miércoles, 14 de diciembre de 2011

JULIO ALONSO AMPUERO: IDENTIDAD Y MISIÓN DEL PROFETA


A menudo se tiene la idea de que el profeta es alguien que predice el futuro. De hecho es cierto que algunos profetas de Israel predijeron acontecimientos humanamente imprevisibles que se cumplieron muchos años más tarde. Pero lo propio del profeta es hablar en nombre de Yahveh. El profeta es esencialmente la «boca de Yahveh» (v. Jer. 15, 19; Is. 30,2), el órgano o instrumento a través del cual Dios manifiesta a los hombres su palabra. Lo mismo si predice el futuro que si realiza cualquier otro anuncio, lo decisivo es que Dios mismo pone sus palabras en la boca del profeta (Jer.1,9; Éx. 4,12).
El punto de partida de la misión del profeta es la llamada de Dios. A diferencia de los falsos profetas, que hablan por iniciativa propia (Jer. 23,21) y por eso sólo dicen falsedades que extravían al pueblo (Jer, 23,32), el profeta auténtico surge por iniciativa de Yahveh. Esta iniciativa irrumpe en la vida del profeta transformando sus planes y sacándole del camino que seguía (Am. 7,14-15), eligiendo al profeta a pesar de su limitaciones y objeciones (Jer 1,5-8; Éx.4,10-12), actuando incluso con violencia sobre él para que ejecute los planes de Yahveh y transmita su palabra (Ez. 3,14; 8,3; Am.3,3-9).
Apoyados en esta iniciativa y llamada de Dios, los profetas claman denunciando el culto hipócrita y formalista, la idolatría, las injusticias sociales, el lujo, la corrupción de las costumbres. Defensores de los derechos de Dios exigen fidelidad a la alianza y reclaman la conversión de un pueblo reiteradamente infiel. Defienden los derechos de los pobres porque la injusticia cometida con ellos ofende al mismo Yahveh. Anuncian el juicio de Dios y amenazan con los castigos divinos, que en realidad son consecuencia de los propios pecados del pueblo y de los cuales, por otra parte, se sirve Yahveh para provocar la conversión y reconducir al pueblo a sí mismo. Son portadores de la promesa de salvación y restauración para el pueblo de Dios, cuando se abre sinceramente a su Dios. Así van preparando el camino para la venida del Mesías.
La fidelidad al Señor y a la palabra recibida de Él les acarreará sufrimientos incontables. Jeremías será acusado de conspirar contra el rey y conducido a prisión (Jer 20,2; 37,15-16); también Miqueas será encarcelado (1Re. 22,26-27). La certeza de haber recibido un mensaje del Señor les impide callarlo o disimularlo. Particularmente significativa es, conocida por sus propias «confesiones», la «pasión» de Jeremías, el drama por él sufrido a causa de su fidelidad a la palabra de Yahveh (Jer. 15,10-21; 20,7-13).
Heraldos de Dios, los profetas son luces encendidas en medio de la historia. Arrojan en la aparente ambigüedad de los acontecimientos la potente luz de Dios. Con su fe vigorosa en un Dios que actúa en la naturaleza y en la historia interpretan los sucesos contemporáneos. Inspirados por el Espíritu, sacan también enseñanzas de los acontecimientos de la historia pasada y proyectan la luz de Dios hacia el porvenir. Así, se convierten en guías del pueblo de Dios, aunque a menudo incomprendidos por sus contemporáneos. Su enseñanza luminosa, el testimonio de su fe y su esperanza, su energía indomable frente al pecado en cualquiera de sus formas... sigue siendo una referencia fundamental también para nosotros cristianos.
FUENTE: GRATIS DATE (Historia de la salvación) http://www.gratisdate.org

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