Estos incidentes, que no tienen nada que ver con la religión y no sirven a los intereses de estado, amenazan la convivencia pacífica y la seguridad entre los ciudadanos. En consecuencia, condenamos estos actos y pedimos a todas las instituciones, en especial al Estado, que asuma la responsabilidad.
En esta ocasión, esperamos que el gobierno israelí, además de condenar y manifestar su solidaridad, continúe tomando las medidas oportunas para conducir a los culpables y a quienes están detrás de ellos ante la justicia; así como a reconsiderar el papel del estado en la educación de sus ciudadanos en el respeto a la diversidad religiosa y el pluralismo.
Rogamos al Todopoderoso que inspire a todos los dirigentes y pueblos, especialmente a los que tienden a la violencia y a la profanación de lugares de culto, a que trabajen juntos para construir una mejor sociedad en la que las religiones jueguen un papel constructivo.
8 de octubre de 2011
(Traducción del francés por Daniel Berzosa y López, OCSSJ)
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