martes, 17 de enero de 2017

PADRE ANTONIO ROYO MARÍN: LA ORACIÓN VOCAL


El primer grado de oración al alcance de todo el mundo, lo constituye la vocal. Es aquella que se manifiesta con las palabras de nuestro lenguaje articulado, y constituye la forma casi única de la oración pública o litúrgica. No se requiere una fórmula determinada, si bien las ofrecen insuperables el Padrenuestro y el Avemaría.

Para que sea verdadera oración vocal ha de tener, según Santo Tomás, dos condiciones: atención y profunda piedad. Santa Teresa coincide plenamente con el Doctor Angélico cuando escribe con su gracejo inimitable:

“Porque la que no advierte con quien habla y lo que pide y quien es quien pide, y a quien, no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios. Porque algunas veces sí será aunque no lleve este cuidado, más es habiéndole llevado otras. Más quien tuviere de costumbre hablar con la majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira su dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene aprendido por hacerlo otras veces, no la tengo por oración, ni plegue a Dios que ningún cristiano la tenga de esta suerte”.(Morada primera 1,7).

De esta luminosa doctrina se desprenden las siguientes consecuencias prácticas:
1- No es conveniente multiplicar las palabras en la oración, sino insistir sobre todo en el afecto interior. Nos lo advierte expresamente el Señor en el Evangelio: “ Cuando orareis no habléis mucho, como los gentiles, que piensan serán escuchados a fuerza de palabras. No os asemejéis a ellos, pues vuestro Padre conoce perfectamente las cosas que necesitáis antes de que las pidáis” (Mt 6,7-8). Ténganlo en cuenta tantos devotos ty devotas que se pasan el día recitando plegarias inacabables, con descuido acaso de los deberes más apremiantes.

2- No se confunda la prolijidad en las fórmulas de oración – que debe cesar cuando se haya logrado el afecto o fervor interior- con la permanencia en la oración mientras dure ese fervor. Esto último es conveniente y debe prolongarse todo el tiempo que sea posible, incluso varias horas, si es compatible con los deberes del propio estado. El mismo Cristo nos dio ejemplo de larga oración pasando a veces en ella las noches enteras ( Lc 6,12) e intensificándolas en medio de su agonía de Getemaní (Lc 22,43), aunque sin multiplicar las palabras, sino repitiendo siempre la misma fórmula: “fiat voluntas tua”.

3- Como el fin de la oración vocal es excitar el afecto interior, no hemos de vacilar un instante en abandonar las oraciones vocales – a no ser que sean obligatorias- para entregarnos al fervor interior de la voluntad cuando éste h brotado con fuerza. Sería un error muy grande querer continuar entonces el rezo vocal, que habría perdido ya toda su razón de ser y podría estorbar al fervor interior… No olvidemos nunca que es de suma importancia en la vida espiritual el rezo ferviente de las oraciones vocales. Nunca se pueden omitir del todo, ni siquiera en las más altas cumbres de la santidad. Llega un momento, como veremos, en el que empeñarse en continuar el procedimiento discursivo de la meditación ordinaria representaría una imprudencia y un gran obstáculo para ulteriores avances; pero esto jamás ocurre con la oración vocal. Siempre es útil y conveniente, ya sea para excitar el fervor interior, ya para desahogarlo cuando es demasiado vehemente. La enemistad con las oraciones vocales es un signo de mal espíritu, en el que han incurrido una verdadera legión de almas ilusas y de falsos místicos.

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