miércoles, 11 de noviembre de 2009

PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL PEDRO: COMENTARIO DEL CAPÍTULO 2

Después de haber nacido a una vida nueva y divina por la Palabra del Evangelio, que nos ha sido proclamada (a la que ha seguido la fe, la conversión y el bautismo), se plantea la siguiente pregunta: ¿qué hacer?.

1) Rechazar la antigua manera de vivir, cuando se cedía a toda clase de vicios y se obedecía a las inclinaciones del hombre carnal. Es impresionante el número frecuente de exhortaciones que el NT presenta sobre el tema de la vida pasada a la que hay que renunciar necesariamente (Ro 13,12; Col 3,8-9;Ef 4,22.29.31; 5,4;Heb 12,1;St 1,21).

2) Crecer para la salvación. "Como niños recién nacidos" Esta frase alude generalmente a los neófitos o recién bautizados. Pues, bien, después de haber gustado cuán bueno es el Señor (Sal 34,9), es decir, de haber experimentado el amor, el gozo y la paz que comunica el Espíritu Santo al abrazar la fe (Gál 5,22), es necesario crecer. El crecimiento en la fe es un crecimiento espiritual en orden a seguir trabajando por la salvación (Fil 2,12). Ahora bien, si la Palabra ha sido la semilla que ha producido el nacimiento a la vida nueva, también será por la Palabra como el pequeño en la fe podrá alimentarse para fortalecerse y crecer. La expresión griega puede traducirse: "La leche pura de la Palabra".

La imagen de la leche ha sido empleada también en I Cor 3,2 y Hb 5,12-14, pero en un contexto diferente. Allí la leche es tomada como imagen de los rudimentos de la doctrina cristiana. "Habéis gustado que el Señor es bueno". El ingreso a la vida cristiana mediante el encuentro con Dios y el abandono de la vida en pecado hace tener una experiencia del gran amor, misericordia y bondad del Señor.

1 comentario:

JORGE dijo...

Muchas gracisa, muy edificante.

Bendiciones