jueves, 29 de julio de 2010

BENEDICTO XVI: JESÚS DE NAZARET


Especialmente te recomendamos la lectura de Jesús de Nazaret, obra escrita por el actual Papa Benedcito XVI. En la siguiente dirección electrónica puedes bajar el libro completo. Aguardamos con expectativa la segunda parte de esta obra, anunciada para marzo de 2011, seguramente tendrá la profundidad y sabiduría a la que nos tienen acostumbrados las obras de Benedicto XVI.

ES LO MISMO SINÓPSIS QUE CONCORDANCIA DE LOS EVANGELIOS?

No es lo mismo sinopsis que concordia de los Evangelios. La sinopsis presenta en columnas paralelas el texto sagrado para que en un único y fácil golpe de vista se puedan ver las semejanzas y diferencias de las cuatro narraciones evangélicas. Esta manera de disponer el texto sagrado es muy antigua. Orígenes la aplicó al Antiguo Testamento. En una columna propuso el texto hebreo, y junto a él, en columnas separadas, varias versiones griegas. Trabajo gigantesco, cuyo original nunca se llegó a copiar íntegramente.

Los tres primeros evangelios se llaman sinópticos porque, a causa de su gran parecido en la elección y desarrollo de la materia, se prestan grandemente para esta disposición en columnas paralelas…El primero que uso el nombre de Sinopsis aplicada a los evangelios fue el protestante Griesbach. La realización práctica es mucho más antigua. Ya en el siglo III, un tal Ammonio es probablemente el primero que hizo una sinopsis de los cuatro Evangelios, tomado por base a San Mateo.

Eusebio, que conoció en la biblioteca de Cesarea el manuscrito de Ammonio, aprobó su idea, aceptó las diversas divisiones que él había hecho de los Evangelios y nos dio en 0 tablas o cuadros una visión rápida y de conjunto de los cuatro Evangelios.

La sinopsis de los Evangelios salva la personalidad de cada uno de los autores, pues se contenta con aproximarlos entre sí para que aparezcan las mutuas conveniencias y discrepancias, como cuando se contemplan juntas las caras de cuatro hermanos, que tienen sus rasgos comunes y sus rasgos distintivos.

La concordia de los Evangelios funde en una narración el texto de los cuatro. Éste método es más antiguo que el de la Sinopsis, que asciende al siglo II.El Diatessaron del viejo Taciano era esto. Una concordia o armonía, en la que se fundieron libremente los cuatro evangelios canónicos. Probablemente la primera edición fue a base del original griego, y en griego también, aunque su autor era sirio. Luego Él mismo la pasó al siríaco, utilizando una de las viejas traducciones siríacas. Hasta el siglo V, por lo menos, se leía en las funciones sagradas de las iglesias de Siria. Es digno de tenerse en cuenta que Taciano, ya hacia el año 172, tomo por base d ela concordia el cuadro cronológico del Evangelio de San Juan.

martes, 27 de julio de 2010

CONGREGACIÓN DOCTRINA DE LA FE: Revelación pública y revelaciones privadas — su lugar teológico

... La doctrina de la Iglesia distingue entre la «revelación pública» y las «revelaciones privadas». Entre estas dos realidades hay una diferencia, no sólo de grado, sino de esencia. El término «revelación pública» designa la acción reveladora de Dios destinada a toda la humanidad, que ha encontrado su expresión literaria en las dos partes de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Se llama «revelación» porque en ella Dios se ha dado a conocer progresivamente a los hombres, hasta el punto de hacerse él mismo hombre, para atraer a sí y para reunir en sí a todo el mundo por medio del Hijo encarnado, Jesucristo. No se trata, pues, de comunicaciones intelectuales, sino de un proceso vital, en el cual Dios se acerca al hombre; naturalmente en este proceso se manifiestan también contenidos que tienen que ver con la inteligencia y con la comprensión del misterio de Dios. El proceso atañe al hombre total y, por tanto, también a la razón, aunque no sólo a ella. Puesto que Dios es uno solo, también es única la historia que él comparte con la humanidad; vale para todos los tiempos y encuentra su cumplimiento con la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. En Cristo Dios ha dicho todo, es decir, se ha manifestado así mismo y, por lo tanto, la revelación ha concluido con la realización del misterio de Cristo que ha encontrado su expresión en el Nuevo Testamento. El Catecismo de la Iglesia Católica, para explicar este carácter definitivo y completo de la revelación, cita un texto de San Juan de la Cruz: «Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra...; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer cosa otra alguna o novedad» (n. 65, «Subida al Monte Carmelo», 2, 22).

El hecho de que la única revelación de Dios dirigida a todos los pueblos se haya concluido con Cristo y en el testimonio sobre Él recogido en los libros del Nuevo Testamento, vincula a la Iglesia con el acontecimiento único de la historia sagrada y de la palabra de la Biblia, que garantiza e interpreta este acontecimiento, pero no significa que la Iglesia ahora sólo pueda mirar al pasado y esté así condenada a una estéril repetición. El Catecismo de la Iglesia Católica dice a este respecto: «Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos» (n. 66). Estos dos aspectos, el vínculo con el carácter único del acontecimiento y el progreso en su comprensión, están muy bien ilustrados en los discursos de despedida del Señor, cuando antes de partir les dice a los discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta... Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros» (Jn 16, 12-14). Por una parte el Espíritu, que hace de guía y abre así las puertas a un conocimiento, del cual antes faltaba el presupuesto que permitiera acogerlo; es ésta la amplitud y la profundidad nunca alcanzada de la fe cristiana. Por otra parte, este guiar es un «tomar» del tesoro de Jesucristo mismo, cuya profundidad inagotable se manifiesta en esta conducción por parte del Espíritu. A este respecto el Catecismo cita una palabra densa del Papa Gregorio Magno: «la comprensión de las palabras divinas crece con su reiterada lectura» (Catecismo de la Iglesia Católica, 94; Gregorio, In Ez 1, 7, 8). El Concilio Vaticano II señala tres maneras esenciales en que se realiza la guía del Espíritu Santo en la Iglesia y, en consecuencia, el «crecimiento de la Palabra»: éste se lleva a cabo a través de la meditación y del estudio por parte de los fieles, por medio del conocimiento profundo, que deriva de la experiencia espiritual y por medio de la predicación de «los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad» («Dei Verbum», 8).

En este contexto es posible entender correctamente el concepto de «revelación privada», que se refiere a todas las visiones y revelaciones que tienen lugar una vez terminado el Nuevo Testamento; es ésta la categoría dentro de la cual debemos colocar el mensaje de Fátima. Escuchemos aún a este respecto antes de nada el Catecismo de la Iglesia Católica: «A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia... Su función no es la de... “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia» (n. 67). Se deben aclarar dos cosas:

1. La autoridad de las revelaciones privadas es esencialmente diversa de la única revelación pública: ésta exige nuestra fe; en efecto, en ella, a través de palabras humanas y de la mediación de la comunidad viviente de la Iglesia, Dios mismo nos habla. La fe en Dios y en su Palabra se distingue de cualquier otra fe, confianza u opinión humana. La certeza de que Dios habla me da la seguridad de que encuentro la verdad misma y, de ese modo, una certeza que no puede darse en ninguna otra forma humana de conocimiento. Es la certeza sobre la cual edifico mi vida y a la cual me confío al morir.

2. La revelación privada es una ayuda para la fe, y se manifiesta como creíble precisamente porque remite a la única revelación pública. El Cardenal Próspero Lambertini, futuro Papa Benedicto XIV, dice al respecto en su clásico tratado, que después llegó a ser normativo para las beatificaciones y canonizaciones: «No se debe un asentimiento de fe católica a revelaciones aprobadas en tal modo; no es ni tan siquiera posible. Estas revelaciones exigen más bien un asentimiento de fe humana, según las reglas de la prudencia, que nos las presenta como probables y piadosamente creíbles». El teólogo flamenco E. Dhanis, eminente conocedor de esta materia, afirma sintéticamente que la aprobación eclesiástica de una revelación privada contiene tres elementos: el mensaje en cuestión no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres; es lícito hacerlo publico, y los fieles están autorizados a darle en forma prudente su adhesión (E. Dhanis, «Sguardo su Fatima e bilancio di una discussione», en: «La Civiltà Cattolica» 104, 1953, II. 392-406, en particular 397). Un mensaje así puede ser una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente; por eso no se debe descartar. Es una ayuda que se ofrece, pero no es obligatorio hacer uso de la misma.

El criterio de verdad y de valor de una revelación privada es, pues, su orientación a Cristo mismo. Cuando ella nos aleja de Él, cuando se hace autónoma o, más aún, cuando se hace pasar como otro y mejor designio de salvación, más importante que el Evangelio, entonces no viene ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el interior del Evangelio y no fuera del mismo. Esto no excluye que dicha revelación privada acentúe nuevos aspectos, suscite nuevas formas de piedad o profundice y extienda las antiguas. Pero, en cualquier caso, en todo esto debe tratarse de un apoyo para la fe, la esperanza y la caridad, que son el camino permanente de salvación para todos. Podemos añadir que a menudo las revelaciones privadas provienen sobre todo de la piedad popular y se apoyan en ella, le dan nuevos impulsos y abren para ella nuevas formas. Eso no excluye que tengan efectos incluso sobre la liturgia, como por ejemplo muestran las fiestas del Corpus Christi y del Sagrado Corazón de Jesús. Desde un cierto punto de vista, en la relación entre liturgia y piedad popular se refleja la relación entre Revelación y revelaciones privadas: la liturgia es el criterio, la forma vital de la Iglesia en su conjunto, alimentada directamente por el Evangelio. La religiosidad popular significa que la fe está arraigada en el corazón de todos los pueblos, de modo que se introduce en la esfera de lo cotidiano. La religiosidad popular es la primera y fundamental forma de «inculturación» de la fe, que debe dejarse orientar y guiar continuamente por las indicaciones de la liturgia, pero que a su vez fecunda la fe a partir del corazón.

Hemos pasado así de las precisiones más bien negativas, que eran necesarias antes de nada, a la determinación positiva de las revelaciones privadas: ¿cómo se pueden clasificar de modo correcto a partir de la Sagrada Escritura? ¿Cuál es su categoría teológica? La carta más antigua de San Pablo que nos ha sido conservada, tal vez el escrito más antiguo del Nuevo Testamento, la Primera Carta a los Tesalonicenses, me parece que ofrece una indicación. El Apóstol dice en ella: «No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinad cada cosa y quedaos con lo que es bueno» (5, 19-21). En todas las épocas se le ha dado a la Iglesia el carisma de la profecía, que debe ser examinado, pero que tampoco puede ser despreciado. A este respecto, es necesario tener presente que la profecía en el sentido de la Biblia no quiere decir predecir el futuro, sino explicar la voluntad de Dios para el presente, lo cual muestra el recto camino hacia el futuro. El que predice el futuro se encuentra con la curiosidad de la razón, que desea apartar el velo del porvenir; el profeta ayuda a la ceguera de la voluntad y del pensamiento y aclara la voluntad de Dios como exigencia e indicación para el presente. La importancia de la predicción del futuro en este caso es secundaria. Lo esencial es la actualización de la única revelación, que me afecta profundamente: la palabra profética es advertencia o también consuelo o las dos cosas a la vez. En este sentido, se puede relacionar el carisma de la profecía con la categoría de los «signos de los tiempos», que ha sido subrayada por el Vaticano II: «...sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?» (Lc 12, 56). En esta parábola de Jesús por «signos de los tiempos» debe entenderse su propio camino, el mismo Jesús. Interpretar los signos de los tiempos a la luz de la fe significa reconocer la presencia de Cristo en todos los tiempos. En las revelaciones privadas reconocidas por la Iglesia —y por tanto también en Fátima— se trata de esto: ayudarnos a comprender los signos de los tiempos y a encontrar la justa respuesta desde la fe ante ellos.

viernes, 23 de julio de 2010

HANS URS VON BALTHASAR: XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

Es que vas a destruir al inocente con el culpable? La intercesión de Abrahán por los justos de Sodoma, tal y como sse cuenta en la primera lectura,es el primer gran ejemplo y modelo permanente de toda oración de petición: Es insistente y humilde a la vez. Cada vez va un poco más lejos: desde los cincuenta inocentes que bastarían para impedir la destrucción de la ciudad, hasta cuarenta y cinco, cuarenta, treinta, veinte, diez. Semejante descripción sólo puede entenderse - aunque al final la súplica no pueda ser escuchada, pues ni siquiera hay die justos en Sodoma- como un estímulo del todo singular para anmar al creyente a penetrar en el corazón de Dios hasta que la compasión que hay en él comience a brotar. Ejemplos posteriores sobre todo cuando Dios escucha las súplics de Moises, lo confirman.

Cuando Dios se compromete en una alianza con los hombres, quiere comportarse como un amigo y no como un déspota; quiere dejarse determinar, humanamente se puede decir que quiere que el hombre le haga cambar de opinión, como las oraciones de súplica veterotestamentarias mitigan muy a menudo la ira de Yahvé. El hombre que está en Alianza con Dios tiene poder sobre su corazón.


Perdónanos nuestros pecados.En el evngelio Jesús se dirige a Dios co l seguridad del que sabe que el padre le escucha siempre (Jn 11,42) Y, como esta oración, sus discípulos le piden que le enseñe a orar. Jesús les enseña su propia oración, el Padrenuestro, y además les cuenta la parábola del hombre que despierta a su amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. En la parábola el hombre tiene que insistir hasta llegar a ser inoportuno para obtener lo que desea. Con Dios en realidad sobra la indiscreción, pero se exige la constancia en la oración, en la búsqueda: hay que llamar a la puerta para que Dios Padre abra a sus cristauras. Dios no duerme está siempre dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden, pero no arroja sus precisos dones a los que no lo desean o sólo los demandan con tibieza y negligencia. Lo que Dios da es su propio amor inflamado, y éste solopuede ser recibido por aquellos que tienen verdadera hambre de él.Pedir a Dios cosas que por su esencia él no puede dar (un escorpión, una serpiente) es un sinsentido; pero toda oración que es según su voluntad y sus sentimientos.Él la escucha, incluso infaliblemente, aunque no lo advirtamos en nuestro tiempo pasajero. Cualquier cosa ue pidáis en la oración, creed que os la han concedido,y la obtendreis (Mc 11,24) Si le pedimos algo según su volunta, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en o que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos pedido (1 Jn 5,14).

Dios os dio vida en Cristo. la segunda lectura nos indica la condición para esta esperanza casi temeraria. Esta condición es que hayamos sido sepultados junto con Crsto en el bautismo y hayamos resucitado con él en Pascua mediante la f en la fuerza de Dios. De este modo entre Dios, el Señor de la alianza, y nosotros, sus socios, se establecen impedimientos- nuestros pecados, los pagarés de nuestras deudas y las acusaciones que pesan sobre nosotros. La cruz de Cristo quita todo esto de en medio; ella es la que ha derribado el muro separardor del odio, l que ha traido la paz (Ef 2,14-16)

martes, 20 de julio de 2010

Los videntes de Medjugorje podrían comparecer ante el Vaticano


La comisión vaticana que estudia las apariciones de Medjugorje está estudiando si interrogar o no a los videntes, lo revela la agencia oficial italiana ANSA. Los partidarios de que comparezcan quieren que hablen del mensaje de la Virgen y de los supuestos secretos que les ha revelado. En agosto de 1982 los videntes ya comparecieron ante otra comisión instituida por el Obispo, pero prefirieron no hablar de los secretos.

Benedicto XVI instituyó esta nueva comisión en marzo de 2010 para arrojar luz sobre las supuestas apariciones de la Virgen que desde 1981 tienen lugar en Medjugorje, Bosnia- Herzegovina. Preside esta comisión el cardenal italiano Camillo Ruini, cuenta con 16 expertos en materias como Mariología, apariciones de la Virgen y psicología. Las respuestas de los videntes serán decisivas para aclarar si realmente la Virgen se aparece en Medjugorje, una ciudad que se ha convertido en el tercer lugar religioso más importante de Europa, ya que cada año lo visitan más de un millón de personas.

lunes, 19 de julio de 2010

BERNARD LONERGAN: LA LÓGICA DE UNA CIVILIZACIÓN DECADENTE

Las situaciones objetivamente absurdas no admiten corrección. Los espíritus corrompidos tienen una habilidad instintiva para escoger la solución errónea y para insistir en que ella es la única inteligenrte, razonable y buena.

La corrupción se extiende insesiblemente de la esfera despiadada de los provechos materiales y del poder a los medios de comunicación, a los periódicos de moda, a los movimientos literarios, al proceso educativo, a las filosofías reinantes. Una civilización decadente cava su propia fosa con una lógica implacable. Ningún argumento la puede hacer salir de sus caminos de auto-destruccción: porque todo argumento tiene un premisa mayor que es teórica, y se exige que las premisas teóricas se conformen con los hechos; ahora bien, en la situación producida por la decadencia, los hechos son, cada vez más, realidades absurdas que proceden de la falta de atención, de inteligencia, de razonabilidad y de responsabilidad.

martes, 6 de julio de 2010

VIDA DEL VENERABLE P. BERNARDO DE HOYOS


Vida del beato apóstol del Sagrado Corazón, informatizado el antiguo texto inédito aún, http://www.slideshare.net/GonZeD/inmunoglobulinas-1960890


Sorprende que nunca se haya publicado impresa la "Vida del Venerable y angelical joven P. Bernardo Francisco de Hoyos de la Compañía de Jesús", escrita por su director espiritual el P. Juan de Loyola, S.J. poco después de la muerte de Bernardo en 1735, y que es la primera y más completa biografía de Bernardo de Hoyos.

El P. Juan de Loyola, para escribir el manuscrito de la "Vida del V. y angelical joven P. Bernardo de Hoyos", tuvo a la vista los escritos personales de Bernardo, y copió muchos de ellos en el manuscrito. Luego estos escritos personales de Bernardo se perdieron, pero conocemos los que copió el P. Juan de Loyola. Por ello es importante, en mayor medida, el manuscrito de la "Vida del V. ...".


Quizá para algunos sea una "Vida" demasiado extensa, pero el autor, el P. Juan de Loyola, lo conocía muy bien, era su director espiritual, e incluso cuando estaban alejados se escribieron varios centenares de cartas. Quizá para otros, Bernardo expresa sus sentimientos y vivencias de forma demasiado abierta, espiritual, sincera o mística, pero así eran y se expresaban ellos en la época. Es de agradecer que el P. Juan de Loyola nos dejase esta biografía tan extensa y completa de Bernardo de Hoyos, aunque han pasado 270 años y nunca se publicó impresa.


El manuscrito de la "Vida del V. ..." ha sido recientemente trascrito a lenguaje Word, revisado y con notas del P. Ernesto Postigo, S.J., Vicepostulador de la Causa de Beatificación del P. Bernardo de Hoyos, y con su permiso se publica en Internet en www.bernardo-francisco-de-hoyos.info/vida.htm



Por nuestra parte le hemos sugerido al P. Ernesto Postigo que trate de publicarlo impreso, pero suponemos que necesitará el patrocinio o apoyo de alguna entidad o asociación cultural. Tal vez alguna institución o fundación española podría colaborar en la edición. Un buen momento para editar la "Vida del V. y angelical joven P. Bernardo de Hoyos" podría ser con ocasión de la beatificación de Bernardo de Hoyos en 2010, la celebración del tercer centenario de su nacimiento en 2011, o la esperada algún día canonización del P. Bernardo de Hoyos.

viernes, 2 de julio de 2010

MONSEÑOR HÉCTOR AGUER: EL ESCAPULARIO DEL CARMEN

La advocación del Carmen es una de las más populares y universales entre las numerosísimas que designan a la Virgen María –bellas todas y entrañables para los fieles católicos. Como sabemos, cada una de ellas se refiere a algún título suyo, a algún misterio de su vida, a sus virtudes, a los favores diversos que nos dispensa, a los sitios en los que se venera alguna de sus imágenes. La historia de la advocación del Carmen no es muy clara; los datos ciertos, fehacientes, se mezclan con otros legendarios. Al parecer, desde la llegada a Europa de los carmelitas, en el siglo XIII, se concedió a los seglares fundadores o bienhechores de conventos la participación en los frutos espirituales de la orden; la devoción a Nuestra Señora bajo título del Carmelo se fue difundiendo desde fines del siglo siguiente. Con el paso del tiempo fue perdiendo, para la mayoría de sus devotos, la referencia carmelitana originaria; se hizo simplemente católica, de todos.

Lo mismo se puede decir de su signo distintivo, el escapulario. El pequeño escapulario del Carmen es una reducción mínima del que usan los frailes como parte de su hábito y que ha sido tomado de la tradición monástica. El primero que menciona esta prenda es San Benito, en el capítulo 55 de su Regla; lo prescribe en lugar de la cogulla como ropa de trabajo, dice: scapulare propter opera. Vino a ser como un signo del monje trabajador y se lo solía comparar con la cruz, el yugo del Señor; adquirió también el valor espiritual de armadura o escudo.

En cuanto al escapulario del Carmen, una piadosa creencia nos remite a un hecho fundacional: en Cambridge, en 1250, la Santísima Virgen se habría aparecido a San Simón Stock, sexto general de la Orden carmelitana para dejar en sus manos el escapulario, con estas palabras: éste es el privilegio que te doy a ti y a todos los hijos del Carmelo; el que muera revestido de este hábito se salvará. Aunque la crítica histórica considera que este hecho se apoya en testimonios discutibles, lo cierto es que el uso del escapulario se extendió paulatinamente, y sobre todo a partir del siglo XVI. No faltaron algunas vacilaciones, e incluso al comienzo ciertas prohibiciones eclesiásticas, ante el temor de que los fieles abusasen de él como si fuera un talismán por cuyo poder se alcanza infaliblemente la salvación, aun viviendo en pecado y sin la intención de una reforma de vida.

Es éste un problema real, que se ha presentado en diversas épocas y puede verificarse también en el presente, sobre todo cuando falta una sólida formación doctrinal y espiritual. Las prácticas devocionales que expresan la actitud religiosa son auténticamente cristianas cuando arraigan en el orden teologal de la fe, la esperanza y la caridad; de lo contrario caen en la deformidad de la superstición. San Luis María Grignion de Montfort, en su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, dice que ésta consiste en la perfecta y entera consagración a María para pertenecer completamente a Jesucristo por medio de ella, y que equivale a la perfecta renovación de las promesas del bautismo. Por lo tanto, se identifica con la asunción plena de la condición cristiana y de sus exigencias. El mismo autor descalifica a los devotos exteriores, presuntuosos, hipócritas e interesados.

Hilando fino en la psicología de la religión, hoy nosotros descubriríamos los resabios de pensamiento mágico, las motivaciones inconscientes y los mecanismos compensatorios, pero si somos sensatos dejaremos a Dios, que escruta los corazones, la valoración de los gestos religiosos de la gente sencilla, que expresa como puede su fe y su deseo de salvación. Pablo VI decía de la piedad popular que es una realidad a la vez tan rica y tan amenazada... expuesta frecuentemente a muchas deformaciones de la religión; por eso corresponde que la Iglesia la oriente mediante una pedagogía de evangelización (Evangelii nuntiandi, 48). Es esto, precisamente, lo que ha hecho en su prudente recomendación del escapulario.

Las dos creencias transmitidas por la tradición devocional se refieren al misterio de la salvación y deben ser interpretadas rectamente, según la doctrina católica. La primera es la promesa formulada por la Virgen Santísima a San Simón Stock: el que muera revestido de este hábito se salvará. Varias advertencias del magisterio aplican como complemento de este dicho el apremiante consejo del Apóstol a los filipenses: trabajen por su salvación con temor y temblor (Fil. 2, 12). El Papa Pío XII lo ratifica con estas palabras: no piensen los que visten el escapulario que podrán conseguir la vida eterna en la pereza y la negligencia espiritual (Carta a los Generales de los Padres Carmelitas en el VII Centenario del escapulario del Carmen).

Conviene recordar, a propósito, algunas verdades fundamentales, que son presupuestos dogmáticos de la vida cristiana: necesitamos de la gracia de Dios para obrar el bien y evitar el pecado, porque al no conocernos perfectamente a nosotros mismos y al estar implicados en el giro variadísimo de los acontecimientos, muchas veces ignoramos lo que nos conviene, o por lo menos no lo podemos saber con exactitud; nos es preciso, por lo tanto, contar con la protección y la conducción de Dios. La gracia por la que somos hijos de Dios y nuevas creaturas en Cristo no penetra del todo los estratos más profundos de nuestra personalidad; no poseemos una total firmeza en el bien. La Iglesia nos enseña que nadie puede saber con certeza de fe, en la que es imposible el error, que ha conseguido la gracia de Dios (Cf. Denz-Sch 1534). Además, la perseverancia en la gracia hasta el fin de la vida es un don gratuito, no una conquista de nuestros méritos. Es una gracia que debemos implorar humilde y confiadamente y que podemos alcanzar por medio de la oración. En este trance juega un papel principal la intercesión maternal de María, a quien invocamos como Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora (Lumen gentium, 62). El escapulario del Carmen es un signo de nuestra humilde apelación al don de la gracia y de nuestro recurso a la Madre de Dios. Pío XII enseñó que los fieles han de verlo como un signo elocuente de la oración con la que invocan el auxilio divino y han de reconocer en él su consagración al santísimo Corazón de la Virgen Inmaculada (loc. cit.). Más aún, según el mismo Papa, esa pequeña librea es un memorial de la Virgen que nos recuerda el compromiso de fidelidad contraído con Jesús por medio de ella; es un espejo de humildad y de castidad; en la simplicidad de su hechura hay que ver un compendio de modestia y sencillez (ib.).

La otra promesa ligada al uso del escapulario y la consiguiente creencia de la tradición carmelitana también han sido sometidas a la criba de la crítica histórica. Se trata del así llamado privilegio sabatino, que implica la liberación de las penas del purgatorio en un término próximo a la muerte; solía decirse, el sábado siguiente. Alguna vez se pensó que tal privilegio era reconocido por Juan XXII en la Bula Sacratissimo uti culmine, de 1317, pero este documento ha sido censurado como apócrifo. De todas maneras, la creencia ha sido asumida por Pío XII en estos términos: ciertamente, la piadosísima Madre no dejará de hacer que los hijos que expían sus pecados en el purgatorio alcancen por su intercesión lo antes posible la patria eterna. ¿Por qué, en efecto, no podría extenderse más allá de la muerte, la intervención de la Madre del Señor en favor de sus hijos, que aunque todavía deban ser purificados ya están seguros de su salvación? Como sabemos, la existencia de una purificación final de los elegidos es una verdad de la fe católica y el fundamento de la oración por los difuntos.

Un atisbo de la realidad sobrenatural del purgatorio se encuentra en las crisis de purificación que padecen los santos, las noches de las habló con tanta penetración San Juan de la Cruz y que son los sucesivos tránsitos hacia la perfección de la caridad. Santa Catalina de Génova, al comienzo de su Tratado del Purgatorio, dice de sí misma: Esta alma santa, viviendo todavía en la carne, se encontraba puesta en el purgatorio del fuego del divino Amor, que la quemaba entera y la purificaba de cuanto en ella había para purificar, a fin de que, pasando de esta vida, pudiese ser presentada ante la presencia de su dulce Dios Amor. Y comprendía en su alma, por medio de este fuego amoroso, cómo estaban las almas de los fieles en el lugar del purgatorio para purgar toda herrumbre y mancha de pecado, que en esta vida no hubiesen purgado. Describe luego cómo esas almas, ajenas a todo, están absortas en el amor de su Señor y en medio de penas indecibles, que son penas de amor, con gran gozo y dolor y paz, con gran contento, avanzan en la purificación en plena conformidad con la voluntad de Dios.

El título de Nuestra Señora del Carmen y la devoción de su santo escapulario nos invitan a renovar permanentemente nuestra fe en las realidades últimas, en el estadio final, el remate dichoso de la existencia cristiana. Son un estímulo para el ejercicio de la humildad, el empeño en el combate espiritual, el abandono confiado en la providencia del Padre, en los méritos redentores de Cristo y en la acción del Espíritu Santo. Que la celebración de esta fiesta en honor de Nuestra Señora haga crecer en nosotros el amor filial hacia ella, un amor intenso y muy tierno que sea efectivamente prenda de santidad y de salvación.

Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
Homilía de monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata en la solemnidad de Nuestra Señora del Carmen (Monasterio “Regina Martyrum y San José”, 16 de julio de 2008)

PADRE FIDEL OÑORO: XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


LECTIO DIVINA
DOMINGO XIV del TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
Lucas 10, 1 – 20
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Estudio bíblico de apoyo (Texto P. Fidel Oñoro cjm)