domingo, 25 de junio de 2017

MADRE YO CONFÍO EN TI



Gospa yo confío en ti ...¿Por qué te agitas y confundes antes los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te saldrá mejor. Cuando te abandones en Mí de todo corazón todo se resolverá con tranquilidad según los designios de Mi Hijo. No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Cierra los ojos y dime con calma: Madre yo confío en ti.

Evita las preocupaciones y angustias y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después. No estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas. Déjame a mí ser tu Madre y actuar con libertad. Abandónate confiadamente en mí. Reposa en mí y deposita en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente: Madre yo confío en ti.

Lo que más daño te hace es tu razonamiento, tus propias ideas y querer resolver las cosas a tu manera. Cuando me dices: Madre yo confío en ti, no seas como el paciente que pide al médico que lo cure pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos maternales, no tengas miedo: Yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o complican a pesar de tu oración, sigue aún confiando, cierra los ojos del alma y confía aún más. Continúa diciéndome a toda hora: Madre yo confío en ti.

Necesito tener las manos libres para obrar. No me las ates con tus preocupaciones infantiles. El enemigo no quiere sino eso: agitarte, angustiarte y quitarte la paz. Confía en Mí, reposa en Mí, abandonándote en Mí. Yo consigo de Mi Hijo los milagros en proporción del abandono y la confianza que tu tengas en Mí. Así que no te preocupes, confíame todas tus angustias y quédate tranquilo, sólo dime a toda hora: Madre yo confío en ti. Vas a ver luego los milagros, te los estoy prometiendo porque soy tu Madre y te Amo.

¡Si supieras cuánto TE AMO llorarías de alegría!

martes, 13 de junio de 2017

ADORACIÓN EUCARÍSTICA: EL MAESTRO ESTÁ AQUÍ, Y TE LLAMA...



El acto de adoración de Cristo y de la Iglesia no se termina con la celebración eucarística, se continúa en la permanente presencia sacramental, suscitando la participación de los fieles por la adoración al santísimo sacramento. La adoración eucarística fuera de la misa prolonga el memorial invitando a los fieles a permanecer cerca de su Señor presente en el santísimo sacramento:El Maestro está aquí y te llama” (Jn 11, 28) 

Por medio de la adoración eucarística, los fieles reconocen la presencia real del Señor y se unen a su ofrenda de sí mismo al Padre. Su adoración participa a la suya, en cierto modo, por que es por él, con él y en él que toda oración y toda adoración sube y es aceptada por el Padre. Cristo, quien anuncia a la Samaritana que el Padre busca adoradores en espíritu y en verdad (Jn 4, 23-26) es, sin ninguna duda, el primer adorador y vanguardia de todos los adoradores (Heb 12, 2.24).

Permaneciendo ante Cristo, el Señor, disfrutan de su coloquio íntimo, le abren su corazón para sí mismos y por todos los suyos y ruegan por la paz y la salvación del mundo. Ofreciendo con Cristo toda su vida al Padre en el Espíritu Santo sacan de este coloquio admirable un aumento de su fe, esperanza y caridad.[28] “Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración» ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento?”. [29]

Este “arte de la oración” al que Juan Pablo II asocia la adoración eucarística conoce un renovado fervor en nuestra época, en todas partes de la Iglesia, aumentando al mismo tiempo su testimonio de amor a Dios y su intercesión por las necesidades del mundo. La práctica de la adoración refuerza, en efecto, en los fieles, el sentido sagrado de la celebración eucarística que desgraciadamente conoció un periodo difícil en ciertos ambientes. Ya que al reconocer explícitamente la presencia divina en la especies eucarísticas, fuera de la misa, contribuye a cultivar la participación activa e interior de los fieles a la celebración y les ayuda a comprender más claramente que la misa es mucho más que un rito social.

Los frutos de la adoración eucarística impactan también el culto espiritual de toda la vida, el cual consiste en el cumplimiento cotidiano de la voluntad de Dios. La contemplación de Cristo en estado de ofrenda y de inmolación en el santísimo sacramento enseña a entregarse sin límites, activa y pasivamente, a entregarse hasta ser distribuido como pan eucarístico que pasa de mano en mano por la santa comunión. Aquél a quien se visita y honra en el tabernáculo nos enseña a perseverar en el amor, día con día, acogiendo todas las circunstancias, los eventos y los minutos que se viven, con su bagaje humano y cargas, sin excluir nada excepto el pecado, tratando siempre de producir el mayor fruto posible. De esta forma se prolonga en el corazón de la comunidad y de los fieles la adoración de Cristo y de la Iglesia actualizada sacramentalmente en la celebración eucarística.