miércoles, 25 de enero de 2017

DANIEL ROPS: SAULO APÓSTOL


Aquel a quien Cristo en persona se había tomado el trabajo de conquistar y vincularse,¿no había sido acaso, por esta misma circunstancia, designado para un destino nada común, para una misión particular?Saulo tuvo inmediatamente conciencia de ello, y durante toda su vida había de llevar esta convicción en su corazón. Cristo se había aparecido a Él, tan verdadero y tan real como, durante los cuarenta días que siguieron a la Resurrección, se había aparecido a Pedro, a Magdalena,  a Tomás y a los otros. Incluso lo había llamado por su nombre. Así, pues,él, Saulo era apóstol no en la forma que los Doce, pero tan legítimamente como ellos mismos, y con este título sólo a él reconoce la Iglesia entre todos los millares de santos.¡Cúantas veces había de reclamar este privilegio con una legítima arrogancia!

Con arrogancia, pero sin orgullo, porque sabía perfctamente que a él le corresponde la gloria. Aunque con mucha frecuencia exclamará: Soy apóstol!!! para afirmar la autenticidad de su misión, añadía inmediatamente con gran humildad: "Sólo soy el más pequeño de los apóstoles e  indigno de llevar este nombre porque he perseguido  a la Iglesia de Señor" (I Cor 15,9). sin embargo, el hecho mismo de que lo merece por esto que lo ha transformado, ¿no le pertenece, o no contribuirá a revestirlo con un carácter particular, a investirlo con una misión única? Ese Dios que lo apartó desde el vientre de su madre, que lo mandó por su gracia, que reveló en él a su Hijo (Gál 1,15,16), ¿no tendría determinadas intenciones con respecto a él, no le reservaría acaso una tarea nueva, no esperaría de él un sacrificio diferente?Apóstol, sí, pero no con las mismas intenciones que los otros. Tal es el sentido de esta afirmación que escribirá a sus amigos gálatas: "Más os hago saber, hermanos, que el Evangelio que os predico nada debe a la inspiración humana, porque ni lo  recibí ni aprendí de hombres, sino por revelación directa de Jesucristo" (Gal 1,11,12). A los otros apóstoles el Mesías los había reclutado en vida, tal como un hombre designa y forma a los hombre en quienes ve sus discípulos y herederos espirituales: él, Saulo, había sido elegido por un milagro fulminante.

BENEDICTO XVI: SAN PABLO

En la última catequesis antes de las vacaciones, hace dos meses, a inicios de julio, había comenzado una nueva serie temática con motivo del año paulino, reflexionando sobre el mundo en el que vivió Pablo. Hoy quisiera retomar y continuar la reflexión sobre el apóstol de las gentes, proponiendo una breve biografía.

Dado que dedicaremos el próximo miércoles al acontecimiento extraordinario que se verificó en el camino de Damasco, la conversión de Pablo, vuelco fundamental en su existencia tras el encuentro con Cristo, hoy nos detenemos brevemente a analizar el conjunto de su vida.

Las señas biográficas de Pablo las encontramos respectivamente en el carta a Filemón, en la que se declara "anciano" (versículo 9: presbýtes), y en los Hechos de los Apóstoles, pues en el momento de la lapidación de Esteban dice que era "joven" (7, 58: neanías). Ambas designaciones son evidentemente genéricas, pero según los cálculos antiguos "joven" era el hombre que tenía unos treinta años, mientras que se le llamaba "anciano" cuando llegaba a los sesenta. En términos absolutos, la fecha de Pablo depende en gran parte de la fecha en que fue escrita la carta a Filemón. Tradicionalmente su redacción se enmarca en la prisión de Roma, a mediados de los años 60. Pablo habría nacido el año 8, por tanto, habría vivido más o menos sesenta años, mientras que en el momento de la lapidación de Estaban tenía treinta. Esta debería ser la cronología adecuada. Y el año paulino que estamos celebrando sigue precisamente esta cronología. Ha sido escogido el año 2008 pensando en que nació más o menos en el año 8.

En todo caso, nació en Tarso de Cilicia (Cf. Hechos 22,3). La ciudad era capital administrativa de la región y en el año 51 a. C. había tenido como procónsul nada menos que a Marco Tulio Cicerón, mientras que diez años después, en el año 41, Tarso había sido el lugar del primer encuentro entre Marco Antonio y Cleopatra.

Judío de la diáspora, hablaba griego a pesar de que tenía un nombre de origen latino, derivado por asonancia del original hebreo Saúl/Saulos, y gozaba de la ciudadanía romana (Cf. Hechos 22,25-28). Pablo se presenta, de este modo, en la frontera de tres culturas diferentes -romana, griega, judía-- y quizá también por este motivo estaba predispuesto a fecundas aperturas universales, a una mediación entre las culturas, a una verdadera universalidad.

También aprendió un trabajo manual, quizá heredado del padre, que consistía en el oficio de "fabricar tiendas" (Cf. Hechos 18,3: skenopoiòs), lo que probablemente significa que trabajaba la lana ruda de cabra o la fibra de lino para hacer esteras o tiendas (Cf. Hechos 20,33-35).

Hacia los doce o trece años, la edad en la que un muchacho judío se convierte en bar mitzvà ("hijo del precepto"), Pablo dejó Tarso y se mudó a Jerusalén para ser educado a los pies del rabí Gamaliel el Viejo, nieto del gran rabí Hilel, según las más rígidas normas del fariseísmo, adquiriendo un gran celo por la Torá mosaica (Cf. Gálatas 1,14; Filipenses 3,5-6; Hechos 22,3; 23,6; 26,5).

En virtud de esta ortodoxia profunda, que había aprendido en la escuela de Hilel, en Jerusalén, vio en el nuevo movimiento que se inspiraba en Jesús de Nazaret un riesgo, una amenaza para la identidad judía, para la auténtica ortodoxia de los padres. Esto explica el hecho de que haya "perseguido a la Iglesia de Dios", como lo admitirá en tres ocasiones en sus cartas (1 Corintios 15,9; Gálatas 1,13; Filipenses 3,6). Si bien no es fácil imaginar concretamente en qué consistió esta persecución, su actitud fue de todos modos de intolerancia.

Aquí se enmarca el acontecimiento de Damasco, sobre el que volveremos a hablar en la próxima catequesis. Lo cierto es que, a partir de entonces, su vida cambió y se convirtió en un apóstol incansable del Evangelio. De hecho, Pablo pasó a la historia por lo que hizo como cristiano, como apóstol, y no como fariseo. Tradicionalmente se divide su actividad apostólica en virtud de los tres viajes misioneros, a los que se añadió el cuarto a Roma como prisionero. Todos son narrados por Lucas en los Hechos de los Apóstoles.
Al hablar de los tres viajes misioneros, hay que distinguir el primero de los otros dos. Por lo que se refiere al primero, de hecho (Cf. Hechos 13-14), Pablo no tuvo responsabilidad directa, pues ésta fue encomendada al chipriota Bernabé.Juntos partieron de Antioquía del Orontes, enviados por esa Iglesia (Cf. Hechos 13,1-3), y, después de zarpar del puerto de Seleucia, en la costa siria, atravesaron la isla de Chipre de Salamina a Pafos; de aquí llegaron a las costas del sur de Anatolia, hoy Turquía, pasando por Atalía, Perge de Panfilia, Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe, desde donde regresaron al punto de partida. Había nacido así la Iglesia de los pueblos, la Iglesia de los paganos.

Mientras tanto, sobre todo en Jerusalén, había surgido una dura discusión sobre si estos cristianos procedentes del paganismo estaban obligados a entrar también en la vida y en la ley de Israel (varias prescripciones separaban a Israel del resto del mundo) para participar realmente de las promesas de los profetas y para entrar efectivamente en la herencia de Israel. Para resolver este problema fundamental para el nacimiento de la Iglesia futura se reunió en Jerusalén el así llamado Concilio de los Apóstoles para tomar una decisión sobre este problema del que dependía el nacimiento efectivo de una Iglesia universal. Se decidió que no había que imponer a los paganos convertidos las prescripciones de la ley mosaica (Cf. Hechos 15,6-30): es decir, no estaban obligados a respetar las normas del judaísmo; la única necesidad era ser de Cristo, vivir con Cristo y según sus palabras. De este modo, siendo de Cristo, eran también de Abraham, de Dios, y participaban en todas las promesas.

Tras este acontecimiento decisivo, Pablo se separó de Bernabé, escogió a Silas, y comenzó el segundo viaje misionero (Cf. Hechos 15,36-18,22). Tras recorrer Siria y Cilicia, volvió a ver la ciudad de Listra, donde tomó consigo a Timoteo (figura muy importante de la Iglesia naciente, hijo de una judía y de un pagano), e hizo que se circuncidara. Atravesó la Anatolia central y llegó a la ciudad de Tróade, en la costa norte del Mar Egeo. Aquí tuvo lugar un nuevo acontecimiento importante: en sueños vio a un macedonio en la otra parte del mar, es decir en Europa, que le decía: "¡Ven a ayudarnos!". Era la Europa futura que le pedía ayuda y la luz del Evangelio. Movido por esta visión, entró en Europa. Zarpó hacia Macedonia, entrando así en Europa. Tras desembarcar en Neápolis, llegó a Filipos, donde fundó una hermosa comunidad, luego pasó a Tesalónica y, dejando esta ciudad a causa de dificultades que le provocaron los judíos, pasó por Berea hasta llegar a Atenas. En esta capital de la antigua cultura griega predicó, primero en el Ágora y después en el Areópago, a los paganos y a los griegos. Y el discurso del Areópago, narrado en los Hechos de los Apóstoles, es un modelo sobre cómo traducir el Evangelio en cultura griega, cómo dar a entender a los griegos que este Dios de los cristianos, de los judíos, no era un Dios extranjero a su cultura sino el Dios desconocido que esperaban, la verdadera respuesta a las preguntas más profundas de su cultura.

Luego de Atenas llegó a Corinto, donde permaneció un año y medio. Y aquí tenemos un acontecimiento cronológicamente muy seguro, el más seguro de toda su biografía, pues durante esa primera estancia en Corinto tuvo que comparecer ante el gobernador de la provincia senatorial de Acacia, el procónsul Galión, acusado de un culto ilegítimo. Sobre este Galión y el tiempo que pasó en Corinto existe una antigua inscripción, encontrada en Delfos, donde se dice que era procónsul de Corinto entre los años 51 y 53. Por tanto, aquí tenemos una fecha totalmente segura. La estancia de Pablo en Corinto tuvo lugar en esos años. Por tanto, podemos suponer que llegó más o menos en el año 50 y que permaneció hasta el año 52.
De Corintio después, pasando por Cencres, puerto oriental de la ciudad, se dirigió hacia Palestina, llegando a Cesaréa Marítima, desde donde subió a Jerusalén para regresar después a Antioquía del Orontes.

El tercer viaje misionero (Cf. Hechos 18,23-21,16) comenzó como siempre en Antioquía, que se había convertido en el punto de origen de la Iglesia de los paganos, de la misión a los paganos, y era el lugar en el que nació el término "cristianos". Aquí, por primera vez, nos dice san Lucas, los seguidores de Jesús fueron llamados "cristianos". De allí Pablo se fue directamente a Éfeso, capital de la provincia de Asia, donde permaneció durante dos años, desempeñando un ministerio que tuvo fecundos resultados en la región. De Éfeso Pablo escribió las Cartas a los Tesalonicenses y a los Corintios. La población de la ciudad fue instigada contra él por los plateros locales, que experimentaron una disminución de sus ingresos a causa de la reducción del culto a Artemisia (el templo que se le había dedicado en Éfeso, el Artemision, era una de las siete maravillas del mundo antiguo); por este motivo tuvo que huir hacia el norte.

Después de volver a atravesar Macedonia, descendió de nuevo a Grecia, probablemente a Corinto, permaneciendo allí tres meses y escribiendo la famosa Carta a los Romanos. De allí volvió sobre sus pasos: volvió a pasar por Macedona, llegó en barco a Tróade y, después, pasando por las islas de Mitilene, Quíos, Samos, llegó a Mileto, donde pronunció un importante discurso a los ancianos de la Iglesia de Éfeso, ofreciendo un retrato del auténtico pastor de la Iglesia (Cf. Hechos 20).

De aquí volvió a zapar en vela hacia Tiro, y luego llegó a Cesarea Marítima para subir una vez más a Jerusalén. Allí fue arrestado a causa de un malentendido: algunos judíos habían confundido con paganos a otros judíos de origen griego, introducidos por Pablo en el área del templo reservada a los israelitas. La condena a muerte, prevista en estos casos, fue levantada gracias a la intervención del tribuno romano de guardia en el área del templo (Cf. Hechos 21,27-36); esto tuvo lugar mientras en Judea era procurador imperial Antonio Félix.
Tras un período en la cárcel (cuya duración es debatida), dado que Pablo, por ser ciudadano romano, había apelado al César (que entonces era Nerón), el procurador sucesivo, Porcio Festo, le envió a Roma custodiado militarmente. El viaje a Roma pasó por las islas mediterráneas de Creta y de Malta, y después por las ciudades de Siracusa, Regio de Calabria, y Pozzuoli. Los cristianos de Roma salieron a recibirle en la Vía Apia hasta el Foro de Apio (a unos 70 kilómetros al sur de la capital) y otros hasta las Tres Tabernas (a unos 40 kilómetros). En Roma tuvo un encuentro con los delegados de la comunidad judía, a quienes les confío que llevaba sus cadenas por "la esperanza de Israel" (Cf. Hechos 28,20). Pero la narración de Lucas concluye mencionando los dos años pasados en Roma bajo la blanda custodia militar, sin mencionar ni una sentencia de César (Nerón) ni siquiera la muerte del acusado.

Tradiciones sucesivas hablan de una liberación, de que habría emprendido un viaje misionero a España, así como un sucesivo periplo en particular por Creta, Éfeso, Nicópolis en Epiro. Entre las hipótesis, se conjetura un nuevo arresto y un segundo período de encarcelamiento en Roma (donde habría escrito las tres cartas llamadas pastorales, es decir las dos a Timoteo y la de Tito) con un segundo proceso desfavorable. Sin embargo, una serie de motivos lleva a muchos estudiosos de san Pablo a concluir la biografía del apóstol con la narración de Lucas en los Hechos de los Apóstoles. Sobre su martirio volveremos a hablar más adelante, en el ciclo de nuestras catequesis. Por ahora, en este breve elenco de los viajes de san Pablo, es suficiente tomar acto de cómo se dedicó al anuncio del Evangelio sin ahorrar energías, afrontando una serie de duras pruebas, de las que nos ha dejado la lista en la segunda carta a los Corintios (Cf. 11, 21-28). Por lo demás, él mismo escribe: "Todo esto lo hago por el Evangelio" (1 Corintios 9,23), ejerciendo con total generosidad lo que él llama "la preocupación por todas las Iglesias" (2 Corintios 11,28). Vemos que su compromiso sólo se explica con un alma verdaderamente fascinada por la luz del Evangelio, enamorada de Cristo, un alma basada en una convicción profunda: es necesario llevar al mundo la luz de Cristo, anunciar el Evangelio a todos.

Me parece que esta es la conclusión de esta breve reseña de los viajes de san Pablo: ver su pasión por el Evangelio, intuir así la grandeza, la hermosura, es más la necesidad profunda del Evangelio para todos nosotros. Recemos para que el Señor, que hizo ver su luz a Pablo, que le hizo escuchar su Palabra, que tocó su corazón íntimamente, nos haga ver también a nosotros su luz, para que también nuestro corazón quede tocado por su Palabra y también nosotros podamos dar al mundo de hoy, que tiene sed, la luz del Evangelio y la verdad de Cristo".

lunes, 23 de enero de 2017

DIÁCONO JORGE NOVOA: IRRADIAR LA LUZ DE CRISTO


Pablo ha sido enviado por Cristo Resucitado  a predicar el Evangelio, esta realidad lo mueve a proclamarlo “a tiempo y a destiempo”, no resulta esta urgencia  una carga pesada, es la manifestación exterior del amor de Dios que ha experimentado, y que le impulsa a correr la carrera para alcanzar la meta, de allí que pueda exclamar: “Ay de mi si no predico el Evangelio”.

En diversos textos definirá  su  Evangelio como “fuerza de Dios” para todo el que cree, no se trata de una propuesta basada en la elocuencia humana como dirá a los corintios (I Co 2,1ss), ni de una decisión estratégica  para evitar los posibles escándalos que genera la cruz. Es la afirmación más concluyente: Jesús es el Señor (II Cor 4,5).

La fuerza del Evangelio que lo urge, se ha manifestado en “el Amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Ro 5,5), de su presencia operante en nosotros y su acción transformante, brota la atracción que ejerce sobre cada corazón que lo acoge. Irradiamos en “vasos de barro”(II Cor 4,6) la luz que viene de Dios.

Aquí está el binomio propuesto por el gran apóstol de los gentiles, “vasos de barro que irradian la luz de Dios”. El primer término del binomio, hace referencia a la fragilidad, la pequeñez y la sencillez humana, el barro nos recuerda la materia con la que el artesano divino nos modeló (Gn 3), y  su fragilidad es parte de la experiencia de fe, en el profeta Jeremías (Jer.18), el alfarero debe recomenzar la obra porque se ha dañado. La fragilidad de la condición humana, no es un obstáculo para la acción de irradiación que quiere realizar el artesano divino en nosotros. La virtud de la humildad posibilita de modo cada vez más pleno esta acción de Dios.

Sabemos que los padres de la Iglesia presentaban el misterio de la Virgen, como irradiación de la luz de Cristo,  y por ello, la asemejaban a la luna. Yo agregaría luna llena, irradiando una luz que no tiene su origen en ella, sino en Dios. Cristo es “el sol de justicia que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte”. Y también, la Iglesia está llamada a ser luna que irradia la luz trinitaria, y que ayuda a los hombres a encontrar el camino que conduce a la casa del Padre.

Nosotros los creyentes, experimentamos en nuestra vida espiritual las distintas fases de la luna, propias de nuestras fidelidades e infidelidades: creciente, menguante, nueva y llena. Nuestra irradiación se torna inestable, y se ve sometida muchas veces a nuestros vaivenes emocionales. De allí, que se torna necesario recomenzar con humildad y paciencia.

La luz que irradiamos es el segundo término del binomio, presentado por el apóstol Pablo, en virtud de la presencia del Espíritu Santo recibimos la condición filial. Él nos constituye como hijos de la luz y viene en ayuda de nuestras flaquezas (Ro 8, 26).   Aceptemos la invitación de san Pablo: Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad” (Ef 5,8). 

martes, 17 de enero de 2017

PADRE ANTONIO ROYO MARÍN: LA ORACIÓN VOCAL


El primer grado de oración al alcance de todo el mundo, lo constituye la vocal. Es aquella que se manifiesta con las palabras de nuestro lenguaje articulado, y constituye la forma casi única de la oración pública o litúrgica. No se requiere una fórmula determinada, si bien las ofrecen insuperables el Padrenuestro y el Avemaría.

Para que sea verdadera oración vocal ha de tener, según Santo Tomás, dos condiciones: atención y profunda piedad. Santa Teresa coincide plenamente con el Doctor Angélico cuando escribe con su gracejo inimitable:

“Porque la que no advierte con quien habla y lo que pide y quien es quien pide, y a quien, no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios. Porque algunas veces sí será aunque no lleve este cuidado, más es habiéndole llevado otras. Más quien tuviere de costumbre hablar con la majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira su dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene aprendido por hacerlo otras veces, no la tengo por oración, ni plegue a Dios que ningún cristiano la tenga de esta suerte”.(Morada primera 1,7).

De esta luminosa doctrina se desprenden las siguientes consecuencias prácticas:
1- No es conveniente multiplicar las palabras en la oración, sino insistir sobre todo en el afecto interior. Nos lo advierte expresamente el Señor en el Evangelio: “ Cuando orareis no habléis mucho, como los gentiles, que piensan serán escuchados a fuerza de palabras. No os asemejéis a ellos, pues vuestro Padre conoce perfectamente las cosas que necesitáis antes de que las pidáis” (Mt 6,7-8). Ténganlo en cuenta tantos devotos ty devotas que se pasan el día recitando plegarias inacabables, con descuido acaso de los deberes más apremiantes.

2- No se confunda la prolijidad en las fórmulas de oración – que debe cesar cuando se haya logrado el afecto o fervor interior- con la permanencia en la oración mientras dure ese fervor. Esto último es conveniente y debe prolongarse todo el tiempo que sea posible, incluso varias horas, si es compatible con los deberes del propio estado. El mismo Cristo nos dio ejemplo de larga oración pasando a veces en ella las noches enteras ( Lc 6,12) e intensificándolas en medio de su agonía de Getemaní (Lc 22,43), aunque sin multiplicar las palabras, sino repitiendo siempre la misma fórmula: “fiat voluntas tua”.

3- Como el fin de la oración vocal es excitar el afecto interior, no hemos de vacilar un instante en abandonar las oraciones vocales – a no ser que sean obligatorias- para entregarnos al fervor interior de la voluntad cuando éste h brotado con fuerza. Sería un error muy grande querer continuar entonces el rezo vocal, que habría perdido ya toda su razón de ser y podría estorbar al fervor interior… No olvidemos nunca que es de suma importancia en la vida espiritual el rezo ferviente de las oraciones vocales. Nunca se pueden omitir del todo, ni siquiera en las más altas cumbres de la santidad. Llega un momento, como veremos, en el que empeñarse en continuar el procedimiento discursivo de la meditación ordinaria representaría una imprudencia y un gran obstáculo para ulteriores avances; pero esto jamás ocurre con la oración vocal. Siempre es útil y conveniente, ya sea para excitar el fervor interior, ya para desahogarlo cuando es demasiado vehemente. La enemistad con las oraciones vocales es un signo de mal espíritu, en el que han incurrido una verdadera legión de almas ilusas y de falsos místicos.

HORACIO BOJORGE SJ: QUÉ ES LA ACEDIA?


LA ACEDIA: PECADO CAPITAL


De la Acedia no se suele hablar. No se la enumera habitualmente en la lista de los pecados capitales1. Algunos Padres del desierto, en vez de hablar de pecados o vicios capitales, hablan de pensamientos. Por ejemplo, Evagrio Póntico, enumera ocho pensamientos. Con este nombre, estos padres de la espiritualidad ponen de relieve que estos vicios, en su origen, son tentaciones, o sea pensamientos; y que si no se los resiste, acaban convirtiéndose en modos de pensar y de vivir. Cuando se acepta el pensamiento tentador, uno termina viviendo como piensa y justificando su manera de vivir.. Difícilmente se encontrará su nombre fuera de los manuales o de algunos diccionarios de moral o de espiritualidad2. Muchos son los fieles, religiosos y catequistas incluidos, que nunca o rarísima vez la oyeron nombrar y pocos sabrán ni podrán explicar en qué consista.

Sin embargo, como veremos, la acedia sí que existe y anda por ahí, aunque pocos sepan cómo se llama. Se la puede encontrar en todas sus formas: en forma de tentación, de pecado actual, de hábito extendido como una epidemia, y hasta en forma de cultura con comportamientos y teorías propias que se trasmiten por imitación o desde sus cátedras, populares o académicas. Si bien se mira, puede describirse una verdadera y propia civilización de la acedia.

La acedia existe pues en forma de semilla, de almácigo y de montes. Crece y prospera con tanta mayor impunidad cuanto que, a fuerza de haber dejado de verla se ha dejado de saberla nombrar, señalar y reconocer. Parece conveniente, pues, ocuparse de ella. En este primer capítulo comenzaremos con las definiciones que se han dado de ella. Si al lector este camino le resulta difícil o árido, le aconsejamos empezar por el capítulo cuarto y seguir luego con el segundo, tercero, y los demás.

1.1.) ¿Qué es la Acedia? Definiciones


Una primera idea de lo que es la Acedia nos la dan las definiciones, aunque ellas solas no sean suficientes para un conocimiento cabal de su realidad.

El Catecismo de la Iglesia Católica (=CIC) la nombra — acentuando la í: acedía — entre los pecados contra el Amor a Dios. Esos pecados contra la Caridad que enumera el Catecismo son: 1) la indiferencia, 2) la ingratitud, 3) la tibieza, 4) la acedía y 5) el odio a Dios.

El Catecismo la define así: "La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino" (CIC 2094). Nuevamente, en otro lugar, tratando de la oración, la enumera entre las tentaciones del orante: "otra tentación a la que abre la puerta la presunción, es la acedía. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. `El espíritu está pronto pero la carne es débil' (Mateo 26,41)" (CIC 2733).

Por la naturaleza de la obra, el Catecismo no entra en detalles acerca de la conexión que tienen entre sí estos cinco pecados contra la Caridad. En realidad puede decirse que son uno solo: acedia, en diferentes formas. La indiferencia, la ingratitud y la tibieza son otras tantas formas de la acedia.

En cuanto al odio a Dios no es sino su culminación y última consecuencia. De ahí que por ser fuente, causa y cabeza de los otros cuatro, amén de muchos otros, la acedia sea considerada pecado capital, y no así los demás3. Y aunque el odio a Dios sea el mayor de estos y de todos los demás pecados4, no se lo considera pecado capital, porque no es lo primero que se verifica en la destrucción de la virtud sino lo último, y no es causa sino consecuencia de los demás pecados5.

1.2.) Tristeza, Envidia y Acedia


El Catecismo relaciona la acedia con la pereza6. No se detiene a señalar su relación con la envidia y la tristeza7. Sin embargo, la acedia es propiamente una especie o una forma particular de la envidia. En efecto, Santo Tomás de Aquino, que considera a la acedia como pecado capital, la define como: tristeza por el bien divino del que goza la caridad8. Y en otro lugar señala sus causas y efectos: es una forma de la tristeza que hace al hombre tardo para los actos espirituales que ocasionan fatiga física9.

La acedia se define acertadamente, por lo tanto, como perteneciente al género de las tristezas y como una especie de la envidia. ¿Qué la distingue de la envidia en general? Su objeto. El objeto de la acedia no es — como el de la envidia — cualquier bien genérico de la creatura, sino el bien del que se goza la caridad. O sea el bien divino: Dios y los demás bienes relacionados con El.

Nos importa mucho en este estudio establecer y mantener la distinción entre envidia y acedia, por eso evitamos usarlas como sinónimos, como suele hacerse en el uso común. En nuestro estudio entendemos la envidia como un pecado moral y la acedia como un pecado teologal, como la forma teologal de le envidia.

Secundaria y derivadamente, la acedia se presenta, en la práctica, como una pereza para las cosas relativas a Dios y a la salvación, a la fe y demás virtudes teologales. Por lo cual, acertadamente, el catecismo la propone, a los fines prácticos, como pereza10.

Sobre la tradición monástica y patrística, y las dos líneas de interpretación de la acedia como pereza o como tristeza, ver G. BARDY, Art.: Acedia, en Dictionnaire de Spiritualité. Ascétique et Mystique T.I, cols 166-169; también B. HONINGS, Art.: Acedia, en Diccionario de Espiritualidad Dirigido por Ermanno Ancilli, Herder, Barcelona 1983, T.I, Cols. 24-27 que concuerda con Bardy. Sobre la Acedia Monástica volveremos en 5. y sobre Acedia y Pereza en 7.1..

1.3.) ¿Es Posible la Acedia?


Tal como se presenta por sus definiciones, podrá parecerle a alguno que la acedia pertenezca a ese tipo de pecados que se suele dar por imposibles e inexistentes a fuerza de absurdos, aberrantes o monstruosos. Por ejemplo el odio a Dios, o la apostasía. Pero es que pertenece a la noción y a la esencia del pecado, el hecho de que sea aberrante y monstruoso, y de que, sin embargo, no sólo exista a pesar de ser absurdo e inconcebible, sino que muchísimas veces ni siquiera se lo advierta allí donde está a fuerza de considerarlo como un hecho natural y obvio.

Por eso, conviene que después de ver su definición, pasemos a describirla, ilustrarla con casos y ejemplos, señalarla en los hechos y por fin tratar de comprender su fisiología espiritual.

1.4.) Acedia = acidez , impiedad


El nombre de la acedia es figurado y metafórico. Encierra un cierto simbolismo que también, a modo de definición, ilustra acerca de su naturaleza. La palabra castellana es heredera de un rico contenido etimológico que orienta para comprender mejor su sentido

Las palabras latinas acer, acris, acre, aceo, acetum, acerbum, portan los sentidos de tristeza, amargura, acidez y otras sensaciones fuertes de los sentidos y del espíritu. Los estados de ánimo así nombrados son opuestos al gozo, y las sensaciones aludidas son opuestas a la dulzura.

La raíz griega de donde derivan los términos latinos es kedeia: "Akedeia — ha observado un reseñista de la primera edición de esta obra — es falta de cuidado, negligencia, indiferencia, y akedia descuido, negligencia, indiferencia, tristeza, pesar. Se refiere de modo particular — en los griegos — al descuido de los muertos, insepultos, por lo cual no tenían descanso. Es una negación de la kedeia, alianza, parentesco; funeral, honras fúnebres. Es decir, son los cuidados que brotan de la alianza, del parentesco, de la afinidad que brota de la alianza matrimonial. Todo esto tiene grandes resonancias con la relación nueva de parentesco con Dios que brota de la alianza — el Goel, que ha estudiado Bojorge11, de la alianza nupcial que se sella con la encarnación del Verbo y su muerte y resurrección, de la caridad como amistad con Dios, que se funda en la communicatio del hombre y Dios y de la societas, la unión que Dios nos dio con su hijo12. El gozo de esta kedéia es la caridad y mueve toda la vida desde tal relación nueva con Dios. Lo persigue y destruye la acedia, en los hombres y en la sociedad"13.

Como puede verse los opuestos griegos kedeia-akedeia recubren una área semejante a los pietas-impietaslatino, y a nuestro piedad-impiedad. La acedia — ya se verá — es opuesta y combate las manifestaciones de la piedad religiosa. Según la etimología latina acedia tiene que ver con acidez. Es la acidez que resulta del avinagramiento de lo dulce. Es decir, de la dulzura del Amor divino. Es la dulzura de la caridad, la que, agriada, da lugar a la acedia. Ella se opone al gozo de la caridad como por fermentación, por descomposición y transformación en lo opuesto. A la atracción de lo dulce, se opone la repugnancia por lo agriado.

Podría calificársela, igualmente y con igual propiedad, de enfriamiento o entibiamiento. Como se dice en el Apocalipsis acerca del extinguido primitivo fervor de la comunidad eclesial: "tengo contra ti que has perdido tu amor de antes" (Apoc. 2,4); "puesto que no eres frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Apoc. 3,16).

La relación simbólica entre lo ácido y lo frío era de recibo en la antigüedad. En la antigua ciencia química y medicinal se consideraba que "las cosas ácidas son frías"14. La acedia puede describirse, por lo tanto, ya sea como un avinagramiento o agriamiento de la dulzura, ya sea como un enfriamiento del fervor de la Caridad. Por eso no ha de extrañar que haya autores que hayan preferido referirse a la acedia en términos de tibieza15.

Con esto hemos avanzado un paso más hacia la comprensión de este vicio capital. Como decadencia de un estado mejor, esta pérdida del gozo, de la dulzura y del fervor, y su transformación en tristeza, avinagramiento o frialdad ante los bienes divinos o espirituales, parece emparentar con la apostasía o conducir a ella. Es, en muchos casos, un apartarse de lo que antes se gustó y apreció, porque ahora, eso mismo, disgusta, entristece o irrita. En este sentido, se puede decir que la acedia supone una cierta ruptura entre el antes y el ahora de la persona agriada y ácida. O una ruptura entre su estado ideal y su estado decaído.

1.5.) Sus Efectos


Al atacar la vitalidad de las relaciones con Dios, la acedia conlleva consecuencias desastrosas para toda la vida moral y espiritual. Disipa el tesoro de todas las virtudes. La acedia se opone directamente a la caridad, pero también a la esperanza, a la fortaleza, a la sabiduría y sobre todo a la religión, a la devoción, al fervor, al amor de Dios y a su gozo. Sus consecuencias se ilustran claramente por sus efectos o, para usar la denominación de la teología medieval, por sus hijas: la disipación, o sea un vagabundeo ilícito del espíritu, la pusilanimidad, el torpor, el rencor, la malicia, o sea, el odio a los bienes espirituales y la desesperación16. Esta corrupción de la piedad teologal, da lugar a la corrupción de todas las formas de la piedad moral. También origina males en la vida social y la convivencia, como es la detracción de los buenos, la murmuración, la descalificación por medio de burlas, críticas y hasta de calumnias.

miércoles, 11 de enero de 2017

HORACIO BOJORGE: LA TENTACIÓN

Hay muchas tentaciones. Pero Jesús parece referirse aquí a una particular que es la raíz de todas o a la que todas pueden reducirse. En la clave del pensamiento filial, podemos interpretar que es aquella tentación que nos hace caer del amor filial, que nos aparta del amor al Padre hacia otros amores alternativos.

La tentación es inevitable. Adán y Eva fueron sometidos a ella aún antes del pecado original, es decir, siendo aún seres humanos inocentes. La tentación no es, por lo tanto, una consecuencia de la condición pecadora de la naturaleza humana caída por el pecado original. 

La tentación es algo inherente a nuestra condición de creatura libre y espiritual, que ha de elegir libremente responder con amor al amor de Dios. Es decir que, el bien y el mal, que se propone a la elección de la persona humana, no son de naturaleza material ni abstracta. El bien del hombre, como creatura compuesta que es - por su cuerpo, animal, material y orgánica, y por su alma, espiritual -, es, sin duda complejo y compuesto. Hay ‘bienes’ que el hombre tiene en común con los seres materiales, animales y orgánicos, como por ejemplo los alimentos. Y hay bienes que tiene en común con los seres espirituales. Pero el Bien adecuado para un ser de naturaleza personal, ha de ser otra persona. La tentación o la prueba no es otra cosa, que elegir a quién amar. Lo que se decide en la prueba o tentación es: si me juego por la comunión con las Tres Personas divinas; o con los bienes que me propone el Tentador. 

La disyuntiva que propone Jesús como la más habitual, es “servir a Dios o al dinero”. Una vez que, por la caída de Adán y Eva,  ha sobrevenido el pecado original, quedamos con una voluntad debilitada para elegir bien. Es decir, para elegir a Dios una y otra vez y en todas las situaciones, por arduas que sean. Por eso, Jesús nos enseña a pedir la gracia que nos asista para no caer en la tentación: para no elegir mal. Elegir mal, no quiere decir solamente elegir un mal en vez de un bien, sino también un bien menor en vez del Bien mayor, adecuado a nosotros.

La elección del bien es un acto de la virtud cardinal de la Prudencia en la que entran en juego las demás virtudes cardinales que hacen posible el acierto en la elección: justicia, fortaleza y templanza. Y la tentación es una propuesta a nuestra prudencia. Que no nos deje el Padre errar en esa decisión es lo que nos hace pedir el Hijo.

viernes, 6 de enero de 2017

HANS URS VON BALTHASAR: BAUTISMO DEL SEÑOR


Todo lo que Dios quiere. En el evangelio, Juan,el precursor, no se atreve a bautizar al que viene detrás de él y ha sido anunciado por él, pero Jesús insiste porque debe cumplirse todo lo que Dios quiere (la justicia). La justicia es la que Dios ha ofrecido al Pueblo en su alianza y que se cumple cuando el pueblo elegido le corresponde perfectamente. Esto es lo que sucede precisamente aquí, donde Jesús será al alianza consumada entre Dios y la humanidad, pero no sin la cooperación de Israel, que ha caminado en la fe hacia su Mesías y que debe incluir esta su fe en el acto divino de la gracia. Teniendo en cuenta la humildad del Bautista parecía más conveniente dejar a Dios solo la gracia del cumplimiento, pero ahora es más adecuado que resplandezca su obediencia. Muchos años después de la primera Epifanía con la adoración de los Magos, tiene lugar ahora la segunda epifanía con la apertura del mismo cielo. El Dios unitrino confirma el cumplimiento de la alianza; la voz del Padre muestra a Jesús como su hijo predilecto y el Espíritu Santo desciende sobre él para ungirlo como Mesías desde el cielo.

La luz sobre Israel. Isaías, en el texto elegido como primera lectura, habla del elegido de Dios, que no es Israel como pueblo, sino una figura determinada. Esto queda definitivamente claro cuando Dios dice: “te he hecho alianza de un pueblo, luz de la naciones”. La alianza con Israel está ya pactada desde hace mucho tiempo, pero Israel la rompió, y ahora este elegido viene a concluir la alianza de un modo nuevo y definitivo. Jesús es la epifanía de la alianza cumplida: es hijo de Dios y de una mujer judía, Dios y hombre a la vez, la alianza concluida indestructiblemente. Y como tal es la luz de los pueblos paganos a la vez que encarna en sí mismo el destino de Israel: llevar la salvación de Dios hasta los confines de la tierra. Jesús llevará a cabo esta potente iluminación del mundo en la humildad y el silencio de un hombre concreto, “no gritará”, no actuará con violencia porque “no apagará el pabilo vacilante”; pero precisamente en este silencio “no vacilará” hasta que la justicia de la alianza de Dios se implante en toda la tierra.Él es la luz que se eleva sobre la trágica historia de Israel, pero también sobre la trágica historia del mundo en su totalidad; él abre los ojos a los ciegos, saca a la luz a los que están encerrados en sí mismos, a los que habitan en las tinieblas.
En la segunda lectura Pedro nos dice que la unción de Jesús por el Espíritu Santo, cuando fue bautizado por Juan, era el preludio no solo de su actividad en Israel, sino también de su actividad por toda la humanidad. Pedro pronuncia estas palabras después de haber bautizado al centurión pagano Cornelio y haber comprendido verdaderamente que Dios acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. También la actividad mesiánica de Jesús en Israel, donde pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él, estaba ya concebida para todo el mundo, como lo muestran los evangelios, que informan sobre todo esto, y están escritos para todos los pueblos y para todos los tiempos. En la acción bautismal del Bautista, Israel crece más allá de sí mismo: por una parte se convierte en el amigo del Esposo, en la medida en que se alegra de haber colaborado para que Cristo encontrara a la Iglesia universal como su esposa; pero por otra parte está dispuesto a disminuir para que el amigo crezca, y, en esta humilde disminución dentro de la Nueva Alianza, se equipara a la disminución de Jesús hasta la cruz,concretamente visible en la degollación del Bautista.

jueves, 5 de enero de 2017

DIÁCONO JORGE NOVOA: LA VIDA NUEVA, VIDA PLENA...

Venimos compartiendo, una serie de reflexiones, que tienen su origen en el cambio de año, que muchas veces da origen en nosotros al deseo sincero de cambiar, y que se explicita en la frase: Año Nuevo, Vida Nueva". Nuestro Señor, ha mencionado en reiteradas ocasiones, que  vino para que "tengamos vida" incluso la ha calificado de   abundante. " He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia".

La vida de Dios es comienzo de vida eterna ya en el tiempo. La amistad con las personas divinas es principio de esa eternidad, que alcanzará su plenitud en el "más alla". Somos hijos engendrados por el Padre. 

Qué es el "nacer de nuevo" al que alude Jesús en su diálogo con Nicodemo? Hemos sido alcanzados por su Amor, que nos atrae, y nos introduce en los caminos de la Amistad. Elevados por la gracia y engendrados por ella, el Padrenuestro pasa de los labios al corazón. La Pascua celebra su Victoria, y el Señor planta su bandera en nuestra existencia, para dar batalla al pecado y la muerte en nosotros.

La abundancia de la vida Nueva tiene relación al Amor de Dios, que ha sido derramado por el Espíritu Santo en nosotros. Estamos invitados a responder a este Amor, viviendo en él
 y amando con él a nuestro prójimo. Para ello, vamos cada día a beber de las fuentes del Amor, para renovar nuestras fuerzas. 

ÉL te espera, nada debe detenerte, no debes anteponer nada a ir a su Encuentro. Tu llevas toda tu historia, y dejas que su Amor la alcance, y dé paz a tu Vida que tanto la necesita. VIda Nueva, vida plena, vida de gracia y amistad...

miércoles, 4 de enero de 2017

HORACIO BOJORGE: EPIFANÍA ( 6 de enero)


                                   Dios a de Reyes magos, seis de enero.
                                   De  es preguntar: ¿Qué me trajeron?
                                   De adulto comprobar: ¿Qué me dejaron?
                                   Y es de viejos, incrédulos y avaros:
                                   sospechar que los Reyes les robaron.

                                   Yo considero estos zapatos míos
                                   y los encuentro llenos de...vacío.
                                   Mas ya sólo tenerlos es regalo,
                                   en los tiempos que corren, nada malo.
                                   Así que: ¡gracias por estos zapatos!
                                   Y mientras me los pongo y me los ato,
                                   descubro otro regalo y me enmimismo:
                                   ¿no es don poder calzarse por sí mismo?

                                   Y al ir desenvolviendo reflexiones
                                   crece mi gratitud por tantos dones.
                                   Caigo en la cuenta, con sorpresa mía,
                                   de que es un día de Reyes cada día.
                                   Porque al calzarse cada día los pies,
                                   recibe el hombre, en don, cuanto hace y es.
                                   Y lo que da la vida, aunque parezca malo,
                                   es, bien mirado, todo de regalo.

                                   Encuentro al despertarme... de mi engaño,
                                   que es corona de gracias todo el año.
                                   Y que la Epifanía manifiesta
                                   que toda nuestra vida es día de fiesta.

                                   Que nadie el Don de Dios, por tanto, mida

lunes, 2 de enero de 2017

DIÁCONO JORGE NOVOA: EL DÍA DESPUÉS

 Abriamos este tiempo de cambios, bajo el lema : Año nuevo,vida nueva! Los lemas están de moda, no sin alguna complicación, a veces se acumulan lemas e incluso  se superponen, y no resulta nada facil, intentar en una oración  vincular las ideas centrales de los lemas propuestos. 

Gracias a Dios, ha dicho nuestro Señor, que " el cielo y la tierra pasarán", calculo que los lemas también , pero su "Palabra no pasará". Qué ocurre el día después? Seguramente muchas propuestas viajaron por nuestra mente, y también muchos propósitos, pero hoy es el día de poner en práctica la decisión central. Tenemos como meta la " vida nueva", es hora se encontrarnos en camino hacia ella, o caminando por ella..

El día después es muy importante, porque vendra  una ola poderosa a tirar todos los castillos que armamos sobre la arena de nuestras vidas. Es necesario perseverar, he aquí una idea importante, no basta la intención de cambiar  para lograrlo,  será necesario perseverar en la dirección elegida.

Qué me ayuda a perseverar? La oración, y el pedido a Dios de su gracias. No podré sin la gracia de Dios lograr los cambios que estoy proyectando, " en vano edifican los albańiles, si el Señor no edifica con ellos".La oración humilde y confiada al Señor alcanza mucho fruto. El día después, puede ser un gran día si perseveras en la decision inicial.. 

domingo, 1 de enero de 2017

DIÁCONO JORGE NOVOA: AÑO NUEVO, VIDA NUEVA!


Año Nuevo, vida nueva! Es un refrán que incluso inspiró alguna canción. Lo cierto es que las posibilidades son reales, siempre es posible generar cambios en nuestra vida.    Está claro que no siempre son sencillos en su realizacion, hay que combinar el deseo de cambiar, que a veces se torna por la ansiedad, incontrolable, con la concreción de  pequeños pasos. Pequeños pasos! 

Hoy es un día que inspira el deseo de cambios, son algunas instancias que tienen ese encanto, son mojones que suscitan la idea: hoy es un buen día para recomenzar! Año nuevo, vida nueva!

Te propongo una idea para este proyecto. Hoy celebramos a María, como Madre de Dios! María con la visita del ángel recibe una invitación que oriento toda su vida en relación con la misión que Dios le confió.

1- Consagrate a la Virgen! Dá inicio al año con éste cambio. La fórmula podes seleccionarla entre las mucha que existen, y que son bellísimas, por ejemplo: Bendita sea tu pureza.... Y vaya que puede la Virgen enseñarte a vivir esa vida nueva que estás buscando concretar. 
Ya te consagraste? Renueva tu consagracion, tal vez, la rutina ha depositado polvo y es necesario removerlo, para retomar, " el primer amor". 

2- Realizar un gesto especial para honrarla. No hay que pensar en grandes cosas. Lo sencillo cautiva el corazón de nuestra Madre. Llevarle unas flores, cantarle una canción, encenderle una vela, enseñarle a un niño el Avemaría, regalar una medalla Milagrosa, visitar un Santuario, armar en la casa una ermita. Honrarla es también la forma de alegrar el corazón de Jesús. 

Seguramente con María y a su lado, año nuevo será vida Nueva! Depende de ti, quiera el Señor que hoy sea para ti, ese día...