz de unidad (Homilía 32, 7 sobre el evangelio de san Mateo).

Su proyecto pastoral se insertaba en la vida de la Iglesia, en la que los fieles laicos con el bautismo asumen el oficio sacerdotal, real y profético. Al fiel laico dice:  "También a ti el bautismo te hace rey, sacerdote y profeta" (Homilía 3, 5 sobre la segunda carta a los Corintios). De aquí brota el deber fundamental de la misión, porque cada uno en alguna medida es responsable de la salvación de los demás:  "Este es el principio de nuestra vida social...:  no interesarnos sólo por nosotros mismos" (Homilía 9, 2 sobre el Génesis). Todo se desarrolla entre dos polos:  la gran Iglesia y la "pequeña Iglesia", la familia, en relación recíproca.

Como podéis ver, queridos hermanos y hermanas, esta lección de san Juan Crisóstomo sobre la presencia auténticamente cristiana de los fieles laicos en la familia y en la sociedad, es hoy más actual que nunca. Roguemos al Señor para que nos haga dóciles a las enseñanzas de este gran maestro de la fe.


martes, 11 de septiembre de 2012

MADRE TERESA DE CALCUTA: EL ABORTO ES EL GRAN DESTRUCTOR DE LA PAZ


(…) Yo siento que el gran destructor de la paz hoy es el aborto, porque es una guerra contra el niño, una matanza directa de niños inocentes, asesinados por la propia madre.

Y si nosotros aceptamos que una madre pueda matar incluso a su propio hijo, ¿cómo es que podemos decir a otras personas para que no se maten? ¿Cómo persuadimos a una mujer para no hacer el aborto? Como siempre, debimos de persuadirles con amor y debimos de recordarles que amor significa estar dispuesto a donarse hasta quebrarse. Jesús dio Su vida por amor a nosotros.

Así, la madre que piensa en abortar, debe ser ayudada a amar, o sea, a donarse hasta que quiebre sus planes, o su tiempo libre, para respetar la vida de su hijo. El padre de este niño, quienquiera que él sea, debe también donarse hasta que se quiebre.

A través del aborto, la madre no aprende a amar, sino que mata a su propio hijo para resolver sus problemas.

Y, a través del aborto, se dice al padre que él no tiene que tener ninguna responsabilidad por el niño que él trajo al mundo. Este padre probablemente va a poner a otras mujeres en la misma situación. Luego, el aborto sólo trae más aborto.

Cualquier país que acepte el aborto no está enseñando a su pueblo a amar, sino a usar de cualquier violencia para conseguir lo que se quiere. Por eso es que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto.

“Vamos a rescatar al niño”. El niño es el don de Dios para la familia. Cada niño es creado a imagen y semejanza de Dios para grandes cosas — para amar y ser amado. Cuando las personas más viejas son llamadas a Dios, solamente sus hijos pueden tomar sus lugares.

¿Pero que nos dice Dios? Él dice: “Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.
Míra, en las palmas de mis manos te tengo tatuada” (Is 49, 15-16). Nosotros estamos grabados en la palma de la mano de Dios; aquel niño que aún no nació está grabado en la mano de Dios desde la concepción y es llamado por Dios a amar y ser amado no solamente en esta vida, sino para siempre. Dios jamás se olvida de nosotros.

Por favor no mate a ese niño. Yo quiero a ese niño. Por favor denme a ese niño. Yo estoy dispuesta a aceptar cualquier niño que esté por ser abortado y dar este niño a una pareja que irá a amar al niño y ser amado por ella.

La forma de planear la familia es la planificación familiar natural, no la contracepción. Al destruir el poder de dar la vida, a través de la contracepción, un marido o esposa está haciendo algo para sí mismo. Atrae la atención para sí y así destruye el don del amor en él o en ella. Al amar, el marido y mujer deben volver la atención entre sí como sucede en la planificación familiar natural, y no para sí mismos, como sucede en la contracepción. Una vez que el amor vivo es destruido por la contracepción, fácilmente se sigue el aborto.

Tú también debes traer esta presencia de Dios para tu familia, pues la familia que reza unida, permanece unida. Existe tanto odio, tanta miseria, y nosotros con nuestras oraciones, con nuestro sacrificio, estamos comenzando en casa. El amor comienza en casa, y no se trata de cuánto nosotros hacemos, sino cuanto amor colocamos en aquello que hacemos.

Si recordamos que Dios nos ama, y que nosotros podemos amar a los otros como Él nos ama, entonces América puede hacerse una señal de paz para el mundo. De aquí debe salir hacia el mundo, una señal de cuidado para el más débil de los débiles — el futuro niño.

DIÁCONO JORGE NOVOA: LOS LLAMÓ APÓSTOLES


Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles.
A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a y ser un traidor.

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

La escena relata el momento de la elección de los Doce, y la denominación de estos por parte de Jesús, como apóstoles. En el origen de esta acción del Señor está el diálogo con su Padre, en varias oportunidades, que guardan momentos medulares de su vida, lo encontramos en oración. Se nutre de este diálogo, que luego se expresa en decisiones, como ésta designación del grupo de los Doce. La noche es el momento elegido para el diálogo con su Padre. La oración del Verbo encarnado es un gran misterio. Aquí enumeramos algunos pasajes del evangelio que dan cuenta de la oración del Señor:

• En Su Bautismo (Lc. 3,21-22)
• En la elección de los Doce Apóstoles (Lc. 6,13-16)
• En la multiplicación de los panes (Mt. 14, 22-23; Mc. 6, 45-46)
• En la confesión mesiánica de Pedro (Lc. 9, 18-22)
• En la Transfiguración en el Monte Tabor (Lc. 9, 28-34)
• En la Última Cena (Mt. 26, 26-28; Mc. 15, 34; Lc. 22, l7-20; Jo. 17) • . . . En la Cruz (Mt. 27, 46; Mc. 14, 22-24; Lc. 23, 34)

El ha venido para cumplir la voluntad del Padre, ama al Padre y  su designio salvífico.  Dice de la Potterie, "La Oración de Jesús es un misterio de silencio interior, de unión íntima con Dios su Padre, que Él ama y por quien  se sabe amado, con quien vive en perfecta unión. Sin embargo, su Oración no fue sólo expresión de su Filiación Divina, sino también expresión de su total sumisión a la voluntad del Padre, y por eso está estrechamente ligada con la realización de su misión mesiánica  de Salvación".

Dos palabras  del texto bíblico, concentran nuestra atención antes de darnos los nombres de los Doce: llamar y apóstoles. Hay una llamada de parte del Señor, es Él quien toma la iniciativa y los invita "estar con él", serán los testigos oculares que darán testimonio de lo que han visto y oído. La importancia de ser testigos oculares, aparece como condición para elegir al sustituto de Judas. Los que han sido llamados serán enviados, en la elección de los apóstoles están los alejados, porque los que están con Él , serán enviados hasta los confines del orbe. La misión de los Doce expresa la dimensión universal de la salvación traída por Jesús.

Luego encontramos los nombres de los Doce,  en todas las listas que aparecen en los libros de la Nueva Alianza, son encabezadas por Pedro, este ordenamiento no es casual, será voluntad del Señor que el pescador de Galilea  ejerza el primado.

Nuestro credo tiene su origen en los apóstoles, son ellos  iluminados por el Epíritu Santo, la fuente de los  relatos de la Nueva  Alianza, resulta sorprendente que entre católicos pocos sepan los nombres de los Doce, incluso cuando son capaces de recordar de memoria los nombres de equipos de fútbol que realizaron grandes gestas deportivas u otras realidades que consideran importantes. Es cierto que estos grandes hombres de fe, no pretendieron ser estrellas en el firmamento de la humanidad, sino humildes servidores del Señor.

Sus vidas se coronaron con el martirio, derramaron su sangre por el Señor, alcanzando la meta, perseveraron hasta el fin. En medio de ellos, uno fue traidor. Aún estando cerca, uno puede padecer la ceguera del abandono y la traición. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

DIÁCONO JORGE NOVOA: LA LEY PROHIBE OBRAR EL BIEN ?

Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca.Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle.Pero él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio.» El, levantándose, se puso allí.
Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla.»Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano.» El lo hizo, y quedó restablecida su mano.Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.


Jesús invalida la ley? No, incluso lo dirá explícitamente, no ha venido a abolir la ley y los profetas, Él la hará alcanzar su plenitud de comprensión e interpretación. El cuestionamiento que Jesús realiza a los judíos, se centra en este planteamiento: acaso la ley puede exigir que no obres el bien? Puede plantearse cierta oposición entre el sábado, día consagrado a Dios en la Antigua Alianza, y obrar el bien?

Dios es glorificado cuando se obra el bien, y esto ocurre independientemente, del día en que se haga, el descanso sabático no debe liberarme  de hacer el bien, sino impulsarme a obrarlo para honrar a Dios.

Los fariseos y escribas aparecen gobernados por la oscuridad, Jesús conoce sus pensamientos, están al acecho y quieren acusarlo de no cumplir con la ley. Si algo hay, contrario a la ley de Dios, no es obrar el bien en sábado, sino que sus servidores vean esto como incumplimiento.

Dice san Cirilo:" Si queremos discutir la institución del sábado, observaremos que fue establecido para hacer obras piadosas; estaba mandado que en el sábado no se trabajase, con el fin de que descansen -como se dice en el Deuteronomio ( Dt 5,14)-, tu siervo, tu criada, y todo animal que te pertenezca. Por tanto, el que se compadece del buey y de los demás animales, ¿cómo no se compadecerá del hombre afligido con una grave enfermedad?"

Jesús en el Sermón del Monte, explica la plenitud de la ley, los judíos son invitados a ascender a la ley del amor, no se trata de cumplir sino de amar, la ley fue hecha para el hombre no el hombre para la ley. Algunos  equivocadamente piensan que se disminuyen las exigencias  la ley, por el contrario, ahora se conoce la verdad más profunda, " ahora el amor ya no es sólo un mandamiento, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene  a nuestro encuentro". Este es el horizonte de la ley para los hijos.

Ahora toca a este hombre responder, ha visto la presión sobre Jesús y su respuesta, "levántate y ponte en medio" le dice Jesús, él le obedece y recibe la salud. Siempre hubo y habrá detractores de Jesús y su mensaje, que quieren una y otra vez, e incluso en nombre de Dios invalidar su acción. Tú te animas a obedecerle?

Los hijos viven bajo la ley del amor, plenitud de la ley dada a Moisés en el Sinaí y lugar para el ejercicio de la filiación.

sábado, 8 de septiembre de 2012

MONSEÑOR THOMAS WENSKI: CORONACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD

Homilía predicada por el Arzobispo Thomas Wenski en la fiesta de Nuestra Señora de la Caridad, marcando 400 años de su hallazgo y presencia en la historia y la vida del pueblo cubano. 
American Airlines Arena, Miami, 8 de septiembre de 2012
Queridos hermanos y hermanas, ¡ha llegado por fin el esperado día!--la gran celebración de amor y fe, que a lo largo de todo un trienio preparatorio se ha venido gestando para honrar a nuestra Madre del Cielo, María de la Caridad.

Es ésta una tarde feliz porque, unidos en la fe, festejamos los 400 años del hallazgo de su bendita imagen en aguas cubanas. Son cuatro siglos de presencia de Santa María de la Caridad en la historia y la vida del pueblo cubano; de presencia amorosa en medio de su pueblo y en el corazón de todos sus hijos que, dentro de la patria o dispersos por el mundo como nunca antes, no han dejado jamás de experimentar la maternal asistencia y la intercesión protectora, de la que con cariño y confianza también llamamos Cachita.

Hace cuatro siglos vino a nosotros desafiando las olas del mar y la tormenta, para acompañar a sus hijos en todas la tormentas de su historia, personal y nacional; para consolar a los que sufren, alentar a los desanimados, y llenar de confianza y fortaleza a todo un pueblo. Ella nos escogió. Ella vino a buscarnos para llevarnos a Cristo. De la espuma del mar se fue a las montañas y a los llanos; a los campos y ciudades, a los bohíos y a las casas de ricos y pobres, porque sabe que todos tenemos necesidad de su Hijo y de ella.

Se fue a la manigua para alentar los deseos y afanes de libertad de los mambises. Ella sostuvo a Céspedes, Gómez, Agramonte, y a Antonio DE LA CARIDAD Maceo y Grajales, el Titán de Bronce, y también a los más humildes soldados que lucharon por la libertad de Cuba. Llegó la Virgen marinera para echar su suerte con los pobres de la tierra; para animar a los que sufren, para alentar a los desanimados, para llenar de confianza y fortaleza a todo un pueblo. Ella ha sido siempre nuestra mejor evangelizadora, la gran convocadora, la madre fiel que siempre ha estado allí, para cubrir con su manto nuestro corazón adolorido.

Y nunca ha dejado de acompañarnos, ni en los momentos de sacrificio y coraje junto a los mambises, que dieron su sangre para conseguir la ansiada independencia, ni en los tiempos de bonanzas, turbulencias y esperanzas de la joven república.

Pero también la Virgen Mambisa ha sabido sufrir con su Iglesia cuando el oscurantismo marxista la hería y diezmaba, y supo estar al pie de la cruz de sus hijos, mientras morían fusilados gritando Viva Cristo Rey.  Así estuvo, en medio de las alambradas de tantas prisiones y de los campos de trabajo forzado de la UMAP.

Siempre ha estado con sus hijos, lo mismo en años pasados que en tiempos recientes. Y estuvo presente en las estampitas que ocultaban en los armarios, aquellos que se vieron forzados a sobrevivir negando en público su devoción, así como también en las medallas al cuello de los que, con la frente en alto, transmitieron, transmiten y siguen legando a hijos y nietos, el preciado don de la fe.

Presente en la isla y en el destierro, continúa prodigando su amor de madre, hoy como ayer, en las prisiones que no acaban de vaciarse y en medio de las mujeres que caminan reclamando libertad. Presente acompañando a todos los que, dentro y fuera de Cuba, luchan por el respeto a la dignidad humana y labran un futuro de libertad, justicia y paz. Así nos acerca ella al día, en que el amor a su Hijo será el cimiento eficaz para que, como le pedimos siempre, todos los cubanos seamos hermanos. Y por supuesto que hoy sigue siendo "causa de nuestra alegría", inundando de gozo los corazones de incontables hijos que pudieron recibirla y saludarla, cuando en su reciente paso por cada rincón de la Isla demostró que sigue siendo, y será por siempre, la Madre de los Cubanos.

La Virgen de la Caridad vino a estas tierras para acompañar a sus hijos exiliados. Viajó oculta en una maleta, desde una embajada, como un refugiado más, y aquella noche de 1961 llegó a Miami para animar la primera gran celebración que en el Stadium Bobby Maduro reunió a más de 30,000 creyentes para orar por Cuba y su libertad. En aquella multitudinaria celebración eucarística, la Virgen de la Caridad mostró sus hijos a la Iglesia del sur de la Florida, como solía recordarnos Monseñor Román. Ella, a través de sus hijos exiliados cubanos, le abrió las puertas a todos los que invocamos a Dios en español en esta bendita tierra.

A la recién creada diócesis de Miami le habían nacido de repente miles de nuevos miembros que, aunque hablaban otra lengua querían dar su aporte, su amor, su fidelidad y su ímpetu misionero a la Iglesia que los acogía; así, con generosidad y entrega ayudaron al crecimiento y a la fundación de parroquias, colegios, ministerios y movimientos que cambiaron el rostro espiritual de esta Iglesia que vive su fe en Miami.

Santa María de la Caridad es la madre fiel y confidente que ha guiado a sus hijos, que en gran número han tenido que marchar a otras tierras en busca de libertad, y los ha protegido por los duros caminos de la diáspora. Con ellos ha ido a los más lejanos rincones del mundo y sus hijos, con agradecimiento y cariño, han extendido su devoción allá donde han levantado su tienda.

Por eso aquí, en Miami, un hijo suyo predilecto como Monseñor Agustín Román, con la ayuda de Dios y la generosidad de tantos, pudo levantarle una casa, nuestra querida Ermita, desde donde su solícito cuidado se extiende no sólo al pueblo cubano, sino a todos los pueblos que conforman el hermoso crisol de culturas y tradiciones que es el sur de la Florida.

En lo alto de su trono del Santuario del Cobre y también de nuestra Ermita, la vemos triunfante con su Hijo en brazos, sostén de la fe de todo un pueblo, rodeada de millares que, en las dos orillas de la nación cubana, quieren mostrarle su agradecimiento eterno; hombres y mujeres de cualquier edad y condición que se acercan a colocar a sus pies la invaluable ofrenda de un amor, purificado en la prueba y acrecentado en el tiempo. Es ese amor a la Madre de Dios que ni el materialismo ateo, ni el práctico, han podido destruir o desterrar de sus vidas.

Hoy entre nosotros hay muchos que sienten la desesperanza y piensan que las plegarias por la libertad de la patria parece que no encuentran repuesta. Pasan los años y con ellos desaparecen pilares y referentes que animaban nuestro exilio. Hombres y mujeres que han orado y luchado por ver a Cuba libre. Esta noche sentimos la ausencia del Padre Luis Pérez y de nuestro querido Monseñor Román y de tantos otros, obispos, sacerdotes, religiosas y laicos que han partido hacia la casa del Padre sin haber visto cumplido el sueño de una Cuba libre. Y recordamos especialmente a Osvaldo Payá Sardiñas y a Harold Cepero, y con ellos a todos los que han sacrificado sus vidas por una Patria con todos y para el bien de todos.  Todos ellos desde el abrazo del Padre de los cielos nos acompañan en esta noche, unidos a nosotros bajo el manto amoroso de la Virgen de la Caridad. Junto a ellos repetimos la misma jaculatoria que rezaban los mambises: ¡Virgen de la Caridad, cúbrenos con tu manto!  Si, cúbrenos con tu manto para que – en las palabras del Papa Benedicto al despedirse de Cuba – “Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos donde convivan la justicia y la libertad en un clima de serena fraternidad.”

La Virgen nos invita una vez más a la esperanza, a confiar en el tiempo de Dios, en la sabiduría infinita y providente del Padre de todos y Señor de la historia.  La gran tentación, la peor tentación, es desconfiar de Dios. Muchas veces, en el desierto, el pueblo de Israel desfalleció en el camino, se sintió frustrado y desconfió del Dios que lo había liberado de la esclavitud. Y no sólo eso, se vio tentado de querer regresar a las cadenas de Egipto. Como ellos, también nosotros podríamos desalentarnos y desconfiar de las promesas de Dios. El pueblo de Israel aprendió sobre la marcha que Dios es fiel, que sus promesas son eternas, y que después del desierto siempre se llega a la tierra prometida; una tierra que es anticipo de una gloria, a la que sólo se llega después de la cruz. Ese fue el camino de fe del pueblo de Israel, el camino transitado por Jesús y por su Iglesia a lo largo de los siglos, y que cada cristiano está llamado a recorrer en la esperanza y la confianza.

Es a esa confianza y esperanza que nos llama hoy María de la Caridad. El pueblo cubano anhela la libertad de su Patria, y jamás deberá perder la esperanza de que ese anhelado momento pronto llegará. Y en este empeño nos anima la Virgen Mambisa: la mujer libre que quiere invitarnos, una vez más esta noche, a ser libres de espíritu, porque no pueden caer las cadenas de las manos si no han caído primero las cadenas del corazón. 

El evangelio de San Lucas nos ha presentado hoy la hermosa escena de la Anunciación. El diálogo que escuchamos nos pone ante la vista y el corazón a una María que, sin comprender del todo aquello que Dios le propone, lo acepta inmediatamente, sin duda alguna, porque ella sabe en quien se ha confiado. El evangelista nos presenta a María como el modelo perfecto del creyente, que sin entender el alcance y significado de los planes de Dios en la historia y en su vida, es capaz de pronunciar un sí incondicional, sin reservas y contra toda esperanza. El "hágase" de María se convierte en la clave perfecta del ser cristiano, que encuentra en la Madre de Dios no sólo el auxilio y amparo constante de una madre amorosa, sino también un humano ejemplo de perfecta confianza y disponibilidad a Dios. Sin comprender lo que sucede con su Hijo, María guardará todos sus desvelos, angustias y dolores en el corazón, en ese lugar profundo donde sólo Dios puede llegar. Y hoy sentimos el gozo de estar en una gran fiesta; una fiesta en honor de esa mujer de fe firme y confianza total: la Madre de Jesús, la Madre de la Iglesia, la Madre nuestra. 

En la primera lectura, por boca de Isaías, escuchamos como Dios le dió a Acaz una señal: el anuncio del Emmanuel, Dios-con-nosotros. Más que hacer una extraordinaria profecía, el Señor define la realidad del Hijo Redentor: Cristo es aquel que siempre está y estará-con-nosotros. En las buenas y en las malas. Cristo es el Hijo de Dios que comparte nuestro presente, que está a nuestro lado en todo momento, especialmente en los tiempos difíciles de nuestra vida. Que clama desde lo hondo de nuestra realidad llamándonos a la vida, a la plenitud de la alegría, a la más sentida y sincera confianza. El es el Señor de nuestra historia, el Dios de nuestra vida y de nuestra Esperanza. Es éste el regalo que María acogió primero en su seno con confianza, el que trae entre sus brazos como vemos en la bendita imagen hallada en Nipe, y que una vez más quiere que acojamos con humildad y amor. 

Como ella, también nosotros queremos abrir nuestros corazones y nuestras vidas al don de Dios, quizás sin entender del todo sus planes, y sin comprender el misterio de la verdad que siempre vence a la mentira, y de la bondad que siempre vence a la maldad. Y sin saber el cómo y el cuándo de ese final que El nos tiene preparado, quisiéramos decir siempre como ella: "Señor, hágase en mi según tu palabra" así, de esta manera, nos convertimos en discípulos de fe y misioneros de la esperanza como nos reta el lema de nuestro sínodo que se celebrará durante el Año de Fe que comenzará el próximo mes de octubre.

Hermanos y hermanas, hoy, como culmen de este gran jubileo, coronamos la imagen de Nuestra Señora de la Caridad. Es un momento muy especial porque con este rito, la Madre Iglesia quiere confirmar la devoción de todo un pueblo a esta bendita imagen y lo que ella representa; devoción que nos reúne a todos esta noche, como nos ha reunido cada 8 de septiembre durante medio siglo. El Papa Juan Pablo II, de feliz memoria, coronó la imagen de la Virgen de la Caridad en Santiago de Cuba, durante su visita a Cuba en el año 1998. El Papa Benedicto XVI le concedió el honor de la Rosa de Oro durante su reciente visita al Cobre. De manera semejante, hoy, esta Iglesia de Miami coronará a la Reina de su pueblo, que es también co-patrona de esta arquidiócesis.

Con este hermoso rito, en este día de fiesta, elevamos a ti, Virgen de la Caridad y Mambisa, Madre de nuestra esperanza, el afecto de nuestros corazones, y esta súplica permanente:

¡Virgen de la Caridad del Cobre, ruega por nosotros!;
¡Virgen de la Caridad del Cobre, ruega por nosotros!;
¡Virgen de la Caridad del Cobre, salva a Cuba!
Amén

jueves, 6 de septiembre de 2012

DIÁCONO JORGE NOVOA: ALÉJATE DE MÍ,QUE SOY UN HOMBRE PECADOR....

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.» Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.»
Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse.

Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado.
Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.» Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.


"Y dejándolo todo le siguieron". Ellos, han encontrado el tesoro por el que se deja todo lo que se tiene, dice san Pablo, que luego de encontrarse con el Señor, todo lo que eran sus títulos de gloria, los tiene por "basura". Al encontrarlo a Él, todo debe reubicarse nuevamente, es decir, por su presencia  debe encontrar el lugar "adecuado". Acontece un nueva valoración de todas las cosas de nuestra existencia, la nueva luz, me ilumina e ilumina toda mi existencia con una nueva comprensión de su verdad.

Pedro es llamado  a vivir con radicalidad su entrega. La radicalidad de la entrega es una exigencia para todos los creyentes, algunos piensan que esto pertenece exclusivamente a los consagrados, y ciertamente, que en estas entregas hay una singularidad de vida que manifiesta ese" dejarlo todo" para seguirlo. Pero, tanto sea para unos u otros, la radicalidad es la disposición íntima del corazón filial. Luego se explicitará, el modo de concreción en la vida, que cada uno de acuerdo a su vocación debe realizar, pero, si no existe esta disposición del corazón, nada asegura estar consagrado al Señor. 

El encuentro con el Señor provoca un sentimiento de indignidad, dice san Pedro, "aléjate de mí", todos sabemos que no somos dignos de su amor, de que nos llame amigos y que nos encomiende una misión,obra  de su amor en el mundo. Cada uno de nosotros sabe que lo ha traicionado muchas veces, y que al volverse a ÉL arrepentido, ha sido perdonado experimentando su misericordia. Seguramente, salvo su Madre y san José, si el Señor buscara a los que son dignos de Él, tendría que conformarse con los miembros de la Sagrada Familia.
En la santa Misa confesamos la pobre condición de nuestra naturaleza, "no soy digno de que entres en mi casa...", al tiempo que reconocemos de donde nos viene la salud, " pero una Palabra tuya bastará para sanarme". 

Ha venido a buscar a los pecadores. Es el pescador divino que echa las redes para salvar de las aguas del diluvio a los hombres que perecen en ellas. Sigue realizando esta tarea en la Iglesia y ha comunicado por el Espíritu Santo el arte de pescar hombres para volverlos pescadores.

La imagen de la pesca, la red y la barca, es comprensible, pero como toda imagen que expresa la acción de Señor, es en cierta medida limitada. La red del Señor es su amor, y está hecha con su propia entrega, hemos sido  rescatados por su amor que nos restituye la dignidad perdida de hijos.

Quieres aceptar la invitación del Señor? Él te invita a remar mar adentro, a introducirte en el mar del mundo sin temores, ni demasiados cálculos sobre tus posibilidades, solamente te pide que le obedezcas con radicalidad. Confía  en su Palabra. Debemos alejarnos de las orillas superficiales de nuestra existencia y adentrarnos en el mar del mundo con la red del Señor.