viernes, 8 de febrero de 2013

HORACIO BOJORGE SI: INTRODUCCIÓN A LAS BIENAVENTURANZAS


1) En el Sermón de la Montaña Jesús es el Maestro que 1) nos enseña 2) a todos 3) con el ejemplo de su vida y con sus palabras 4) a vivir como Hijos de Dios y 5) nos comunica las promesas del Padre

Viviendo como Él vivió, los que quieran ser sus discípulos aprenderán de él a vivir como Hijos de Dios. De ese modo, el Padre cumplirá en ellos sus promesas, como antes las cumplió con Jesús. No es otra cosa lo que Jesús tiene para enseñarnos: vino a enseñarnos con su ejemplo y su palabra a vivir como Hijos de Dios. No vino a traer doctrinas esotéricas, sino esta única y divina sabiduría. Y esta sabiduría y vida divina de hijos, se ofrece a todos los hombres.


2) La doctrina de Jesús no es diversa de su vida. Es su vida misma convertida en contenido de su enseñanza. Por eso, no hay mejor comentario para las palabras de la enseñanza de Jesús, cuando no entendamos lo que quiere decir, que observar su propia vida.
Por ejemplo, si queremos saber qué significa "poner la otra mejilla" (Mt 5,39; Lc 6,29) tenemos que contemplar a Jesús en su Pasión, respondiendo al siervo del pontífice que acaba de golpearlo en el rostro: "si he hablado mal prueba en qué; y si no, ¿por qué me pegas?" (Juan 18, 23). Jesús pone la otra mejilla exponiéndose a un castigo mayor al pedir explicaciones. Lejos de una actitud de cobardía y achicamiento, Jesús muestra así su valentía, su coraje.

3) Para comprender el alcance y el significado de las Bienaventuranzas (Mateo 5, 1-12), el mejor camino es ver cómo las vivió Jesús y cómo se cumplieron en él lo que prometen.

¿IDEALES IMPOSIBLES? NO: PROMESAS MÁS QUE MANDAMIENTOS

4) Las Bienaventuranzas: son promesas del Padre a los que vivan como hijos. Por eso -decíamos- para comprenderlas hay que ver cómo las vivió Jesús y cómo el Padre le cumplió las promesas:

5) De hecho, las Bienaventuranzas se oponen punto por punto a las normas de vida y a la jerarquía de valores corrientes. 1) A nuestro apetito de riquezas oponen la pobreza; 2) a nuestros instintos de fuerza, de violencia y de dominación de los demás, oponen la mansedumbre; 3) a nuestra hambre de autoafirmación y a nuestra sed de disfrutar, oponen el hambre y sed de justicia; y no de cualquier justicia, sino de la que supera la de los escribas y fariseos, es decir, la justicia de los hijos de Dios; 4) a nuestra dureza de corazón, oponen la misericordia de Jesús y del Padre; 5) a nuestra susceptibilidad e inclinación al conflicto, oponen el espíritu de paz; 6) a nuestra vanidad y a nuestra dependencia de la opinión ajena, oponen la libertad de los hijos, que no buscan su propia gloria sino la del Padre. [s. Pinckaers]

6) ¿Nos predica el Sermón de la Montaña una moral inaplicable en lo concreto? ¿Nos sitúa ante un ideal imposible? Parecería que en las Bienaventuranzas, Jesús se complaciera en poner la felicidad y la bienaventuranza en todo lo que nos repugna y nos asusta.
Lo que pasa es que vivir como hijos de Dios Padre es algo distinto que el modo de vivir del hombre natural y aún de los judíos piadosos. El hombre natural se inclina a poner la felicidad en el bienestar. Los escribas y fariseos en la guarda de los mandamientos. Lo que Jesús describe es un modo de vivir que, o bien se recibe de manos del Padre o es, en verdad, inalcanzable. Nadie puede alcanzarlo por sí mismo. Sería como darse el ser a sí mismo, sin intervención de un padre. La bienaventuranzas revelan que la felicidad no consiste en el bienestar sino en el amor de hijos al Padre y en recibirlo todo del Padre viviendo en su amor.

7).- El Sermón de la Montaña sería una moral inaplicable y un ideal imposible si solamente nos ofreciera una ley como las demás: un texto, un código de conducta, una serie de mandamientos. Pero las Bienaventuranzas son principalmente promesas de la acción del Espíritu santo en el corazón del hombre. Lo que tienen que hacer los que aspiran a vivir como hijos, es, antes que nada, creer en las promesas del Padre, cumplidas en Jesús y que Jesús nos hace en la Bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas contienen las promesas y la revelación de lo que el Espíritu Santo quiere llevar a cabo en nuestras vidas, si nos prestamos a su acción por la fe y la caridad: hacernos vivir como Hijos del Padre. Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible.

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