martes, 5 de mayo de 2015

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL PEDRO

La primera Epístola de Pedro es uno de los escritos de mayor valor pastoral del NT. Es un magnífico resumen de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la fe cristiana y sobre el género de vida que nace de esa fe. Su carácter de homilía le da un tono fresco y vivo, y su referencia continua al Bautismo le convierte en una especie de "examen de conciencia" para los cristianos.

Se trata de una verdadera carta en la que confluyen diversos elementos literarios que se incorporan formando una unidad: enseñanza catequética de la Iglesia primitiva, elementos de himno litúrgico-bautismales y exhortaciones de vida cristiana. Según I Pe 5,12 es una exhortación y un testimonio, apoyados en constante referencias a la Palabra de Dios en la Escritura.



Así encontramos listas de vicios (2,1; 4,3.15); de virtudes (4,7-9); de carismas (4,10-11); de deberes cívicos (2,13-17) y domésticos (2,18-25). Más importante aún es su insistencia en llamarnos a contemplar a Jesucristo para recibir de él la luz y la fortaleza: 1,19-21; 2,21-25; 3,18-22; 4,5-6. Con sus exhortaciones nos invita a no separar el sufrimiento de la resurrección, para no caer ni en la desesperación ni en la ilusión. Su sano realismo se resuelve en profunda esperanza (1,3-8.20).

Quién es el autor?
La epístola presenta al apóstol Pedro como autor (1,1). En 5,1 precisa que habla como corresponsable de los presbíteros o ancianos a quienes exhorta y, sobre todo, como "testigo de la pasión de Cristo". Tiene como secretario a Silvano "hermano de toda confianza" (Silas: He 15,22); y a su lado está también Marcos, el evangelista (5,12-13). La autenticidad de la carta es apoyada por la tradición antigua: Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría. El primer escrito eclesiástico que la cita es Policarpo de Esmirna. El pensamiento patrístico lo ha resumido bien Eusebio de Cesarea, que decididamente coloca este escrito entre los libros recibidos como sagrados por todas las Iglesias. Después de Tertuliano y hasta el siglo XVIII ninguno osó dudar de la canonicidad

En los siglos XIX y XX se comenzó a dudar de la paternidad directa petrina del escrito. Los argumentos son los siguientes:

1. El griego correcto del documento no es compatible con Simón Pedro de Galilea.
2. La epístola presenta el pensamiento teológico de san Pablo.
3. Hay carencia de alusiones a la vida pública de Jesús.
4. La persecución a que alude la carta hace pensar en tiempos de Domiciano (81-96 d.C), cuando Pedro ya había muerto.
5. Las iglesias a las que se dirige la carta no son conocidas por el apóstol Pedro.

Numerosos comentadores, siguiendo la tradición, mantienen la autenticidad petrina de esta epístola y responden a los argumentos antes expuestos:

1. La lengua griega se explica suficientemente por la mediación de Silvano, que fue secretario. Papías advirtió que Pedro hubo de servirse de Marcos como intérprete.
2. Las ideas llamadas paulinas corresponden a las catequesis de la Iglesia primitiva, utilizadas tanto por Pablo como por Pedro.
3. Examinando de cerca el pensamiento de la carta, se encuentran continuas referencias a la doctrina de Jesús, particularmente en relación con su misión como el Siervo sufriente.
4. En la carta no se trata de una persecución formal contra la Iglesia, sino de los sufrimientos que los nuevos cristianos, convertidos de la gentilidad, tienen que padecer por su fe.
5. Para que Pedro escriba a sus destinatarios, no es necesario que él haya fundado esas iglesias, ni que las haya conocido directamente.

Otros tomando estos argumentos, piensan que, si la epístola tiene como autor a Pedro, éste debió servirse de un secretario; no obstante esto, se inclinan más bien por un discípulo de Pedro. Éste quiso dar a conocer las enseñanzas del apóstol Pedro, roca sobre la que Jesús edificaría su Iglesia.
San Pedro es el Apóstol de la esperanza. Jesús le dio las llaves del Reino de los Cielos en Mt.16,19, y basa esta viva esperanza en la preciosa herencia incorruptible que nos está reservada en los cielos, una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse (1,4). En toda la carta se respira esta peregrinación hacia el Cielo (4,11). Jesucristo es la preciosa piedra angular de nuestra fe y de su única Iglesia (2,4-6). Es la carta de la esperanza, escrita para los cristianos que estaban sufriendo calumnias, persecuciones, ruina material y social… justo antes de la gran persecución del Emperador[1], ¡el león rugiente!

También es el Apóstol de la Fe, cumpliendo el encargo que le dio Jesucristo en Lc. 22,32, y por eso la finalidad de la carta es exhortar a los cristianos a ser fieles a su fe, tal como lo había hecho de palabra, como nos describen los Hechos, relatándonos siete largos "sermones" de Pedro, que siempre hablaba en nombre de todos los demás apóstoles allí presentes.

San Pedro es sobre todo el Pastor: Cuando el Señor se fue a los Cielos, nos dejó en la tierra un "Pastor", en Juan 21,15-17, nombró a Pedro ¡y sólo a Pedro! frente de los demás apóstoles, como el "pastor de sus corderos, de sus ovejas, y de sus ovejas": De los creyentes, de los sacerdotes y de los obispos… y esta carta es una forma de cumplir su misión de pastorear a la Iglesia.Posible fecha del escrito
El apóstol Pedro murió hacia el año 64-65, durante la persecución de Nerón. En tal caso, si la carta fue escrita por Pedro, lo fue entre los años 60-63. Si la carta es de un discípulo, fue redactada entre los años 70 y 90.

Destinatarios
En I Pe 1,1 se lee: "Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos que viven como… en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia" y en 2,11 "os exhorto como extranjeros y forasteros"… No se trata de judío-cristianos, sino de creyentes de origen pagano, convertidos recientemente al cristianismo, que vivían en provincias romanas del norte, centro y occidente de la actual Turquía (1,14.18,2,9-10;4,3-4). Varias de estas provincias han sido evangelizadas por Pablo (al menos, Asia con su capital Éfeso). La mayor parte de estos cristianos procedían de las religiones paganas, como se ve por 1,14, y en 1,18, donde les recuerda el modo idolátrico de vivir en el pasado. Es probable que fueran minorías insignificantes, seguramente personas de condición modesta, ya que la exhortación a los esclavos no va seguida, como en otros textos, por una exhortación a los amos.Objetivo y finalidad
Estos fieles estaban en peligro de perder su fe por la persecución de un paganismo hostil. Podían sentir la tentación de volver a su antigua situación. Ante tales peligros, Pedro les escribe exhortándoles a permanecer fieles a pesar de los sufrimientos, siguiendo el ejemplo de Jesús, el Siervo sufriente.
Esta carta, que refleja un ambiente de persecución, moral más que física (es decir, los cristianos se ven discriminados socialmente por su comportamiento distinto a los demás), revela también una comunidad que siente por eso la tentación de abandonar la genuina praxis cristiana (4,2-4.15) y de aflojar la tensión ética con vistas al juicio. El autor no intenta proponer un tratado teológico sobre el sufrimiento, aún cuando paschein (sufrir) aparezca en esta carta hasta 11 veces entre las 40 que figura en el NT: en relación, por una parte, con Cristo "que sufrió por nosotros" (4,1), y por otra, con la situación crítica de los cristianos en la sociedad pagana. Lo que intenta más bien sacar de algunos artículos de fe cristológica, compartidos por los destinatarios, ciertas consecuencias prácticas sobre el modo de vivir en la comunidad cristiana y en la sociedad civil. Su conducta se basa en la relación viva entre el creyente cristiano y Dios, mediante la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y la incorporación en la comunidad mediante el bautismo. Aunque es difícil demostrar que se refiera a una catequesis bautismal, es sin embargo una carta que se basa, en todo caso, en la catequesis bautismal y en un credo elemental.

En esta carta se leen por lo menos tres seguras alusiones al kerygma de la pasión y muerte de Jesús (2,21-24;3,18-22;4,1-14). La pasión y muerte de Jesús se interpretan desde le principio (1,2) en sentido salvífico. Jesús, que padece y muere de forma ejemplar, manso y humilde, se convierte en el modelo del cristiano, llamado a imitarlo (2,21).

Y por eso la persona de Jesús, que padece y que muere, es presentada bajo la figura del siervo doliente de Yahvéh (2,22-24 =Is 53,4-9). El cristiano tiene que medirlo todo sobre Cristo: su gozo en la participación de los sufrimientos de Cristo, en la persecución o en situaciones sociales difíciles, como la esclavitud bajo un amo pagano (2,18-19) o un matrimonio mixto (3,1). Toda su conducta debe estar inspirada en la vida de Jesús, santificada por el Espíritu Santo (1,2).

La dimensión comunitaria sacerdotal es típica de este escrito. Jesús es la piedra angular del nuevo templo de Dios, constituido por un pueblo de sacerdotes, piedras vivas de un edificio espiritual en el que se ofrecen sacrificios espirituales, agradables a Dios (2,1-10). En esta visión de conjunto de la vida y de la comunidad cristiana tiene puntos de contacto con la carta a los Hebreos, Romanos 12.1-2; y por otra parte a Jn 4,22-24.
Un destello sobre el aspecto institucional de la Iglesia puede descubrirse en I Pe 5: Cristo es cabeza (2,25; 5,4); en la comunidad están los presbíteros (5,1), a cuya autoridad tiene que someterse los jóvenes (5,5). Se trata de una imagen de la Iglesia que se parece, por la metáfora pastoral, a la de Jn 21,15-17, en donde está también comprometida la persona de Pedro.

En la I Pe se puede ver como el kerygma era utilizado para recomendar la praxis cristiana, apelando a la experiencia del bautismo, fundamento de la nueva vida, siguiendo e imitando a Cristo. El sentido de la comunidad cristiana y de su identidad, que hay que mantener incluso en la diversidad que se sufre con el mundo circundante, va a la par con la ética de la vida cotidiana y social, es decir, con la responsabilidad frente a la sociedad. No es una comunidad que, como la de Qumrán, se sustraiga del mundo y viva su vida apartada, esotérica; es, por el contrario, una comunidad que acepta el reto de vivir en medio de la sociedad y de sentirse responsable de ella, mientras no se le exija renunciar a su identidad.

La persecución tiene su origen precisamente en el hecho de que la comunidad cristiana es distinta del mundo que la rodea; pero, a pesar de esto, ella se muestra fiel al mismo tiempo a su identidad y a su responsabilidad frente al mundo. El cristiano modelo tiene que ser un ciudadano modelo, si es perseguido debe serlo por el hecho de ser cristiano.Una posible estructura





Saludo 1,1-2
I- Dignidad y exigencia de la vocación cristiana (1,3-2,10)
II- Testimonio de vida cristiana (2,11-3,12)
III- La persecución y el cristiano (3,13-5,11)
Conclusión 5,12-14




[1] En función de la datación de la carta será Nerón o Domiciano.


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