lunes, 11 de marzo de 2013

MONSEÑOR AGUER: MATRIMONIO IGUALITARIO: SÓLO LA IGLESIA SE OPONE?


Ustedes saben que, en muchos países, en los últimos años, se han discutido y aprobado leyes que tienen que ver con la estructura misma de la familia, con el matrimonio, con la filiación, con problemas que atañen a cuestiones esenciales del ser humano. 
En esas situaciones -lo hemos vivido aquí en la Argentina- pareciera que la Iglesia es la única que se opone. Aceptemos que se diga: se opone, aunque en realidad alerta acerca de lo que significan ciertos cambios, defiende la verdad sobre el hombre, y por eso propuestos como una conquista de la civilización, como un logro de igualdad, como el triunfo sobre la discriminación, pero que constituyen un desmedro de la auténtica humanidad del hombre. 

Muchas veces la voz de la Iglesia, especialmente de nosotros los obispos, queda un tanto aislada en un coro de gente desafinada que dice todo lo contrario. Esa circunstancia sirve como de argumento para afirmar que la Iglesia vive anclada en el pasado, que no entiende las conquistas de la sociedad actual, que siempre se opone al progreso, y que la suya es la única voz discordante. 

Hace poco, en Francia, se discutió la cuestión de la apertura de la institución matrimonial a las parejas homosexuales. En esa discusión, que incluyó manifestaciones públicas importantes a favor y en contra del cambio de la legislación, ha habido un aporte que se ha destacado por la profundidad y por la seriedad filosófica del planteo. Es el del Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim, que ha mostrado cómo el reconocer como matrimonio la convivencia de parejas homosexuales en nombre de la igualdad, es un verdadero despropósito. 

Quiero citar exactamente los términos del Doctor Bernheim. Dice: “no es porque la gente se ama que tiene sistemáticamente el derecho de casarse, sean homosexuales o heterosexuales”. Y pone estos ejemplos: “una mujer no se puede casar con dos hombres, aunque ame a los dos. Y por otra parte un padre no puede casarse con la hija, aun cuando tiene un amor paternal por su hija, y así en otros casos”. 

Continúa: “en nombre de la tolerancia, de la igualdad, de la lucha contra la discriminación y de tantos otros principios, no se puede otorgar el derecho de casamiento a todos los que se aman. Porque aquí no está en juego la sinceridad del amor, sino otra cosa muy distinta”. 

“El matrimonio para todos, afirma el Gran Rabino, es únicamente un slogan. Y ese argumento que se propone en nombre de la justicia, de la igualdad, de la tolerancia, oculta dos visiones diversas de lo que es el matrimonio: o el matrimonio es simplemente el reconocimiento de un amor o es aquella alianza que articula al hombre y a la mujer en la sucesión de las generaciones. Ahí esta la cuestión. Su postura se refiere a una tradición multisecular fundada en el orden natural de las realidades humanas. Explica, al respecto que el matrimonio, es un acto fundamental en la construcción y en la estabilidad, tanto de los individuos cuanto de la sociedad. Matrimonio para todos es una sustitución, una institución cargada de sentido jurídicamente, culturalmente y simbólicamente sería remplazada por un objeto jurídico asexuado. Así se estaría cavando una fosa para enterrar los fundamentos del individuo y de las familias”. 

En cuanto al problema de la adopción de niños por una pareja homosexual que quedaría legalizada en el matrimonio, dice también el Gran Rabino de Francia algo muy interesante: “Amar a un niño es una cosa, amarlo con un amor estructurante es otra muy diversa”. Y añade: “El rol de los padres no consiste únicamente en el afecto que le brindan a sus hijos. El vínculo parental no se reduce a sus facetas afectivas o educativas, sino que es un vector psíquico fundamental para el sentimiento de identidad del niño”. 

Es decir, el padre y la madre, los dos, influyen en la identidad del niño y éste tiene que saber de dónde viene, necesita saber cuál es su origen, su origen paterno y materno porque de allí salen los niños, de la unión de un varón y una mujer, aunque hoy día se manipulen gametos en un laboratorio. Ese hecho originario es estructurante de la personalidad y permite que el niño se sitúe en la cadena de las generaciones, que sepa de dónde viene. 

El Papa Benedicto XVI citó amplios párrafos de ese trabajo del Gran Rabino de Francia en su discurso a la Curia Romana en diciembre pasado. El Santo Padre muestra, siguiendo ese mismo hilo de argumentación, que lo que está en juego en estas cosas es en definitiva una idea del hombre. Es la idea del hombre como creatura, como creatura de Dios. 

Aquí coincidimos con el judaísmo en la referencia al relato bíblico de la creación. Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer lo creó. El ser varón o el ser mujer no es una elección voluntaria, libre, no es un fenómeno que depende de los cambios culturales, es una realidad anclada en la corporeidad humana. Porque el hombre no es solo espíritu y libertad, es también cuerpo y nuestro ser corpóreo pertenece a nuestra misma naturaleza”. 

Me parece interesante ver como aún fuera del ámbito confesional, digamos así, hay mucha gente estudiosa, sería, que advierte lo que está en juego en estas cosas, que muchas veces los políticos en general y los legisladores en particular tratan con ligereza. Así se va cambiando la legislación sin tomar en cuenta qué es lo que realmente está en juego. 

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