lunes, 11 de febrero de 2013

MONSEÑOR ALBERTO SANGUINETTI: QUÉ ES LA CUARESMA?


¿QUE ES LA CUARESMA?

- La Cuaresma es el tiempo de 40 días que precede a la celebración anual de la Pascua de Jesús.
- Es el tiempo de renovación de la vida de la Iglesia, toda la comunidad quiere prepararse para renovar la alianza con el Padre por Cristo en la noche de Pascua.
- Es el tiempo por excelencia de prepa­ración al bautismo de aquellos que lo recibirán en la Noche de Pascua. Y también, el tiempo de preparación a la solemne renovación del Bautismo en la Vigilia Pascual de todos los ya bautiza­dos.
- Cada bautizado es responsable de tomar parte en este “trabajo de la co­munidad cristiana”, participando acti­vamente del ejercicio cuaresmal.

Cristo por nosotros vino al mundo: para anunciarnos el plan amoroso del Padre; lo recibimos en la obediencia de la fe. Cristo, por nosotros murió y resucitó, para darnos el perdón de los pecados y la vida eterna: lo recibimos creyendo en él y dejando que obre en nosotros su salvación. Su obra salvadora Jesucristo, muerto y resucitado, que está glorioso junto al Padre, la obra por medio de su Iglesia, que es su cuerpo. Por eso, la acción salvadora de Cristo se actualiza para nosotros por la predicación del Evangelio por parte de la Iglesia y por la acción poderosa del Bautismo y los demás sacramentos.

La Cuaresma es un tiempo de gracia para volvernos hacia Cristo y su Iglesia, para renovar la fe en Cristo y pedirle que reavive en nosotros la gracia del bautismo: el perdón de los pecados, la vida nueva de santidad y gracia, la incorporación a la Iglesia.
LA CUARESMA ES UN CAMINO

La vida humana es un camino. La cuaresma es el camino de la vida condensado en unas semanas, para que lo vivamos con intensidad, para que dé frutos de conversión de cambio de vida, de renovación.
Hay un arranque radical, que siempre debe ser renovado: la conversión. Jesús nos dice: “conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15), crean en mi palabra, en mi anuncio, como para jugarse la vida. Cambien de conducta y vivirán. El que crea y sea bautizado se salvará.

Pero a ese cambio, conversión, sigue siempre el seguimiento de Jesús. Este seguimiento es un camino de continua conversión, de continuo dejar la voluntad propia y unirse a Cristo crucificado. Él nos llama: ven y sígueme. El mismo nos dice cómo seguirlo: el que quiere ser mi discípulo, que venga tras de mí, tome su cruz y me siga.
“Toma, pues, tu cruz y sigue a Jesús; así entrarás en la vida eterna. Te ha precedido él mismo, llevando la cruz (Jn.19,17) y ha muerto por ti, a fin de que también tú lleves tu cruz y desees ser también tu crucificado. De verdad, si mueres con él, con él y como él vivirás. Si fueres su compañero en el sufrimiento, él será también tu compañero en la gloria (Imitación de Cristo, L.2, c.12, n.2).

Esta conversión, producida por el anuncio del Evangelio: “Dios viene a reinar en Jesús y darnos vida”, pide la humildad de reconocerse necesitado, pecador y mortal. La imposición de la ceniza, nos recuerda que somos polvo, para que con humildad y confianza busquemos la gracia del perdón de los pecados y la vida eterna.
En la cuaresma este llamado a conversión: volvámonos a Cristo y a su Iglesia y este camino es vivido y está pautado por las celebraciones cuaresmales de la misma Iglesia.

El miércoles de cenizas el Señor llama a todos – grandes y chicos – a unirse como un solo pueblo, como Iglesia, en el camino cuaresmal. Se nos invita a escuchar juntos la palabra de Dios, que convierte los corazones y nos invita a este momento de regalo de Dios, de gracia de Dios, que es la cuaresma.
Confiados en el amor de Dios, se nos invita al camino del ejercicio, del trabajo cuaresmal.

El camino de los evangelios dominicales
Para que veamos la conducción del camino, atendamos a las lecturas de los Santos Evangelios que se nos propondrán los 5 domingos de cuaresma.

1) el Domingo I, el próximo: oiremos y contemplaremos cómo Jesús fue tentado, probado y venció la tentación, entregándose a la obediencia del Padre (Mt. 4,1-11). Nos muestra nuestro camino como un combate, en el que somos tentados, y en el que vencemos sólo si nos unimos a Cristo.
Este combate que comenzó en las tentaciones, culmina en la pasión y muerte, en la agonía de Jesús. Así que nuestro camino también será de combate: no huyamos, sino seamos fuertes y valientes de corazón los que confiamos en el Señor.

2) el II Domingo de Cuaresma, se nos proclamará la transfiguración del Señor Jesús en el monte santo. Jesús, transfigurado, vuelto luz, señalado por el Padre como Hijo a escuchar, nos da la confianza del triunfo y se nos muestra como guía de nuestro camino (Mt.17, 1-9). Con su luz, tenemos la esperanza de la vida eterna, y la fuerza para oír y obedecer la palabra de Dios.
En el camino de la vida, en el que estamos rodeados de oscuridad y tinieblas, la transfiguración de Jesús es un anticipo de la luz, la gloria de la resurrección, de la luz total en es Dios y en la que esperamos ser iluminados el día de la segunda venida de Cristo.

3) Los otros tres Domingos nos proclaman a Cristo que salva y que nos hace partícipes de la salvación en el bautismo. Son evangelios bautismales, que ayudan a los catecúmenos a prepararse hacia el bautismo en la noche pascual y que llevan a todos los bautizados a atender y querer reavivar la gracia del bautismo y ser fieles a él.
El Domingo III, Jesús se presenta como fuente de la vida, que a la Samaritana le ofrece el agua que da vida verdadera, que salta hasta la vida eterna: el agua de la fe, de la vida del Espíritu Santo, en la que renacemos en el bautismo (cfr Jn. 4,5-42).

El Domingo IV, Jesús se presenta como luz del mundo y abre los ojos del ciego de nacimiento. Así obra Cristo en el bautismo, que es iluminación, que nos rescata de las tinieblas, para que andemos como hijos de la luz, para vivamos con transparencia a la luz del Señor (cfr Jn. 9,1-41).

El Domingo V, Jesús se presenta como la resurrección y la vida. Haciendo que Lázaro recupere la vida, Cristo aparece como vencedor de la muerte y como quien nos hace participar de la vida inmortal, de la vida propia de Dios. En el bautismo pasamos de muerte a vida y somos hechos ciudadanos del cielo y partícipes de la vida de Dios (cfr Jn.11,1-45).

De esta forma el camino cuaresmal es el de Cristo y el de nosotros siguiéndolo y uniéndonos a él. Nos llama a la conversión, que es dejar que Dios obre en nosotros, nos reconcilie, nos perdone, y nos mueve a ser mejores, a ser semejantes a él.
Así la liturgia de la Cuaresma nos conduce hacia la celebración de la pasión del Señor y su gloriosa resurrección. En la Vigilia de la Santa Pascua, serán bautizados los nuevos cristianos, y todos vamos a renovar las promesas del bautismo y a gozar de la nueva vida, que comenzó en nuestro bautismo y que se hace camino hasta la vida eterna.

¿QUÉ ES EL EJERCICIO DE LA CUARESMA?

- Los hombres, porque somos libres, vamos siendo aquello que elegimos ser. Pero esa elección debe trabajarse por el ejercicio repetido, consciente, querido.

- Así hacemos “ejercicios” para apren­der los idiomas, para aprender a usar el cuerpo en los deportes.

- Cuando tuvimos alguna operación para restablecer la salud, es necesario luego hacer ejercicios, terapias, fisioterapias, para lograr el buen uso de nuestro cuerpo. También al perdón de los pecados dado por Cristo en el bautismo y en la confesión, siguen unos ejercicios, una terapia cristiana, para ser mejores seguidores de Cristo, para andar livianos por el camino de la salvación.

- La vida que Cristo nos regala se hace nuestra por “los ejercicios” de la vida cristiana.
- La Cuaresma es un “entrenamiento” fuerte en la vida cristiana, que hace­mos en equipo, en Iglesia.
Los actos principales de este entre­namiento son:
  • la oración, en sus distintas formas. Una oración “de Iglesia”, intensa, fre­cuente, profunda, perseverante. Hay diferentes formas de oración: la personal y la comunitaria. La de escucha de la Palabra de Dios y la de súplica y acción de gracias. Todas son buenas y todas hay que ejercitarlas. Por encima de todo, la principal oración es la Santa Misa, que Jesús mismo nos mandó celebrar en su memoria.
  • la penitencia, que son los actos libres de desprendernos de todo lo que nos impide seguir a Jesús: en primer lugar del pecado; pero también de realidades buenas, pero que nos atan. Por la penitencia nos unimos a la Cruz de Jesús.
  • la caridad, el amor al prójimo en sus distintas formas: perdonando, dando de nuestro tiempo y de nuestro dinero; sirviendo a los hermanos por amor al Padre.
El ejercicio cuaresmal lo hacemos en comunidad.

Cada uno debe hacer su plan de ejercicios cuaersmales: oración, penitencia y caridad.

Ejemplo de plan de ejercicio cuaresmal


1. Oración.
La oración diaria de cada cristiano debe ser a la mañana y al atardecer, Si se puede acompañando a la Iglesia, con el rezo de Laudes y Vísperas. Si no, buscar alguna forma de hacer oración al comienzo y al fin de la jornada.
También es sumamente provechoso que cada día escuchemos algún pasaje de la Palabra de Dios y nos quedemos un tiempo guardándolo en el corazón. Para ello, sirve mucho el método de la lectio divina. En lo posible hay que leer aquellas lecturas que la Iglesia lee cada día en el tiempo de Cuaresma. De esa forma nuestro camino cuaresmal, día a día, es guiado por la Palabra de Cristo y por la Iglesia que elige oír ese pasaje.
La principal oración es la oración litúrgica, es decir, la oración que la Iglesia unida a Cristo hace en su conjunto.
Por eso, el centro de la oración del cristiano, y más en este tiempo de Cuaresma, es la oración comunitaria del día Domingo, día del Señor. Tenemos que hacer lo imposible por participar de la santa Misa dominical (sea el sábado, a las vísperas del domingo, sea el domingo de mañana y de tarde). La Plegaria y Oración central de la Misa, la dicen Cristo y la Iglesia por boca del sacerdote y a ella nos unimos con el Amén. Es la misma oración y sacrificio del Señor.
También quien quiera más pue­de participar diariamente del pan de la palabra divina y de la mesa del Señor, en la Misa diaria.
En la participación de la oración litúrgica, ha de incluirse preparar una buena confesión para este tiempo de Cuaresma, en la que recibamos el perdón de Cristo, por la oración de la Iglesia.
* La Cuaresma tiene su verdad y pleni­tud en la celebración parroquial del Domingo de Ramos y del Santo Triduo Pascual: es su culminación y el centro de todo el año de la vida de la Parroquia.

2. La penitencia. Hay un mínimo de penitencia comunitaria: el ayuno del miércoles de cenizas y del viernes santo (una comida, aunque puede agregarse algo a la mañana y a la hora de la otra comida) y la abstinencia de carne todos los viernes de cuaresma.
A ello hay que agregarle la renuncia a los pecado personales que a uno lo afectan más (hay que hacer un buen examen de conciencia y, quizás, una buena confesión). También la renuncia voluntaria a algo (a la bebi­da, o a dife­ren­tes gustos).
La penitencia voluntaria tiene un triple significado: unirnos con la ofrenda de Cristo por la salvación del mundo; hacernos más libres para seguir a Jesús y hacer la voluntad del Padre; dar a los pobres (por eso no tiene sentido una abstinencia, para comer el pescado más exquisito; además hay que dar a los pobres o a la Iglesia, lo que aho­rra­mos por una vida más aus­tera).

3. la caridad. La vida de Cristo en nosotros crece por la participación en el amor de Cristo al Padre y a los her­manos. El ejercicio cuaresmal nos pide buscar las formas concretas de vivir la caridad: a) perdonando y reconciliándo­nos; b) mejo­rando la vida comunitaria, mu­rien­do a nuestros egoísmos, evi­tando lo que molesta al prójimo; c) visi­tan­do en­fer­mos, an­cia­nos, aten­diendo a quie­nes nos necesi­tan; d) sirviendo a los po­bres.
Dios todopoderoso,
concédenos que por la práctica anual de la Cuaresma,
progresemos en el conocimiento de Cristo,
y vivamos en conformidad con él.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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