martes, 26 de mayo de 2009

BENEDICTO XVI: LA PROMESA DEL ESPÍRITU SANTO EN LA BIBLIA

La escucha atenta de la Palabra de Dios respecto al misterio y a la obra del Espíritu Santo nos abre al conocimiento cosas grandes y estimulantes que resumo en los siguientes puntos.

Poco antes de su ascensión, Jesús dijo a los discípulos: «Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido» (Lc 24, 49). Esto se cumplió el día de Pentecostés, cuando estaban reunidos en oración en el Cenáculo con la Virgen María. La efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia naciente fue el cumplimiento de una promesa de Dios más antigua aún, anunciada y preparada en todo el Antiguo Testamento.

En efecto, ya desde las primeras páginas, la Biblia evoca el espíritu de Dios como un viento que «aleteaba por encima de las aguas» (cf. Gn 1, 2) y precisa que Dios insufló en las narices del hombre un aliento de vida, (cf. Gn 2, 7), infundiéndole así la vida misma. Después del pecado original, el espíritu vivificante de Dios se ha ido manifestando en diversas ocasiones en la historia de los hombres, suscitando profetas para incitar al pueblo elegido a volver a Dios y a observar fielmente los mandamientos. En la célebre visión del profeta Ezequiel, Dios hace revivir con su espíritu al pueblo de Israel, representado en «huesos secos» (cf. 37, 1-14). Joel profetiza una «efusión del espíritu» sobre todo el pueblo, sin excluir a nadie: «Después de esto –escribe el Autor sagrado– yo derramaré mi Espíritu en toda carne... Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días» (3, 1-2).

En la «plenitud del tiempo» (cf. Ga 4, 4), el ángel del Señor anuncia a la Virgen de Nazaret que el Espíritu Santo, «poder del Altísimo», descenderá sobre Ella y la cubrirá con su sombra. El que nacerá de Ella será santo y será llamado Hijo de Dios (cf. Lc 1, 35). Según la expresión del profeta Isaías, sobre el Mesías se posará el Espíritu del Señor (cf. 11, 1-2; 42, 1). Jesús retoma precisamente esta profecía al inicio de su ministerio público en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí –dijo ante el asombro de los presentes–, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres. Para anunciar a los cautivos la libertad y, a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; y para anunciar un año un año de gracia del Señor» (Lc4, 18-19; cf. Is 61, 1-2). Dirigiéndose a los presentes, se atribuye a sí mismo estas palabras proféticas afirmando: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír » (Lc 4, 21). Y una vez más, antes de su muerte en la cruz, anuncia varias veces a sus discípulos la venida del Espíritu Santo, el «Consolador», cuya misión será la de dar testimonio de Él y asistir a los creyentes, enseñándoles y guiándoles hasta la Verdad completa (cf. Jn 14, 16-17.25-26; 15, 26; 16, 13).

domingo, 24 de mayo de 2009

P. Salvador Carrillo Alday:La Esencia de Pentecostés.

Según las fuentes bíblicas ¿de dónde nos viene el Espíritu Santo? Nos viene a través de Jesús, pero ¿de qué Jesús? y esto es lo interesante, lo hermoso. En Juan 16,7 Jesús dijo: "Les conviene que yo me vaya. Si yo no me voy, el Espíritu Santo no vendrá a ustedes, pero si Yo me voy, Yo se lo enviaré".

Y antes en Juan 7,39 comenta el evangelista: "Y esto lo decía del Espíritu que iban a recibir los que creyeran en El porque todavía no había Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado".

Qué palabra tan extraña: "Todavía no había Espíritu porque Jesús todavía no había sido glorificado". Jesús necesita terminar su carrera mesiánica, recibir después de su resurrección el gran título de ser el Mesías, el Salvador, el Señor, para después poder dar el Espíritu Santo.

En Hechos 2,33 está escondido este texto importante en la Cristología, en el que se dice primero: "A Jesús, Dios lo ha resucitado". Segundo: "Y habiendo sido exaltado a la diestra del Padre". Tercero: "Y habiendo recibido El, el Espíritu Santo".

Jesús recibe como un regalo de Dios en su naturaleza humana glorificada, el Espíritu Santo y una vez lleno Jesús del Espíritu Santo, lo derrama el día de Pentecostés, y nace la Iglesia.


lunes, 18 de mayo de 2009

ENCUENTROS CON JESÚS- 23 DE MAYO


EL próximo 23 de mayo a las 15.30 hs, como todos los cuartos sábados de mes, realizaremos un nuevo Encuentros con Jesús, en la Capilla María Reina de la Paz, en esta oportunidad la frase bíblica que presidirá nuestro encuentro está tomada del evangelio según San Juan: "YO SOY EL BUEN PASTOR Y CONOZCO A MIS OVEJAS"

En el año 2006 comenzamos con estos encuentros mensuales gratuitos, hay que traer el Rosario y la Biblia, el Señor ha bendecido abundantemente este pequeño servicio que realizamos. 

Anímate, invita a los que estén alejados a participar , al igual que nosotros te sorprenderás de las gracias que el Señor derrama en medio de nosotros...

El arzobispo de Montevideo Mons. Nicolás Cotugno ha bendecido este ministerio, dándonos a partir de su discernimiento de pastor de esta iglesia local, su apoyo y envío...

CAPILLA MARÍA REINA DE LA PAZ
PROPIOS 2659- 15.30 hs  
( a 1 cuadra del hospital Evangélico)

domingo, 17 de mayo de 2009

BENEDICTO XVI: DISCURSO DE DESPEDIDA DE TIERRA SANTA


Señor presidente, señor primer ministro, excelencias, señoras y señores, mientras me dispongo a retornar a Roma querría compartir con ustedes algunas de las cosas que más me han impresionado interiormente durante mi peregrinación en Tierra Santa. [...]
Señor presidente, usted y yo hemos plantado un árbol de olivo en su residencia, en el día de mi llegada a Israel. Como usted sabe, el árbol de olivo es una imagen utilizada por san Pablo para describir las relaciones estrechísimas entre cristianos y judíos. En su carta a los Romanos, Pablo describe cómo la Iglesia de los gentiles es como un brote de olivo selvático, injertado en el árbol de olivo bueno que es el pueblo de la Alianza (cfr. 11, 17-24). Extraemos nuestro alimento de las mismas raíces espirituales. Nos encontramos como hermanos, hermanos que en ciertos momentos de la historia común han tenido una relación tensa, pero que ahora están firmemente empeñados en la construcción de puentes de amistad duradera.

La ceremonia en el palacio presidencial ha sido seguida por uno de los momentos más solemnes de mi permanencia en Israel: mi visita al Memorial del Holocausto en Yad Vashem, donde he rendido homenaje a las víctimas de la Shoah. Allí también he encontrado a algunos de los sobrevivientes. Esos encuentros profundamente conmovedores han renovado recuerdos de mi visita, tres años atrás, al campo de la muerte en Auschwitz, donde también tantos judíos – madres, padres, maridos, esposas, hijos, hijas, hermanos, hermanas, amigos – fueron brutalmente exterminados bajo un régimen sin Dios, que propagaba una ideología de antisemitismo y odio. Ese espantoso capítulo de la historia jamás debe ser olvidado o negado. Al contrario, esos oscuros recuerdos deben reforzar nuestra determinación de acercarnos todavía más unos a otros, como ramas del mismo olivo, nutridos por las mismas raíces y unidos por un amor fraterno.

Señor presidente, le agradezco la calidez de su hospitalidad, muy apreciada, y deseo que conste el hecho que he venido a visitar este país como amigo de los israelitas, así como soy amigo del pueblo palestino. Los amigos aman transcurrir el tiempo en compañía recíproca y se afligen profundamente al ver sufrir al otro. Ningún amigo de los israelitas y de los palestinos puede evitar entristecerse por la continua tensión entre vuestros dos pueblos. Ningún amigo puede hacer menos que llorar por los sufrimientos y las pérdidas de vidas humanas que ambos pueblos han sufrido en las últimas seis décadas. 

Me permito dirigir este llamado a todo el pueblo de estas tierras: ¡No más derramamiento de sangre! ¡No más desencuentros! ¡No más terrorismo! ¡No más guerra! Por el contrario, rompamos el círculo vicioso de la violencia. Que pueda instaurarse una paz duradera basada en la justicia, que haya verdadera reconciliación y curación. Que se reconozca universalmente que el Estado de Israel tiene el derecho a existir y a gozar de paz y seguridad dentro de límites reconocidos internacionalmente. Que se reconozca igualmente que el pueblo palestino tiene el derecho a una patria independiente y soberana, a vivir con dignidad y a viajar libremente. Que la "two-State solution", la solución de los dos Estados, se haga realidad y no quede como un sueño. Y que la paz pueda difundirse por estas tierras; que puedan ser "luz para las naciones" (Isaías 42, 6), llevando esperanza a otras numerosas regiones que son golpeadas por conflictos.

Una de las visiones más tristes para mí, durante mi visita a estas tierras, ha sido la del muro. Mientras lo bordeaba, he rezado por un futuro en el que los pueblos de Tierra Santa puedan vivir juntos, en paz y armonía, sin la necesidad de semejantes instrumentos de seguridad y de separación, sino respetándose y confiando uno en el otro, renunciando a toda forma de violencia y de agresión. Señor presidente, sé cuán difícil será alcanzar ese objetivo. Sé cuán difícil es su tarea y la de la autoridad palestina. Pero le aseguro que mis oraciones y las oraciones de los católicos de todo el mundo lo acompañan, mientras usted sigue esforzándose para construir una paz justa y duradera en esta región. [...] Les digo a todos: gracias y que el Señor esté con ustedes. ¡Shalom!

sábado, 16 de mayo de 2009

G.K.CHESTERTON:



Hay estados de ánimo tristes y morbosos en los que siento la tentación de creer que el Mal ha vuelto a entrar en el mundo en la forma de ensayos. El ensayo es como la serpiente, suave, graciosa y de movimiento fácil, y también ondulante y errabundo. Además, supongo que la palabra misma ensayo significaba originalmente «probar, tentar». La serpiente es tentativa en todos los sentidos de la palabra. El tentador está siempre tentando su camino y averiguando cuánto pueden resistir los demás. Este engañoso aire de irresponsabilidad que tiene el ensayo es muy desarmante, aunque parezca desarmado. Pero la serpiente puede golpear sin garras como puede correr sin patas. Es el símbolo de todas las artes elusivas, evasivas, impresionistas y que se ocultan cambiando de matices. Supongo que el ensayo, por lo menos en lo que concierne a Inglaterra, fue casi inventado por Francis Bacon. Puedo creerlo, pues siempre he pensado que fue el villano de la historia inglesa.

Quizá sea conveniente que explique que no considero hombres malvados a todos los ensayistas. Yo también he sido ensayista, o he tratado de ser ensayista, o he pretendido ser ensayista. No aborrezco lo más mínimo los ensayos. Su lectura me causa quizá el mayor de los placeres literarios, después de esas necesidades intelectuales realmente serias que son las novelas y cuentos policiales escritos por locos. En el mundo no hay lectura mejor que la de algunos ensayos contemporáneos, como los del señor E. V. Lucas o del señor Robert Lynd. Si pudiera imitar el tono tímido y tentativo del ensayista auténtico, me limitaría a decir que hay algo en lo que digo, existe realmente en la literatura moderna un elemento que es al mismo tiempo indefinido y peligroso. Lo que quiero decir es esto: la diferencia entre ciertas formas viejas y ciertas formas relativamente reciente de la literatura consiste en que las viejas estaban limitadas por un propósito lógico. El drama y el soneto pertenecen a las formas viejas, y el ensayo y la novela a las nuevas. Si un soneto abandona la forma de soneto deja de ser soneto. Puede convertirse en un ejemplo estrafalario e inspirador de verso libre, pero no hay que decir que es un soneto porque no se pueda decir que es otra cosa. Pero en el caso de la novela moderna, hay que llamarla con frecuencia novela cuando en realidad apenas ni siquiera es una narración. No hay nada que lo pruebe ni defina, como no sea que no está espaciada como un poema épico, y con frecuencia tiene todavía menos de relato. Lo mismo se aplica a la comodidad y la libertad aparentemente atractivas del ensayo. Por su naturaleza misma no explica con exactitud lo que se propone hacer y así elude un juicio decisivo sobre si lo ha hecho realmente. Pero en el caso del ensayo existe un peligro práctico, precisamente porque trata con tanta frecuencia de cuestiones teóricas. Trata constantemente de cuestiones teóricas sin la responsabilidad de ser teórico o de proponer una teoría.



Por ejemplo, se han dicho muchas cosas sensatas e insensatas en pro y en contra del llamado medievalismo. Se han dicho también muchas cosas sensatas e insensatas en pro y en contra del llamado modernismo. Yo he tratado a veces de decir algunas cosas sensatas, con el resultado de que me han atribuido en general todas las insensatas. Si un hombre desease una prueba real y racional que distinga verdaderamente el estado de ánimo medieval del moderno, se podría enunciar así: el hombre medieval pensaba en función de la tesis, en tanto que el hombre moderno piensa en función del ensayo. Quizá sería injusto decir que el hombre moderno sólo trata de pensar, o, en otras palabras, sólo hace un esfuerzo desesperado para pensar. Pero sería cierto decir que el hombre moderno, con frecuencia, sólo ensaya, o intenta, llegar a una conclusión. En cambio, el hombre medieval creía que no merecía la pena de pensar si no podía llegar a una conclusión. Por eso es por lo que tomaba una cosa concreta llamada tesis y se proponía probarla. Por eso es por lo que Martín Lutero, hombre muy medieval en muchos aspectos, clavó en una puerta la tesis que se proponía demostrar. Muchas personas suponen que al hacer eso hacía algo revolucionario e inclusive modernista. En realidad hacía exactamente lo que habían hecho todos los demás estudiantes y doctores medievales desde el crepúsculo de la Edad Media. Si el modernista realmente moderno tratara de hacerlo, descubriría probablemente que nunca ha ordenado sus pensamientos en la forma de tesis. Pues bien, es un error suponer, en lo que a mí se refiere, que se trate de restaurar el aparato rígido del sistema medieval. 

Pero creo que el ensayo se ha alejado demasiado de la tesis.Hay una especie de cualidad irracional e indefendible en muchas de las frases más brillantes de los ensayos más bellos. No hay ensayista que me satisfaga más que Stevenson; no hay probablemente un hombre viviente que admire a Stevenson más que yo. Pero si tomamos alguna frase favorita y citada con frecuencia, como «Viajar con esperanza es mejor que llegar», veremos que proporciona una escapatoria para sofisterías y sinrazones de todas clases. Si se la pudiera formular como una tesisno se la podría defender como un pensamiento. Un hombre no viajaría con esperanza si creyera que la meta será desilusionante en comparación con los viajes. Se puede sostener que eso hace al viaje tanto más agradable, pero en ese caso no se puede decir que inspira esperanzas, pues se supone que el viajero pone su esperanza en el término del viaje y no sólo en su continuación.
Ahora bien, no quiero decir, por supuesto, que paradojas gratas de esta clase no tengan un lugar en la literatura, y a causa de ellas el ensayo tiene un lugar en la literatura. Hay un lugar para el ensayista meramente ocioso y errabundo, como hay un lugar para el viajero meramente ocioso y errabundo. Los pensadores errabundos se han convertido en predicadores errabundos y en nuestros únicos sustitutos de los frailes errabundos. Y ya sea materialista o moralista, escéptico o trascendental nuestro sistema es necesario que sea un sistema. Después de caminar durante cierto tiempo, la mente necesita llegar adonde se propone o regresar. Una cosa es viajar con esperanza y decir medio en broma que eso es mejor que llegar, y otra cosa es viajar sin esperanza porque se sabe que nunca se llegará.
Me llamó la atención la misma tendencia a leer algunos de los mejores ensayos que se han escrito y que agradaban especialmente a Stevenson: los ensayos de Hazlitt. «No se puede vivir como un caballero con las ideas de Hazlitt», observó justamente el señor Augustine Birrell, pero inclusive en esas ideas vemos el comienzo de esa índole inconsecuente e irresponsable. Por ejemplo, Hazlitt era radical y se mofaba constantemente de los tories porque no confiaban en los hombres ni en las multitudes. Creo que fue él quien sermoneó a Walter Scott por una cuestión de tan poca importancia como haber hecho que en Ivanhoe el Populacho medieval se burlara sin generosidad de la retirada de los Templarios. De todos modos, no deduciría de cierto número de pasajes que Hazlitt se presentaba a sí mismo como un amigo del pueblo.
Pero se presentaba a sí mismo más furiosamente como un enemigo del pueblo. Cuando comenzó a escribir acerca del público describió exactamente el mismo monstruo de muchas cabezas ignorante, cobarde y cruel al que los peores tories llamaban populacho.
Ahora bien, si Hazlitt se hubiese visto obligado a exponer sus ideas sobre la democracia en forma de tesis como los escolásticos medievales, habría tenido que pensar con mucha más claridad y que tomar una decisión de una manera mucho más terminante. Cederé la última palabra al ensayista, y confieso que no estoy seguro de si en ese caso habría escrito tan buenos ensayos.


Michel Schooyans: Obama y Blair. El mesianismo reinterpretado


La elección de Barack Obama para la presidencia de los Estados Unido ha suscitado numerosas expectativas en todo el mundo. En los Estados Unidos, los electores votaron por un presidente joven, mestizo y brillante. Se espera de él que, según sus promesas, corrija los errores del presidente que lo ha precedido. Han sido utilizadas formulas hasta excesivas, afirmando, por ejemplo, que había llegado la hora de "reedificar" los Estados Unidos o de reorganizar el orden internacional. Se notará aquí la influencia de Saul D. Alinsky (1909-1972), uno de los maestros del pensamiento del nuevo presidente y de Hillary Clinton. No les ha faltado celo a los admiradores del vivaz neo elegido, que han demonizado al desventurado presidente George W. Bush, invocando que se destruya lo antes posible la política que había desarrollado. Ahora, la administración Bush, que además no ha carecido de méritos, se caracteriza por fallas reconocidas, también por el círculo más cercano del presidente. Sin embargo, sobre un punto esencial y fundamental, el presidente Bush ha promovido una política meritoria de respeto y de continuidad: ofreció al ser humano no nacido, así como al personal médico, una protección jurídica, sin duda insuficiente, pero eficaz.


jueves, 14 de mayo de 2009

FRAY NELSON MEDINA OP: ÁNGELES Y DEMONIOS CON TOM HANKS

La verdadera urgencia de publicar este mensaje es que todos comprendamos que es el DINERO y solamente el DINERO lo que puede alentar o detener a los enemigos de la Iglesia. La gente que vaya a la película ANGELES Y DEMONIOS de Dan Brown (autor de El Código de Da Vinci) está dándole dinero a él. Si dices: “voy a comprar el libro para ver qué es lo que tanto le critican” o si dices: “hay que ver la película para juzgar” ten en cuenta que al pagar tu tiquete o comprar el libro ya estás aumentando el éxito de los enemigos de la Iglesia.

Por eso: no compres el libro, no vayas a la película. Si necesitas información búscala gratis en Internet de modo que ni Dan Brown (autor del libro), ni Ron Howard (director del filme), ni Tom Hanks (protagonista) ni ninguno de los que ayudaron a esa asquerosa calumnia reciba dinero de ti. Si ellos reciban dinero seguirán calumniando.

¿Dónde informarse? Usa la Wikipedia, por ejemplo. La trama parte de un crimen cometido por “El Vaticano” contra los Illuminati. El crimen nunca sucedió pero lo que se dice de la Iglesia es blasfemo, repugnante, injusto y daría ocasión para atentados terroristas si se tratara de otra religión, y no de la Iglesia Católica.

A los que dicen “Es sólo ficción” hay que responderles con claridad: “Si se hiciera una película en la que se dice que tu abuelo era un sádico que torturaba niñas y vendía sus cadáveres, y si luego media humanidad estima que eso es ‘entretenido,’ ¿te quedarías tan tranquilo sólo por el hecho de que así no fue tu abuelo de verdad?” Más información, desde la perspectiva católica, aquí.

No sé si he sido claro: NO LES DES DINERO; no des tú dinero a los que calumnien y atropellan a tu Madre. 

martes, 12 de mayo de 2009

BENEDICTO XVI: RECORDANDO A JUAN PABLO II

Hace cuatro años, precisamente en este día, mi amado predecesor el siervo de Dios Juan Pablo II concluyó su peregrinación en la tierra, después de un largo período de gran sufrimiento. Celebramos la santa Eucaristía en sufragio de su alma, mientras damos gracias al Señor por haberlo dado a la Iglesia, durante tantos años, como Pastor celoso y generoso. Nos reúne esta tarde su recuerdo, que sigue vivo en el corazón de la gente, como lo demuestra también la peregrinación ininterrumpida de fieles a su tumba, en la cripta vaticana. Por tanto, presido con emoción y alegría esta santa misa, a la vez que os saludo y agradezco vuestra presencia, venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, así como a vosotros, queridos fieles que habéis venido de diversas partes del mundo, especialmente de Polonia, con ocasión de este significativo aniversario. 
Saludo a los polacos y, en particular, a la juventud polaca. En el cuarto aniversario de la muerte de Juan Pablo II acoged su llamamiento: "No tengáis miedo de entregaros a Cristo. Él os guiará, os dará la fuerza para seguirlo todos los días y en cada situación" (Tor Vergata, Vigilia de oración,19 de agosto de 2000: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de agosto de 2000, p. 12). Que este pensamiento del siervo de Dios os guíe por los caminos de vuestra vida, y os conduzca a la felicidad de la mañana de la Resurrección.

Saludo al cardenal vicario, al cardenal arzobispo de Cracovia, el querido cardenal Stanislaw, y a los demás cardenales y prelados; saludo a los sacerdotes, a los religiosos y las religiosas. Os saludo de modo especial a vosotros, queridos jóvenes de Roma, que con esta celebración os preparáis para la Jornada mundial de la juventud, que viviremos juntos el domingo próximo, domingo de Ramos. Vuestra presencia me trae a la memoria el entusiasmo que Juan Pablo II sabía infundir en las nuevas generaciones. Su recuerdo es un estímulo para todos nosotros, reunidos en esta basílica donde en muchas ocasiones celebró la Eucaristía, para dejarnos iluminar e interpelar por la Palabra de Dios, que se acaba de proclamar.

El pasaje evangélico de este jueves de la quinta semana de Cuaresma propone a nuestra meditación la última parte del capítulo 8 de san Juan, que, como hemos escuchado, contiene una larga disputa sobre la identidad de Jesús. Poco antes él se había presentado como "la luz del mundo" (v. 12), usando tres veces (vv. 24.28.58) la expresión "Yo soy", que en sentido fuerte alude al nombre de Dios revelado a Moisés (cf. Ex 3, 14). Y añade: "Si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás" (v. 51), declarando así que había sido enviado por Dios, que es su Padre, a traer a los hombres la libertad radical del pecado y de la muerte, indispensable para entrar en la vida eterna.

Sin embargo, sus palabras hieren el orgullo de sus interlocutores; también la referencia al gran patriarca Abraham se convierte en motivo de conflicto. "En verdad, en verdad os digo —afirma el Señor—: antes de que Abraham existiera, Yo soy" (Jn 8, 58). Sin medios términos, declara su preexistencia y, por tanto, su superioridad con respecto a Abraham, suscitando —comprensiblemente— la reacción escandalizada de los judíos. Pero Jesús no puede callar su propia identidad; sabe que, al final, será el Padre mismo quien le dará la razón, glorificándolo con la muerte y la resurrección, porque, precisamente cuando sea elevado en la cruz, se revelará como el Hijo unigénito de Dios (cf. Jn 8, 28; Mc 15, 39).

Queridos amigos, al meditar en esta página del Evangelio de san Juan, surge de forma espontánea la consideración de que realmente es muy difícil dar testimonio de Cristo. Y el pensamiento se dirige al amado siervo de Dios Karol Wojtyla, Juan Pablo II, que desde joven se mostró intrépido y audaz defensor de Cristo: no dudó en gastar todas sus energías por él con el fin de difundir por todas partes su luz; no aceptó ceder a componendas cuando se trataba de proclamar y defender su Verdad; no se cansó nunca de difundir su amor. Desde el inicio de su pontificado hasta el 2 de abril de 2005, no tuvo miedo de proclamar, a todos y siempre, que sólo Jesús es el Salvador y el verdadero Liberador del hombre y de todo el hombre.

En la primera lectura escuchamos las palabras dirigidas a Abraham: "Te haré muy fecundo" (Gn 17, 6). Si testimoniar la propia adhesión al Evangelio nunca es fácil, ciertamente conforta la certeza de que Dios hace fecundo nuestro empeño, cuando es sincero y generoso. También desde este punto de vista nos parece significativa la experiencia espiritual del siervo de Dios Juan Pablo II. Contemplando su existencia, vemos realizada en ella la promesa de fecundidad hecha por Dios a Abraham, de la que se hace eco la primera lectura, tomada del libro del Génesis.

Se podría decir que, especialmente en los años de su largo pontificado, él engendró para la fe a muchos hijos e hijas. De ello sois signo visible vosotros, queridos jóvenes presentes esta tarde: vosotros, jóvenes de Roma, y vosotros, jóvenes llegados de Sydney y de Madrid, que representáis idealmente a las multitudes de chicos y chicas que participaron en las veintitrés Jornadas mundiales de la juventud que se han celebrado ya en diversas partes del mundo. ¡Cuántas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, cuántas jóvenes familias decididas a vivir el ideal evangélico y a tender a la santidad están vinculadas al testimonio y a la predicación de mi venerado predecesor! ¡Cuántos chicos y chicas se han convertido o han perseverado en su camino cristiano gracias a su oración, a su ánimo, a su apoyo y a su ejemplo!

Es verdad. Juan Pablo II lograba comunicar una fuerte carga de esperanza, fundada en la fe en Jesucristo, que "es el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8), como rezaba el lema del gran jubileo del año 2000. Como padre afectuoso y atento educador, indicaba puntos de referencia seguros y firmes, indispensables para todos, de modo especial para la juventud. Y en la hora de la agonía y de la muerte, esta nueva generación quiso manifestarle que había comprendido sus enseñanzas, recogiéndose silenciosamente en oración en la plaza de San Pedro y en muchos otros lugares del mundo. Los jóvenes sentían que su muerte constituía una pérdida: moría "su" Papa, al que consideraban "su padre" en la fe. Al mismo tiempo, advertían que les dejaba en herencia su valor y la coherencia de su testimonio.

¿No había subrayado muchas veces la necesidad de una adhesión radical al Evangelio, exhortando a adultos y jóvenes a tomar en serio esta responsabilidad educativa común? Como sabéis, yo también he querido retomar este anhelo suyo, hablando en diversas ocasiones de la emergencia educativa que concierne hoy a las familias, a la Iglesia, a la sociedad y especialmente a las nuevas generaciones. En la edad del crecimiento, los muchachos necesitan adultos capaces de proponerles principios y valores; sienten la necesidad de personas que sepan enseñar con la vida, antes que con las palabras, a gastarse por altos ideales.

¿Pero de dónde sacar la luz y la sabiduría para llevar a cabo esta misión, que implica a todos en la Iglesia y en la sociedad? Ciertamente, no basta aprovechar los recursos humanos; es necesario fiarse también y en primer lugar de la ayuda divina. "El Señor es fiel por siempre": así hemos rezado hace poco en el Salmo responsorial, seguros de que Dios nunca abandona a quienes permanecen fieles a él. Esto nos recuerda el tema de la 24ª Jornada mundial de la juventud, que se celebrará a nivel diocesano el domingo próximo. Está tomado de la primera carta de san Pablo a Timoteo: "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Tm 4, 10). El Apóstol habla en nombre de la comunidad cristiana, en nombre de cuantos han creído en Cristo y son diversos de "los demás que no tienen esperanza" (1 Ts 4, 13), precisamente porque esperan, es decir, tienen confianza en el futuro, una confianza que no se basa sólo en ideas o previsiones humanas, sino en Dios, en el "Dios vivo".

Queridos jóvenes, no se puede vivir sin esperar. La experiencia muestra que todo, incluida nuestra vida misma, corre peligro, puede derrumbarse por cualquier motivo interno o externo a nosotros, en cualquier momento. Es normal: todo lo humano, y por tanto también la esperanza, no tiene fundamento en sí mismo, sino que necesita una "roca" en la cual apoyarse. Por eso, san Pablo escribe que los cristianos están llamados a fundar la esperanza humana en el "Dios vivo". Sólo en él es segura y fiable. Más aún, sólo Dios, que en Jesucristo nos ha revelado la plenitud de su amor, puede ser nuestra esperanza firme, pues en él, nuestra esperanza, hemos sido salvados (cf. Rm 8, 24).

Pero, prestad atención: en momentos como este, dado el contexto cultural y social en que vivimos, podría ser más fuerte el riesgo de reducir la esperanza cristiana a una ideología, a un eslogan de grupo, a un revestimiento exterior. Nada más contrario al mensaje de Jesús. Él no quiere que sus discípulos "representen un papel", quizás el de la esperanza. Quiere que "sean" esperanza, y sólo pueden serlo si permanecen unidos a él. Quiere que cada uno de vosotros, queridos jóvenes amigos, sea una pequeña fuente de esperanza para su prójimo, y que todos juntos seáis un oasis de esperanza para la sociedad dentro de la cual estáis insertados.

Ahora bien, esto es posible con una condición: que viváis de él y en él, mediante la oración y los sacramentos, como os he escrito en el Mensaje de este año. Si las palabras de Cristo permanecen en nosotros, podemos propagar la llama del amor que él ha encendido en la tierra; podemos enarbolar la antorcha de la fe y de la esperanza, con la que avanzamos hacia él, mientras esperamos su vuelta gloriosa al final de los tiempos. Es la antorcha que el Papa Juan Pablo II nos ha dejado en herencia. Me la entregó a mí, como sucesor suyo; y yo esta tarde la entrego idealmente, una vez más, de un modo especial a vosotros, jóvenes de Roma, para que sigáis siendo centinelas de la mañana, vigilantes y gozosos en esta alba del tercer milenio. Responded generosamente al llamamiento de Cristo. En particular, durante el Año sacerdotal que comenzará el 19 de junio próximo, si Jesús os llama, estad prontos y dispuestos a seguirlo en el camino del sacerdocio y de la vida consagrada.

"Este es el momento favorable, este es el día de la salvación". En la aclamación antes del Evangelio, la liturgia nos ha exhortado a renovar ahora —y en cada instante es "momento favorable"— nuestra decidida voluntad de seguir a Cristo, seguros de que él es nuestra salvación. Este es, en el fondo, el mensaje que nos repite esta tarde el querido Papa Juan Pablo II. Mientras encomendamos su alma elegida a la intercesión maternal de la Virgen María, a la que siempre amó tiernamente, esperamos vivamente que desde el cielo no cese de acompañarnos y de interceder por nosotros. Que nos ayude a cada uno de nosotros a vivir repitiendo día tras día a Dios, como él hizo, por medio de María, con plena confianza: Totus tuus! Amén.