domingo, 24 de mayo de 2015

DIÁCONO JORGE NOVOA: VENGAN A MÍ LOS QUE ESTÁN ANGUSTIADOS Y CANSADOS

Jesús hoy te invita a ir al Él,  si estás agobiado, cansado o abatido! Debemos ir hacia Él. Aceptaré la invitación de Jesús? El amor de Jesús es el auténtico remedio para las heridas humanas...

sábado, 23 de mayo de 2015

DIÁCONO JORGE NOVOA: UNIDOS Y MOVIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO

San Pablo en la carta a los romanos, les exhora a dejarse conducir por el Espíritu Santo que como don del Padre y el Hijo se une a nosotros para enseñarnos a clamar Abbà...

Escucha parte del programa Si tú supieras que se trasmite por radio Orinetal 770 am

viernes, 22 de mayo de 2015

RANIERO CANTALAMESSA: ESPÍRITU SANTO CREADOR DE LA TRADICIÓN

Analizando el título de "creador", constatamos en seguida que no se trata de una elección ocasional, tal vez dictada por exigencias de métrica. Al contrario, es el fruto de todo un filón de la revelación biblíca y de la Tradición de la Iglesia.

 El concepto de creador tuvo un papel decisivo en la definición de la divinidad de Jesucristo en el concilio de Nicea (325). Fue el terreno del desencuentro entre arrianos y ortodoxos. Siguiendo el pensamiento filosófico de aquella época, que era el platonismo intermedio, los herejes arrianos distinguían tres grados del ser: el ser no engendrado, que es Dios, el ser intermedio, que es el demiurgo o el dios segundo; y el ser hecho y creado, que es el de las criaturas.

A esta tripartición, el pensamiento ortodoxo ratificado en Nicea opone la nueva clasificación cristiana que sólo conoce dos posibilidades: el Ser increado y el ser creado. O se es creador, o se es criatura: no hay término medio. Llegados a este punto, toda la batalla de la ortodoxia consitirá en demostrar que el Hijo no es una criatura y que, por tanto, forma parte del ser creador igual que el Padre.

 La distinción del Credo - engendrado, no creado - permite superar el dilema del arrianismo. En efecto, gracias a ella podemos distinguir entre generación y creación: el Hijo es engendrado, pero no es creado; al contrario, es creador junto con el Padre. Una vez asegurada la divinidad de Cristo, se utiliza esta arma para resolver el problema de la divinidad del Espíritu Santo.

Es otra vez Atanasio, el campéon de Nicea, el primero en utilizar la fuerza de este argumento a favor de la divinidad del Espíritu Santo. Su razonamiento es muy sencillo: "Como el Hijo, que está en el Padre, no es una criatura, sino que tiene la sustancia del Padre, así tampoco está permitido contar entre las criaturas al Espíritu que está en el Hijo y que el Hijo tiene en sí mismo, mutilando así la Trinidad" Este argumento se basa en un dato fundamental de la experiencia cristiana: los cristianos se sienten transformados y deificados por el contacto del Espíritu. "Si el Espíritu Santo fuera una criatura, nosotros no tendríamos, por medio de él, ninguna participación de Dios... Pero si, mediante la participación del Espíritu, nos hacemos participes de la naturaleza divina, sin duda sería insensato el que dijera que el Espíritu pertenece a la naturaleza creada y no a la de Dios."

 En este terreno le siguen todos los Padres que escriben en defensa de la divinidad del Espíritu Santo. San Ambrioso lo convierte en el baluarte de su doctrina sobre el Espíritu Santo, trasladando este debate también al mundo latino: "¡El Espíritu Santo no es, por tanto, criatura, sino creador!".

La misma expresión creator Spiritus se encuentra ya en san Agustín: "Ellos no disciernen bien cuando confunden a la criatura con el Creador y colocan entre las criaturas al Espíritu Creador". El concilio de Constantinopla del 381 no introduce de manera explícita, en el artículo sobre el Espíritu Santo, el título de "creador", quizá para no repetir lo que, en el mismo Símbolo de fe, se dice del Padre, y utiliza en su lugar el apelativo de "Señor" (Creo en el Espíritu Santo, Señor...). Pero la oposición entre siervo y señor (o rey) no es más que otra manera de expresar la oposición entre criatura y creador. San Gregorio Nacianceno condena a los que distinguen en Dios a un creador (el Padre), un colaborador (el Hijo) y un siervo (el Espíritu Santo).

Y san Basilio escribe: "Si es creado, el Espíritu Santo es ciertamente un siervo; pero si está por encima de la creación, entonces es partícipe de la realeza." A nosotros hoy nos parece un tanto extraño que no se resuelva el problema de la raíz, atribuyendo de manera clara y sencilla al Espíritu Santo el título de Dios.

Pero éste era, hasta ese momento, el modo de proceder de la ortodoxia: evitar aplicar abiertamente el título de Dios al Espíritu Santo - permaneciendo así fieles a la letra de la Escritura que habla de un Dios. (Ef 4,6)- y proclamar su fe en la absoluta divinidad del Espíritu, atribuyéndole de hecho la isotimia, es decir, el mismo honor y veneración que se le atribuyen al Padre y al Hijo. Por ese mismo motivo, el artículo de fe aprobado en Constantinopla en el año 381 no dice que el Espíritu Santo es Dios, sino que "con el Padre y el Hijo recibe la misama adoración y gloria".

 Llega un momento en que la fe en el Espíritu Santo como creador empieza a ser profundizada y basada teológicamente en la doctrina trinitaria. Todas las obras que Dios lleva a cabo fuera de sí mismo son comunes a las tres personas divinas, y por eso, también el Espíritu es creador junto con el Padre y el Hijo.

San Agustín perfecciona esta conquista convirtiéndola en un baluarte de la doctrina trinitaria: en Dios todo es común, cuando no está en causa la característica propia de cada persona. Por tanto, también la creación es común a los Tres. De esta forma definitiva, la idea patrística del Espíritu Santo como creador entra en el Veni creator.

 En otro de sus escritos, Rábano Mauro afirma: "Muy oportunamente, al decir que Al principio creó Dios - que es como decir: el Padre en el Hijo / el cielo y la tierra - ha sido mencionado también el Espíritu Santo - Y el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas.- Con eso se indica que las tres personas de la Trinidad con su poder han cooperado juntas en la creación del mundo."

 Más tarde, santo Tomás de Aquino dirá que el Espíritu Santo " es el principio mismo de la creación de las cosas". Con eso, nos vamos dando cuenta de las profundidades que se esconden detrás de la palabra que proclama al Espíritu "creador".

martes, 19 de mayo de 2015

JON CARLO : LA MANO DE DIOS

MONSEÑOR JOSEFINO RAMÍREZ: SANTA TERESITA , LA PEQUEÑA FLOR


Santa Teresita 1 octubre 1993
Querido padre Tomás

Está lloviendo mucho en este momento. La lluvia me recuerda las enseñanzas de la Iglesia sobre la devoción al Santísimo Sacramento que garantiza el éxito y es el camino más seguro para la santidad. El Papa Pablo VI dice que la forma más eficaz para crecer en santidad es el tiempo que se pasa con Jesús en el Santísimo Sacramento (Misterium fidei). Jesús mismo dijo que su Corazón en el Santísimo Sacramento es una fuente de donde corre agua viva y de donde llama a todos para que se acerquen a Él.

Santa Teresita, la pequeña flor, fue una prueba verdadera de esto. Ella se sentía tremendamente descorazonada porque se dormía durante su hora santa en la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento. Desde su ingreso en el convento carmelita para dedicarse a la oración y a la vida contemplativa, estuvo tentada de salir porque pensaba que era un fracaso total.

Fue entonces cuando se le apareció Jesús y le preguntó si se acordaba de lo que su padre le decía cuando era pequeña y se dormía en su falda. Le contestó que su padre le decía que él gozaba tanto cuando ella dormía sobre su falda, como cuando estaba despierta hablando con él.

Entonces Jesús le explicó: “Lo mismo pasa conmigo”. Santa Teresita murió a los 24 años de edad y se la conoce como una de las más grandes santas del siglo XX. Aún cuando se dormía en la Capilla,¡ ella iba creciendo en santidad! La santidad es la segunda gracia que recibimos.

Y así como no se podía salir bajo la lluvia torrencial sin empaparse, tampoco se puede estar en la presencia del Santísimo sin empaparse espiritualmente y crecer en la misma vida y santidad del Señor. Por esto la Escritura dice: “vendrán a nosotros... como la lluvia tardía que riega la tierra” (Os 6,3).
Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico.

martes, 12 de mayo de 2015

DIÁCONO JORGE NOVOA: LA PUERTA ESTRECHA...

Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo:Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán...

Seguramente la pregunta que realiza en este texto uno de los discípulos, también la haríamos nosotros, pero agregaríamos nombres concretos de familiares o amigos, que sabemos están viviendo alejados. Se salvará mi hijo, mi esposo, esposa, madre, hermano?

La pregunta tiene su origen en la comprensión de dos realidades importantes, que por gracia de Dios comenzamos a captar, en primer lugar, el pecado, la vida alejados de Dios, en medio de desórdenes personales, familiares y laborales. Ahora vemos claramente los desórdenes producidos por el pecado, y también captamos lo trágicos que son para nosotros y nuestro entorno. En segundo lugar, sabemos que la realidad puede ser transformada por el encuentro con Cristo, redentor del hombre, médico de cuerpos y almas .

De esta doble comprensión nacen nuestras preguntas, sabemos que en el encuentro con Cristo está la posibilidad de la conversión, pero también  conocemos cuanto depende de la libertad humana que herida por el pecado muchas veces resiste a la gracia de Dios.

Jesús ha enseñado a sus discípulos el camino de la salvación, y estos perciben las exigencias del seguimiento, y una cierta imposibilidad de salvación para muchos. De allí la pregunta, son pocos los que se salvan? La respuesta de Jesús no se detiene en resolver este interrogante, sino en invitar a ponerse firmes en el camino de la salvación.

San Cirilo comenta este pasaje diciendo:"No parece que el Salvador satisface al que pregunta si son muchos los que se salvan, cuando dice cuál es el camino por donde cada uno puede justificarse. Pero debe advertirse que el Salvador no acostumbraba a responder a los que le preguntaban, según lo que pensaban, cuando lo hacían sobre cosas sin importancia, sino atendiendo a lo que pudiera ser útil a los que le escuchaban. ¿Qué podría importar a los que oían si eran muchos o pocos los que se salvaban? Más necesario era saber el modo por el cual podría salvarse cada uno. Así que por su bondad, o contestando a las preguntas vanas directamente, lo hace hablando de lo que es más necesario".

Veamos la respuesta. Hay inmediatamente una invitación, que disipa cualquier abandono que apriori se quiera dar," luchad",  san Gregorio resalta esta invitación del Señor: "porque si no se excita el fervor del alma, será imposible dominar las olas del mundo, que siempre hunden al alma en el abismo". La palabra de Jesús ya introduce en el camino de la salvación, y para ello necesita que el corazón del discípulo, se disponga valientemente para enfrentar los obstáculos que aparecerán.

Nos nos quedemos en la reflexión inactiva sobre la salvación, transitemos por el camino que conduce a la puerta estrecha, y ayudemos a otros a descubrirlo y transitarlo. Será para nosotros la aventura más apasionante que podamos vivir, si nos animamos a seguirle a Él.

Cuidado con los caminos excesivamente espaciosos y las puertas anchas, en donde todo vale, donde para cada cosa tortuosa hay una explicación que justifica cualquier comportamiento. Cuidado, cuando la ley de Dios es despreciada y pisoteada, y Cristo desechado o redefinido según me convenga, silenciando pasajes como el que hoy la Iglesia nos invita a meditar.

A nadie se le oculta la verdad," la puerta es estrecha... muchos pretenderán entrar y no podrán", el camino que conduce a ella es arduo, y exige de nuestra firme resolución. La gracia de Dios suavizará y fortalecerá nuestro corazón en las horas de cansancio y desánimo, y Su presencia cercana y la de su Madre, siempre nos animarán a seguir avanzando. El Señor que nos acompaña en el camino, nos aguarda en la meta, anímate a ir por el camino que conduce a la puerta estrecha..

martes, 5 de mayo de 2015

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL PEDRO

La primera Epístola de Pedro es uno de los escritos de mayor valor pastoral del NT. Es un magnífico resumen de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la fe cristiana y sobre el género de vida que nace de esa fe. Su carácter de homilía le da un tono fresco y vivo, y su referencia continua al Bautismo le convierte en una especie de "examen de conciencia" para los cristianos.

Se trata de una verdadera carta en la que confluyen diversos elementos literarios que se incorporan formando una unidad: enseñanza catequética de la Iglesia primitiva, elementos de himno litúrgico-bautismales y exhortaciones de vida cristiana. Según I Pe 5,12 es una exhortación y un testimonio, apoyados en constante referencias a la Palabra de Dios en la Escritura.



Así encontramos listas de vicios (2,1; 4,3.15); de virtudes (4,7-9); de carismas (4,10-11); de deberes cívicos (2,13-17) y domésticos (2,18-25). Más importante aún es su insistencia en llamarnos a contemplar a Jesucristo para recibir de él la luz y la fortaleza: 1,19-21; 2,21-25; 3,18-22; 4,5-6. Con sus exhortaciones nos invita a no separar el sufrimiento de la resurrección, para no caer ni en la desesperación ni en la ilusión. Su sano realismo se resuelve en profunda esperanza (1,3-8.20).

Quién es el autor?
La epístola presenta al apóstol Pedro como autor (1,1). En 5,1 precisa que habla como corresponsable de los presbíteros o ancianos a quienes exhorta y, sobre todo, como "testigo de la pasión de Cristo". Tiene como secretario a Silvano "hermano de toda confianza" (Silas: He 15,22); y a su lado está también Marcos, el evangelista (5,12-13). La autenticidad de la carta es apoyada por la tradición antigua: Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría. El primer escrito eclesiástico que la cita es Policarpo de Esmirna. El pensamiento patrístico lo ha resumido bien Eusebio de Cesarea, que decididamente coloca este escrito entre los libros recibidos como sagrados por todas las Iglesias. Después de Tertuliano y hasta el siglo XVIII ninguno osó dudar de la canonicidad

En los siglos XIX y XX se comenzó a dudar de la paternidad directa petrina del escrito. Los argumentos son los siguientes:

1. El griego correcto del documento no es compatible con Simón Pedro de Galilea.
2. La epístola presenta el pensamiento teológico de san Pablo.
3. Hay carencia de alusiones a la vida pública de Jesús.
4. La persecución a que alude la carta hace pensar en tiempos de Domiciano (81-96 d.C), cuando Pedro ya había muerto.
5. Las iglesias a las que se dirige la carta no son conocidas por el apóstol Pedro.

Numerosos comentadores, siguiendo la tradición, mantienen la autenticidad petrina de esta epístola y responden a los argumentos antes expuestos:

1. La lengua griega se explica suficientemente por la mediación de Silvano, que fue secretario. Papías advirtió que Pedro hubo de servirse de Marcos como intérprete.
2. Las ideas llamadas paulinas corresponden a las catequesis de la Iglesia primitiva, utilizadas tanto por Pablo como por Pedro.
3. Examinando de cerca el pensamiento de la carta, se encuentran continuas referencias a la doctrina de Jesús, particularmente en relación con su misión como el Siervo sufriente.
4. En la carta no se trata de una persecución formal contra la Iglesia, sino de los sufrimientos que los nuevos cristianos, convertidos de la gentilidad, tienen que padecer por su fe.
5. Para que Pedro escriba a sus destinatarios, no es necesario que él haya fundado esas iglesias, ni que las haya conocido directamente.

Otros tomando estos argumentos, piensan que, si la epístola tiene como autor a Pedro, éste debió servirse de un secretario; no obstante esto, se inclinan más bien por un discípulo de Pedro. Éste quiso dar a conocer las enseñanzas del apóstol Pedro, roca sobre la que Jesús edificaría su Iglesia.
San Pedro es el Apóstol de la esperanza. Jesús le dio las llaves del Reino de los Cielos en Mt.16,19, y basa esta viva esperanza en la preciosa herencia incorruptible que nos está reservada en los cielos, una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse (1,4). En toda la carta se respira esta peregrinación hacia el Cielo (4,11). Jesucristo es la preciosa piedra angular de nuestra fe y de su única Iglesia (2,4-6). Es la carta de la esperanza, escrita para los cristianos que estaban sufriendo calumnias, persecuciones, ruina material y social… justo antes de la gran persecución del Emperador[1], ¡el león rugiente!

También es el Apóstol de la Fe, cumpliendo el encargo que le dio Jesucristo en Lc. 22,32, y por eso la finalidad de la carta es exhortar a los cristianos a ser fieles a su fe, tal como lo había hecho de palabra, como nos describen los Hechos, relatándonos siete largos "sermones" de Pedro, que siempre hablaba en nombre de todos los demás apóstoles allí presentes.

San Pedro es sobre todo el Pastor: Cuando el Señor se fue a los Cielos, nos dejó en la tierra un "Pastor", en Juan 21,15-17, nombró a Pedro ¡y sólo a Pedro! frente de los demás apóstoles, como el "pastor de sus corderos, de sus ovejas, y de sus ovejas": De los creyentes, de los sacerdotes y de los obispos… y esta carta es una forma de cumplir su misión de pastorear a la Iglesia.Posible fecha del escrito
El apóstol Pedro murió hacia el año 64-65, durante la persecución de Nerón. En tal caso, si la carta fue escrita por Pedro, lo fue entre los años 60-63. Si la carta es de un discípulo, fue redactada entre los años 70 y 90.

Destinatarios
En I Pe 1,1 se lee: "Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos que viven como… en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia" y en 2,11 "os exhorto como extranjeros y forasteros"… No se trata de judío-cristianos, sino de creyentes de origen pagano, convertidos recientemente al cristianismo, que vivían en provincias romanas del norte, centro y occidente de la actual Turquía (1,14.18,2,9-10;4,3-4). Varias de estas provincias han sido evangelizadas por Pablo (al menos, Asia con su capital Éfeso). La mayor parte de estos cristianos procedían de las religiones paganas, como se ve por 1,14, y en 1,18, donde les recuerda el modo idolátrico de vivir en el pasado. Es probable que fueran minorías insignificantes, seguramente personas de condición modesta, ya que la exhortación a los esclavos no va seguida, como en otros textos, por una exhortación a los amos.Objetivo y finalidad
Estos fieles estaban en peligro de perder su fe por la persecución de un paganismo hostil. Podían sentir la tentación de volver a su antigua situación. Ante tales peligros, Pedro les escribe exhortándoles a permanecer fieles a pesar de los sufrimientos, siguiendo el ejemplo de Jesús, el Siervo sufriente.
Esta carta, que refleja un ambiente de persecución, moral más que física (es decir, los cristianos se ven discriminados socialmente por su comportamiento distinto a los demás), revela también una comunidad que siente por eso la tentación de abandonar la genuina praxis cristiana (4,2-4.15) y de aflojar la tensión ética con vistas al juicio. El autor no intenta proponer un tratado teológico sobre el sufrimiento, aún cuando paschein (sufrir) aparezca en esta carta hasta 11 veces entre las 40 que figura en el NT: en relación, por una parte, con Cristo "que sufrió por nosotros" (4,1), y por otra, con la situación crítica de los cristianos en la sociedad pagana. Lo que intenta más bien sacar de algunos artículos de fe cristológica, compartidos por los destinatarios, ciertas consecuencias prácticas sobre el modo de vivir en la comunidad cristiana y en la sociedad civil. Su conducta se basa en la relación viva entre el creyente cristiano y Dios, mediante la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y la incorporación en la comunidad mediante el bautismo. Aunque es difícil demostrar que se refiera a una catequesis bautismal, es sin embargo una carta que se basa, en todo caso, en la catequesis bautismal y en un credo elemental.

En esta carta se leen por lo menos tres seguras alusiones al kerygma de la pasión y muerte de Jesús (2,21-24;3,18-22;4,1-14). La pasión y muerte de Jesús se interpretan desde le principio (1,2) en sentido salvífico. Jesús, que padece y muere de forma ejemplar, manso y humilde, se convierte en el modelo del cristiano, llamado a imitarlo (2,21).

Y por eso la persona de Jesús, que padece y que muere, es presentada bajo la figura del siervo doliente de Yahvéh (2,22-24 =Is 53,4-9). El cristiano tiene que medirlo todo sobre Cristo: su gozo en la participación de los sufrimientos de Cristo, en la persecución o en situaciones sociales difíciles, como la esclavitud bajo un amo pagano (2,18-19) o un matrimonio mixto (3,1). Toda su conducta debe estar inspirada en la vida de Jesús, santificada por el Espíritu Santo (1,2).

La dimensión comunitaria sacerdotal es típica de este escrito. Jesús es la piedra angular del nuevo templo de Dios, constituido por un pueblo de sacerdotes, piedras vivas de un edificio espiritual en el que se ofrecen sacrificios espirituales, agradables a Dios (2,1-10). En esta visión de conjunto de la vida y de la comunidad cristiana tiene puntos de contacto con la carta a los Hebreos, Romanos 12.1-2; y por otra parte a Jn 4,22-24.
Un destello sobre el aspecto institucional de la Iglesia puede descubrirse en I Pe 5: Cristo es cabeza (2,25; 5,4); en la comunidad están los presbíteros (5,1), a cuya autoridad tiene que someterse los jóvenes (5,5). Se trata de una imagen de la Iglesia que se parece, por la metáfora pastoral, a la de Jn 21,15-17, en donde está también comprometida la persona de Pedro.

En la I Pe se puede ver como el kerygma era utilizado para recomendar la praxis cristiana, apelando a la experiencia del bautismo, fundamento de la nueva vida, siguiendo e imitando a Cristo. El sentido de la comunidad cristiana y de su identidad, que hay que mantener incluso en la diversidad que se sufre con el mundo circundante, va a la par con la ética de la vida cotidiana y social, es decir, con la responsabilidad frente a la sociedad. No es una comunidad que, como la de Qumrán, se sustraiga del mundo y viva su vida apartada, esotérica; es, por el contrario, una comunidad que acepta el reto de vivir en medio de la sociedad y de sentirse responsable de ella, mientras no se le exija renunciar a su identidad.

La persecución tiene su origen precisamente en el hecho de que la comunidad cristiana es distinta del mundo que la rodea; pero, a pesar de esto, ella se muestra fiel al mismo tiempo a su identidad y a su responsabilidad frente al mundo. El cristiano modelo tiene que ser un ciudadano modelo, si es perseguido debe serlo por el hecho de ser cristiano.Una posible estructura





Saludo 1,1-2
I- Dignidad y exigencia de la vocación cristiana (1,3-2,10)
II- Testimonio de vida cristiana (2,11-3,12)
III- La persecución y el cristiano (3,13-5,11)
Conclusión 5,12-14




[1] En función de la datación de la carta será Nerón o Domiciano.


lunes, 4 de mayo de 2015

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO : ORACIÓN A MARÍA MADRE DE LA MISERICORDIA


Madre de Dios y señora mía, María.
Como se presenta a una gran reina
un pobre andrajoso y llagado,
así me presento a ti, reina de cielo y tierra.
Desde tu trono elevado dígnate
volver los ojos a mí, pobre pecador.

Dios te ha hecho tan rica
para que puedas socorrer a los pobres,
y te ha constituido reina de misericordia
para que puedas aliviar a los miserables.
Mírame y ten compasión de mí.
 

Mírame y no me dejes;
cámbiame de pecador en santo.
Veo que nada merezco y por mi ingratitud
debiera verme privado de todas las gracias
que por tu medio he recibido del Señor.
 

Pero tú, que eres reina de misericordia,
no andas buscando méritos,
sino miserias y necesidades que socorrer.
¿Y quién más pobre y necesitado que yo?
Virgen excelsa, ya sé que tú,
siendo la reina del universo,
eres también la reina mía.
 

Por eso, de manera muy especial,
me quiero dedicar a tu servicio,
para que dispongas de mí como te agrade.
 

Te diré con san Buenaventura: Señora,
me pongo bajo tu servicio
para que del todo me moldees y dirijas.
No me abandones a mí mismo;
gobiérname tú, reina mía. Mándame a tu arbitrio
y corrígeme si no te obedeciera,
porque serán para mí muy saludables
los avisos que vengan de tu mano.
 

Estimo en más ser tu siervo
que ser el dueño de toda la tierra.
”Soy todo tuyo, sálvame” (Sal 118, 94).
Acéptame por tuyo y líbrame.
No quiero ser mío; a ti me entrego.
Y si en lo pasado te serví mal,
perdiendo tan bellas ocasiones de honrarte,
en adelante quiero unirme a tus siervos
los más amantes y más fieles.
 

No quiero que nadie me aventaje
en honrarte y amarte, mi amable reina.
Así lo prometo y, con tu ayuda,
así espero cumplirlo. Amén. Amén.

MÁRTIR POR OPONERSE A LA BRUJERÍA

domingo, 3 de mayo de 2015

MONSEÑOR RENE LAURENTIN : APARICIONES MARIANAS

F.N. VAN THUAN: PARATE UN MOMENTO!!!

1. Los santos son los “locos de Cristo” (1 Co 4, 10). El camino de la santidad transciende la sabiduría del mundo.

2. Si tú partes para ir a un sitio, a miles de kilómetros, y llevas todos tus defectos y el “hombre viejo” ¿de qué te sirve?.

3. El Señor dice: “Yo soy la verdad”. (Jn 14, 6). No dice que el periódico, la radio o la televisión son la verdad. ¿Qué tipo de verdad quieres seguir tú?.

4. Tú llegaras a ser santo cumpliendo con tu deber. Con eso ayudarás a los otros en el camino de la santidad. Crecerás en santidad en la medida que cumplas con tu deber. Esta verdad traerá paz y fortaleza a tu alma.

5. Hay personas que no llevan ni su propia cruz ni la de ningún otro: encuentran su cruz demasiado pesada. Hay sin embargo quien está ansioso de tomar la cruz de otros sobre sus espaldas, pero rechaza la propia y la arroja a los demás.

6. Si todos en su vida fueran fieles a sus obligaciones, el crecimiento de la santidad personal cambiaría sus corazones y renovaría -incluso- las familias y el mundo entero.

7. A pesar de las apariencias, la santidad de las personas que no cumplen con su deber es falsa. Aunque hiciesen milagros, éstos estarían fuera de tiempo y traerían confusión. Además una persona así haría difícil a otros la convivencia.

8. Los laicos piensan que la santidad consiste en fervientes plegarias, en hacer sermones, o en apartarse del mundo; ellos se inspiran en la figura del religioso o sacerdote de otros tiempos. Los sacerdotes y los religiosos entienden la santidad en términos de actividad social o política. ¡He aquí cómo se ha caído en el reino del caos!.

9. El trabajador se santifica en su puesto de trabajo; el enfermo se santifica en el hospital; el estudiante a través del estudio; el agricultor cultivando sus campos; el sacerdote a través de su ministerio; el funcionario en su propia en su oficina. Cada nuevo paso hacia la santidad, es un nuevo paso en el sacrificio de cumplir el propio deber.

10. Existe un solo fracaso; es el de no confiar en Dios. “Confiad en Dios y no seréis desilusionados” (Sal 22,6)

11. Aunque te sientas cansado o poco entusiasmado, mantén tu ánimo. Los negros nubarrones pasarán y no continuarán obscureciendo la luz del sol. Espera que pase la tormenta.

12. Cada mañana, al despertarte, inicia una nueva vida, fresca, dinámica y llena de optimismo. Si el camino llega a ser difícil, continúa hacia delante con el Señor, como los discípulos de Emaús, y llegarás a la meta.

13. No te lamentes continuamente. ¡No!. Haz el trabajo que el Señor te ha encomendado. Mantente en el sitio en el que Él te ha puesto. Ve hacia delante sin titubeos. Si te vuelves hacia la izquierda o la derecha nunca llegarás a ninguna parte.

14. Retírate en silencio cada día algunos minutos. ¿Cuántos minutos le has reservado hoy a Dios?.

15. En primer lugar está la plegaria; después el sacrificio; sólo en el tercer lugar está la acción.

16. Cuando más envejecen los santos, más se rejuvenece su corazón.

17. No dejes que tu corazón se envejezca con el paso del tiempo. Ama cada día con amor más intenso, más nuevo, más puro ... con el amor que Dios reserva en tu corazón.

18. El deber o el corazón: ¿qué escoges?. Escoge el deber y cúmplelo con todo tu corazón.

19. Lo que importa no es el número de tus actividades sino el grado de amor que las anima y las transforma.

20. Dios te ha dado el don de la vida. Te ha dado también la libertad. Con ella puedes hacer tu existencia santa y maravillosamente útil, o privada de interés.
q El Camino de la Esperanza. F.X. Nguyen van Thuan. EDICEP.
q Testigos de Esperanza. Cardenal van Thuan. Ed. Ciudad Nueva.

viernes, 1 de mayo de 2015

GIACOMO BIFFI: DÍA DE LOS TRABAJADORES


Nosotros, confiándonos a la intercesión de San José, nos encontramos aquí para rezar por los hombres que trabajan (y por sus problemas viejos y nuevos); por lo hombres y los jóvenes que no llegan a trabajar (y por sus problemas, que son ahora más graves); por los hombres que -debido a sus responsabilidades culturales, económicas, sociales y políticas- están llamados a afrontar y a tratar de resolver los problemas arduos y decisivos de la ocupación y de su equitativa distribución, de una organización "humana" de la responsabilidad y de las labores, de un empleo no alienante del tiempo, en el contexto siempre más complejo de las modernas tecnologías.

Nuestro deber primer y directo -especialmente en esta sede- es precisamente el de elevar nuestra plegaria al Padre del cielo, sobre todo para que sea reanimada nuestra fe, fortalecida nuestra esperanza, y reconfirmada nuestra adhesión a la ley evangélica del amor. Cuando prevalece el escepticismo y la desconfianza, corresponde justamente a los cristianos ofrecer certezas tranquilizadoras y volver a proponer los ideales de fraternidad. El tiempo que estamos viviendo está sin lugar a dudas signado por el ansia y por la confusión...

Pero es innegable que hoy somos presas de un cúmulo de dificultades casi inextricables.Y somos muchos los desorientados ante este malestar general y de manera especial ante la "dispersión" de nuestros hermanos en la fe.Cuando los días se tornan descarriados y nublados, lo más urgente que se debe hacer -si no se quiere extraviarse del todo- es tornar más nítida nuestra identidad.

Ser lo que somos siempre y en toda circunstancia, con plena convicción y valiente claridad: éste es el primer propósito que hoy queremos hacer en la casa de Dios. La identidad cristiana se delinea con tanto mayor evidencia cuanto más crece en nosotros el conocimiento del Señor Jesús, como único Salvador del mundo; el conocimiento de la realidad santa y santificadora de la Iglesia; el conocimiento del hombre y de su dignidad inalienable, a la luz de la verdad evangélica. 

Jesús es el único Salvador del mundo. Esto, para nuestra realidad personal, significa que, por más laudable que sea, ninguna atención al diálogo con las otras religiones y con las filosofías extrañas puede hacernos dudar jamás de que, como está escrito, «no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hech 4,12). Esto, por nuestro compromiso cultural, significa que ningún respeto debido a quien tiene opiniones diversas a las nuestras nos debe llevar poco a poco a diluir la fidelidad a aquel que es el único Maestro. Esto, para nuestra militancia civil, significa que nuestra visión del hombre y de la sociedad no puede estar nunca sacada de las ideologías en contraste con el mensaje de Cristo.

Pero no basta. Para salvaguardar en serio nuestra identidad es necesario que esté siempre claro y fuerte en nosotros el sentido de nuestra pertenencia eclesial. Es una suerte y un motivo de alegría vivir y actuar como parte de la grey del único verdadero Pastor; una suerte y un motivo de alegría que siempre debemos saber custodiar.

No os fiéis de los que dicen: "somos Iglesia", y no demuestran una auténtica y cordial consonancia de ideas y sentimientos con el Sucesor de Pedro y con los sucesores de los Apóstoles. Como dice San Ambrosio: "Donde está Pedro, allí está la Iglesia; donde está la Iglesia, ahí no hay muerte alguna, sino la vida eterna" (In Psalmum 40,30). Las malas teologías han hecho ya suficiente daño a los trabajadores cristianos.

Del magisterio de Cristo, infaliblemente custodiado por la Iglesia, se sigue una inconfundible concepción del hombre, que nos protege de todas las locuras que están infestando la tierra. En esta concepción del hombre se fundan también nuestras irrenunciables opciones solidarias y nuestra efectiva atención hacia los pueblos más necesitados.

En virtud de esta concepción del hombre reaccionamos ante todo ataque contra la vida humana inocente, contra la solidez de la familia, ante el permisivismo y el relativismo moral. Y reaccionamos con la misma firmeza con la que la Iglesia ha condenado siempre todo ataque a quien es la imagen viva de Dios, creado en Cristo y redimido por Cristo.