lunes, 26 de diciembre de 2011

Queridos hermanos y hermanas: 
Después de las fiestas, volvemos a nuestras catequesis. Había meditado con vosotros en las figuras de los doce apóstoles y de san Pablo. Después habíamos comenzado a reflexionar en otras figuras de la Iglesia naciente. De este modo, hoy queremos detenernos en la persona de san Esteban, festejado por la Iglesia el día después de Navidad. San Esteban es el más representativo de un grupo de siete compañeros. La tradición ve en este grupo el germen del futuro ministerio de los «diáconos», si bien hay que destacar que esta denominación no está presente en el libro de los «Hechos de los Apóstoles». La importancia de Esteban, en todo caso, queda clara por el hecho de que Lucas, en este importante libro, le dedica dos capítulos enteros. 

La narración de Lucas comienza constatando una subdivisión que tenía lugar dentro de la Iglesia primitiva de Jerusalén: estaba formada totalmente por cristianos de origen judío, pero entre éstos algunos eran originarios de la tierra de Israel, y eran llamados «hebreos», mientras que otros procedían de la de fe judía en el Antiguo Testamento de la diáspora de lengua griega, y eran llamados «helenistas». De este modo, comenzaba a perfilarse el problema: los más necesitados entre los helenistas, especialmente las viudas desprovistas de todo apoyo social, corrían el riesgo de ser descuidadas en la asistencia de su sustento cotidiano. Para superar estas dificultades, los apóstoles, reservándose para sí mismos la oración y el ministerio de la Palabra como su tarea central, decidieron encargar a «a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría» para que cumplieran con el encargo de la asistencia (Hechos 6, 2-4), es decir, del servicio social caritativo. Con este objetivo, como escribe Lucas, por invitación de los apóstoles, los discípulos eligieron siete hombres. Tenemos sus nombres. Son: «Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito de Antioquia. Los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos» (Hechos 6,5-6). 

El gesto de la imposición de las manos puede tener varios significados. En el Antiguo Testamento, el gesto tiene sobre todo el significado de transmitir un encargo importante, como hizo Moisés con Josué (Cf. Números 27, 18-23), designando así a su sucesor. Siguiendo esta línea, también la Iglesia de Antioquía utilizará este gesto para enviar a Pablo y Bernabé en misión a los pueblos del mundo (Cf. Hechos 13, 3). A una análoga imposición de las manos sobre Timoteo para transmitir un encargo oficial hacen referencia las dos cartas que San Pablo le dirigió (Cf. 1 Timoteo 4, 14; 2 Timoteo 1, 6). El hecho de que se tratara de una acción importante, que había que realizar después de un discernimiento, se deduce de lo que se lee en la primera carta a Timoteo: «No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos» (5, 22). Por tanto, vemos que el gesto de la imposición de las manos se desarrolla en la línea de un signo sacramental. En el caso de Esteban y sus compañeros se trata ciertamente de la transmisión oficial, por parte de los apóstoles, de un encargo y al mismo tiempo de la imploración de una gracia para ejercerlo. 

Lo más importante es que, además de los servicios caritativos, Esteban desempeña también una tarea de evangelización entre sus compatriotas, los así llamados «helenistas». Lucas, de hecho, insiste en el hecho de que él, «lleno de gracia y de poder» (Hechos 6, 8), presenta en el nombre de Jesús una nueva interpretación de Moisés y de la misma Ley de Dios, relee el Antiguo Testamento a la luz del anuncio de la muerte y de la resurrección de Jesús. Esta relectura del Antiguo Testamento, relectura cristológica, provoca las reacciones de los judíos que interpretan sus palabras como una blasfemia (Cf. Hechos 6, 11-14). Por este motivo, es condenado a la lapidación. Y san Lucas nos transmite el último discurso del santo, una síntesis de su predicación. 

Como Jesús había explicado a los discípulos de Emaús que todo el Antiguo Testamento habla de Él, de su cruz y de su resurrección, de este modo, san Esteban, siguiendo la enseñanza de Jesús, lee todo el Antiguo Testamento en clave cristológica. Demuestra que el misterio de la Cruz se encuentra en el centro de la historia de la salvación narrada en el Antiguo Testamento, muestra realmente que Jesús, el crucificado y resucitado, es el punto de llegada de toda esta historia. Y demuestra, por tanto, que el culto del templo también ha concluido y que Jesús, el resucitado, es el nuevo y auténtico «templo». Precisamente este «no» al templo y a su culto provoca la condena de san Esteban, quien, en ese momento --nos dice san Lucas--, al poner la mirada en el cielo vio la gloria de Dios y a Jesús a su derecha. Y mirando al cielo, a Dios y a Jesús, san Esteban dijo: «Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios» (Hechos 7, 56). Le siguió su martirio, que de hecho se conforma con la pasión del mismo Jesús, pues entrega al «Señor Jesús» su propio espíritu y reza para que el pecado de sus asesinos no les sea tenido en cuenta (Cf. Hechos 7,59-60). 

El lugar del martirio de Esteban, en Jerusalén, se sitúa tradicionalmente algo más afuera de la Puerta de Damasco, en el norte, donde ahora se encuentra precisamente la iglesia de Saint- Étienne, junto a la conocida «École Biblique» de los dominicos. Al asesinato de Esteban, primer mártir de Cristo, le siguió una persecución local contra los discípulos de Jesús (Cf. Hechos 8, 1), la primera que se verificó en la historia de la Iglesia. Constituyó la oportunidad concreta que llevó al grupo de cristianos hebreo-helenistas a huir de Jerusalén y a dispersarse. Expulsados de Jerusalén, se transformaron en misioneros itinerantes. «Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra» (Hechos 8, 4). La persecución y la consiguiente dispersión se convierten en misión. El Evangelio se propagó de este modo en Samaria, en Fenicia, y e Siria, hasta llegar a la gran ciudad de Antioquía, donde, según Lucas, fue anunciado por primera vez también a los paganos (Cf. Hechos 11, 19-20) y donde resonó por primera vez el nombre de «cristianos» (Hechos 11,26). 

En particular, Lucas especifica que los que lapidaron a Esteban «pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo» (Hechos 7, 58), el mismo que de perseguidor se convertiría en apóstol insigne del Evangelio. Esto significa que el joven Saulo tenía que haber escuchado la predicación de Esteban, y conocer los contenidos principales. Y San Pablo se encontraba con probabilidad entre quienes, siguiendo y escuchando este discurso, «tenían los corazones consumidos de rabia y rechinaban sus dientes contra él» (Hechos 7, 54). Podemos ver así las maravillas de la Providencia divina: Saulo, adversario empedernido de la visión de Esteban, después del encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco, reanuda la interpretación cristológica del Antiguo Testamento hecha por el primer mártir, la profundiza y completa, y de este modo se convierte en el «apóstol de las gentes». La ley se cumple, enseña él, en la cruz de Cristo. Y la fe en Cristo, la comunión con el amor de Cristo, es el verdadero cumplimiento de toda la Ley. Este es el contenido de la predicación de Pablo. Él demuestra así que el Dios de Abraham se convierte en el Dios de todos. Y todos los creyentes en Cristo Jesús, como hijos de Abraham, se convierten en partícipes de las promesas. En la misión de san Pablo se cumple la visión de Esteban. 

La historia de Esteban nos dice mucho. Por ejemplo, nos enseña que no hay que disociar nunca el compromiso social de la caridad del anuncio valiente de la fe. Era uno de los siete que estaban encargados sobre todo de la caridad. Pero no era posible disociar caridad de anuncio. De este modo, con la caridad, anuncia a Cristo crucificado, hasta el punto de aceptar incluso el martirio. Esta es la primera lección que podemos aprender de la figura de san Esteban: caridad y anuncio van siempre juntos. 

San Esteban nos habla sobre todo de Cristo, de Cristo crucificado y resucitado como centro de la historia y de nuestra vida. Podemos comprender que la Cruz ocupa siempre un lugar central en la vida de la Iglesia y también en nuestra vida personal. En la historia de la Iglesia no faltará nunca la pasión, la persecución. Y precisamente la persecución se convierte, según la famosa fase de Tertuliano, fuente de misión para los nuevos cristianos. Cito sus palabras: «Nosotros nos multiplicamos cada vez que somos segados por vosotros: la sangre de los cristianos es una semilla» («Apologetico» 50,13: «Plures efficimur quoties metimur a vobis: semen est sanguis christianorum»). Pero también en nuestra vida la cruz, que no faltará nunca, se convierte en bendición. Y aceptando la cruz, sabiendo que se convierte y es bendición, aprendemos la alegría del cristiano, incluso en momentos de dificultad. El valor del testimonio es insustituible, pues el Evangelio lleva hacia él y de él se alimenta la Iglesia. San Esteban nos enseña a aprender estas lecciones, nos enseña a amar la Cruz, pues es el camino por el que Cristo se hace siempre presente de nuevo entre nosotros. 

viernes, 23 de diciembre de 2011

MONSEÑOR JAIME FUENTES:NAVIDAD GRATITUD Y PETICIONES



Escribo estas líneas el día 19 de diciembre. Destaco la fecha porque, a lo largo de este año que estamos terminando, el 19 de cada mes tiene una resonancia particular: es el día de ir a ver a la Virgen en su Cerro del Verdún. Esta mañana, a las 8, allá fuimos, acompañados por bastantes personas, rezando el Rosario.

Es costumbre ir a ver a la Virgen para pedirle algo que nos urge. También, naturalmente, vamos a darle gracias por tantos favores que cada uno sabe que le han llegado por intercesión de la Madre. Esta mañana sentíamos necesidad de agradecerle, y también, con urgencia, de pedirle.

La gratitud viene de la mano de numerosas gracias como Ella nos ha concedido en este año 2011. (De mi agenda copio, por ejemplo, algo de lo que le encomendé: Hacer la Capilla del Santísimo en la Catedral. Hacer más en la Pastoral familiar. Que no me enferme…). A medida que desgranábamos las cuentas del Rosario, pasaban por la memoria esas y otras peticiones que la Virgen ha escuchado.

Pero, sobre todo, esta mañana llevábamos en el corazón un pedido especial a Santa María: que la luz de Dios llegue a las inteligencias de los legisladores de la República, que tienen la responsabilidad de hacerlo en favor del bien común de los uruguayos, para que no cometan la tragedia de legalizar el crimen del aborto.

Alrededor de la primera Navidad hubo actitudes bien distintas. Unos hombres sencillos, pastores que cuidaban sus rebaños de ovejas, recibieron la noticia del nacimiento de Jesús y fueron corriendo a verlo. A Jerusalén llegaron unos Reyes preguntando dónde estaba el recién nacido rey de los judíos –“hemos visto su estrella en Oriente”- y “toda Jerusalén se turbó”, dice el relato evangélico. Se turbó… pero se quedaron sentados en su casa. Herodes, finalmente, movido por el miedo de perder su poderío, decide matar a ese niño y promueve un infanticidio en masa.

Hoy, también hay entre nosotros nuevos Herodes. Están decididos a promover la muerte de los más inocentes de entre los inocentes y lo hacen a conciencia. ¿Por qué? Porque la madre, dicen, tiene “derecho” a desprenderse de un intruso…

¡Qué contraste! Hace dos semanas, una pobre mujer que está en la cárcel con su hijita de dos años, de la que ni ella sabe quién es el padre, me decía llena de orgullo: - ¡Por mi hija soy capaz de dar mi vida!

Hoy le pedí a la Virgen, especialmente, que en esta Navidad nos regale un rayito de la luz de Belén, de aquella luz que recibieron los pastores cuando fueron a ver “lo que se les había anunciado”. Al encontrarlo en los brazos de su madre, seguro que dijeron lo mismo que decimos hoy en todos los idiomas, cuando nace un niño “¡Es divino!”.

Que tengan todos una Feliz Navidad.



                                        + Mons. Jaime Fuentes

                                                Obispo de Minas

ALONSO AMPUERO: Natividad del Señor


Hemos visto su gloria
Mt 1,1-25; Lc 2,1-14.15-20; Jn 1,1-18

Grande es la riqueza de la liturgia de Navidad, con cuatro misas diferentes. He aquí una pincelada de cada uno de los cuatro evangelios.

«Jacob engendró a José, el esposo de María». La misa vespertina de la vigilia recoge la larga genealogía de Jesús. El Hijo de Dios ha asumido la historia de Israel y, en ella, la historia entera de la humanidad. En ella hay de todo, desde hombres piadosos hasta grandes pecadores. Así, Cristo ha redimido esta historia desde dentro, haciéndola suya.

«La gran alegría». La misa de medianoche está marcada por ese estallido de júbilo: ha nacido el Salvador. Un año más la Iglesia acoge con gozo esa «buena noticia» de labios de los ángeles, se deja sorprender y entusiasmar por ella y, de ese modo, se capacita para ser ella misma mensajera de esa gran alegría para todos los hombres.

«Fueron corriendo». La misa de la aurora está marcada por las prisas de los pastores para ver lo que el ángel anunció. Es la reacción ante la maravillosa noticia: nadie puede quedar indiferente. Menos aún después de ver a Jesús: «Se volvieron dando gloria y alabanza a Dios».
«Hemos contemplado su gloria». Tras la reacción inicial, la actitud contemplativa del evangelista Juan. Se trata de acoger la luz que irradia de la carne del Verbo. Y de acoger toda la abundancia de vida que de Él brota: «de su plenitud todos hemos recibido», «da poder para ser hijos de Dios»...
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miércoles, 21 de diciembre de 2011

BENEDICTO XVI: UNA NAVIDAD AUTENTICAMENTE CRISTIANA

P.FIDEL OÑORO: TIEMPO DE NAVIDAD


LECTIO DIVINA               
Tiempo de Navidad - 
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MONSEÑOR ALBERTO SANGUINETTI: DOS PREGUNTAS CORRECTAS EN TORNO AL TEMA DEL ABORTO


Entonces las preguntas correctas son:

1) ¿Quitarle la vida a una vida humana naciente es un acto moral, que puede ser permitido por el Estado y eventualmente obligado por el ordenamiento jurídico? Porque hay que tener en cuenta que, si se despenaliza, se vuelve legal. Más aún en el proyecto de ley se vuelve un derecho. No se puede esconder la radicalidad de la elección.

2) No todos los actos inmorales son perseguidos por el Estado (si Ud. se emborracha en su casa, no lo penan). ¿es legítimo que el Estado defienda el derecho a la vida del ser humano inocente gestado en el vientre materno o le debe ser indiferente? Siendo el derecho a la vida el sustento de los demás derechos humanos, debe ser protegido por el Estado. De lo contrario, ¿se le seguirá dejando al legislador la autoridad para determinar cuándo no se debe proteger el derecho a la vida inocente?

Este texto es un fragmento de un artículo publicado en el blog de Monseñor Sanguinetti que pueden leerlo en http://amicus-sponsi.blogspot.com/

martes, 20 de diciembre de 2011

MONSEÑOR JAIME FUENTES: CARTA ABIERTA A LOS SENADORES

Señores Senadores:


Enterado de que pretenden aprobar la legalización del aborto, permítanme contarles algo. Hace quince días fui a visitar a las reclusas de una de nuestras cárceles. Dos de ellas están allí con sus hijas: una niña de año y medio, y otra, de dos años. Mientras yo hablaba a las mujeres, las dos criaturas se subían a la mesa, daban vueltas a su alrededor, llamaban la atención de sus madres… Las mujeres, ajenas a las niñas, seguían escuchando lo que tenía para decirles.

Cuando terminé de hablar se retiraron. Mientras salían del cuarto, me llamó la atención el comentario que hicieron tres de ellas. Refiriéndose a las niñas, dijeron lo mismo, ilusionadas: - ¿Vio? ¿Verdad que son divinas?

Después hablé unos minutos con la madre de una de las nenas, que quería que la bautizara, a ella y a su hija. Le pregunté por el padre de la criatura… No sabía quién es, ni calculando probabilidades. Pero me dijo, convencida hasta los huesos: - ¡Por ella soy capaz de dar la vida!

Estoy contando lo que yo viví hace dos semanas, esto no es una historieta. Esas son mujeres uruguayas reales, sin ideologías y con mucho peso de desgracias encima: están presas porque delinquieron, pero tienen bien claro que la vida es sagrada, divina, en el sentido más espontáneo y fuerte de la palabra.

Me pregunto y pregunto a los señores senadores: ¿qué pretenden con la ley del aborto? ¿No es suficiente la violencia diaria que padecemos, que quieren aún facilitar la mayor de ellas: matar a los niños en el vientre de sus madres? ¿Piensan que haciendo legal el aborto éste dejará de ser un crimen, que grava la conciencia de la mujer que lo comete? ¿Piensan que esta ley es progresista porque con ella la mujer decidirá sobre su propio cuerpo? ¡Esas son ideas foráneas, no es lo que piensan las mujeres uruguayas!

El Presidente de la República dice, con razón, que vamos camino de desaparecer como país si no se cambia el rumbo de nuestra demografía. ¿La respuesta que recibe es hacer pensar que el aborto es un derecho de la mujer, desconociendo el derecho a vivir que tiene la criatura en el seno de su madre? ¿Acaso pretenden aprobar el aborto para enmendarle la plana a Tabaré Vázquez, que lo vetó por motivos estrictamente científicos? ¿Será posible que la vida más inocente sea víctima de politiquerías?

Señores senadores, estamos en tiempos que reclaman grandeza de espíritu. Por favor, busquen soluciones humanas a la más grande y humana de las situaciones. Ustedes y el pueblo uruguayo tenemos capacidad de sobra para encontrarlas.

Atentamente,

+ Jaime Fuentes
Obispo de Minas

ESPECIALES DE RADIO ORIENTAL: ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Programas religiosos especiales, emitidos por Radio Oriental, encontrarás uno dedicado a la Santísima Virgen (realizado con motivo de la solemnidad de la Asunción). Hoy también, de 21 a 23 hs, podrás escuchar un programa para acompañar la vigilia de la Asunción...

Haz doble click: PROGRAMAS ESPECILES

lunes, 19 de diciembre de 2011

MONSEÑOR RENÉ LAURENTÍN: ¿CÓMO JUZGAR LA AUTENTICIDAD DE LAS APARICIONES?

¿Es posible responder a la pregunta planteada por el cardenal Sin y por tantos cristianos? sobre las apariciones actuales de la Virgen: ¿qué quiere Ella decir al mundo?

Subrayemos que la pregunta es restringida. Concierne a apariciones de la Virgen exclusivamente. Mas interesa destacar que estas apariciones de la Virgen se refieren siempre a Cristo y se acompañan a menudo de apariciones del Señor, como se verá, especialmente, en Damas, Medjugorje, Kibeho, San Nicolás, etc.

La cuestión supone un doble interrogante:

1. ¿Dónde se aparece auténticamente la Virgen?

Solamente en función de esta primera respuesta se podrá responder a la segunda:

2. ¿Qué dice?

¿DÓNDE SE APARECE LA VIRGEN?

Vamos a contestar a esta pregunta según los criterios largamente madurados en la Iglesia y recientemente puestos a punto por un breve documento (confidencial) de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (25 de febrero de 1978).

Intentaremos juzgar según los criterios siguientes:

1. Información suficiente: Éste no es aún el caso para Grouchevo en la URSS (Ucrania 1) y para otras, en Italia especialmente 2, o en Nigeria 3.}

2. Ortodoxia: ¿Son estas apariciones conformes con la fe y las costumbres? Porque un error serio en estas materias basta para descartar la autenticidad. «Todo reino dividido contra sí mismo será desolado» (Mt 12, 25; Mc 3, 24).

3. Transparencia: ¿Se refieren apariciones y videntes a Dios, a Cristo, al Evangelio, al servicio de Dios y de los hombres para el bien de la fe, de la felicidad y de la paz? ¿O se refieren a ellos mismos, a las particularidades de sus opciones y de su visión, a la abundancia de sus inspiraciones, a la extravagancia de sus ritos, etc.?

4. Hay signos serios de que el dedo de Dios está allí, como decía monseñor Laurence: curaciones, conversiones y otros milagros, como la danza del sol de Fátima, y otros signos del Cielo.

5. ¿Han discernido los expertos de diversas competencias (médicos y psiquiatras) la salud o patología de los videntes, sobre todo en los momentos de éxtasis?

Sé muy bien que este último criterio está en discusión. Efectivamente, los primeros estudios llamados «científicos» (es decir, experimentales) del éxtasis se realizaron sobre enfermos mentales por los racionalistas Charcot y Janet. Ellos indujeron este estado de desconexión en los histéricos.

Los teólogos, algunas veces a remolque del racionalismo, por respetar la ciencia, han asumido sus conclusiones. Han considerado de buen grado el éxtasis como un fenómeno patológico, para concluir que el Todopoderoso podía hacer use de lo patológico para manifestarse.

Y es indudable que Dios se manifiesta a personas enfermas, incluso mentalmente -sobre todo a título personal-, porque Dios no desprecia a nadie y su misericordia alcanza a todos. Pero estas gracias singulares concedidas para alivio de estos enfermos no son exponente de lo que aquí se aborda.

Los teólogos son demasiado proclives a erigir en paradigma los casos singulares, con tal de que resulten instructivos o significativos. Así, la teología clásica insistía mucho sobre el bautismo recibido en estado de pecado mortal, para manifestar su infalible validez ex opere operato. Pero no es el caso normal, sino un caso límite y lamentable. Por lo mismo, si Dios quiere comunicarse a un hombre en estado patológico, su gracia no le va a agravar más su enfermedad, sino que le va a procurar un factor de mejoría o de curación, según su Providencia.

Hay que llevar cuidado para no confundirse. Porque cuando Charcot inducía al éxtasis a un histérico -es decir, le procuraba una cierta desconexión con el mundo exterior-, explotaba y agravaba su histeria para su placer, no para su bien.

Y este criterio es principal, decisivo, puesto que nos ha sido dado por el mismo Cristo: ¿Consiguen buenos frutos las apariciones, o lo contrario? Aun aquí, el gusto de los teólogos por los casos límite ha erigido un nuevo principio: las visiones se dan a los videntes para los demás, no para ellos mismos.

Importa poco, pues, que el vidente sea o no sea pecador. Puesto que su función consiste en transmitir los mensajes y los signos a los demás. Es ésta una tesis clásica. Pero la experiencia constante de la Iglesia pone de relieve que tampoco aquí se trata de un caso normal, sino de un caso límite y extraño.

El mismo San Pablo subraya que «Quien habla lenguas, se edifica a sí mismo» (1 Cor 14, 4). Si el vidente es una persona desviada del buen camino o un pecador, la misión que Dios le ha confiado se resiente de ello y el hecho debe ser inscrito en la relación de factores negativos. Si el vidente, por el contrario, se santifica por las apariciones, como en el caso de Santa Bernadette o de Santa Catalina Labouré, esta santidad aporta un argumento de gran valor.

6. ¿Es la autoridad eclesiástica favorable o desfavorable? Aunque la Iglesia no se vale de la infalibilidad al emitir su juicio, siempre conjetural, su calificado criterio incorpora una singular y considerable importancia. Normalmente, es decisivo su dictamen sobre el primer punto: la no conformidad de una aparición con la fe o las costumbres puede descalificar una aparición con estricta autoridad. Y este juicio requiere siempre respéto y obediencia.

Sentado ya cuanto se acaba de decir, no voy a caer en la presunción o la vanagloria de intentar una interpretación del conjunto de las apariciones en curso, cuando aún son difíciles de juzgar. ¿Quién podría hacerlo, mientras cada uno de los obispos locales permanece a la expectativa; mientras la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, desbordada por la profusión de estos fenómenos, guarda la lógica discreción que conviene a su posición oficial; en asunto en el cual los Papas no han querido comprometerse, para evitar absolutamente que pueda crearse la menor confusión entre su infalibilidad doctrinal y el juicio conjetural en estas materias?. Por ello opta Juan Pablo II por unas actitudes discretas, promoviendo y facilitando intercambios de información entre los órganos competentes de la Iglesia y diversos expertos; no toma posición nunca, pero reza ardientemente para que el dictamen se haga con acierto.

Ahora bien, si es posible que la autoridad mantenga posturas cautelares, un particular experto puede arriesgarse en la materia, porque no compromete más que su propia reputación y las razones que aporta en pro o en contra en cada caso: me guardo muy bien de no olvidar ninguno de los dos platos de la balanza.

En cualquier caso, el juicio negativo tampoco tiene por objeto abrumar a quienes están equivocados de buena fe (véase el anexo sobre apariciones sin credibilidad).

Hay que realizar un trabajo inmenso para juzgar correctamente una aparición. Lourdes me ha exigido más de veinte años; Pontmain, más de cinco; nueve años la Medalla Milagrosa, y todo ello contando con equipos de trabajo. He aprendido que algunas de estas manifestaciones dejaban un amplio campo al escepticismo, en las mismas instituciones que se han beneficiado de ellas, sin que estas discretas dudas sean consideradas como pecado por parte de la Iglesia.

En fin, que hasta entre las manifestaciones aprobadas había partes para discernir entre la autenticidad esencial y la parte de debilidad humana, incluido el pecado, del cual los videntes no están exentos. Medjugorje me ha costado ya dieciocho viajes y miles de horas de trabajo. Puedo, por tanto, calibrar los límites y la relatividad de un juicio de conjunto sobre tantas apariciones de las que he tenido un conocimiento más rápido. Si persevero es porque no solamente el cardenal Sin, sino la misma Sagrada Congregación de la Iglesia acoge y anima en principio el trabajo preparatorio de los expertos.

Las Normas de esta Congregación sobre la manera de proceder para juzgar presuntas apariciones y revelaciones privadas (25 de febrero de 1978) contemplan formalmente que el Papa puede intervenir cuando hubiera insuficiencia o error en el juicio local, y que su intervención puede ser motivada a petición de un grupo calificado de fieles (coetus qualificatus fidelium).

La Congregación ratifica aquí su experiencia. Toma nota de que expertos -teólogos o médicos- verdaderamente competentes puedan ir más allá de lo alcanzado con erróneos juicios locales. Tales dictámenes especializados, elaborados por grupos competentes, advirtieron a la Santa Sede que el obispo de Mostar estaba equivocado, cuando éste se desplazó a Roma para emitir su decisión negativa. A la Congregación habían llegado documentos de médicos y teólogos franceses a italianos que ponían de relieve la seriedad de Medjugorje y la importancia de no apagar el Espíritu (cfr. 1 Thes 5, 19).

viernes, 16 de diciembre de 2011

DIRECTORIO DE PIEDAD POPULAR: NAVIDAD

Como es bien sabido, además de las representaciones del pesebre de Belén, que existían desde la antigüedad en las iglesias, a partir del siglo XIII se difundió la costumbre de preparar pequeños nacimientos en las habitaciones de la casa, sin duda por influencia del "nacimiento" construido en Greccio por San Francisco de Asís, en el año 1223. La preparación de los mismos (en la cual participan especialmente los niños) se convierte en una ocasión para que los miembros de la familia entren en contacto con el misterio de la Navidad, y para que se recojan en un momento de oración o de lectura de las páginas bíblicas referidas al episodio del nacimiento de Jesús.

La piedad popular y el espíritu del Adviento

105. La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del misterio cristiano, puede contribuir eficazmente a salvaguardar algunos de los valores del Adviento, amenazados por la costumbre de convertir la preparación a la Navidad en una "operación comercial", llena de propuestas vacías, procedentes de una sociedad consumista.

La piedad popular percibe que no se puede celebrar el Nacimiento de Señor si no es en un clima de sobriedad y de sencillez alegre, y con una actitud de solidaridad para con los pobres y marginados; la espera del nacimiento del Salvador la hace sensible al valor de la vida y al deber de respetarla y protegerla desde su concepción; intuye también que no se puede celebrar con coherencia el nacimiento del que "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21) sin un esfuerzo para eliminar de sí el mal del pecado, viviendo en la vigilante espera del que volverá al final de los tiempos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

JULIO ALONSO AMPUERO: IDENTIDAD Y MISIÓN DEL PROFETA


A menudo se tiene la idea de que el profeta es alguien que predice el futuro. De hecho es cierto que algunos profetas de Israel predijeron acontecimientos humanamente imprevisibles que se cumplieron muchos años más tarde. Pero lo propio del profeta es hablar en nombre de Yahveh. El profeta es esencialmente la «boca de Yahveh» (v. Jer. 15, 19; Is. 30,2), el órgano o instrumento a través del cual Dios manifiesta a los hombres su palabra. Lo mismo si predice el futuro que si realiza cualquier otro anuncio, lo decisivo es que Dios mismo pone sus palabras en la boca del profeta (Jer.1,9; Éx. 4,12).
El punto de partida de la misión del profeta es la llamada de Dios. A diferencia de los falsos profetas, que hablan por iniciativa propia (Jer. 23,21) y por eso sólo dicen falsedades que extravían al pueblo (Jer, 23,32), el profeta auténtico surge por iniciativa de Yahveh. Esta iniciativa irrumpe en la vida del profeta transformando sus planes y sacándole del camino que seguía (Am. 7,14-15), eligiendo al profeta a pesar de su limitaciones y objeciones (Jer 1,5-8; Éx.4,10-12), actuando incluso con violencia sobre él para que ejecute los planes de Yahveh y transmita su palabra (Ez. 3,14; 8,3; Am.3,3-9).
Apoyados en esta iniciativa y llamada de Dios, los profetas claman denunciando el culto hipócrita y formalista, la idolatría, las injusticias sociales, el lujo, la corrupción de las costumbres. Defensores de los derechos de Dios exigen fidelidad a la alianza y reclaman la conversión de un pueblo reiteradamente infiel. Defienden los derechos de los pobres porque la injusticia cometida con ellos ofende al mismo Yahveh. Anuncian el juicio de Dios y amenazan con los castigos divinos, que en realidad son consecuencia de los propios pecados del pueblo y de los cuales, por otra parte, se sirve Yahveh para provocar la conversión y reconducir al pueblo a sí mismo. Son portadores de la promesa de salvación y restauración para el pueblo de Dios, cuando se abre sinceramente a su Dios. Así van preparando el camino para la venida del Mesías.
La fidelidad al Señor y a la palabra recibida de Él les acarreará sufrimientos incontables. Jeremías será acusado de conspirar contra el rey y conducido a prisión (Jer 20,2; 37,15-16); también Miqueas será encarcelado (1Re. 22,26-27). La certeza de haber recibido un mensaje del Señor les impide callarlo o disimularlo. Particularmente significativa es, conocida por sus propias «confesiones», la «pasión» de Jeremías, el drama por él sufrido a causa de su fidelidad a la palabra de Yahveh (Jer. 15,10-21; 20,7-13).
Heraldos de Dios, los profetas son luces encendidas en medio de la historia. Arrojan en la aparente ambigüedad de los acontecimientos la potente luz de Dios. Con su fe vigorosa en un Dios que actúa en la naturaleza y en la historia interpretan los sucesos contemporáneos. Inspirados por el Espíritu, sacan también enseñanzas de los acontecimientos de la historia pasada y proyectan la luz de Dios hacia el porvenir. Así, se convierten en guías del pueblo de Dios, aunque a menudo incomprendidos por sus contemporáneos. Su enseñanza luminosa, el testimonio de su fe y su esperanza, su energía indomable frente al pecado en cualquiera de sus formas... sigue siendo una referencia fundamental también para nosotros cristianos.
FUENTE: GRATIS DATE (Historia de la salvación) http://www.gratisdate.org

MONSEÑOR RENE LAURENTIN: FUNCION DE LAS APARICIONES

Su función no es, en absoluto, completar el Evangelio, en el que Cristo ha dicho ya todo lo que es necesario para la Salvación, sino solamente volverlo a poner ante nuestros ojos ciegos y nuestros oídos sordos; actualizarlo en función de tiempos y lugares nuevos, manifestar nuevas virtualidades del Evangelio, manifestar su vitalidad. Las apariciones conciernen menos a la fe que a la esperanza, decía Tomás de Aquino. Orientan el porvenir. Vivifican el Evangelio en situaciones históricas o geográficas nuevas. Estos signos sensibles vuelven a expresar su proximidad, su presencia, su familiaridad y su potencia, que ellos hacen fructificar.

Las apariciones tienen así bien acreditado un papel que jugar, y, una vez comprendido ese papel, se las debería acoger con alegría, como una gracia de Dios, como una estrella en la noche de la fe. Si Dios, compadecido por la negligencia de los hombres, envía a su Hijo o a Nuestra Señora para volverles a decir, con dardos de fuego y de luz, lo que ellos han olvidado, para convertirlos, para comprometerlos proféticamente en la historia de la Salvación, esto es una Buena Noticia, y quizá una noticia urgente en esta hora del mundo.

martes, 13 de diciembre de 2011

JOSE LUIS DEL PALACIO NUEVO OBISPO DE EL CALLAO

CIUDAD DEL VATICANO, lunes 12 diciembre 2011 (ZENIT.org).- El papa ha nombrado obispo de El Callao, Perú, al sacerdote José Luis Del Palacio y Pérez-Medel, del clero de Madrid, España, hasta ahora responsable del Camino Neocatecumenal en Perú.

Al mismo tiempo, Benedicto XVI ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de El Callao, presentada por monseñor Miguel Irízar Campos CP, en conformidad con el cánon 401 §1 del Código de Derecho Canónico.

José Luis Del Palacio y Pérez-Medel nació en Madrid, España, en 1950. Recibió la ordenación presbiteral en 1985 y pertenece a la diócesis de Madrid.

Frecuentó en España distintos cursos de los que obtuvo titulaciones. Consiguió la licenciatura en Teología en la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1974; y en Filosofía en la Real Universidad Pontificia de Santo Tomás Manila/Madrid, 1990. Consiguió el doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, 1992, y en Teología en la misma Universidad, 1997.

Fue miembro del Equipo Itinerante del Camino Neocatecumenal en Toledo, Cuenca, Murcia, Alicante, Sevilla, Huelva y Cádiz (1970-1975). Desde 1975 es el responsable del Equipo Itinerante del Camino Neocatecumenal en Perú.

Como docente, fue promotor y miembro del consejo directivo de la Facultad de Teología Redemptoris Mater de El Callao, donde actualmente es profesor de Teología y de Derecho Canónico. Realizó diversas publicaciones sobre la Iniciación Cristiana, la Liturgia y la Nueva Evangelización. Es consultor del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

Del Palacio sucede al obispo pasionista Miguel Irizar Campos, quien condujo la diócesis "chalaca" por 16 años y de la cual se retira por límite de edad.

Los "chalacos" se preparan a despedir al obispo Irízar, quien fuera consagrado muy joven como obispo-vicario apostólico de Yurimaguas, en la selva peruana, y posteriormente trasladado a El Callao, donde desarrolló una vasta tarea pastoral y social, reconocida a nivel nacional e internacional.

Monseñor Irízar ha sido miembro del Pontificio Consejo Cor Unum y presidente del departamento de Pastoral Social del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
En el Perú fue elegido más de una vez secretario general de la Conferencia Episcopal Peruana y presidió las comisiones episcopales de Acción Social y de Comunicaciones Sociales. En la actualidad ejerce la presidencia de Caritas del Perú.

MISA EN VATICANO POR BICENTENARIO EN NACIONES DE AMERICA LATINA

lunes, 12 de diciembre de 2011

PADRE DANIEL STURLA NUEVO OBISPO AUXILIAR DE MONTEVIDEO

El Papa Benedicto XVI designó hoy al sacerdote salesiano P. Daniel Fernando Sturla Berhouet SDB, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Montevideo.


El Padre Sturla es oriundo de Montevideo y tiene 52 años de edad. Desde el año 2008 se desempeña como Inspector Salesiano en Uruguay.


El nuevo Obispo fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1987 y desde muy joven presta servicios de responsabilidad dentro de la Congregación Salesiana. Hace dos años fue elegido Presidente de la Conferencia de Religiosos del Uruguay (CONFRU).


El nombramiento del P. Sturla como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Montevideo, asignándole la sede titular de Felbes, fue hecho público hoy por la Santa Sede, a las 12 hs de Roma (9 hs de Uruguay).


Con este nombramiento, el episcopado uruguayo pasará a estar conformado por 10 obispos residenciales, 3 obispos auxiliares (2 en Montevideo y 1 en Canelones) y 5 obispos eméritos, dos de los cuales no residen en el país.


FUENTE: CEU

miércoles, 7 de diciembre de 2011

MOSEÑOR AMADEO RODRIGUEZ MAGRO: BENDITA SEA TU PUREZA..

Para honrar a María en su Inmaculada Concepción, quiero comentar una bella oración, que seguramente muchos de vosotros no sólo recordáis sino que rezáis con frecuencia. Toda ella es un elogio a la Madre de Dios y Madre nuestra, pero también es expresión de los deseos de nuestro corazón, al tiempo que una petición filial de protección. Me refiero a Bendita sea tu pureza.

• Empezar diciéndole “bendita” es una buena entrada para llegar al corazón de María. Esa es siempre una ocurrencia espontánea de los que aman a su Hijo: como la mujer del Evangelio, todos le decimos bendita a su Madre. Es natural que lo hagamos así, porque la Santísima Virgen es quien mejor refleja, después del Hijo, las bienaventuranzas. Se dice que éstas son el autorretrato de Jesús; pues bien, también retratan a la perfección la vida de María. Por eso es muy acertado y natural
saludarla como “bendita”.

• “Sea tu pureza y eternamente lo sea”. Entramos así en el alma de María, y con admiración, y quizás también nostalgia por nuestra parte, alabamos la pureza de su corazón en todo el recorrido de su vida. Vemos en Ella a la “llena de gracia” desde su Concepción Inmaculada, también en la Encarnación, junto a la cruz y en su maternidad sobre la Iglesia. Con amor de hijos le decimos como el arcángel Gabriel: “has encontrado gracia ante el Señor”. La admiramos desde la elección eterna de Dios para ser instrumento de la venida a la tierra del Verbo encarnado y la contemplamos en la eternidad, asunta al cielo en cuerpo y alma. Y le agradecemos que todo eso haya sucedido con su “sí” a Dios en favor nuestro.

• “Pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza”. La mirada de Dios se muestra eternamente enamorada de María, y en Ella, su humilde esclava, hace cosas grandes para embellecerla. Porque la belleza de María está en el amor que recibe de Dios. El Padre embellece el corazón y el seno materno de la Palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros, para que la belleza del amor de Dios llegara a todos los hombres.

• “A ti celestial princesa”. A “ti”, le decimos mirándola a su rostro bendito, dirigiéndonos a la Virgen con una profunda y filial confianza, mientras le decimos: “Celestial princesa”. Con una gran admiración la asociamos a la familia del Rey: es hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa del Espíritu Santo. Se nos ocurre llamarle princesa, del mismo modo que en otras ocasiones le llamamos reina. Es lo mismo, lo que importa es que sabemos que pertenece a la familia más íntima de Dios, que por su alma corre la “sangre” divina. Ella, la primera entre todos nosotros ha sido divinizada por la encarnación del Hijo, que se hizo hombre para que el hombre se haga hijo de Dios.

• “Virgen Sagrada María”. Su seno es el sagrario bendito de Jesús, el Salvador, así como también lo es su corazón, donde siempre nos encontraremos con su Hijo. El de María es un seno virginal para un parto virgen: “Virgen sagrada”. María es templo bendito de Dios, lugar de su presencia, portadora de amor, espacio sagrado en el que el Señor se muestra amoroso y salvador. “María” es el nombre de la persona humana única e irrepetible. “María” es la mujer que “entre todas las mujeres”, en toda la familia humana, es elegida, es llamada y es preparada por los designios de Dios para una vida íntimamente asociada al misterio redentor de su Hijo.

BENEDICTO XVI: MARIA PARADIGMA DE LA RECTA TEOLOGIA


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 5 de diciembre de 2011 (ZENIT.org).- Del 28 de noviembre al 2 de diciembre se celebró, en la Domus Sanctae Marthae, en el Vaticano, la sesión anual plenaria de la Comisión Teológica Internacional, sobre el estudio de la cuestión metodológica en la teología actual, la comprensión del monoteísmo y el significado de la Doctrina Social de la Iglesia. Al final del encuentro, este viernes, en la Sala de los Papas del Palacio Apostólico Vaticano, Benedicto XVI recibió a los miembros de la Comisión, dirigiéndoles el discurso que publicamos a continuación.

* * * * *

Señor cardenal,

venerados hermanos en el Episcopado,

ilustres profesores y profesoras, ¡Queridos colaboradores!

Es una gran alegría para mí poder acoger la conclusión de la Sesión anual Plenaria de la Comisión Teológica Internacional. Quisiera expresar, antes que nada, un sentido agradecimiento por las palabras que el señor cardenal William Levada, en calidad de presidente de la Comisión, ha querido dirigirme en vuestro nombre.

Las ponencias de esta Sesión este año han coincidido con la primera semana de Adviento, ocasión que nos recuerda cómo todo teólogo está llamado a ser hombre del adviento, testigo de la espera vigilante, que ilumina las vías de la inteligencia de la Palabra que se ha hecho carne. Podemos decir que el conocimiento del verdadero Dios tiende y se nutre de ese “momento” que nos es desconocido, en que el Señor volverá. Estar vigilantes y vivir la esperanza de la espera, no es, por tanto, un deber secundario para un recto pensamiento teológico, que encuentra su razón en la persona de Aquél que se encuentra con nosotros e ilumina nuestro conocimiento de la salvación.

Hoy tengo el placer de reflexionar brevemente con vosotros sobre tres temas que la Comisión Teológica Internacional está estudiando en los últimos años. El primero, como se ha dicho, está relacionado con la cuestión fundamental de toda reflexión teológica; la cuestión de Dios y en particular, la comprensión del monoteísmo. A partir de este amplio horizonte doctrinal habéis profundizado también en un tema de carácter eclesial: el significado de la Doctrina Social de la Iglesia, reservando, además, una atención particular a un tema que hoy es de gran actualidad para el pensamiento teológico sobre Dios: la cuestión del mismo estatus de la teología actual, en sus perspectivas, en sus principios y criterios.

Detrás de la profesión de la fe cristiana en el Dios único, se encuentra la cotidiana profesión de fe del pueblo de Israel: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor” (Dt 6,4). El logro sin precedentes de la libre disposición del amor de Dios hacia todos los hombres se ha llevado a cabo en la encarnación del Hijo en Jesucristo. En tal revelación de la intimidad de Dios y de la profundidad de su vínculo de amor con el hombre, el monoteísmo del Dios único se ha iluminado con una luz completamente nueva: la luz trinitaria. Y en el misterio trinitario se ilumina también la hermandad entre los hombres. La teología cristiana, junto con la vida de los creyentes, debe restituir la feliz y cristalina evidencia en el impacto sobre nuestra comunidad de la revelación trinitaria.

Ya que los conflictos étnicos y religiosos del mundo hacen cada vez más difícil acoger la singularidad del pensamiento cristiano de Dios y del humanismo inspirado por esto, los hombres pueden reconocer en el nombre de Jesucristo la verdad de Dios Padre hacia la cual el Espíritu Santo urge cada gemido de la criatura (cfr Rm 8).

La teología, en fecundo diálogo con la filosofía , puede ayudar a los creyentes a tomar conciencia y testificar que el monoteísmo trinitario nos muestra el verdadero Rostro de Dios, y este monoteísmo no es fuente de violencia sino que es fuerza de paz personal y universal.

El punto de partida de toda teología cristiana es la acogida de esta Revelación divina: la acogida personal del Verbo hecho carne, la escucha de la Palabra de Dios en la Escritura. Sobre este punto de partida, la teología ayuda a la inteligencia creyente de la fe y a su transmisión. Toda la historia de la Iglesia muestra, sin embargo, que el reconocimiento del punto de partida no basta para alcanzar la unidad en la fe. Cada lectura de la Biblia se coloca necesariamente en un contexto dado, y el único contexto en el que el creyente puede estar en plena comunión con Cristo es la Iglesia y su tradición viva. Debemos vivir nuevamente la experiencia de los primeros discípulos, que “se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). Desde esta perspectiva, la Comisión ha estudiado los principios y criterios según los cuales una teología puede ser católica, y también ha reflexionado sobre la contribución actual de la teología. Es importante recordar que la teología católica, siempre atenta al vínculo entre fe y razón, ha tenido un papel histórico en el nacimiento de la Universidad. Una teología verdaderamente católica con dos movimientos, intellectus quaerens fidem et fide quaerens intellectum, es hoy más que necesaria para hacer posible una sinfonía de las ciencias para evitar las derivas violentas de una religiosidad que se opone a la razón y de una razón se opone a la religión.

La Comisión Teológica estudia además la relación entre la Doctrina Social de la Iglesia y el conjunto de la Doctrina cristiana. El compromiso social de la Iglesia no es sólo algo humano, ni se resuelve en una teoría social. La transformación de la sociedad, realizada por los cristianos a través de los siglos, es una respuesta a la venida al mundo del Hijo de Dios: el esplendor de tal Verdad y Caridad ilumina toda la cultura y sociedad. San Juan afirma: “En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos”(1 Jn 3,16). Los discípulos de Cristo Redentor saben que sin la atención al otro, el perdón, el amor incluso a los enemigos, ninguna comunidad humana puede vivir en paz; y esto comienza en la primera y fundamental sociedad que es la familia. En la necesaria colaboración a favor del bien común también con quien comparte nuestra fe, debemos hacer presente los verdaderos y profundos motivos religiosos de nuestro compromiso social, así como esperamos de los demás que manifiesten sus motivaciones, para que la colaboración se haga en la claridad. Quién haya percibido las bases de la actuación social cristiana, podrá encontrar así un estímulo para tomar en consideración la misma fe en Cristo Jesús.

Queridos amigos, nuestro encuentro confirma de forma significativa que la Iglesia necesita la competencia y fiel reflexión de los teólogos sobre el misterio del Dios, de Jesucristo y de su Iglesia. Sin una sana y vigorosa reflexión teológica, la Iglesia podría no expresar plenamente la armonía entre fe y razón. Al mismo tiempo, sin la fiel vivencia de la comunión con la Iglesia y la adhesión a su Magisterio, como espacio vital de la propia existencia, la teología no podría dar una razón adecuada del don de la fe.

Animando, a través vuestro, a todos los hermanos y hermanas teólogos que están en los distintos contextos eclesiales, invoco sobre vosotros la intercesión de María, Mujer del Adviento y Madre del Verbo encarnado, que es para nosotros, en su custodia de la Palabra en su corazón, paradigma de la recta teología, el modelo sublime del verdadero conocimiento del Hijo de Dios. Sea Ella, la Estrella de la esperanza, la que guíe y proteja el precioso trabajo que desarrolláis para la Iglesia y por y en nombre de la Iglesia. Con estos sentimientos de gratitud, os renuevo mi Bendición Apostólica. Gracias.

martes, 6 de diciembre de 2011

Monseñor Josefino Ramírez: Dichosos los que no vieron y creyeron...


                           Fiesta de Sto. Tomás, apóstol 
                                                                   3 de julio de 1993
J.M.J.
        
Querido padre Tomás:
¡Feliz día de tu Santo! Algo muy gracioso me sucedió hace un par de años. Estaba pensando en ello cuando decidí escribirte. Lo que pasó fue que el padre Martín Lucia y yo fuimos juntos a un retiro espiritual. Como yo tenía un resfrío muy fuerte y estaba tosiendo, el padre Martín me sugirió que tomara un trago de coñac para que me ayudara a dormir. No había llevado despertador y estaba preocupado que si tomaba el trago no iba a poder levantarme a las 3:00 a.m. para mi hora Santa con el Señor en el Santísimo Sacramento.
El padre Martín me aseguró que Dios iba a encontrar la forma de despertarme, así tomé el coñac. ¡Pum! A las 3:00 a.m. oí un fuerte golpe seguido de otros en la puerta. Esperando ver al padre Lucia cuando abrí la puerta, me quedé muy sorprendido al mirar hacia abajo y ver a un perro en su lugar. El perro había entrado a la casa, subido la escalera, se había puesto de espalda a la puerta y con la cola la golpeaba hasta que me levanté a abrirla. A la mañana siguiente me enteré que el perro nunca entraba a la casa.
Estoy sentado aquí pensando para mis adentros: Si Dios puede utilizar un perro para llevarme a mi hora Santa, ¿no podría usarme a mí, querido Tomás, para acercarte más al Santísimo Sacramento? Quiero seguir escribiéndote en mi máquina de escribir, con la misma fuerza del perro que golpeaba mi puerta, hasta que por la gracia de Dios empieces a hacer una hora Santa por día y tengas Adoración Perpetua en tu parroquia.
Es solo cuestión de fe, ¡fe en que el Santísimo Sacramento es realmente la persona de Jesús, aquí con nosotros, en este mismo lugar y en este mismo momento! Tu tocayo no creyó que Jesús había resucitado, "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré" (Jn 20,25).
Por esta razón se le llama: "Tomás el Incrédulo". ¿Quién es hoy "Tomás el Incrédulo"? La gente cree en la Resurrección pero, ¿saben dónde mora el Señor resucitado? ¡Hoy, "Tomás el Incrédulo" es aquel que no cree que el Santísimo Sacramento es Jesús, nuestro Salvador Resucitado, con todo el poder de Su Resurrección, que derrama gracias abundantes sobre todos aquellos que se acercan a Su divina presencia!
Muchos dirán que "sí" creen en la Presencia Real. Pero la fe es mucho más que una aprobación intelectual. La creencia es inseparable del comportamiento. Si creemos que Jesús está presente en el Santísimo Sacramento, entonces nos comportamos de acuerdo a nuestra creencia. Vamos a Él, nos acercamos a Él, correos hacia Él. San Pablo dice, "La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven" (Heb 11,1).
Si pudieras ver a Jesús en el Santísimo Sacramento, Tomás, ¿no reservarías una hora todos los días para estar con Él? Si pudieras verlo como realmente Él es, ¿no tendrías Adoración Perpetua en tu parroquia? El mundo entero vendría día y noche a verlo y a estar con Él.
Imagínate lo que sucedería si Jesús se hiciera visible en el Santísimo Sacramento. Todo el mundo querría tomar el primer vuelo hacia las Filipinas para ir a tu parroquia. Y, ¿no le diría Jesús a cada uno lo que le dijo al apóstol Tomás: "Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído"? (Jn 20,29)
En el Evangelio de hoy, Jesús se le aparece a Tomás para que crea que ha resucitado. La maravilla más grande de su amor no es que Él se te aparezca; Jesús te espera en el Santísimo Sacramento. Él quiere que vayas a Él por la fe, para que por toda la eternidad te pueda llamar "BIENAVENTURADO".
Su amor es más que decir: "Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente" (Jn 20,27).
Jesús en el Santísimo Sacramento es el mismo que dijo estas palabras a Tomás, el mismo que atravesó las puertas cerradas y que se presentó en medio de loa apóstoles y les dijo: "La paz esté con vosotros".
Esta es la paz que Jesús quiere que tengas en tus horas santas. La experiencia de esta paz es mucho mayor que si Jesús te mostrara sus llagas. Sus llagas no se ven en el Santísimo Sacramento. Sus llagas son ahora la belleza del paraíso. Estas llagas brillan más gloriosamente que el sol. Estas llagas son fuente de Gracia.
Jesús quiere darte la plenitud de estas gracias, que vengas a Él por la fe. Por eso es mucho mejor que Él no te muestre Sus llagas visiblemente como al apóstol Tomás, porque Él quiere derramar sobre ti las gracias invisibles de estas llagas con todo el merito, toda la gloria, la belleza y el amor salvífico que emanan de ellas.
Con cada hora Santa que hagas, le estás diciendo a Jesús: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20,28).
Y cada vez Él te dice: "Dichoso eres, Tomás, porque no has visto y has creído".

Fraternalmente tuyo en
Su Amor Eucarístico,
Mons. Pepe