jueves, 25 de febrero de 2010

CARTA AL REY DE ESPAÑA (LEY DE ABORTO)

CARTA AL REY DE ESPAÑA

Majestad:

Su Majestad ha demostrado a todos los españoles que es una persona valiente, sensible a las inquietudes de su pueblo y que sufre con los que sufren.

Por eso me dirijo a vos, al considerarle el último recurso que nos queda para impedir lo que, sin lugar a dudas, será una de las mayores injusticias que van a cometerse en la historia de España. Me refiero a la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, más conocida como Ley del Aborto.

No pretendo insistir en lo que, seguro, Su Majestad ya sabe: desde el momento de la concepción hay una vida humana, distinta a la de la madre, que tiene todo el derecho del mundo a vivir, y frente al derecho supremo de la vida no cabe anteponer ningún otro derecho.

Hay muchas alternativas que se pueden ofrecer a las mujeres que se enfrentan a un embarazo imprevisto, pero sólo su mediación podría hacer posible un consenso en tal sentido. Para superar el conflicto, las madres necesitan toda la protección del Estado y no que sean inducidas a un terrible error, con graves consecuencias físicas y psíquicas que las acompañará el resto de su vida.

Sabe también que nos hemos manifestado en las calles, que la mayor parte de la población española considera el aborto como una catástrofe y un atentado contra la dignidad de la mujer embarazada y no, según pretende esta Ley, como un derecho.

Ni el Gobierno, ni nuestros representantes en el parlamento, han sido capaces de entender, por intereses políticos o por cobardía, algo que cualquier ser humano con una mínima sensibilidad puede comprender: la vida humana es sagrada y más aún cuando no puede defenderse por sí misma.

Por favor, Majestad, no sancione con su firma este nuevo holocausto. Aunque esta valiente decisión le traerá contratiempos, sin su firma la Ley no entrará en vigor. Evitará así muchísimo dolor y sufrimiento a miles de mujeres, y, lo más importante, salvará infinidad de vidas que no tienen posibilidad de defenderse.

Con la esperanza de ser escuchado, me despido atentamente,

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miércoles, 24 de febrero de 2010

HORACIO BOJORGE SJ: CONVERTIRSE ES VOLVERSE DE CARA AL PADRE


En la misa del miércoles de Ceniza, el padre Horacio Bojorge nos invitaba a vivir la conversión, como un volverse de cara al Padre.

BENEDICTO XVI: "EL CULTO ESPIRITUAL EN SAN PABLO" (Rom 12,1-2)

El segundo texto del que quiero hablar hoy se encuentra en el primer versículo del capítulo 12 de la carta a los Romanos. Lo hemos escuchado y lo repito una vez más: "Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual".

En estas palabras se verifica una paradoja aparente: mientras el sacrificio exige normalmente la muerte de la víctima, san Pablo hace referencia a la vida del cristiano. La expresión "presentar vuestros cuerpos", unida al concepto sucesivo de sacrificio, asume el matiz cultual de "dar en oblación, ofrecer". La exhortación a "ofrecer los cuerpos" se refiere a toda la persona; en efecto, en Rm 6, 13 invita a "presentaros a vosotros mismos". Por lo demás, la referencia explícita a la dimensión física del cristiano coincide con la invitación a "glorificar a Dios con vuestro cuerpo" (1 Co 6, 20); es decir, se trata de honrar a Dios en la existencia cotidiana más concreta, hecha de visibilidad relacional y perceptible.

San Pablo califica ese comportamiento como "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios". Es aquí donde encontramos precisamente la palabra "sacrificio". En el uso corriente este término forma parte de un contexto sagrado y sirve para designar el degüello de un animal, del que una parte puede quemarse en honor de los dioses y otra consumirse por los oferentes en un banquete. San Pablo, en cambio, lo aplica a la vida del cristiano. En efecto, califica ese sacrificio sirviéndose de tres adjetivos. El primero —"vivo"— expresa una vitalidad. El segundo —"santo"— recuerda la idea paulina de una santidad que no está vinculada a lugares u objetos, sino a la persona misma del cristiano. El tercero —"agradable a Dios"— recuerda quizá la frecuente expresión bíblica del sacrificio "de suave olor" (cf. Lv 1, 13.17; 23, 18; 26, 31; etc.).

Inmediatamente después, san Pablo define así esta nueva forma de vivir: este es "vuestro culto espiritual". Los comentaristas del texto saben bien que la expresión griega (tēn logikēn latreían) no es fácil de traducir. La Biblia latina traduce: "rationabile obsequium". La misma palabra "rationabile" aparece en la primera Plegaria eucarística, el Canon romano: en él se pide a Dios que acepte esta ofrenda como "rationabile". La traducción italiana tradicional "culto espiritual" no refleja todos los detalles del texto griego (y ni siquiera del latino). En todo caso, no se trata de un culto menos real, o incluso sólo metafórico, sino de un culto más concreto y realista, un culto en el que el hombre mismo en su totalidad de ser dotado de razón, se convierte en adoración, glorificación del Dios vivo.

Esta fórmula paulina, que aparece de nuevo en la Plegaria eucarística romana, es fruto de un largo desarrollo de la experiencia religiosa en los siglos anteriores a Cristo. En esa experiencia se mezclan desarrollos teológicos del Antiguo Testamento y corrientes del pensamiento griego. Quiero mostrar al menos algunos elementos de ese desarrollo. Los profetas y muchos Salmos critican fuertemente los sacrificios cruentos del templo. Por ejemplo, el Salmo 49, en el que es Dios quien habla, dice: "Si tuviera hambre, no te lo diría: pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros?, ¿beberé sangre de cabritos? Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza" (vv. 12-14) En el mismo sentido dice el Salmo siguiente, 50: "Los sacrificios no te satisfacen; si te ofreciera un holocausto no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias" (v. 18 s). En el libro de Daniel, en el tiempo de la nueva destrucción del templo por parte del régimen helenístico (siglo II a.C.) encontramos un nuevo pasaje que va en la misma línea. En medio del fuego —es decir, en la persecución, en el sufrimiento— Azarías reza así: "Ya no hay, en esta hora, ni príncipe ni profeta ni caudillo ni holocausto ni sacrificio ni oblación ni incienso ni lugar donde ofrecerte las primicias, y hallar gracia a tus ojos. Mas con corazón contrito y espíritu humillado te seamos aceptos, como holocaustos de carneros y toros. (...) Tal sea hoy nuestro sacrificio ante ti, y te agrade" (Dn 3, 38 ss). En la destrucción del santuario y del culto, en esta situación de privación de todo signo de la presencia de Dios, el creyente ofrece como verdadero holocausto su corazón contrito, su deseo de Dios.

Vemos un desarrollo importante, hermoso, pero con un peligro. Hay una espiritualización, una moralización del culto: el culto se convierte sólo en algo del corazón, del espíritu. Pero falta el cuerpo, falta la comunidad. Así se entiende, por ejemplo, que el Salmo 50 y también el libro de Daniel, a pesar de criticar el culto, deseen la vuelta al tiempo de los sacrificios. Pero se trata de un tiempo renovado, de un sacrificio renovado, en una síntesis que aún no se podía prever, que aún no se podía imaginar.

Volvamos a san Pablo. Él es heredero de estos desarrollos, del deseo del culto verdadero, en el que el hombre mismo se convierta en gloria de Dios, en adoración viva con todo su ser. En este sentido dice a los Romanos: "Ofreced vuestros cuerpos como una víctima viva. (...) Este será vuestro culto espiritual" (Rm 12, 1). San Pablo repite así lo que ya había señalado en el capítulo 3: El tiempo de los sacrificios de animales, sacrificios de sustitución, ha terminado. Ha llegado el tiempo del culto verdadero.

Pero también aquí se da el peligro de un malentendido: este nuevo culto se podría interpretar fácilmente en un sentido moralista: ofreciendo nuestra vida hacemos nosotros el culto verdadero. De esta forma el culto con los animales sería sustituido por el moralismo: el hombre lo haría todo por sí mismo con su esfuerzo moral. Y ciertamente esta no era la intención de san Pablo.

Pero persiste la cuestión de cómo debemos interpretar este "culto espiritual, razonable". San Pablo supone siempre que hemos llegado a ser "uno en Cristo Jesús" (Ga 3, 28), que hemos muerto en el bautismo (cf. Rm 1) y ahora vivimos con Cristo, por Cristo y en Cristo. En esta unión —y sólo así— podemos ser en él y con él "sacrificio vivo", ofrecer el "culto verdadero". Los animales sacrificados habrían debido sustituir al hombre, el don de sí del hombre, y no podían. Jesucristo, en su entrega al Padre y a nosotros, no es una sustitución, sino que lleva realmente en sí el ser humano, nuestras culpas y nuestro deseo; nos representa realmente, nos asume en sí mismo. En la comunión con Cristo, realizada en la fe y en los sacramentos, nos convertimos, a pesar de todas nuestras deficiencias, en sacrificio vivo: se realiza el "culto verdadero".

Esta síntesis está en el fondo del Canon romano, en el que se reza para que esta ofrenda sea "rationabile", para que se realice el culto espiritual. La Iglesia sabe que, en la santísima Eucaristía, se hace presente la autodonación de Cristo, su sacrificio verdadero. Pero la Iglesia reza para que la comunidad celebrante esté realmente unida con Cristo, para que sea transformada; reza para que nosotros mismos lleguemos a ser lo que no podemos ser con nuestras fuerzas: ofrenda "rationabile" que agrada a Dios. Así la Plegaria eucarística interpreta de modo adecuado las palabras de san Pablo. San Agustín aclaró todo esto de forma admirable en el libro décimo de suCiudad de Dios. Cito sólo dos frases: "Este es el sacrificio de los cristianos: aun siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo". "Toda la comunidad (civitas) redimida, es decir, la congregación y la sociedad de los santos, es ofrecida a Dios mediante el Sumo Sacerdote que se ha entregado a sí mismo" (10, 6: CCL 47, 27 ss).

De la Audiencia general del 7 de enero de 2009, Ha llegado el tiempo del verdadero culto..

martes, 23 de febrero de 2010

PBRO. ALBERTO SANGUINETTI: OBISPO DE CANELONES


(Oficina de Prensa CEU - Martes 23 de febrero de 2010). El Pbro. Alberto Sanguinetti Montero, de 64 años de edad, fue nombrado por el Papa Benedicto XVI Obispo de la Diócesis de Canelones.


A las 12 hs de Roma (9 hs de Montevideo) de esta jornada fue publicado el referido nombramiento por L’ Osservatore Romano, al tiempo que se anunció la designación del hasta ahora Obispo de esa Diócesis, Mons. Orlando Romero Cabrera, como Administrador Apostólico “ad tempus” de dicha circunscripción eclesiástica, hasta la toma de posesión canónica por parte del nuevo Pastor.


El Pbro. Sanguinetti es oriundo de Montevideo y hasta ahora se desempeñó como miembro del Consejo Presbiteral Arquidiocesano de Montevideo, Párroco de la Parroquia “Nuestra Señora del Carmen” (Cordón) y docente de la Facultad de Teología del Uruguay “Mons. Mariano Soler”.


La Diócesis de Canelones abarca el departamento de Canelones, que alberga a unos 514.616 habitantes.


La Diócesis de Canelones fue erigida por mandato del Papa Juan XXIII, el 25 de noviembre de 1961. Su primer Obispo fue Mons. Orestes Nuti (1962-1994), le siguió Mons. Orlando Romero, convirtiéndose el P. Sanguinetti con este nombramiento, en el tercer Obispo de la Diócesis.


A partir de la toma de posesión del nuevo Obispo, la Conferencia Episcopal del Uruguay pasará a estar conformada por 9 Obispos Diocesanos (uno de los cuales es, además, Administrador Apostólico de Minas), 2 Obispos Auxiliares y 4 Obispos eméritos.


martes, 9 de febrero de 2010

LA POTENCIA Y EL ACTO

El cambio, necesidad de la noción de potencia

Pero dirá alguno: ¿no constituirá esto un puro juego de palabras, sin verdadero significado? De ningún modo, y para comprenderlo bastará dejar por un instante la abstracción metafísica y dar una ojeada al mundo.


El cual aparece, ante todo, como una mezcla de movimiento de elementos. Todo cambia en la naturaleza: unas estaciones suceden a otras, y los seres vivientes se nos ofrecen constantemente apareciendo, creciendo y muriendo. Ahora bien, ¿qué es el cambio? Si intentamos, no representárnoslo de una manera sensible, sino analizarlo con la inteligencia, se nos ofrece (caso curioso) como una mezcla de ser y de no ser. Una cosa que cambia, por ejemplo la nieve que se licua, es, a un tiempo, nieve y no nieve, agua y no agua ¿No habrá aquí una violación del principio de no-contradicción? Según este principio,¿no debe una cosa ser lo que es, sin poder, al mismo tiempo, dejar de serlo?¿ Además, para que el agua provenga de la nieve, no es preciso que la nieve fuera ya agua? De lo contrario, nosotros tendríamos tal ser, el agua, que dimanarías de un absoluto no-agua, si es lícito expresarse en estos términos ¿Pero no es esto hacer dimanar el ser del no ser, e identificar lo que es con lo que no es? Para ser agua no era necesario sino que la nieve continuase siendo lo que ya era.

COMENTARIO PRIMERA CARTA DE SAN PEDRO (CAP.5)

(1-4) El padre Bojorge interpreta "presbíteros" no como ancianos sino como "mayores" y como un calificativo de la condición implícita de hijos mayores de Dios desde hace más tiempo o de mayor filialidad de alma, y por lo tanto de hermanos mayores de los demás cristianos. Los hijos mayores son los hermanos mayores, que son "la forma" "el modelo" de la grey. La traducción de "presbús", por "mayor". más antiguo o más grande o mejor en algún orden, no es una interpretación antojadiza, caprichosa o intuitiva. Es uno de los sentidos que los diccionarios griegos del NT le reconocen a la palabra presbús.

Forma gregis, en latín traduce el griego: typos poimeníou. Typos como los tipos de imprenta, que imprimen la imagen. Y por eso se piensa en algo así como un sello que imprime la imagen filial en la grey que se les confía.

Esto tiene que ver con la teología del "carácter" que imprimen los tres sacramentos que confieren la filialidad, o el ser filial: bautismo y confirmación (sacerdocio general de los fieles, pueblo filial) y Orden sagrado (configuración al Cristo pastor de la grey o Hijo puesto sobre la casa para dar a cada uno la medida de trigo).

También los 24 presbíteros del Apocalípsis toman nuevo sentido si se los entiende así como los mayores, en filialidad y en fraternidad. No tanto como ancianos. Y Jesús es el primogénito entre muchos hermanos.

El apóstol ha sido testigo de los sufrimientos de Cristo ( Lc 24,48) y espera pronto participar también de su gloria. En el horizonte está la expectativa de una Parusía próxima.

La exhortación a los "mayores" se introduce con las palabras así pues. Hemos acabado de oir hablar del cumplimiento del deber en la vida cotidiana -pese a los sufrimientos-, y antes se habló todavía de la conexión entre sufrimiento y gloria (4,13). Empalmando con ello dice el apóstol: También los "mayores", y ellos muy especialmente, tendrán necesidad de practicar el bien en el cumplimiento diario del deber, y con la esperanza en la gloria eterna, deberán asociar la convicción de la necesidad de la cruz.

martes, 2 de febrero de 2010

BENEDICTO XVI: "MISERICORDIA QUIERO, NO SACRIFICIOS" Os 6,6

En el centro de la liturgia de la Palabra de este domingo está una expresión del profeta Oseas, que Jesús retoma en el Evangelio: «Quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos» (Os 6, 6). Se trata de una palabra clave, una de las palabras que nos introducen en el corazón de la Sagrada Escritura.

El contexto, en el que Jesús la hace suya, es la vocación de Mateo, de profesión "publicano", es decir, recaudador de impuestos por cuenta de la autoridad imperial romana; por eso mismo, los judíos lo consideraban un pecador público. Después de llamarlo precisamente mientras estaba sentado en el banco de los impuestos —ilustra bien esta escena un celebérrimo cuadro de Caravaggio—, Jesús fue a su casa con los discípulos y se sentó a la mesa junto con otros publicanos. A los fariseos escandalizados, les respondió: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. (...) No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Mt 9, 12-13). El evangelista san Mateo, siempre atento al nexo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, en este momento pone en los labios de Jesús la profecía de Oseas: «Id y aprended lo que significa: "Misericordia quiero y no sacrificios"».

Es tal la importancia de esta expresión del profeta, que el Señor la cita nuevamente en otro contexto, a propósito de la observancia del sábado (cf. Mt 12, 1-8). También en este caso, Jesús asume la responsabilidad de la interpretación del precepto, revelándose como "Señor" de las mismas instituciones legales. Dirigiéndose a los fariseos, añade: «Si comprendierais lo que significa: "Misericordia quiero y no sacrificios", no condenaríais a personas sin culpa» (Mt 12, 7). Por tanto, Jesús, el Verbo hecho hombre, "se reconoció", por decirlo así, plenamente en este oráculo de Oseas; lo hizo suyo con todo el corazón y lo realizó con su comportamiento, incluso a costa de herir la susceptibilidad de los jefes de su pueblo. Esta palabra de Dios nos ha llegado, a través de los Evangelios, como una de las síntesis de todo el mensaje cristiano: la verdadera religión consiste en el amor a Dios y al prójimo. Esto es lo que da valor al culto y a la práctica de los preceptos.

Dirigiéndonos ahora a la Virgen María, pidamos por su intercesión vivir siempre en la alegría de la experiencia cristiana. Que la Virgen, Madre de la Misericordia, suscite en nosotros sentimientos de abandono filial a Dios, que es misericordia infinita; que ella nos ayude a hacer nuestra la oración que san Agustín formula en un famoso pasaje de sus Confesiones: «¡Señor, ten misericordia de mí! Mira que no oculto mis llagas. Tú eres el médico; yo soy el enfermo. Tú eres misericordioso; yo, lleno de miseria. (...) Toda mi esperanza está puesta únicamente en tu gran misericordia» (X, 28. 39; 29. 40).

COMENTARIO PRIMERA CARTA DE SAN PEDRO (CAP. 4)

(1-2) El autor vuelve de nuevo al tema del sufrimiento de Cristo, en cuyo seguimiento deben vivir sus discípulos. "Quien padece en la carne." Se trata del creyente que sufre, aceptando su dolor y uniéndolo a los padecimientos de Cristo. Quien hace esto manifiesta que ha roto ya con el pecado y vive una vida nueva según la voluntad de Dios ( Ro 6,2.7; I Jn 3,6).

La vida en la tierra es tiempo de lucha. Para el desenlace de esta lucha tienen las armas importancia decisiva. En la carta a los Efesios enumera el apóstol toda la armadura de Dios (Ef 6,11-14 ss). La verdad es el cinturón, la justicia es la coraza, los pies están calzados "prontos para el evangelio de la paz", la fe es el escudo, la salvación sirve de casco, y la palabra de Dios, de espada del Espíritu. Habla también más en general de las armas ofensivas y defensivas "de la justicia" (II Cor 6,7) y exhorta a revestirse de "las armas de la luz" (Ro 13,12). Pedro es de nuevo más sobrio y sencillo: las comunidades han de armarse de la misma actitud de Cristo. La mejor arma para conquistar la salvación y la vida es imitar a Cristo en su prontitud para llevar la cruz conforme a la voluntad de Dios.

lunes, 1 de febrero de 2010

JUAN PABLO II VISTO POR EL POSTULADOR DE SU CAUSA

Juan Pablo II es el mismo en público y en privado, “transparente, sincero, íntegro”.

Así es como el portulador de la causa de beatificación, monseñor Slawomir Oder, califica al Juan Pablo II que emerge de los 114 testimonios escuchados para la instrucción de la causa.