domingo, 16 de octubre de 2011

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A


Cuando se pregunta a Jesús en el evangelio si es lícito o no pagar impuestos al emperador, se le está tendiendo una trampa. En el universo epiritual en que se mueven los que le hacen la pregunta, parece imposible escapar a este ardid. Si Jesús responde que sí, se pronuncia contra la relación directa e inmediata del pueblo santo con Dios y condena automáticamente los esfuerzos de este pueblo por liberarse políticamente. Si responde que no, se declara partidario de los celotes y de su teología política de la liberación, con lo que e convierte tácita o abiertamente en un rebelde contra la autoridad romana. En el plano político, que es en el que se sitúan lkos que le plantean la cuestión, no hay tercera vía, no existe una solución intermedia. Pero Jesús no se deja encerrar en el plano, cuya legitimidad solo reconoce en la medida en que se lo supera y relativiza. Los judíos como pueblo carnal se han adherido firmemente a éste plano, aunque esto ciertamente no hubiera sido necesario; los cristianos, siguiendo el ejemplo de Cristo, se elevarán por encima de este plano y, desde un plano superior, se sentirán corresponsables de la política de este mundo. La segunda lectura (1 Tes 1,1-5b), en la que Pablo anuncia a los Tesalonicenses la Palabra de Dios con el poder (pero no político) y la fuerza del Espíritu Santo, es el preludio de una auténtica teología de la liberación totalmente diferente.

Jesús pide que se le enseñe la moneda del impuesto y,cuando le presentan un denario con la efigie y la inscripción del César, da una primera respuesta a la pregunta de sus interlocutores: "pagadle al César lo que es del César". El poder del soberano antiguo se extiende hasta donde llega su moneda. Pero este poder es limitado, está muy por debajo del poder de Dios. La primera lectura es significativa al respecto. Dios ha encomendado al rey Ciro, a la vez que una tarea política, una misión religiosa: la misión de dejar volver a casa a los israelita exiliados. Pero la relación puede también invertirse : Dios encomienda al profeta Jeremías la misión de hacer comprender al rey Joaquín que debe someterse al rey de Babilonia en vez de hacer "teología" política contra él. La respuesta que da Jesús en el evangelio de hoy parece una respuesta política, pero él habla desde un plano más elevado, como muestra claramente lo que sigue.

"Pagad a Dios lo que es de Dios". A Dios se le debe todo porque el hombre no ha sido creado a imagen del César sino a imagen de Dios, y Dios es el soberano de todos los reyes de este mundo. Los reyes de la tierra consideran que tienen poderes sagrados y reivindican para sí atributos divinos. Pero Dios desencanta esta sacralidad. Dios es el único Señor, y en el mejor de los casos a los reyes de la tierra sólo se les confiere una tarea divina, la de velar por encargo de Dios del orden en el Estado. Por defender esta idea, los cristianos tendrán que derramar su sangre. Pero Jesús no se detiene en la legitimidad o ilegitimidad de las p`retensiones de la autoridad mundana. Lo único que a él le importa es que Dios reciba todo lo que se le debe, y lo que se le debe es realmente todo, tanto en el orden natural como en el sobrenatural. Y allí donde un poder mundano se revela contra este todo -que supera ampliamente lo político- y lo reclama para sí, Jesús opondrá resistencia, y los suyoss con él. Jesús reconoce que Pilato tiene el poder de crucificarlo, pero le dice que no tendría tal poder si no le hubiera recibido de lo alto: tal es -algo que Pilato ni siquiera sospecha-la voluntad del Padre.

Hans Urs von Balthasar; Luz de la Palabra, Comentarios a las lecturas dominicales,Encuentro.

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