viernes, 1 de marzo de 2013

VÍA CRUCIS: QUINTA Y SEXTA ESTACIÓN

V Estación: Simón Cireneo ayuda a Jesús

Simón de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf. Mc 15,21; Lc 23, 26), no la quería llevar ciertamente. Hubo que obligarle. Caminaba junto a Cristo bajo el mismo peso. Le prestaba sus hombros cuando los del condenado parecían no poder aguantar más. Estaba cerca de El: más cerca que María o que Juan, a quien, a pesar de ser varón, no se le pide que le ayude. Le han llamadtoo a él, a Simón de Cirene padre de Alejandro y de Rufo, como refiere el evangelio de Marcos (Mc 15,21). Le han llamado, le han obligado.

¿Cuánto duro esta coacción? ¿Cuánto tiempo camino a su lado, dando muestras de que no tenía nada que ver con el condenado, con su culpa, con su condena? ¿Cuánto tiempo anduvo así , dividido interiormente, con una barrera de indiferencia entre él y es hombre que sufría? «Estaba desnudo, tuve sed, estaba preso»(cf. Mt 25,35.36), llevaba la cruz...¿la llevaste conmigo?...¿la has llevado conmigo verdaderamente hasta el final? No se sabe. San Marcos refiere solamente el nombre de los hijos del Cireneo y la tradición sostiene que pertenecían a la comunidad de cristianos allegada a san Pedro (cf. Rom 16,13).

VI Estación: La Verónica limpia su rostro

La tradición nos habla de la Verónica. Quizá ella completa la historia del Cireneo. Porque lo cierto es que -aunque, como mujer, no carga físicamente la cruz y no se la obliga a ello- llevó sin duda está cruz con Jesús: la llevó como podía, como en aquel momento era posible hacerlo y como le dictaba su corazón: limpiándole el rostro.

Este detalle, referido por la tradición, parece fácil de explicar: en el lienzo con el que secó Su rostro han quedado impresos los rasgos de Cristo. Puesto que estaba cubierto todo El cubierto de sudor y sangre, muy bien podía dejar señales y perfiles.

Pero el sentido de este hecho puede ser interpretado también de otro modo, si se considera a la luz del sermón escatológico de Cristo. Son muchos los que indudablemente preguntaran: «Señor cuando hemos hecho todo esto?» Y Jesús responderá: cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). El salvador, en afecto, imprime su imagen sobre todo acto de caridad, como sobre el lienzo de la Verónica.

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