lunes, 29 de diciembre de 2008

IGNACE DE LA POTTERIE, S.J :LOS PADRES DE LA IGLESIA EN EL ESTUDIO ACTUAL DE LA SAGRADA ESCRITURA


INTRODUCCIÓN
    La publicación de la reciente Instrucción para el estudio de los Padres de la Iglesia en la formación sacerdotal es un evento significativo: el estudio de la Teología debe nutrirse no sólo de una presentación escolástica del dogma, sino también de su progresiva formación histórica en el tiempo de los Padres. Se comprende que el documento insista particularmente sobre el aspecto teológico. A nosotros, sin embargo, se nos ha pedidoAlineación al centro ilustrar otro aspecto: "Los Padres de la Iglesia y la Biblia". Para ello no basta proponer el ejemplo de los Padres, recordando que han hecho un uso constante de la Biblia; la cuestión es si el modo de interpretar de los Padres puede ser el de nosotros en la actualidad. Por tanto el título del siguiente modo: "Los Padres de la Iglesia en el estudio actual de la Sagrada Escritura". Presentaremos sistemáticamente lo que la Instrucción dice al respecto, pero intentaremos también desarrollar estas pocas indicaciones a la luz de la Constitución Dei Verbum y de las urgentes demandas de la hermenéutica contemporánea. Seguiremos las tres etapas de la Instrucción.

I. LA SITUACIÓN ACTUAL
    1. En los nn. 8-9 se describe cuidadosamente la orientación dominante de la exegesis contemporánea. Ante todo, se hace notar el hecho general que se manifiesta en la nueva Teología que, sensible los desafíos de la "modernidad", esta mucho más interesada en una confrontación directa de los datos bíblicos con la realidad social de nuestro tiempo que con los testimonios de los Padres o con la tradición eclesiástica: el documento observa, pues, "un rechazo general del pasado" (n.8). De esta manera se cae, por una parte, en un "biblicismo", que es una forma de "historicismo"; y por otra, en una suerte de "actualización sociológica" de la Biblia, también ella de impronta historicista. En todo este proceso esta ausente la lectura de la Iglesia, esto es, el rol de la Tradición para la interpretación de la Escritura. Un obstáculo más especifico en el estudio de los Padres es el método mismo de la exegesis contemporánea. Aquí el texto de la Instrucción es duro: "La exegesis moderna que se vale de los auxilios de la critica histórica y literaria, echa una sombra sobre los aportes exegéticos de los Padres, los cuales son considerados simplistas y, en sustancia, inútiles para un conocimiento profundo de la Sagrada Escritura" (n.9). Este juicio severo es compartido en la actualidad por diversos teólogos y filósofos, como R. Guardini, H. Gadamer, H. Urs von Balthasar, J. Ratzinger; pero ellos, además de constatar aquella situación, indican la razón filosófica y la laguna epistemológica y teológica de la misma. J. Ratzinger, por ejemplo, ya en artículo de 1967, observaba que una de las tres razones por las cuales el Concilio quería elaborar una Constitución sobre la Revelación, era que aparecía siempre más claramente el "problema teológico" que representaba "el uso del método histórico-critico" en la interpretación de la Sagrada Escritura". En otras palabras, el Concilio deseaba que la exegesis se convirtiese realmente en una ciencia teológica. Así se comprende la insistencia de la Constitución Dei Verbum: "El estudio de la sagrada Escritura debe ser cuasi el alma de la sagrada Teología" (n. 24). Nótese en esta frase el doble uso de la palabra "sagrada" (sacra), sea para la Escritura, sea para la Teología, lo que muestra que la exegesis, como la teología, debe ser esencialmente religiosa y creyente, y no solamente filológica e histórica. La presente Instrucción subraya otra "laguna" de los actuales estudios bíblicos: "Tales orientaciones, mientras empobrecen y desnaturalizan la misma exegesis, rompiendo su natural unión con la Tradición, disminuyen indudablemente la estima y el interés por las obras patrísticas" (n. 9). Y a continuación añade el documento: "La exegesis de los Padres, en cambio, podría abrirnos los ojos a otras dimensiones, como son la exegesis espiritual y la hermenéutica, que completarían la (dimensión) histórica-critica enriqueciéndola de intuiciones profundamente teológicas" (ibid.)
    Detengámonos un momento en esta frase. Han sido introducidos aquí dos términos importantes: la exegesis espiritual y la hermenéutica. La primera expresión, paradójicamente, se encuentra sólo aquí en toda la Instrucción, aun cuando sea un documento sobre los Padres (para estos -lo sabemos- la búsqueda del sentido espiritual era fundamental); volveremos más adelante sobre esta paradoja. La segunda expresión en cambio, la hermenéutica, se encuentra nuevamente en el n. 54, cuando es indicado el método que debe seguirse en el estudio de los Padres; y allí se hace una confrontación interesante con la ciencia bíblica: en los dos casos, es decir, tanto para la Exegesis como para la Patrística, se recomienda, por cierto, el método histórico critico, pero se insiste también en sus limites; debe ser integrado con "los métodos del análisis literario moderno y de la hermenéutica" (que van, por tanto, más allá del método puramente histórico).
    ¿Qué es la Hermenéutica?. Es la ciencia que busca precisar las condiciones en el estudio o investigación del "sentido"; es la ciencia de la interpretación. Aquí se toca el punto decisivo. Pues no basta con recomendar el estudio de los Padres diciendo que así se podría enriquecer la exegesis histórico-critica con profundas intuiciones teológicas. El especialista podrá tener alguna consideración ante esta piadosa invitación de tipo parenético, pero para el permanece como algo inoperante hasta que no se le muestre críticamente que este recurso a la exegesis de la Tradición forma parte de su método exegético. De lo contrario el podría replicar de inmediato que un tal enriquecimiento de su exegesis con la Tradición patrística no le interesa en absoluto, ya que se trata de algo extrínseco a su disciplina; es algo que debe dejarse al patrólogo o al teólogo. Esta cuestión, pues, debe ser criticada desde el punto de vista rigurosamente metodológico, porque en este tiempo de "trabajo interdisciplinario", no puede aceptarse la cerrazón, el aislamiento de la ciencia exegético. Lo que hoy se cuestiona es el estatuto epistemológico de la exegesis misma: ella es una ciencia, si, pero no sólo una ciencia histórica, sino una ciencia hermenéutica y teológica, o sea, una "ciencia de la fe", como decía R. Guardini, vale decir búsqueda de la gnosis tees pisteoos. ¿Qué quiere decir "interpretar la Sagrada Escritura", sino buscar su significado, y no solamente la historia de los textos?. Sin exagerar se puede decir que la ciencia exegético de hoy se limita a reconstituir la génesis de los textos, el contexto histórico de los mismos, sin abrirse verdaderamente a la pregunta sobre su sentido, sobre la profundidad y la apertura teológica y dinámica de los textos. Seria necesario introducir aquí toda una reflexión teológica sobre dos cuestiones:    
a) ¿qué es un texto escrito, en cuanto se distingue del kerigma oral inicial?     
b) en aquel texto escrito -que por tanto es distinto del anuncio anterior, que interpelaba a los oyentes- ¿dónde esta el sentido de aquel texto? ¿Solamente en su formulación explicita? ¿No interpelaba también a los futuros lectores?. Son preguntas que están en el centro de la Hermenéutica contemporánea y que la exegesis bíblica no puede ignorar por mucho tiempo.
    2. Pero veamos ahora en que modo la Instrucción recuerda las directivas de la Iglesia respecto al estudio de los Padres en la exegesis bíblica. Vuelven a proponerse aquí textos del Concilio Vaticano II, de la Congregación para la Educación Católica y de los últimos Papas. Limitémonos al documento más ampliamente citado, la Dei Verbum. Entre los cinco pasajes de la Constitución que son recordados, cuatro tocan el problema de la relación entre Escritura y Tradición patrística: - en DV 8-10, se habla de la estrecha relación y unidad entre Escritura y Tradición, teniendo presente que son los Padres quienes atestiguan y transmiten la presencia vivificadora de la Tradición en la Iglesia; - en DV 24, se recuerda que la Sagrada Escritura debe ser "como el alma de la Teología". Desgraciadamente no es explicado ni por el Concilio, ni por la Congregación, cual tipo de exegesis puede ser hoy verdaderamente "el alma de la Teología". Es obvio que para esta tarea no puede bastar la exegesis exclusivamente histórico-critica. La situación actual lo demuestra casi dramáticamente; - Citemos, finalmente, la conclusión del n. 14 de la Instrucción, donde se hace nuevamente una confrontación entre exegesis contemporánea y exegesis patrística, con una amplia cita de DV 23. Dice la Instrucción:
"También hoy, no obstante los innegables progresos logrados por la exegesis moderna, la Iglesia, `que se preocupa de alcanzar una inteligencia cada día más profunda de la Sagrada Escritura, para poder nutrir continuamente a sus hijos con las divinas palabras..., con razón favorece, pues, el estudio de los Padres de Oriente y de Occidente y de las Sagradas Liturgias' (n.23)".
Entre los textos conciliares citados en la Instrucción, este es el más importante, porque se sitúa desde el punto de vista hermenéutico, utilizando la formula "una inteligencia cada día (in dies, DV 23) más profunda". Adquirir la inteligencia o comprensión de la Escritura es -o debería ser- propiamente el objetivo de la exegesis bíblica; debe buscar penetrar siempre mejor en el sentido de los textos. Más aun, si se habla de comprensión "cada día más profunda", quiere decir que el sentido de las "Sagradas Escrituras" era y permanece presente en los textos, pero parcialmente oculto, implícito; era y permanece dentro del texto bíblico, pero se lo debe buscar también más allá de las formulaciones explícitas. Por tanto, no basta estudiar, como suele decirse, "el texto como texto". Interpretar quiere decir trascender los limites de las expresiones, explicitar lo implícito, revelar la vida profunda de los textos. El P. Scheuer, filósofo y maestro del P. Marechal en Lovaina, decía: "Es necesario encontrar la llama en la formula". Esto es, precisamente, lo que busca realizar la Tradición de la Iglesia. Habría sido oportuno aquí recordar también el n. 8 de la Dei Verbum sobre el progreso de la Tradición, o sea sobre el "crecimiento de la comprensión" (crescit...perceptio) de las cosas y de las palabras, debido tanto al estudio como a la "intima inteligencia" que proviene de la experiencia de las cosas espirituales. Detrás de este texto del Concilio esta el gran principio de San Gregorio Magno: "Sacra Scriptura... aliquo modo cum legentibus crescit".
II. ¿PORQUÉ RECURRIR A LOS PADRES EN LA EXEGESIS BÍBLICA?
La segunda parte de la Instrucción es titulada: "¿Porqué estudiar a los Padres?". De manera comprensible, también aquí se insiste mucho más sobre la importancia de los Padres para la Teología que para la Exegesis bíblica. Sin embargo, es nuestra intención subrayar aquello que la Instrucción propone como estímulo para el trabajo exegético de hoy.
    1. En el n. 26 se recuerda que los Padres recurren continuamente a la Sagrada Escritura, pero agrega, al mismo tiempo, que tienen el sentido de la Tradición. Reconoce que "su método (el de los Padres) presenta ciertos e innegables límites" respecto a las diversas ciencias utilizadas por la exegesis moderna. Pero, añade la Instrucción con una cita de la Encíclica Divino afflante Spiritu (EB 554), la superioridad de los Padres respecto a los exegetas del medioevo y de la edad moderna es debida a su "intuición de las cosas celestes, por una admirable penetración de espíritu, gracias a la cuales están más adelantados en la profundidad de la palabra divina". Por eso, "el ejemplo de los Padres puede enseñar a los exegetas modernos un acercamiento verdaderamente religioso a la Sagrada Escritura, como también una interpretación que se atiene constantemente al criterio de comunión con la Iglesia, la cual camina a través de la historia bajo la guía del Espíritu Santo". Se vera, en la tercera parte, como un tal programa puede realizarse en concreto. En el n. 27 la Instrucción presenta algunas reflexiones muy oportunas sobre el carácter sintético de la exegesis de los Padres: de la "actividad exegético de los Padres in medio Ecclesiae" nació la Teología cristiana. En efecto, "Aquella exegesis, en la cual la vida espiritual se funde con la reflexión racional teológica (...) Ella esta centrada enteramente en el misterio de Cristo, a quien refiere todas las verdades particulares en una admirable síntesis. (...) Los Padres buscan abrazar la totalidad del misterio cristiano (...), miran todo en su centro, haciendo presente este todo en cada una de sus partes y relacionando con el cada cuestión periférica".
    2. Quizás hubiera sido oportuno -aquí, en el n.27, o bien en el n.14, donde eran citados cinco pasajes de la Dei Verbum- hacer una referencia explicita al cap. III de la Constitución conciliar, donde se trata formalmente de la inspiración de la Sagrada Escritura y de su interpretación. El hecho que la Sagrada Escritura ha sido inspirada por el Espíritu de Dios era esencial para los Padres: para ellos, es precisamente el Espíritu que constituye la profundidad de la letra. De esto se sigue que el sentido profundo de la Sagrada Escritura es aquel que el P. H. De Lubac ha llamado: "Le sens donne par l'Esprit" (el sentido dado por el Espíritu). La Dei Verbum (12,3) retomaba esta norma patrística; en efecto, después de un parágrafo (12,2) sobre la necesidad de un análisis filológico e histórico de los textos, decía: "Pero la Sagrada Escritura se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita". Este principio, desgraciadamente no citado en la Instrucción, es sin embargo el compendio de la gran Tradición patrística sobre la exegesis bíblica. El Concilio, en DV 12,3, hacia derivar de dicho principio tres consecuencias para la interpretación de toda la Escritura: se debe tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Agreguemos otra consecuencia de ese principio "tradicional" que hemos citado; de el se sigue innegablemente la necesidad de reencontrar también hoy el "sentido espiritual" de la Sagrada Escritura, vale decir: el Espíritu en la letra. La expresión "exegesis espiritual", lo hemos notado, se encuentra desgraciadamente una sola vez en toda la presente Instrucción (en el n.9). Por eso, nos permitimos insistir un poco: recomendar el estudio de los Padres en la exegesis bíblica no significa, ciertamente, que seria necesario retomar sus métodos, sino más bien que debemos aprender a leer la Sagrada Escritura en el espíritu de los Padres, es decir, como decía el P. de Lubac, reencontrar hoy "la inteligencia espiritual de la Escritura tal cual los siglos cristianos la han entendido"; es aquella inteligencia espiritual que San Gregorio Magno llamaba "la inteligencia interna"; el "sentido interior" del texto bíblico.
III ¿CÓMO ESTUDIAR A LOS PADRES?
    1. Para esta tercera parte de la Instrucción nos detenemos solamente en la segunda sección, donde se habla del método (nn. 53-56), pues allí se hace una confrontación sugestiva entre el estudio de la Patrística y el de la Biblia. Para ambas disciplinas se insiste sobre el rigor científico del método, el histórico-critico. Pero vale también para la exegesis aquello que se dice inmediatamente después para el estudio de los Padres: "Tratándose de una disciplina teológica, que en todas sus fases procede ad lumen fidei, la libertad de investigación no debe reducir su objeto de estudio dentro de la esfera de la pura filología o de la critica-histórica. En efecto, la Teología positiva debe reconocer, como primer presupuesto, el carácter sobrenatural de su objeto y la necesidad de hacer referencia al Magisterio" (n.54).Como la Patrística, también la exegesis "se sitúa y procede en un ambiente de fe" (ibid.).
    2. Pero debemos especificar más la pregunta sobre el método. No basta preguntar: ¿Cómo estudiar a los Padres? Para el biblista la pregunta es más bien la siguiente: ¿Cómo se puede, hoy, hacer uso de la interpretación patrística de la Escritura al interno de la exegesis critica moderna?. Para responder a este interrogante es necesario partir del interés, creciente en nuestro tiempo, por la así llamada Wirkungsgeschichte: de un siglo a esta parte, luego de tantos estudios sobre la filología bíblica, sobre la historia antigua, sobre la historia de las religiones, sobre la historia del texto, de las tradiciones, de las formas, etc., los biblistas comienzan a interesarse también en la "historia de los efectos", o sea, en la historia de la relectura del texto bíblico en la Tradición; en otras palabras, en la Historia de la exegesis. Precisemos que no se trata solamente de la Historia de la exegesis judía, para iluminar el contexto histórico del Nuevo Testamento (lo que sería aún un interés prevalentemente histórico); se trata de la Historia de la exegesis propiamente cristiana, en el tiempo patrístico y medieval. Aquí el interés no es más solamente histórico, sino formalmente hermenéutico: la dimensión "teleológica" del texto forma parte de la estructura misma del acto interpretativo, como han mostrado bien M. Heidegger, P. Ricoeur y H.G. Gadamer. Por eso advertimos también con interés que la Instrucción, en el n.56, insiste sobre la importancia del "contacto interdisciplinar": de esta colaboración pueden beneficiarse numerosas disciplinas, en modo particular el estudio de la Sagrada Escritura. Lo que se requiere hoy es, por tanto, un "re-pensar hermenéutico" de la relación entre Escritura y Tradición, entre exegesis crítica y exegesis cristiana. Por eso se hace nuevamente muy actual el problema patrístico de la relación entre letra y espíritu, o el medieval de los cuatro sentidos de la Escritura. Sólo que hoy, aquella investigación, se debe repensar sobre una base más critica, es decir, según los criterios de la epistemología contemporánea. Querríamos dar aquí dos ejemplos de esta fecunda reciprocidad entre exegesis crítica e interpretación patrística. En el pasaje de Mt 1, 18-25, para responder a la pregunta porqué José quería abandonar a María, San Bernardo responde que quiere dar, no su respuesta, sino la de los Padres. Y cita luego una interpretación muy difundida en la época patrística y en el Medioevo. En la actualidad. La exegesis contemporáneo esta redescubriendo precisamente aquella interpretación de la Tradición, con un estudio más atento del vocabulario de Mateo y de la estructura del pasaje. Otro ejemplo: la sangre y el agua que brotan del costado atravesado de Jesús según Jn 19, 34. En este caso, escribía H. Rahner, la interpretación agustiniana se sitúa en el punto de partida de una tradición mística que, cuando habría llegado el momento (en el Medioevo), haría florecer la devoción al Corazón de Cristo. Aquí nuevamente el análisis estructural de los simbolismos del texto esta proporcionado un apoyo precioso, pero también complementos nuevos a aquella lectura de la Tradición.
CONCLUSIÓN
    Después de haber hecho, con la encíclica Divino afflante Spiritu, un paso decisivo hacia la recuperación de la exegesis histórica, la Iglesia contemporáneo, bajo el impulso del Concilio Vaticano II (cf. Las Constituciones Sacrosantum Concilium y Dei Verbum, esta cumpliendo otro progreso fundamental en su camino redescubriendo la importancia inevitable y la fuerza siempre renovadora del modo en que nuestros Padres en la fe leían la Biblia, para alcanzar así "una inteligencia cada día más profunda" de la Sagrada Escritura, como nos lo augura la Instrucción en el n.14. Por eso, este nuevo documento sobre el estudio de los Padres de la Iglesia es un signo de los tiempos. En efecto, se multiplican hoy las obras que buscan hacer esta integración, esta síntesis. Baste recordar, en el caso de Italia, la gran colección iniciada con el volumen titulado: Genesi: La Biblia interpretata dalla grande Tradizione, de Umberto Neri; y El Salterio de la Tradición, de Luciana Mortari. En el caso de Francia se pueden mencionar dos grandes colecciones del mismo tipo: Bible chretienne y Lire la Bible avec les Peres. Son indicaciones prometedoras, que tendrán importancia tanto para la vida pastoral de la Iglesia como para el diálogo ecuménico. Se diría que estamos asistiendo de nuevo a una realización de la promesa profética: "He aquí que vienen días, oráculo del Señor, en que enviaré hambre sobre la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios" (Am. 8,11 LXX). Pero, toca a nosotros obrar de tal modo que no se cumpla también el anuncio del versículo siguiente: "Andarán errantes de mar a mar, del Norte al Oriente, en busca de la Palabra de Dios, mas no la hallarán" (8,12). La Iglesia de hoy, en cambio, quiere que todos nosotros encontremos la Palabra del Señor; por eso debemos esforzarnos por volver a darle su puesto central en la vida del Pueblo de Dios. La luz de la Palabra de Dios debe ser "puesta sobre un candelero, para que todos los que entren vean la luz" (Lc 8,16). Pero también debemos hacer nuestra la siguiente amonestación del Evangelio: "¡Cuidaos de escuchar bien!" (Lc 8,18).

SE MULTIPLICAN CULTOS EN ARGENTINA

En los últimos 20 años se registraron casi mil nuevos cultos religiosos en Argentina, pero el 90 por ciento de la población se sigue identificando como feligrés de la Iglesia católica, reveló el Registro Nacional de Cultos. En un artículo de la agencia Notimex firmado por su corresponsal Cecilia González, podemos leer que esta dependencia gubernamental explicó en un informe que a fines de los años 90 había 2.716 cultos, cifra que ahora asciende a 3.634, lo cual significa que en dos décadas los argentinos encontraron 918 formas alternativas al catolicismo para acercarse a Dios.

Sin embargo, la religión predominante es la católica, ya que 9 de cada 10 creyentes fue bautizado, aunque el 75 por ciento de ellos reconoce que no es practicante porque no va a misa ni participa de los ritos y celebraciones. El año pasado, la consultora Gallup dio a conocer una encuesta mundial que, en el caso argentino, echó por la borda la creencia de que la fe religiosa tendía a disminuir en este país. El sondeo reveló que sólo dos de cada 100 argentinos se consideraba ateo, ya que el resto de una u otra manera encontró una alternativa para practicar su fe.

Por eso, las iglesias evangélicas ocupan hoy el segundo lugar dentro del mapa religioso de Argentina, ya que cuentan con 15.000 templos y cinco millones de seguidores, y representan el 75 por ciento de los nuevos cultos registrados en los últimos 20 años. Le siguen los musulmanes, con un padrón de medio millón de adherentes, y los judíos, con 400.000.

La lista de las iglesias más representativas la completan distintas “versiones” del Cristianismo como los Testigos de Jehová, los mormones y ortodoxos, y fuera de ese espectro, el espiritismo y el budismo. Con adscripciones minoritarias, en la lista del Registro Nacional de Cultos hay 300 organizaciones umbandistas o africanistas.

Aunque en los últimos años fue evidente la búsqueda de caminos espirituales ajenos al catolicismo, ésta es la única religión que cuenta con el apoyo oficial del gobierno, ya que recibe subsidios anuales por tres millones de dólares. Gracias a esos recursos puede pagar salarios o apoyar el mantenimiento de las 11.500 parroquias, iglesias, capillas y santuarios católicos que hay en todo el país y que ya quedaron por debajo de los 15.000 templos que tienen los evangélicos.

FUENTE RIEShttp://info-ries.blogspot.com/

lunes, 22 de diciembre de 2008

BLOG DEL PADRE HORACIO BOJORGE SJ


    TOMA Y LEE 
SAGRADAS ESCRITURAS

UN BLOG QUE EDITA EL PADRE HORACIO BOJORGE S.J. 
CONTIENE LECTURAS, MEDITACIONES BÍBLICAS 
Y PAUTAS DE INTERPRETACIÓN.

BENEDICTO XVI: LEY NATURAL Y SENTIDO Y MÉTODO DE LA TEOLOGÍA


Benedicto XVI el 5 de diciembre de 2008, dirigió palabras de aliento y gratitud a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, al tiempo que resaltó la importancia de los temas que se deben afrontar.Te presentamos un extracto de sus palabras en torno a la ley natural, donde reafirmó su importancia y urgencia, y  al sentido y método de la Teología.

"Como ya he recordado en ocasiones anteriores, reafirmo la necesidad y la urgencia, en el contexto actual, de crear en la cultura y en la sociedad civil y política las condiciones indispensables para una conciencia plena del valor irrenunciable de la ley moral natural. También gracias al estudio que vosotros habéis emprendido sobre este tema fundamental, resultará claro que la ley natural constituye la verdadera garantía ofrecida a cada uno para vivir libre y respetado en su dignidad de persona, y para sentirse defendido de cualquier manipulación ideológica y de cualquier atropello perpetrado apoyándose en la ley del más fuerte.

Todos sabemos bien que, en un mundo formado por las ciencias naturales, el concepto metafísico de la ley natural está prácticamente ausente y resulta incomprensible. Tanto más cuanto que, viendo su importancia fundamental para nuestras sociedades, para la vida humana, es necesario que en el contexto de nuestro pensamiento se vuelva a proponer y se haga comprensible este concepto:  el hecho de que el ser mismo lleva en sí un mensaje moral y una indicación para las sendas del derecho.

Con respecto al tercer tema, "Sentido y método de la teología", que durante este quinquenio ha sido objeto de estudio particular, deseo subrayar su importancia y actualidad. En una "sociedad planetaria" como la que se está formando hoy, la opinión pública pide a los teólogos sobre todo que promuevan el diálogo entre las religiones y las culturas, que contribuyan al desarrollo de una ética que tenga como coordenadas de fondo la paz, la justicia y la defensa del ambiente natural. Y se trata realmente de bienes fundamentales.

Pero una teología limitada a estos nobles objetivos no sólo perdería su propia identidad, sino también el fundamento mismo de estos bienes. La primera prioridad de la teología, como ya lo indica su nombre, es hablar de Dios, pensar en Dios. Y la teología no habla de Dios como de una hipótesis de nuestro pensamiento. Habla de Dios porque Dios mismo ha hablado con nosotros. La verdadera tarea de la teología consiste en entrar en la Palabra de Dios, tratar de entenderla en la medida de lo posible y hacer que nuestro mundo la entienda, a fin de encontrar así las respuestas a nuestros grandes interrogantes. En esta tarea también se pone de manifiesto que la fe no sólo no es contraria a la razón, sino que además abre los ojos de la razón, ensancha nuestro horizonte y nos permite encontrar las respuestas necesarias a los desafíos de los diversos tiempos.

Desde el punto de vista objetivo, la verdad es la Revelación de Dios en Cristo Jesús, que requiere como respuesta la obediencia de la fe en comunión con la Iglesia y su Magisterio. Recuperada así la identidad de la teología, entendida como reflexión argumentada, sistemática y metódica sobre la Revelación y sobre la fe, también la cuestión del método queda iluminada. El método en teología no podrá constituirse sólo sobre la base de los criterios y las normas comunes a las demás ciencias, sino que deberá observar ante todo los principios y las normas que derivan de la Revelación y de la fe, del hecho de que Dios ha hablado.

Desde el punto de vista subjetivo, es decir, desde el punto de vista de quien hace teología, la virtud fundamental del teólogo es buscar la obediencia a la fe, la humildad de la fe que abre nuestros ojos:  la humildad que convierte al teólogo en colaborador de la verdad. De este modo no se dedicará a hablar de sí mismo; al contrario, interiormente purificado por la obediencia a la verdad, llegará a hacer que la Verdad misma, el Señor, pueda hablar a través del teólogo y de la teología. Al mismo tiempo, logrará que, por su medio, la verdad pueda ser llevada al mundo.

Por otra parte, la obediencia a la verdad no significa renuncia a la búsqueda y al esfuerzo del pensar; por el contrario, la inquietud del pensamiento, que indudablemente nunca podrá quedar aplacada del todo en la vida de los creyentes, dado que también ellos están en un camino de búsqueda y profundización de la Verdad, será sin embargo una inquietud que los acompañe y los estimule en la peregrinación del pensamiento hacia Dios, y así resultará fecunda.

Por tanto, deseo que vuestra reflexión sobre estos temas logre volver a poner de relieve los auténticos principios y el significado sólido de la verdadera teología, a fin de que percibamos y comprendamos cada vez mejor las respuestas que la Palabra de Dios nos da y sin las cuales no podemos vivir de una manera sabia y justa, porque sólo así se abre el horizonte universal, infinito, de la verdad". 

viernes, 19 de diciembre de 2008

LIC. NESTOR MARTÍNEZ: Proyecto de ley de `cambio de sexo registral`

 "Con estupor nos hemos enterado que en el Senado se ha dado media sanción al proyecto de ley de `cambio de sexo registral`. Alguien que nació varón y fue anotado como tal puede pedir que le cambien toda la documentación y lo anoten como mujer, y viceversa, si es que se `sienten` así desde hace no menos de dos años. Se pretende que hasta a los menores de edad les sea reconocido este `derecho`. 

Hay que hacer la salvedad y destacar, esta vez, la votación contraria en general de toda la oposición, aunque es cierto que lamentablemente han habido votos favorables de algunos representantes de la misma en la votación particular. El proyecto ha recibido media sanción con los votos del partido de gobierno. 

La ciencia, paradójicamente la gran olvidada cuando se abordan estos temas, dice que el cambio de sexo no existe. En cada persona, desde la concepción, el par de cromosomas que define el sexo es XY, o sea masculino, o XX, o sea, femenino. No hay operación que cambie esto, y mucho menos, el solo `sentimiento` subjetivo del interesado. 

¿Qué concepto de la mujer tienen los que dicen que se puede poner `sexo femenino` en el documento de alguien que es biológicamente un varón? 

Es muy preocupante la tendencia de los favorecedores de la `perspectiva de género` a pasar por alto los datos científicos más obvios e indiscutibles. ¿Estamos asistiendo al comienzo de un período oscurantista de la historia? Cuando la ideología se sobrepone de esa manera a la realidad objetiva, en este caso, mostrada por la ciencia, las consecuencias sólo pueden ser malas. 

El hecho es que este proyecto de ley auspicia que el Estado se haga cómplice, mediante la falsificación de documentación pública, de las fantasías individuales. ¿Por qué no adelantar, entonces, la fecha de nacimiento de los que se sienten eternamente jóvenes? Después de todo, es un dato sociológico que la adolescencia psicológica se ha retrasado y puede llegar hasta los 25, 30 ó 40 años. ¿Tendría eso menos base que la famosa `identidad de género` basada solamente en lo que la persona `siente`? 

¿Vamos a discriminar a los veteranos que no quieren renunciar a la ilusión de la juventud, no concediéndoles algo que sí les concedemos a los que no quieren aceptar su realidad sexual? Y cuántos otros casos más se podría plantear. 

¿Quién se va a hacer responsable de la infinidad de situaciones injustas, conflictivas, atentatorias de derechos básicos de los ciudadanos, que se seguirán si se aprueba este proyecto de ley? Es fácil prever que en una sociedad en la que una parte de los que hasta ese momento han vivido, contraído compromisos, interactuando de todas las formas posibles, como varones, pasan a ser legalmente considerados mujeres, y viceversa, necesariamente se incurrirá en un cúmulo de situaciones absurdas, negadoras de los derechos de terceros, insolubles. 

Igualmente sucederá eso en una sociedad en la que, en el futuro, ni siquiera la exhibición del documento de identidad o de la credencial cívica, sino solamente una visita al Registro Civil dará plena seguridad de que Fulano es efectivamente varón o Fulana es efectivamente mujer. 

Pero lo peor de todo es que con esto se contribuye a confundir a la población en un punto esencial: se contribuye a difundir la llamada `perspectiva de género` para la cual ser varón o ser mujer no es algo natural, sino una mera `construcción cultural` sustituible por otras a voluntad. Especialmente grave es el daño que se hace a la juventud, que aún se está formando. Se ataca así en su esencia al matrimonio y a la familia, que son irreductiblemente heterosexuales. En una sociedad envejecida, despoblada y con juventud emigrante como la nuestra, eso es simplemente suicida. 

Parecería que en el Uruguay del 2008 los temas centrales, los que angustian el día a día de la población, pasan por la posibilidad de cambiar de sexo o de tener que elegir su `identidad de género`. La realidad no es esa. Tenemos que cambiar, y mucho." 

jueves, 18 de diciembre de 2008

BENEDICTO XVI:DESCUBRAMOS LOS AUTÉNTICOS VALORES DE LA NAVIDAD


Hoy comienza la novena de Navidad, que nos prepara inmediatamente para la fiesta en la que conmemoramos el nacimiento del Señor, fiesta que canta también el don de la vida. La contemplación del Niño Dios en el pesebre nos hace pensar en los niños pobres, en los que, concebidos, son rechazados o, apenas nacidos, no tienen medios para sobrevivir. Descubramos los auténticos valores de la Navidad, dejando de lado todo lo que ensombrece su genuino significado. En estos días santos, los cristianos no conmemoramos el surgir de un gran personaje, y menos aún el comienzo de una nueva estación. La Navidad recuerda un hecho fundamental: en la oscuridad de la noche de Belén se hizo una gran luz. El Creador del universo se encarnó uniéndose indisolublemente a la naturaleza humana y, sin dejar de ser realmente Dios de Dios y luz de luz, se hizo al mismo tiempo verdadero hombre. El Verbo encarnado es una Persona que se interesa por cada persona, es el Hijo de Dios vivo, que se hizo pequeño para vencer nuestra soberbia y hacernos auténticamente libres, libres para amarlo.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

SANDRO MAGISTER: UN CARDENAL ELOGIA LA ORTODOXIA

Escribe el cardenal Biffi en su último libro: "Al día de hoy, ya no es más la herejía sino la recta doctrina la que tiene que ser noticia". Por ejemplo, sobre la castidad. O sobre Jesús, quien no es solamente hombre sino Dios por Sandro Magister

ROMA, 24 de noviembre de 2008 – Desde su retiro sobre la colina de Bologna, el cardenal Giacomo Biffi ha entregado sus reflexiones en un nuevo libro, al que le ha dado el título de "Pecore e pastori [Ovejas y pastores]".

Que explica así: "Antes que cualquier otra cosa, todos en la Iglesia pertenecen al redil de Cristo. Todos, desde el Papa hasta el más reciente de los bautizados, poseen el verdadero motivo de su grandeza no tanto en el estar a cargo de esta o esa tarea en la comunidad cristiana, por cuanto forman parte de la 'pequeña grey'. Hay entonces una sustancial paridad entre todos los creyentes, en tanto creen realmente: sólo creyendo se cuenta entre las ovejas de Cristo".
Al igual que en sus libros anteriores, también esta vez las palabras llenas de vida del cardenal y teólogo no son las familiares en las escuelas de teología más frecuentadas, sino que remiten directamente al lenguaje del Evangelio, abierto a "los pequeños" y cerrado para los "sabios".

El cardenal Biffi sabe que la herejía está de moda. Pero esto es para él un motivo más para defender la ortodoxia: "A veces, en algunos sectores del mundo católico se llega inclusive a pensar que debe ser la Revelación divina la que se adapte a la mentalidad corriente para llegar a ser creíble, y no más bien que es la mentalidad corriente la que debe convertirse a la luz que nos es dada desde lo alto. Sin embargo, se debería reflexionar sobre el hecho que 'conversión', no 'adaptación', es la palabra evangélica".

La adaptación al pensamiento corriente – escribe – llega hasta a nublar la divinidad de Jesús, reducido a simple hombre aunque de extraordinario valor: "Por cuanto la afirmación puede parecer paradójica, la cuestión arriana [de Arrio, el hereje condenado por el Concilio de Nicea del 325 d.C.] está siempre a la orden del día en la vida eclesial. Los pretextos pueden ser muchos: desde el deseo de sentir a Cristo más cercano y más uno de nosotros, hasta el propósito de facilitar la comprensión exaltando casi en forma exclusiva los aspectos sociales y humanitarios. Al final, el resultado es siempre el de quitar al Redentor del hombre su unicidad radical y clasificarlo entre los seres tratables y domesticables. Bajo este aspecto se podría decir que entonces el Concilio de Nicea es hoy más actual que el Concilio Vaticano II".

Son muchas las páginas a contramano del nuevo libro de Biffi. A continuación reproducimos el capítulo que se refiere a un tema entre los más controversiales, el de la castidad, afrontado por el autor en una forma que parece insólita y a contramano, justamente porque hace referencia directa a las fuentes de la doctrina y de la moral cristianas: las palabras de Jesús en los Evangelios, las epístolas de san Pablo y los otros libros de las Escrituras.

El desafío de la castidad por Giacomo Biffi
Dentro de la secular experiencia de la humanidad – tan monótona y repetitiva en sus opacidades espirituales, en sus derrotas morales, en sus sufrimientos enigmáticos –, el advenimiento de la "grey pequeña" de Cristo ha sido quizás la única novedad sustancial: algo inédito y positivo ha aparecido finalmente sobre la faz de la tierra. Se ha asomado por primera vez la caridad como altísimo ideal de vida: [...] un ideal admirado muchas veces también [...] por los no-cristianos, aunque sea difícil de imitar; un testimonio que alguna vez hizo reflexionar también a los que no están acostumbrados a dar lugar a Dios en sus pensamientos.

Lo que por el contrario ha sido percibido por el mundo como algo desagradable y repulsivo en la mentalidad y en el estilo de la Iglesia es el ideal, el programa, el testimonio de la castidad. [...] Ella se configura desde el comienzo como un verdadero y auténtico desafío. Y queda como un desafío también frente a la mentalidad más difundida y prevaleciente en nuestros días. [...] Una incompatibilidad evidente. Cuando se asoma al teatro de la historia – en el mundo greco-romano, más que en los territorios del antiguo reino de Israel – el cristianismo debe saldar cuentas con una cultura marcada por una concepción del erotismo, por una práctica de la sexualidad y por una reglamentación de la institución matrimonial que es percibida inmediatamente como extraña a la índole del Evangelio y más aún como estridente con la nueva humanidad, nacida del acontecimiento pascual. Pero no hubo titubeos: se impuso desde el comienzo la persuasión universal y compacta que en tal materia no se admitiesen ambigüedades o compromisos. El "pueblo nuevo", surgido del agua y del Espíritu, debía distinguirse – más que por el fenómeno inaudito del estilo de amor fraterno – también por una forma exigente y radical de la castidad.

Todas las menciones en nuestro poder concuerdan. [...] Se lo deduce de los listados de las transgresiones inadmisibles en la existencia cristiana, que excluyen el ingreso al Reino de Dios. Se trata de listados que se proponen con premura pastoral a las comunidades creyentes: "No se engañen: ni los inmorales (pornòi), ni los idólatras, ni los adúlteros (moichòi), ni los depravados (malakòi), ni los sodomitas (arsenokòitai), ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los salteadores heredarán el reino de Dios" (1Cor 6, 9).

"Sabed bien que ningún fornicador (pòrnos), impuro (akàthartos) o avaro, es decir, ningún idólatra tendrá en herencia el reino de Cristo y de Dios" (Ef 5, 5). "Son bien conocidas las obras de la carne: la fornicación (pornèia), la impureza (akatharsìa), la impudicia (asèlgheia)…; respecto a estas cosas os prevengo, como ya he dicho: quien las lleva a cabo no heredará el reino de Dios" (Gal 5, 19-21).

Exigencia de santidad 
Entre los signos necesarios y más reconocibles del tránsito sustancial acontecido con el bautismo se cuenta el de una conducta casta, entre el modo de vivir degradado e indigno, típico del paganismo, y un estado de pureza nueva: es un contraste neto entre las viejas costumbres y la novedad pascual: "Como habéis puestos vuestros miembros al servicio de la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, así ahora poned vuestros miembros al servicio de la justicia para la santificación" (Rm 6, 19). "Ya han vivido bastante tiempo conforme al criterio de los paganos, entregándose a toda clase de desenfrenos (en aselghèiais)" (1Pe 4, 3).

No es una sexofobia obsesiva y ni tampoco un moralismo exasperado lo que inspira este comportamiento. Es más que nada una conciencia sin precedentes de la exigencia de santificación, la cual proviene de haber adherido al Dios tres veces santo: "Ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os abstengáis de la impureza (apò tes pornèias), que cada uno de vosotros sepa tratar a su propio cuerpo con santidad y respeto, sin dejarse dominar por la pasión, como hacen los paganos que no conocen a Dios" (1Tes 4, 3-5). "Dios no nos ha llamado a la impureza (epì akatharsìa), sino a la santificación. Por eso, quien desprecia estas cosas no desprecia a un hombre, sino al mismo Dios, quien os dona su santo Espíritu" (1Tes 4, 7-8).

El joven cristianismo siente que es sobre todo la inmoralidad sexual del mundo helenístico la que merece el nombre de impureza (akatharsìa) contraria a Dios.

Valor del cuerpo
Esta cultura, inaudita en la sociedad greco-romana, no nace de un excesivo espiritualismo, pues no hay en ella esa desconfianza hacia lo que es material y corpóreo, desconfianza que se propagaba en las ideologías de matriz platónica (pero que era desconocida para la mentalidad israelita). Al contrario, ella se alimenta y se expresa con respeto hacia el cuerpo, el que en la perspectiva cristiana está considerado como una realidad sagrada y como un instrumento de santificación: "¡Alejaos de la impureza!

Cualquier pecado que el hombre comete, está fuera de su cuerpo, pero quien se entrega a la impureza peca contra su propio cuerpo. ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros, que lo habéis recibido de Dios, y que vosotros no os pertenecéis a vosotros mismos? En efecto, habéis sido comprados a un precio elevado: ¡glorificad entonces a Dios en vuestro cuerpo!" (1Cor 6, 18-20).

Según san Pablo, hay como una "dimensión litúrgica" de la castidad: "Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a ofrecer vuestros cuerpos como sacrificio viviente, santo y agradable a Dios; éste es vuestro culto espiritual" (Rm 12, 1).

Se entiende por qué la Iglesia ha reaccionado rápidamente contra la desestimación gnóstica del matrimonio, desestimación que en el gnosticismo llega a la prohibición (cfr. 1Tim 4, 3), y que haya defendido la dignidad del mismo: "Que el matrimonio sea respetado por todos y que el lecho nupcial no sea manchado. Los fornicadores y los adúlteros serán juzgados por Dios" (Hb 13, 4).

La nueva humanidad del bautizado se revela también en su lenguaje, que debe aborrecer el hablar soez y también las expresiones vulgares, porque en los "santos" (así son llamados los cristianos en las cartas apostólicas) la preocupación por la castidad es total y debe resplandecer en cada manifestación del "hombre nuevo", también en su comportamiento general y en sus palabras: "Alejad también vosotros todas estas cosas: la ira, la animosidad, la maldad, los insultos y los discursos obscenos (aischrologhìan) que salen de vuestra boca" (Col 3, 8). "Como debe ser entre los santos, entre vosotros ni siquiera se hable de fornicación, de cualquier clase de impureza o codicia, ni tampoco de vulgaridades, de cosas insulsas o de triviliadades: éstas son cosas inconvenientes" (Ef 5, 3-4).

La cuestión de la homosexualidad
Respecto al problema hoy emergente de la homosexualidad, según la concepción cristiana es necesario distinguir el respeto debido siempre a las personas, lo que conlleva al rechazo de su marginación social y política (salvada la naturaleza inderogable de la realidad matrimonial y familiar), de la obligada reprobación de toda ideología que exalta la homosexualidad.

La palabra de Dios – tal como la conocemos en una página de la epístola a los Romanos del apóstol Pablo – nos ofrece también una interpretación teológica del fenómeno de la propagada aberración ideológica y cultural en esta materia: tal aberración, se afirma, es al mismo tiempo la prueba y el resultado de la exclusión de Dios de la atención colectiva y de la vida social, y del rehusarse a darle la gloria debida.

La exclusión del Creador determina un descarrilamiento universal de la razón: "Habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en sus vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo alarde de sabios, se convirtieron en necios" (Rm 1, 21-22).

Como consecuencia de esta obcecación intelectual, se ha comprobado que el comportamiento y la actitud teórica han caído en la más completa disolución: "Por eso Dios los ha abandonado a la impureza según los deseos de sus corazones, hasta deshonrar entre ellos a sus propios cuerpos" (Rm 1, 24).

Y para prevenir todo equívoco y toda lectura acomodaticia, el Apóstol prosigue haciendo un análisis impresionante, formulado con términos totalmente explícitos: "Por eso Dios los ha abandonado a las pasiones infames; en efecto, sus mujeres han cambiado las relaciones naturales en otras contra la naturaleza. Igualmente, también los varones, al dejar de lado la relación natural con la mujer, han accedido al deseo mutuo, cometiendo actos ignominiosos entre varones, recibiendo así en sí mismos la retribución que merece su extravío. Y dado que no consideraron que debían conocer adecuadamente a Dios, Él los ha abandonado a su inteligencia depravada y ellos han cometido acciones indignas" (Rm 1, 26-28).

Por último, san Pablo se apresura en resaltar que la abyección extrema se da cuando "los autores de tales cosas... no sólo las cometen, sino que también aprueban a quienes las hacen" (Rm 1, 32).

Es una página del Libro inspirado que ninguna autoridad humana puede obligarse a censurar. Y ni siquiera está permitido, si queremos ser fieles a la palabra de Dios, la pusilanimidad de silenciarla a causa de la preocupación de aparecer como no "políticamente correctos". Debemos hacer notar también la actualidad especial de esta enseñanza de la Revelación divina. Lo que san Pablo ponía de manifiesto como acontecido en la experiencia cultural del mundo greco-romano, se demuestra proféticamente correspondiente a lo que se ha verificado en la cultura occidental en estos últimos siglos: la exclusión del Creador – hasta proclamar grotescamente la "muerte de Dios" – ha tenido como consecuencia y casi como castigo intrínseco una propagación de una ideología sexual aberrante, en cuanto a su arrogancia desconocida por las épocas precedentes.

El pensamiento de Cristo
Hablando en general, Jesús ha abordado pocas veces esta temática, y siempre con un estilo sobrio, pero al mismo tiempo inequívoco y resuelto. En materia de moral sexual, él se revela contrario no sólo con las costumbres de los paganos, sino también a algunas convicciones difundidas en Israel. Por otra parte, no es imaginable que el anuncio pascual y la propuesta de la comunidad cristiana, con su carga de novedad y de inconformismo, no se atuvieran también en este punto a la plena fidelidad al Evangelio y no se hayan propuesto la perfecta consonancia con el magisterio del Señor, custodiado y transmitido por la predicación de los Apóstoles.

Jesús no dudó en poner también a las violaciones a la castidad entre los comportamientos que atentan contra la dignidad del hombre y contra su pureza interior, precisando además que la corrupción del "corazón" (es decir, del mundo interior) es la fuente y la medida de la responsabilidad (y, en consecuencia, de la culpabilidad) de las acciones perpetradas: "Del corazón provienen los propósitos malvados, los homicidios, los adulterios, los robos, los falsos testimonios, las calumnias. Todo esto hace impuro al hombre" (Mt 15, 19-20).

Jesús hasta considera – y esto es típico de su antropología – que la castidad es violada en la intimidad del alma, cuando se acepta el deseo reprobable, antes que se produzca la consumación del acto pecaminoso: "Aquél que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón" (Mt 5, 28). Un problema rabínico respecto al matrimonio "¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer (gynàica) por algún motivo?" (Mt 19, 3). La cuestión que los fariseos proponen a Jesús tenía una referencia precisa: se trataba de una cuestión que dividía a las corrientes rabínicas de la época. La escuela de Shammai consideraba que la única razón válida para proceder al repudio era el mal comportamiento moral, es decir, el libertinaje de la mujer. Para la escuela de Hillel, por el contrario, bastaba algún inconveniente en la vida conyugal, inclusive sólo la costumbre de salar demasiado los panes o haber dejado quemar el segundo plato. Al continuar con tal línea permisiva, pocas décadas después, el Rabbí Aquiba llegará a considerar como razón suficiente la posibilidad, por parte del marido, de desposar a una mujer más bella.

La respuesta de Jesús
Jesús no se deja envolver en las controversias de los doctores de la ley ni se muestra condicionado por los comportamientos difundidos por los judíos. El suyo es un golpe lateral, ya que su respuesta es que necesita remitirse al designio originario de Dios: "Al principio de la creación Dios los hizo varón y mujer; por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos se convertirán en una sola carne. Que el hombre no divido lo que Dios ha unido" (Mc 10, 6-9).

"Al principio": este "principio" en el que ha sido pensada y decidida la creación (cfr. Génesis 1, 1: en archè) incluye ya la perspectiva cristológica y eclesiológica, según la cual la realidad nupcial es signo y figura de la unión que liga al Redentor con la humanidad renovada, y la misma distinción de los sexos es alusión a la dialéctica y a la comunión entre Cristo y la Iglesia. Es una visión tan sublime e inesperada del matrimonio, que los discípulos, pasmados, se refugian en el sarcasmo: "Si ésta es la situación del hombre respecto a la mujer, no conviene casarse" (Mt 19, 10).

Notemos que la redacción del episodio por parte de san Marcos supone la idea de la igualdad sustancial entre el hombre y la mujer, una igualdad que no aparecía en las disposiciones mosaicas: "Quien repudia a su propia esposa y se casa con otra, comete adulterio; si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio" (Mc 10, 11-12).

Por su parte, el evangelio de san Lucas ha conservado otra frase de Jesús que nos ofrece una precisión ulterior: "Todo aquél que repudia a su propia esposa y se casa con otra, comete adulterio; el que casa con una mujer repudiada por su marido, comete adulterio" (Lc 16, 18). Como se ve, la segunda parte de la frase previene y descarta también la hipótesis que la indisolubilidad no vale más luego que el vínculo se ha roto, como alguno ha pensado. Y desautoriza la hipótesis que la ley de la indisolubilidad pueda ser excepcionalmente violada, cuando se trata del cónyuge repudiado, no responsable de la ruptura.

El inciso de Mateo
La redacción de san Mateo agrega un inciso que no es de fácil comprensión: "El que repudia a la propia esposa (ten ghynàica autoù), excepto en caso de 'pornèia', y se casa con otra, comete adulterio" (Mt 19, 9). ¿Qué es esta "pornèia"? No puede significar un mal comportamiento moral de la mujer, porque en tal caso Jesús se asimilaría a la escuela de Shammai (mientras la reacción de los discípulos se explica sólo con la novedad absoluta de la sentencia de Cristo). Por otra parte, la perfecta concordancia de san Marcos, san Lucas y san Pablo nos asegura que Jesús considera absoluto el principio de la indisolubilidad. La solución más simple es que aquí se habla de una convivencia no esponsal con una mujer, convivencia que no sólo se puede sino que también se debe interrumpir. Así interpreta también la Biblia de la Conferencia Episcopal italiana, que traduce: "Si no es en caso de unión ilegítima".

El ideal y la misericordia Jesús anuncia sin atenuantes y sin concesiones el espléndido diseño originario del Padre sobre la mujer y sobre el hombre; por eso mismo advierte a todos para que no desfiguren ese ideal de una vida casta y santa que se nos propone divinamente. Pero mira siempre con simpatía y comprensión a los hombres que de hecho han envilecido ese ideal con sus prevaricaciones. Los pecadores son tratados por él con afectuosa cordialidad. No los considera extraños y lejanos, más bien los considera la razón de su venida al mundo y los naturales destinatarios de su misión: "Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mt 9, 13; Mc 2, 17; Lc 5, 32). Con esta actitud benévola consigue salvar de la lapidación a la adúltera (Jn 8, 1-11). Defiende caballerosamente a una mujer que en el relato evangélico es calificada como "una mujer pecadora que vivía en la ciudad" (Lc 7, 37). Con la samaritana que vivió varias experiencias lleva a cabo una conversación amable y sincera que conquista su corazón (Jn 4, 5-42). La suya no es la misericordia aparente del permisivismo, sino que por el contrario, es la misericordia salvadora que, sin despreciar y humillar, impulsa al arrepentimiento y al renacimiento interior.

El "gran misterio"
La visión cristiana trascendente del vínculo hombre-mujer – y en esa visión la precisa y exigente propuesta de vida casta, según la condición propia de cada uno – encuentra su fundamento y su inspiración en el convencimiento que ese vínculo es imagen de la conexión esponsal que une a Cristo con la Iglesia.

Es una lección de "teología anagógica" (que se deja iluminar desde lo alto) que san Pablo nos imparte en la epístola a los efesios. En la donación recíproca de los cónyuges vive un "gran misterio" [...] que el Padre ha diseñado antes de todos los siglos: "Éste es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5, 32). A los ojos del Apóstol, el amor del marido por su esposa evoca el amor de Cristo por la Iglesia: un amor que salva, que purifica y que santifica. El posterior magisterio de la Iglesia hablará del matrimonio como "sacramento", un sacramento que, al ser alusión y figura del vínculo que hace del Redentor y de la humanidad "una sola carne", efectúa en los esposos una participación especial en ese acontecimiento, [...] en el interior del cual los actos recíprocos de donación personal se convierten en ocasión y vehículo de continua gracia. Ninguna filosofía y ninguna religión han llegado jamás a exaltar así la vida sexual. Naturalmente, hablamos de la vida sexual conducida según el plan originario de Dios. 

Un desafío siempre actual
La castidad anunciada y propuesta por la predicación apostólica ha sido sin duda un desafío a la mentalidad y al comportamiento de la humanidad de esos tiempos. Y es un desafío que también hoy conserva intacta su actualidad. Bajo un cierto aspecto se ha tornado más necesaria y más urgente. Nuestra época está dominada y maltratada por una especie de pansexualismo. El sexo es invocado continuamente: no sólo en los enunciados sociales y psicológicos, no sólo en las múltiples expresiones de arte y de cultura, no sólo en los espectáculos y en los entretenimientos, ya que hasta en los mensajes publicitarios no se puede hacer menos que evocarlo y aludir a él. A veces tenemos la impresión de estar condicionados y manipulados por una misteriosa agrupación de maniáticos que imponen a todos su degeneración mental. Son los mismos que no dejan jamás de definir como beatos e hipócritas a cuantos no se dejan convencer por sus elevadas argumentaciones. Y con su tenacidad y su intrepidez alcanzan, sin quererla, la melancólica meta de una comicidad objetiva. 

Realismo evangélico 
Es indudable que a los ojos del mundo la visión cristiana parece fatalmente abstracta y utópica: se dirá que es noble y bella, pero demasiado alejada de la realidad efectiva. En honor a la verdad, este ideal de castidad es justamente imposible y vano para quien no vive en plenitud la vida bautismal, con sus citas sacramentales, con la contemplación asidua del acontecimiento pascual, con el justo espacio dedicado a la oración, con el compartir en forma decidida y alegre la experiencia eclesial. El motivo está en el hecho que la castidad no es una virtud que se pueda conseguir y adquirir por sí sola, fuera del contexto de un seguimiento integral de Cristo. Por el contrario, en el contexto de un seguimiento integral de Cristo todo se torna posible, fácil, alegre: "Yo lo puedo todo en aquél que me conforta" (Flp 4, 13).

lunes, 15 de diciembre de 2008

Instituto Arquidiocesano de Bioética "Juan Pablo II: Proyecto de ley de "Voluntad Anticipada"

Comunicado del 12/12/2008  

A propósito del proyecto de ley de "Voluntad Anticipada".

El proyecto de ley de "Voluntad Anticipada"-  actualmente en discusión en el Parlamento - manifiesta la loable intención de evitar el "ensañamiento terapéutico", el cual consiste en la aplicación de medios terapéuticos desproporcionados que afectan la calidad de vida del paciente sin permitir esperar razonablemente beneficios significativos en términos de salud o supervivencia.

Sin embargo, tiene el grave defecto de no poner el mismo cuidado en evitar el extremo opuesto, es decir, la omisión de asistencia al paciente en casos en que éste podría recuperarse o salvar su vida. Eso quiere decir que no da garantías suficientes de no estar legalizando, en los hechos, la eutanasia.

El criterio usualmente aplicado para distinguir lo que es "evitar el ensañamiento terapéutico" de "practicar la eutanasia" es el que distingue los medios terapéuticos proporcionados de los desproporcionados. Retirar o no aplicar los primeros es eutanasia, aplicar los segundos es "ensañamiento terapéutico".

Cuando se habla de medios proporcionados, se quiere decir, que haya una proporción entre los medios que se emplean  y los resultados que se puede esperar de los mismos, en términos del bien del paciente, en forma razonable y con las cargas que pueda implicar.

El carácter proporcionado o desproporcionado de un medio terapéutico es algo que se debe valorar en concreto, según la particular condición de cada paciente, y el único que puede hacerlo en cada caso es el médico, con su pericia profesional, apoyado preferentemente en un Comité de Ética Médica o de Bioética o en su defecto, conjuntamente con un grupo de colegas actuantes.

Además este proyecto de ley es gravemente insuficiente porque en el caso más delicado, aquel en que la persona no ha manifestado anticipadamente voluntad alguna, y no se encuentra en condiciones de manifestarla en el presente, deja la decisión exclusivamente en manos de los familiares, que carecen de la competencia técnica necesaria para  hacer ese discernimiento.

En efecto, dice en su artículo 7º:

"Artículo 7º.- En caso que el paciente en estado terminal de una patología incurable e irreversible certificada de acuerdo con las formalidades previstas en el artículo 5º de la presente ley, no haya expresado su voluntad conforme al artículo 2º de la presente ley y se encuentre incapacitado de expresarla, la suspensión de los tratamientos o procedimientos será una decisión del cónyuge o concubino o, en su defecto, de los familiares en primer grado de consanguinidad, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 8º de la presente ley. (...)"

Agréguese el hecho de que esa decisión de los familiares no ha constar por escrito en parte alguna, por lo que dice el proyecto de ley, lo cual aumenta la falta de garantías jurídicas. Incluso la referencia al "concubino" introduce un elemento en la mayoría de los casos es de imposible certificación.

Por lo que toca a la "voluntad anticipada" en sí misma, se la determina en el art. 1º:

"Artículo 1º.- Toda persona mayor de edad y psíquicamente apta, en forma voluntaria, consciente y libre, tiene derecho a oponerse a la aplicación  de tratamientos y procedimientos  médicos salvo que con ello afecte o pueda afectar la salud de terceros. Del mismo modo, tiene derecho de expresar anticipadamente su voluntad en el sentido de oponerse a la futura aplicación de tratamientos y procedimientos médicos que prolonguen su vida en detrimento de la calidad de la misma, si se encontrare enferma de una patología terminal, incurable e irreversible. "

Esta "voluntad anticipada" es inútil y peligrosa. Inútil, si el paciente está en condiciones de decidir y comunicar su decisión en el momento en que se le deben aplicar los tratamientos. Peligrosa, si no está en  condiciones de hacerlo, pues queda atado a una decisión que tomó un tiempo atrás, en otra situación diferente, cuando no se veía en la situación difícil en que se encuentra ahora. En realidad, con la "voluntad anticipada" el paciente firma un "cheque en blanco" a futuro sobre su propia vida.

En realidad, no tiene sentido que el paciente exija por escrito que no se le apliquen medios terapéuticos desproporcionados, o sea, que no se practique con él el "ensañamiento terapéutico". Eso es parte de la ética médica y de la buena praxis. Para eso están los tribunales de ética médica y las disposiciones correspondientes del Código Penal.  Y en cuanto a los medios terapéuticos proporcionados, pedir que no se le apliquen es pedir que le practiquen la eutanasia, lo cual no puede ser obedecido por ningún médico, porque nadie tiene derecho de pedir a otro que lo mate, sea por acción, sea por omisión.

Si miramos la realidad concreta, es mayor hoy día el peligro de la eutanasia que el del "ensañamiento terapéutico". La mentalidad economicista fácilmente ve en el paciente que requiere medios especiales para su curación, un estorbo y un gasto innecesario. Los familiares, lamentablemente, muchas veces, también, dan la bienvenida a una "solución" que no es tal, como nunca lo es el homicidio.

En este contexto, un proyecto de ley como éste, que sólo parece preocupado por el "ensañamiento terapéutico", y que no dibuja claramente los límites que separan su rechazo de la aceptación de la eutanasia, es muy peligroso y altamente inconveniente para nuestra sociedad. 

martes, 9 de diciembre de 2008

MONSEÑOR HÉCTOR AGUER: DEFENSA DE LA “HUMANAE VITAE”


Recientemente se ha publicado un libro del Cardenal Carlo María Martini titulado “Coloquios nocturnos en Jerusalén”. El título podría interpretarse en este sentido: en esa obra el ilustre Cardenal emite algunas opiniones muy poco claras, más bien obscuras, nocturnas.


Opina, poniendo en duda verdades y prácticas sostenidas permanentemente por la Iglesia, tales como el celibato de los sacerdotes, la ordenación sacerdotal reservada a los varones, la inmoralidad de las relaciones homosexuales. Pero donde el Cardenal es muy claro es en su crítica, una crítica muy severa, a Paulo VI y a la Encíclica “Humanae Vitae”, de cuya publicación se ha cumplido este año el cuadragésimo aniversario.


Llega a decir cosas muy serias, como que esta Encíclica ha producido un grave daño con la prohibición de la contracepción artificial que allí se establece, lo cual habría determinado que muchas personas se hayan alejado de la Iglesia y la Iglesia de las personas.


Más aún: el Cardenal Martini parece imputarle a Paulo VI haber ocultado la verdad, como que el Papa, en realidad, no estaba convencido de lo que afirmaba en su encíclica, pero lo hizo igual. Las críticas continúan, porque enfocan también a Juan Pablo II que “siguió el camino de una rigurosa aplicación” -dice el Cardenal Martini- de las prohibiciones de la Encíclica con el propósito de mantener las afirmaciones que había hecho Paulo VI en un plano absolutamente indudable.


El antiguo arzobispo de Milán propone que la Iglesia corrija el error cometido. Dice textualmente: “Probablemente el Papa no retirará la Encíclica. Pero puede escribir una nueva  e ir en ella más lejos.. Estoy firmemente convencido de que la conducción de la Iglesia pueda mostrar un camino mejor del que logró mostrar la “Humanae Vitae”. La Iglesia recuperará con ello credibilidad y competencia. Es un signo de grandeza y de seguridad en sí mismo que alguien pueda admitir sus faltas y la estrechez de su visión de antaño”.


Llama mucho la atención que un Cardenal, un hombre tan inteligente, tan destacado, como es el Cardenal Carlo María Martini se haga eco y haga suyas las críticas que dirige y ha dirigido a la Iglesia, durante décadas, la cultura secularizada y aquellos sectores intraeclesiales que se han manifestado en una postura de disenso contra el magisterio eclesial.


En realidad la doctrina de la “Humanae Vitae” sigue una tradición constante que arranca en los Santos Padres. Los Padres de la Iglesia han condenado como inmoral la anticoncepción y cuando las técnicas modernas presentaron nuevos caminos para frustrar la fecundidad del acto conyugal, desde principios del siglo XIX, el magisterio eclesial ha sido constante en señalar la negación de la apertura a la vida como un acto intrínsecamente malo.


Podemos mencionar, entre otros documentos, la Encíclica “Casti Connubii” del Papa Pío XI, los numerosos discursos de Pío XII, lo que dice el Concilio Vaticano II en la Constitución “Gaudium et Spes”, las intervenciones de Juan XXIII, la misma “Humanae Vitae” y muchos discursos de Paulo VI y toda la enseñanza de Juan Pablo II, especialmente su teología del cuerpo y de la sexualidad.


En la Encíclica “Humanae Vitae” se afirma algo fundamental, que tiene que ver con el sentido del amor conyugal:  el carácter inseparable del doble significado del acto de los esposos, el significado unitivo y el  procreativo. Se trata de una verdad natural, pero además en ella se juega algo fundamental para la vida cristiana de aquellos fieles de la Iglesia que están llamados al matrimonio.


Además, Benedicto XVI ha ratificado expresamente la doctrina de la “Humanae Vitae” y lo ha hecho en varias oportunidades este año. Quiero citar un discurso del 10 de mayo donde el Santo Padre dice: “40 años después de su publicación esa doctrina no sólo sigue manifestando su verdad, también revela la clarividencia con la que se afrontó el problema”.


Benedicto XVI recuerda también que el texto de la “Humanae Vitae” ha sido muchas veces mal entendido, y aún tergiversado. También señala: “Lo que era verdad ayer sigue siéndolo igualmente hoy. La verdad expresada en la “Humanae Vitae” no cambia, más aún, precisamente a la luz de los nuevos descubrimientos científicos su doctrina se hace más actual e impulsa a reflexionar sobre el valor intrínseco que posee”. Se refiere el Papa precisamente, al significado verdadero del amor conyugal”.


Las desafortunadas opiniones que vierte el Cardenal Martini en su libro, probablemente han obtenido la adhesión de algunos grupos, de algunos sectores de gente que piensa que son planteos inteligentes y a los cuales habría que hacer caso. De hecho, entre nosotros han sido difundidas con beneplácito por medios de comunicación que habitualmente descalifican la enseñanza tradicional de la Iglesia. Pero, además, me temo que para la mayoría de los fieles hayan resultado escandalosas. Dicho esto con el respeto debido al ilustre Cardenal.


Ahora bien: nosotros, si nos dejamos llevar por el instinto de la fe, nuestro sano instinto católico, sabemos muy bien a lo que tenemos que adherir. Tenemos que adherir a la doctrina constante de la Iglesia y a la enseñanza de Benedicto XVI que es el Pastor que actualmente, a todos, nos guía. A esa enseñanza debe adherir, tanto el más humilde de los fieles como el más publicitado de los cardenales.

domingo, 7 de diciembre de 2008

RADIO MARÍA EN URUGUAY: CAMINO A ROMA

A los largo de todo el mes, en Camino a Roma, programa radial que va los domingos de 15 a 18 hs por Radio María en Uruguay, tendremos al querido padre Horacio Bojorge S.J. En este primer programa, recorrimos el designio de Dios para la pareja y las heridas del pecado original.  

jueves, 4 de diciembre de 2008

Por José Mª Pemán: CANTO A LA EUCARISTÍA


En la nada sin nombre, cuando nada existía,
como el temblor posible de un venidero día,
existía el Amor.

¿Por qué quiso el Señor,
que todo lo tenía,
buscar la compañía
de este hermano menor?

Salirse el río de la fuente;
aceptar este riesgo del "otro"; esta inminente
llegada del pecado;
darle nombre y figura al aire despoblado
de perfil y rigor,
sólo pudo ser obra del Amor.

Sólo el Amor podía
plantearse a sí mismo esta querella:
reñir esta porfía,
dar leyes a la estrella,
complacerse en el día
y hacer la libertad para luchar con ella...
¡sólo el Amor podía!

Amor se puso a herrar con su mano encendida
el desbocado potro de la vida.
En todo fue dejando su cifra y poderío:
tú serás la gacela; tú serás el romero;
y tú el mar y tú el río.
Y así fue toda cosa nombre exacto y primero
por obra del Amor.

Y así por la palabra del Señor
fue una mañana el Hombre
y otra mañana la Mujer.
¡Oh la primera eucaristía del Nombre
que transubstancia la palabra en ser!

Se casaban el gozo y las querellas,
y la razón y la locura.
Se casaba el Creador con la criatura
¡se casaba el Amor!

La pasión se casaba con la Idea.
La nada peleaba con el soplo creador.
iY de aquella pelea
nacía más Amor!

Dios estuvo en los bosques como un sordo terror.
Dios caminó en los ríos con sandalias de luz.
Luego, como en la entrega de un absoluto Amor,
Dios estuvo en la Cruz.

Pero no le bastaba... Quiso estar como pan, como alimento.
Como vida total: en la frontera,
de esa indecisa claridad primera
donde el Amor parece Pensamiento.

Y así –¡terrible intento!–
tras el Amor creador que daba vida,
vino el Amor del anonadamiento:
el quedarse escondida
la Luz en el racimo y en el pan.

Como la enamorada que busca su galán,
Cristo es el errabundo
de todos los caminos donde nazca una flor.
–"Tanto he querido al mundo
que en pedazos de mundo he escondido el Amor."

Cuando en el alto monte de olivos y de rosas
ascendía hacia el Reino, derrotando calvarios,
y eran las nubes incensarios
y las estrellas eran como esposas:
como un trigal de manos angustiosas
tiraba de sus pies un mundo de sagrarios.

Quédate con nosotros.
No borres de las horas los minutos divinos.
Y no dejes, Señor, sin montura los potros
que se desbocarán por los caminos.

En busca de la fuente que nos mana en el centro
del Alma, iban los ciervos de espumosos ijares.
Pero el Amor venía ya al encuentro
con prisa de molinos y lagares.

Me dormí en el trigal cuando el ocaso
pintaba sus sangrientas maravillas.
Y Ruth venía paso a paso
a acostarse y soñar en mis rodillas.

Toda cosa creada se inauguró divina
por el poder inmenso de tu voz.
El racimo y la harina
ya eran divinos antes de ser Dios.

¿Qué es esto que hemos visto?
El mundo empieza a andar como el ebrio y el harto.
El mundo entero es vocación de Cristo.
La Creación se estremece con dolores de parto...

Mi vida sin tu vida es pura muerte.
Sin tu palabra es flor marchita el arte.
Si me prestas tu amor, podré quererte.
Si me prestas tu voz, podré cantarte.

Que sólo así, alentados mis alientos,
fortalecidos sobre el polvo vano,
prolongado de siete sacramentos,
tendré la gigantesca estatura del cristiano.
¡Y vendrán de la rosa de los vientos
a comer las palomas en mi mano!