viernes, 28 de abril de 2017

SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT: MARÍA Y LOS ÚLTIMOS TIEMPOS



María en los últimos tiempos de la Iglesia.


49. La salvación del mundo comenzó por medio de María y por medio de Ella debe consumarse. María casi no se manifestó en la primera venida de Jesucristo, a fin de que los hombres poco instruidos e iluminados aún cerca de la persona de su Hijo, no se alejaran de la verdad aficionándose demasiado fuerte e imperfectamente a la Madre, como habría ocurrido seguramente, si Ella hubiera sido conocida, a causa de los admirables encantos que el Altísimo le había concedido aún en su exterior. Tan cierto es esto que San Dionisio Areopagita escribe que cuando la vio, la hubiera tomado por una divinidad, a causa de sus secretos encantos e incomparable belleza, si la fe en la que se hallaba bien cimentado no le hubiera enseñado lo contrario.

Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo parcialmente aun después de la predicación del Evangelio.

50. Dios quiere, pues, revelar y manifestar a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos.

a. Porque Ella se ocultó en este mundo y se colocó más baja que el polvo por su profunda humildad, habiendo alcanzado de Dios, de los Apóstoles y Evangelistas que no la dieran a conocer.

b. Porque Ella es la obra maestra de las manos de Dios, tanto en el orden de la gracia como en el de la gloria y El quiere ser glorificado y alabado en la tierra por los hombres.

c. Porque Ella es la aurora que precede y anuncia al Sol de Justicia, Jesucristo, y por lo mismo, debe ser conocida y manifestada, si queremos que Jesucristo lo sea.

d. Porque Ella es el camino por donde vino Jesucristo a nosotros la primera vez y lo será también cuando venga la segunda, aunque de modo diferente.

e. Porque Ella es el medio seguro y el camino directo e inmaculado para ir a Jesucristo y hallarlo perfectamente. Por ella deben resplandecer en santidad. Quien halla a María, halla la vida, es decir, a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida. Ahora bien, no se puede hallar a María sino se la busca, ni buscarla si no se la conoce, pues no se busca ni desea lo que no se conoce. Es, por tanto, necesario que María sea mejor conocida que nunca, para mayor conocimiento y gloria de la Santísima Trinidad.

f. Porque María debe resplandecer más que nunca en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia:


  • En misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica;
  • En poder, contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan,
  • En gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor,

  • g. Por último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces "como un ejército en orden de batalla" sobre todo en estos últimos tiempos, porque el diablo sabiendo que le queda poco tiempo y menos que nunca para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará a en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás. 
  • SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT: LA ENEMISTAD ENTRE LA DESCENDENCIA DE LA VIRGEN Y LA DEL DEMONIO


    Lo que Lucifer perdió por orgullo lo ganó María con la humildad.Lo que Eva condenó y perdió por desobediencia lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor.

    Dios no puso solamente una hostilidad, sino hostilidades, y no solo entre María y Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir, Dios puso hostilidades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen, y los hijos y esclavos del Diablo; no pueden amarse ni entenderse unos a otros

    BENEDICTO XVI: ARRODILLARSE PARA ADORAR

    Al llegar a este momento no es posible de dejar de pensar en el inicio del "decálogo", los diez mandamientos, en donde está escrito: "Yo, el Señor, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí" (Éxodo 20, 2-3). Encontramos aquí el tercer elemento constitutivo del Corpus Christi: arrodillarse en adoración ante el Señor. Adorar al Dios de Jesucristo, que se hizo pan partido por amor, es el remedio más válido y radical contra las idolatrías de ayer y hoy. Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno, por más fuerte que sea. Nosotros, los cristianos, sólo nos arrodillamos ante el santísimo Sacramento, porque en él sabemos y creemos que está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su unigénito Hijo (Cf. Juan 3, 16).


    Nos postramos ante un Dios que se ha abajado en primer lugar hacia el hombre, como el Buen Samaritano, para socorrerle y volverle a dar la vida, y se ha arrodillado ante nosotros para lavar nuestros pies sucios. Adorar el Cuerpo de Cristo quiere decir creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, quien da verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo y a la más pequeña criatura, a toda la historia humana y a la más breve existencia. La adoración es oración que prolonga la celebración y la comunión eucarística, en la que el alma sigue alimentándose: se alimenta de amor, de verdad, de paz; se alimenta de esperanza, pues Aquél ante el que nos postramos no nos juzga, no nos aplasta, sino que nos libera y nos transforma.


    Por este motivo, reunirnos, caminar, adorar, nos llena de alegría. Al hacer nuestra la actitud de adoración de María, a quien recordamos particularmente en este mes de mayo, rezamos por nosotros y por todos; rezamos por cada persona que vive en esta ciudad para que pueda conocerte e ti, Padre, y a Aquél que tú has enviado, Jesucristo. Y de este modo tener la vida en abundancia. Amén.

    SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT: MARÍA Y LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS


    55. Si, Dios quiere que su Madre Santísima, sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca. Lo que sucederá sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la devoción que voy a manifestarles en seguida. 

    Entonces verán, en cuanto lo permita la fe, a esta hermosa estrella del mar y, guiados por Ella, llegará a puerto seguro, a pesar de las tempestades y de los piratas. 

    Entonces conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su servicio como súbditos y esclavos de amor. 

    Entonces saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán tiernamente como sus hijos predilectos. 

    Entonces experimentarán las misericordias en que Ella reboza y la necesidad en que están de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Medianera ante Jesucristo. 

    Entonces sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar hasta Jesucristo y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma sin reserva alguna, para pertenecer del mismo modo a Jesucristo. 


    56. Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido, ministros del Señor, que prenderán por todas partes el fuego del amor divino. 

    Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en mano de un valiente. 

    Serán hijos de Levi, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el fuego del amor, el incienso de la oración en el espíritu y en el cuerpo la mirra de la mortificación. 

    Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte. 

    57. Serán nubes tronales y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, lanzarán rayos contra el mundo del pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces y con la espada de dos filos de la palabra de Dios traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo. 

    58. Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos. A quienes el Señor de los ejército dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos. 

    Dormirán sin oro ni plata y lo que más cuenta sin preocupaciones en medio de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos. Tendrán sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y no dejarán en pos de sí en los lugares en donde prediquen sino el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda ley. 

    59. Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminando sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas, sin dar oídos ni escuchar ni temer a ningún mortal por poderoso que sea. 

    Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios, sobre sus hombros el estandarte ensangrentado de la cruz, en la mano derecha el crucifijo, el Rosario en la izquierda, los sagrados nombres de Jesús y María en el corazón y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo. 

    Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender su imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos. Pero, ¿cuándo y cómo sucederá esto?... ¡Sólo Dios lo sabe! A nosotros toca callar, orar, suspirar y esperar: 
    "Yo esperaba con ansia."

    sábado, 15 de abril de 2017

    HANS URS VON BALTHASAR: VIGILIA PASCUAL


    Con la muerte de Jesús la Palabra de Dios llega a su fin. La Iglesia ha velado en silencio junto al sepulcro, en la fatiga de María traspasada por todas las espadas de dolor; toda fe viva, toda esperanza viva se ha depositado ante Dios; ngo resuena ningún aleluya prematuro. La Iglesia vigilante y orante tiene tiempo de rememorar el largo camino que Dios ha recorrido con su pueblo desde la creación del mundo, a través de todas las etapas de la historia de la salvación; siete acontecimientos se presentan ante su mirada espiritual: la Iglesia ve la salvación incluso en las situaciones más difíciles, como en el sacrificio de Abrahán, como en el paso del mar Rojo, como en el llamamiento a volver del Exilio; y la Iglesia comprende que todos ellos eran auténticos acontecimientos de la gracia: también el sacrificio de Abrahán y la promesa de Dios; también el aparente hundimiento en el mar era la salvación de Israel y la ruina de sus enemigos, el exilio era también una larga purificación y un retorno a Dios.

    Así la Iglesia reconoce también, en la segunda lectura, que su propia muerte en el bautismo es un morir con Jesús para tener la salvación definitiva con él a un nuevo vivir para Dios, a una nueva vida sin pecado ni muerte. Este milagro no lo opera una simple ceremonia, sino un verdadero ser crucificado con Cristo del antiguo hombre pecador, que es el paso previo para que se pueda producir el morir y ser sepultado con Cristo. Esto es esencialmente un don que Dios concede al que se bautiza,y una exigencia de verificarlo en su existencia todos los días de su vida. Las dos cosas son inseparables para que este don de Dios en Cristo pueda realizarse en la vida del cristiano: lo que él es, debe llegar a serlo; lo que tiene, ha de desarrollarlo.Por eso el cambio que se produce entre el Sábado Santo y Pascua sólo puede ser ambas cosas en una: alegría por el don supremo que hemos recibido y firme decisión de mantener nuestras promesas bautismales.Con razón éstas se renuevan en la liturgia de la vigilia pascual.

    Ahora sólo las santas mujeres pueden percibir el mensaje del ángel. Éste las invita a aproximarse y ver el sitio vacío donde yacía el cadáver de Jesús. "No está aquí".Ya no es visible, ni tangible, ni localizable en el espacio y en el tiempo: hay que renunciar a eso. Nadie en la historia del mundo ha dejado tras sí un sitio vacío como el que ha dejado el que ayer yacía enterrado aquí. El, que entró en la historia con tanta fuerza, ya no es aprehensible dentro de ella . Ha Resucitado,como había dicho,ha abierto en la historia cerrada una brecha que ya no se cerrará nunca.Los guardias que custodiaban la tumba no han podido impedir esa abertura, que se ha mostrado tanto más llamativa cuantos más intentos se han hecho de cerrarla. Lo que se regala a las mujeres en lugar de ese vacío es la alegría de comunicar el mensaje a los discípulos, una alegría que se hace más profunda aún cuando el propio Señor se les aparece y renueva la misión: "Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán". allí, donde toda ha comenzado, en la cotidianidad de una profesión mundana, debe comenzar la vida nueva, en lo insignificante lo inconcebible único.

    BENEDICTO XVI: QUÉ SIGNIFICA QUE DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS?

    – Santidad: ¿Qué hizo Jesús en el tiempo que separó a la muerte de la resurrección? Y, ya que en el Credo se dice que Jesús después de la muerte descendió a los infiernos: ¿Podemos pensar que es algo que nos pasará también a nosotros, después de la muerte, antes de ascender al Cielo?

    Benedicto XVI. – En primer lugar, este descenso del alma de Jesús no debe imaginarse como un viaje geográfico, local, de un continente a otro. Es un viaje del alma. Hay que tener en cuenta que el alma de Jesús siempre está en contacto con el Padre, pero al mismo tiempo, este alma humana abraza hasta los últimos confines del ser humano. En este sentido baja a las profundidades, hasta los perdidos, hasta todos aquellos que no han alcanzado la meta de sus vidas, y trasciende así los continentes del pasado.

    Este descenso del Señor a los infiernos significa, sobre todo, que Jesús alcanza también el pasado, que la eficacia de la redención no comienza en el año cero o en el año treinta, sino que llega al pasado, abarca el pasado, a todas las personas de todos los tiempos.

    Dicen los Padres de la Iglesia, con una imagen muy hermosa, que Jesús toma de la mano a Adán y Eva, es decir a la humanidad, y la encamina hacia adelante, hacia las alturas. Y así crea el acceso a Dios, porque el hombre, por sí mismo, no puede elevarse a la altura de Dios. Jesús mismo, siendo hombre, tomando de la mano al hombre, abre el acceso. ¿Qué acceso? La realidad que llamamos cielo. Así, este descenso a los infiernos, es decir, a las profundidades del ser humano, a las profundidades del pasado de la humanidad, es una parte esencial de la misión de Jesús, de su misión de Redentor y no se aplica a nosotros. Nuestra vida es diferente, el Señor ya nos ha redimido y nos presentamos al Juez, después de nuestra muerte, bajo la mirada de Jesús, y esta mirada en parte será purificadora: creo que todos nosotros, en mayor o menor medida, necesitaremos ser purificados. La mirada de Jesús nos purifica y además nos hace capaces de vivir con Dios, de vivir con los santos, sobre todo de vivir en comunión con nuestros seres queridos que nos han precedido.

    viernes, 14 de abril de 2017

    HANS URS VON BALTHASAR: VIERNES SANTO


    Las grandes lecturas de la liturgia de hoy giran en torno al misterio central de la cruz, un misterio que ningún concepto humano puede expresar adecuadamente. Pero las tres aproximaciones bíblicas tienen algo en común: que el milagro inagotable e inefable de la cruz se ha realizado por nosotros. El siervo de Dios de la primera lectura ha sido ultrajado por nosotros, por su pueblo; el sumo sacerdote de la segunda lectura, a gritos y con lágrimas, se ha ofrecido a sí mismo como víctima a Dios para convertirse, por nosotros, en el autor de la salvación; y el rey de los judíos, tal y como lo describe la pasión según san Juan, ha cumplido por nosotros todo lo que exigía la Escritura, para finalmente, con la sangre y el agua que brotó de su costado traspasado, fundar su Iglesia para la salvación del mundo.

    El siervo de Yahvé. Que amigos de Dios intercedieran por los hombres, sobre todo por el pueblo elegido, era un tema frecuente en la historia de Israel: Abrahán intercedió por Sodoma, la ciudad empecatada; Moisés hizo penitencia durante cuarenta días y cuarenta noches por el pecado de Israel y suplicó a Dios que no abandonará a su pueblo; profetas como Jeremías y Ezequiel tuvieron que soportar las pruebas más terribles por el pueblo. Pero ninguno de ellos llegó a sufrir tanto como el misteriosos siervo de Dios de la primera lectura: el hombre de dolores despreciado y evitado por todos, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes,…que entregó su vida como expiación. Pero este sacrificio produce su efecto: sus cicatrices nos curaron: Se trata ciertamente de una visión anticipada del Crucificado, pues es imposible que este siervo sea el pueblo de Israel, que ni siquiera expía su propio pecado. No, es el siervo plenamente sometido a Dios, en el que Dios se ha complacido , sólo Dios, pues ¿quién sino Él se preocupa de su destino? Durante siglos este siervo de Dios permaneció desconocido e ignorado por Israel, hasta que finalmente encontró un nombre en el Siervo Crucificado del Padre.

    El sumo sacerdote. En la Antigua Alianza el sumo sacerdote podía entrar una vez al año en el Santuario y rociarlo con la sangra sacrificial de un animal. Pero ahora, en la segunda lectura, el sumo sacerdote por excelencia entra con su propia sangre (Hb 9,12), por tanto como sacerdote y como víctima a la vez, en el verdadero y definitivo santuario, en el cielo ante el Padre; por nosotros ha sido sometido la tentación humana; por nosotros ha orado y suplicado a Dios en la debilidad humana, a grito y con lágrimas; y por nosotros el Hijo, sometido eternamente al Padre, “aprendió”, sufriendo, a obedecer sobre la tierra, convirtiéndose así en autor de salvación eterna para todos nosotros. Tenía que hacer todo como Hijo de Dios para poder realizar eficazmente toda la profundidad de su servicio y sacrificio obedientes.

    El rey. En la pasión según san Juan Jesús se comporta como un auténtico rey en su sufrimiento: se deja arrestar voluntariamente; responde soberanamente a Anás que él ha hablado abiertamente al mundo; declara su realeza ante Pilato, una realeza que consiste en ser testigo de la verdad, es decir, en dar testimonio con su sangre de que Dios ha amado al mundo hasta el extremo. Pilato le presenta como un rey inocente ante el pueblo que grita crucifícalo. “¿A vuestro rey voy a crucificar?”, pregunta Pilato y, tras entregar a Jesús para que lo crucificaran, manda poner sobre la cruz un letrero en el que estaba escrito: “El rey de los judíos”. Y esto en las tres lenguas del mundo, irrevocablemente. La cruz es el trono real desde el que Jesús “atrae hacia él” a todos los hombres, desde el que funda su Iglesia, confiando su Madre al discípulo amado, que la introduce en la comunidad de los apóstoles, y culmina la fundación confiándole al morir su Espíritu Santo viviente, que infundirá en Pascua.
    Los tres caminos conducen, desde sitios distintos, al “refulgente misterio de la cruz” (fulget crucis mysterium); ante esta suprema manifestación del amor de Dios, el hombre sólo puede prosternarse en actitud de adoración.

    jueves, 13 de abril de 2017

    TRIDUO PASCUAL


    Todos los años en el "sacratísimo triduo del crucificado, del sepultado y del resucitado" o Triduo pascual, que se celebra desde la Misa vespertina del Jueves en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, "en íntima comunión con Cristo su Esposo", los grandes misterios de la redención humana.

    Jueves SantoLa visita al lugar de la reserva


    141. La piedad popular es especialmente sensible a la adoración del santísimo Sacramento, que sigue a la celebración de la Misa en la cena del Señor. A causa de un proceso histórico, que todavía no está del todo claro en algunas de sus fases, el lugar de la reserva se ha considerado como "santo sepulcro"; los fieles acudían para venerar a Jesús que después del descendimiento de la Cruz fue sepultado en la tumba, donde permaneció unas Cuarenta horas.

    Es preciso iluminar a los fieles sobre el sentido de la reserva: realizada con austera solemnidad y ordenada esencialmente a la conservación del Cuerpo del Señor, para la comunión de los fieles en la Celebración litúrgica del Viernes Santo y para el Viático de los enfermos, es una invitación a la adoración, silenciosa y prolongada, del Sacramento admirable, instituido en este día.

    Por lo tanto, para el lugar de la reserva hay que evitar el término "sepulcro" ("monumento"), y en su disposición no se le debe dar la forma de una sepultura; el sagrario no puede tener la forma de un sepulcro o urna funeraria: el Sacramento hay que conservarlo en un sagrario cerrado, sin hacer la exposición con la custodia.

    Después de la media noche del Jueves Santo, la adoración se realiza sin solemnidad, pues ya ha comenzado el día de la Pasión del Señor.

    Viernes Santo
    La procesión del Viernes Santo

    142. El Viernes Santo la Iglesia celebra la Muerte salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la salvación del mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado abierto del Salvador (Cfr. Jn 19,34).

    Entre las manifestaciones de piedad popular del Viernes Santo, además del Vía Crucis, destaca la procesión del "Cristo muerto". Esta destaca, según las formas expresivas de la piedad popular, el pequeño grupo de amigos y discípulos que, después de haber bajado de la Cruz el Cuerpo de Jesús, lo llevaron al lugar en el cual había una "tumba excavada en la roca, en la cual todavía no se había dado sepultura a nadie" (Lc 23,53).

    La procesión del "Cristo muerto" se desarrolla, por lo general, en un clima de austeridad, de silencio y de oración, con la participación de numerosos fieles, que perciben no pocos sentidos del misterio de la sepultura de Jesús.

    143. Sin embargo, es necesario que estas manifestaciones de la piedad popular nunca aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como sucedáneo de las celebraciones litúrgicas del Viernes Santo.

    Por lo tanto, al planificar pastoralmente el Viernes Santo se deberá conceder el primer lugar y el máximo relieve a la Celebración litúrgica, y se deberá explicar a los fieles que ningún ejercicio de piedad debe sustituir a esta celebración, en su valor objetivo.

    Finalmente, hay que evitar introducir la procesión de "Cristo muerto" en el ámbito de la solemne Celebración litúrgica del Viernes Santo, porque esto constituiría una mezcla híbrida de celebraciones.

    Representación de la Pasión de Cristo

    144. En muchas regiones, durante la Semana Santa, sobre todo el Viernes, tienen lugar representaciones de la Pasión de Cristo. Se trata, frecuentemente, de verdaderas "representaciones sagradas", que con razón se pueden considerar un ejercicio de piedad. Las representaciones sagradas hunden sus raíces en la Liturgia. Algunas de ellas, nacidas casi en el coro de los monjes, mediante un proceso de dramatización progresiva, han pasado al atrio de la iglesia.

    En muchos lugares, la preparación y ejecución de la representación de la Pasión de Cristo está encomendada a cofradías, cuyos miembros han asumido determinados compromisos de vida cristiana. En estas representaciones, actores y espectadores son introducidos en un movimiento de fe y de auténtica piedad. Es muy deseable que las representaciones sagradas de la Pasión del Señor no se alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita de piedad, para convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto el espíritu religioso cuanto el interés de los turistas.

    Respecto a las representaciones sagradas hay que explicar a los fieles la profunda diferencia que hay entre una "representación" que es mímesis, y la "acción litúrgica", que es anámnesis, presencia mistérica del acontecimiento salvífico de la Pasión.

    Hay que rechazar las prácticas penitenciales que consisten en hacerse crucificar con clavos.

    El recuerdo de la Virgen de los Dolores
    145. Dada su importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el "recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María". La piedad popular, siguiendo el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre a la Pasión salvadora del Hijo (cfr. Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a diversos ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:

    - el Planctus Mariae, expresión intensa de dolor, que con frecuencia contiene elementos de gran valor literario y musical, en el que la Virgen llora no sólo la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de su pueblo y el pecado de la humanidad.

    - la "Hora de la Dolorosa", en la que los fieles, con expresiones de conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos – la Piedad – comprenden que en María se concentra el dolor del universo por la muerte de Cristo; en ella ven la personificación de todas las madres que, a lo largo de la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este ejercicio de piedad, que en algunos lugares de América Latina se denomina "El pésame", no se debe limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.

    Sábado Santo
    146. "Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su Resurrección".

    La piedad popular no puede permanecer ajena al carácter particular del Sábado Santo; así pues, las costumbres y las tradiciones festivas vinculadas a este día, en el que durante una época se anticipaba la celebración pascual, se deben reservar para la noche y el día de Pascua.



    La "Hora de la Madre"


    147. En María, conforme a la enseñanza de la tradición, está como concentrado todo el cuerpo de la Iglesia: ella es la "credentium collectio universa". Por esto la Virgen María, que permanece junto al sepulcro de su Hijo, tal como la representa la tradición eclesial, es imagen de la Iglesia Virgen que vela junto a la tumba de su Esposo, en espera de celebrar su Resurrección.



    En esta intuición de la relación entre María y la Iglesia se inspira el ejercicio de piedad de la Hora de la Madre: mientras el cuerpo del Hijo reposa en el sepulcro y su alma desciende a los infiernos para anunciar a sus antepasados la inminente liberación de la región de las tinieblas, la Virgen, anticipando y representando a la Iglesia, espera llena de fe la victoria del Hijo sobre la muerte.


    Domingo de Pascua


    148. También en el Domingo de Pascua, máxima solemnidad del año litúrgico, tienen lugar no pocas manifestaciones de la piedad popular: son, todas, expresiones cultuales que exaltan la nueva condición y la gloria de Cristo resucitado, así como su poder divino que brota de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte.

    El encuentro del Resucitado con la Madre


    149. La piedad popular ha intuido que la asociación del Hijo con la Madre es permanente: en la hora del dolor y de la muerte, en la hora de la alegría y de la Resurrección.

    La afirmación litúrgica de que Dios ha colmado de alegría a la Virgen en la Resurrección del Hijo, ha sido, por decirlo de algún modo, traducida y representada por la piedad popular en el Encuentro de la Madre con el Hijo resucitado: la mañana de Pascua dos procesiones, una con la imagen de la Madre dolorosa, otra con la de Cristo resucitado, se encuentran para significar que la Virgen fue la primera que participó, y plenamente, del misterio de la Resurrección del Hijo.

    Para este ejercicio de piedad es válida la observación que se hizo respecto a la procesión del "Cristo muerto": su realización no debe dar a entender que sea más importante que las celebraciones litúrgicas del domingo de Pascua, ni dar lugar a mezclas rituales inadecuadas.

    Bendición de la mesa familiar


    150. Toda la Liturgia pascual está penetrada de un sentido de novedad: es nueva la naturaleza, porque en el hemisferio norte la pascua coincide con el despertar primaveral; son nuevos el fuego y el agua; son nuevos los corazones de los cristianos, renovados por el sacramento de la Penitencia y, a ser posible, por los mismos sacramentos de la Iniciación cristiana; es nueva, por decirlo de alguna manera, la Eucaristía: son signos y realidades-signo de la nueva condición de vida inaugurada por Cristo con su Resurrección.

    Entre los ejercicios de piedad que se relacionan con la Pascua se cuentan las tradicionales bendiciones de huevos, símbolos de vida, y la bendición de la mesa familiar; esta última, que es además una costumbre diaria de las familias cristianas, que se debe alentar, adquiere un significado particular en el día de Pascua: con el agua bendecida en la Vigilia Pascual, que los fieles llevan a sus hogares, según una loable costumbre, el cabeza de familia u otro miembro de la comunidad doméstica bendice la mesa pascual.

    El saludo pascual a la Madre del Resucitado


    151. En algunos lugares, al final de la Vigilia pascual o después de las II Vísperas del Domingo de Pascua, se realiza un breve ejercicio de piedad: se bendicen flores, que se distribuyen a los fieles como signo de la alegría pascual, y se rinde homenaje a la imagen de la Dolorosa, que a veces se corona, mientras se canta el Regina caeli. Los fieles, que se habían asociado al dolor de la Virgen por la Pasión del Hijo, quieren así alegrarse con ella por el acontecimiento de la Resurrección.

    Este ejercicio de piedad, que no se debe mezclar con el acto litúrgico, es conforme a los contenidos del Misterio pascual y constituye una prueba ulterior de cómo la piedad popular percibe la asociación de la Madre a la obra salvadora del Hijo.

    Directorio de Piedad Popular

    sábado, 8 de abril de 2017

    MONSEÑOR PABLO GALIMBERTI : SEMANA SANTA ,UNA HISTORIA SIEMPRE PRESENTE

    Empecemos hablando de “historia”. Lo común a los diversos enfoques es el intento de buscar, averiguar u observar. En pequeña escala todos lo hacemos. Para conocer un incidente que conmueve al barrio, país o al mundo. Para escuchar las noticias policiales, políticas, religiosas, culturales o los avisos mortuorios. Los programas deportivos, no los partidos,me están cansando, ahora con informaciones sobre la pelota oficial de fútbol del mundial de Brasil.

    La historia en cuanto experiencia humana, no como ciencia, no la entiendo como páginas que arrancamos al calendario y dejamos a nuestras espaldas.Los antiguos decían que la historia es “maestra de la vida”. En algunas familias la generación joven de mujeres habla de “las recetas de la abuela”, que al parecer tenían sabores que hoy escasean.

    Son parte de la propia identidad algunas vivencias afectivas que dejaron huellas; pienso en el vínculo con una madre o un padre, esposa o esposo. Difícilmente se podrá decir, aunque los hayamos acompañado hasta su última morada en la tierra, que “ya fueron” y sus recuerdos se borraron. Sus rostros, palabras y gestos, como  “ángeles” protectores siguen trabajando. Como me dice un hermano “haciendo horas extras”.

    Los hilos de la memoria nos ayudan a tejer y dar significados al momento presente, a la página en blanco en la que hoy escribimos nuestra propia historia.
    Emociona pisar la tierra que pisó Jesús de Nazaret y mirar el cielo estrellado, el mismo que contemplaban sus ojos. Para mí no fue una gira turística ni arqueológica. Y hasta me molestaban las cámaras de algunos turistas.

    Los acontecimientos que recordamos en Semana Santa  están enclavados en una trama con espesor histórico. Acontecieron en un lugar geográfico, Palestina, y en un tiempodeterminado, “bajo Poncio Pilato”, procurador romano de Judea desde el año 26 al 36, según disposiciones del César romano.

    Hay semejanzas y enormes diferencias con las fechas patrias que festejamos.Después del himno se hace una evocación de la fecha y se termina con ofrendas florales a los pies de monumento al Prócer.

    Cuando los cristianos celebramos, abrimos las ventanas del presente y dejamos que la Palabra de Dios, proclamada, despierte nuestras fibras dormidas y que la ráfaga del Espíritu que sopló el mismo Cristo Resucitado continúe lavando culpas, sanando heridas y abriendo caminos.

    No dudamos que la promesa de Jesús de estar con sus discípulos todos los días hasta el fin de los tiempos, tiene la misma realidad que la noticia que escuchamos por la mañana informando sobre un terremoto o fallecimiento. Además esa palabra tiene la garantía de ser la más fidedigna jamás pronunciada en el universo. Porque sin dejar de ser palabra de escritores humanos, es palabra inspirada, con garantía de veracidad.

    Los días de la Semana Santa evocan los pasos de Jesús desde su entrada a Jerusalén, el Domingo de Ramos, hasta el gozoso Aleluya del sábado santo, en la noche de Pascua, cuando abrimos el corazón para que la luz de Jesucristo nos purifique y nos regale alas para levantar nuestra condición humana tantas veces cansada por las responsabilidades de la vida o por nuestros errores y miserias.
    El futuro ya está aquí. Vean, toquen, confíen, abran el corazón y reciban el Soplo de mi Cuerpo Resucitado, que saliendo del sepulcro, es capaz de dar vida nueva a todos los sepulcros y absurdos de la humanidad.

    ¿Será posible que un hecho del pasado produzca efectos en el presente? ¿O tendrá sólo un efecto psicológico, estilo Maracaná?

    La “realidad” de la Semana Santa y de la Resurrección de Jesucristo no la medimos con el termómetro de nuestras fluctuantes emociones.Esa realidad se nos impone como un torrente que no  podemos contener  en nuestras pequeñas manos. Pero estamos seguros que lo que “creemos”, “comemos” y “bebemos” es el mismísimo Cuerpo Glorioso del Hijo de Dios.El protagonista de la Semana Santa, Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, que asumió realmente nuestra condición humana. “El que me ve a mí, ve al  Padre” le respondió Jesús al discípulo Felipe. Preparémonos con los ojos de la Fe para “ver” grandes cosas.

    HANS URS VON BALTHASAR: DOMINGO DE RAMOS


    Si se pronuncia homilía, las dos lecturas pueden constituir el marco de la misma: Jesús no retrocede se somete a todos los ultrajes de los hombres. Es precisamente esto, su entrega y abnegación hasta la muerte en cruz en medio de la historia, lo que hace de él el Señor de la historia. Lo que sucedió una vez en la historia- porque la pasión no es mito sino que ocurrió realmente “bajo Poncio Pilato”, sobre el suelo firme de la historia, es la visibilización de lo que acontece de principio a fin de la tragedia de la humanidad: Dios es golpeado, cubierto de insultos y salivazos, mientras él, por nosotros y para tomar sobre sí nuestra inmundicia, se rebaja hasta el extremo, hasta someterse incluso a la muerte. De la gran pasión según san Mateo pueden extraerse algunos temas fundamentales:

    La cena. La entrega eucarística de Jesús se produce después que ha revelado el nombre del traidor que le va a entregar (26,25) por tanto con la pasión ya sobre la mesa y con la certeza de que esta misma noche todos sus seguidores, incluido Pedro, y precisamente él (26,30-35),van a caer por su causa. Jesús sabe que debe sufrirlo todo en la soledad más completa; en el monte de los Olivos los discípulos se dormirán antes de la consumación de la pasión, nadie puede seguir realmente a Jesús (tú me seguirás más tarde, responde Jesús a Pedro: Jn 13,36).La carga del pecado del mundo comienza, en la más absoluta soledad, con el Padre que desaparece, a mostrar su peso insoportable. Jesús, ante el peso excesivo que se carga sobre sus espaldas, tiene que rezar: “Si es posible que pase y se aleje de mí este caliz” (en el AT el cáliz es la imagen de la ira de Dios por el pecado). Pero el que se ha entregado eucarísticamente tiene que tomar sobre sí lo aparentemente insoportable, según la voluntad del Padre: en nuestro lugar, por nosotros.

    Traición y juicio. Jesús es traicionado por un cristiano y negado explícitamente por el discípulo en el que más confía, el representante de la futura Iglesia, nadie cree que este hombre que se deja condenar sin oponer resistencia pueda ser el Mesías combativo que esperan los judíos; hay miedo a ser reconocido como discípulo del condenado. Los judíos cometen la segunda traición: este hombre, que se tiene por Mesías y por Juez del mundo (26,63-64), no se corresponde en absoluto con la imagen política del Mesías que ellos habían imaginado (en el fondo se trata de una traición a la fe pura de Abrahán);al igual que Judas piensa como un judío cuando traiciona a Jesús, así también los judíos piensan como auténticos paganos cuando entregan a Jesús al gobernador romano. Ahora es el pueblo judío el que le traiciona. El interrogatorio ante Pilato, el pagano no puede conducir a nada, pues ahora falta toda mediación (de la revelación bíblica).Por eso Jesús, la Palabra de Dios, después de haber declarado que es “el rey de los judíos”, calla y no contesta a una sola pregunta. No puede ni quiere detener el destino que está en marcha, ni siquiera quiere dirigirlo a su manera. El destino termina en la cruz, donde ahora también el Padre le abandona para dejar que se consume la pasión: El escarnio del mundo le acompañan hasta el final, hasta que da su último grito y se abisma en las sombras de muerte.

    El fin del mundo..Solo Mateo describe el episodio de la cruz con colores escatológico: tinieblas, temblor de tierra, apertura de las tumbas( pero los muertos no salen de ellas hasta después de la resurrección de Jesús), el velo del Templo que se rasga, todo ello como signo de que el culto de Israel ha pasado. La cruz, que se levanta en medio de la historia, es también su final: toda la historia corre a su encuentro. El juicio del mundo tiene lugar aquí “ahora comienza un juicio contra el orden presente. La puesta en escena apocalíptica no es simplemente un lenguaje figurado propio de la Biblia; con cada muerte se abre realmente al mundo de la muerte y del abismo para, en virtud de la resurrección de Cristo, dar a la humanidad posibilidad de resucitar con Cristo (Ef 2,6)