La tentación es inevitable. Adán y Eva
fueron sometidos a ella aún antes del pecado original, es decir, siendo aún
seres humanos inocentes. La tentación no es, por lo tanto, una consecuencia de
la condición pecadora de la naturaleza humana caída por el pecado original.
La
tentación es algo inherente a nuestra condición de creatura libre y espiritual,
que ha de elegir libremente responder con amor al amor de Dios. Es decir que,
el bien y el mal, que se propone a la elección de la persona humana, no son de
naturaleza material ni abstracta. El bien del hombre, como creatura compuesta
que es - por su cuerpo, animal, material y orgánica, y por su alma, espiritual
-, es, sin duda complejo y compuesto. Hay ‘bienes’ que el hombre tiene en común
con los seres materiales, animales y orgánicos, como por ejemplo los alimentos.
Y hay bienes que tiene en común con los seres espirituales. Pero el Bien
adecuado para un ser de naturaleza personal, ha de ser otra persona. La
tentación o la prueba no es otra cosa, que elegir a quién amar. Lo que se
decide en la prueba o tentación es: si me juego por la comunión con las Tres
Personas divinas; o con los bienes que me propone el Tentador.
La disyuntiva
que propone Jesús como la más habitual, es “servir a Dios o al dinero”. Una vez
que, por la caída de Adán y Eva, ha
sobrevenido el pecado original, quedamos con una voluntad debilitada para
elegir bien. Es decir, para elegir a Dios una y otra vez y en todas las
situaciones, por arduas que sean. Por eso, Jesús nos enseña a pedir la gracia
que nos asista para no caer en la tentación: para no elegir mal. Elegir mal, no
quiere decir solamente elegir un mal en vez de un bien, sino también un bien
menor en vez del Bien mayor, adecuado a nosotros.
La elección del bien es un acto de la
virtud cardinal de la Prudencia en la que entran en juego las demás virtudes
cardinales que hacen posible el acierto en la elección: justicia, fortaleza y
templanza. Y la tentación es una propuesta a nuestra prudencia. Que no nos deje
el Padre errar en esa decisión es lo que nos hace pedir el Hijo.
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