Si el relato de la transfiguración se encuentra tradicionalmente en el tiempo de Cuaresma, es para recordarnos que esta manifestación de la gloria de Jesús tiene lugar después de haber dicho a sus discípulos que estaba dispuesto a subir a Jerusalén para padecer y morir allí; en Lucas se añade además que la conversación del transfigurado con Moisés y Elías giró en torno a este final en Jerusalén. Los discípulos, Pedro el primero, tendrán miedo y huirán cuando Jesús sea arrebatado; pero también aquí, ante la teofanía sobrenatural, “cayeron de bruces llenos de espanto”.
Más ambas veces su miedo no podrá impedirles comprender lo esencial del acontecimiento. Sobre la montaña verán el cielo abierto y serán testigos de una epifanía del Dios trinitario: el Padre les muestra a su Hijo predilecto, al que han de oír, y el Espíritu Santo, en la forma de una nube luminosa que les cubre con su sombra, los introduce en la órbita del misterio. Pero solo después de Pascua podrán realmente oír y comprender todo. Sólo la triple pregunta del Resucitado liberará a Pedro del miedo de la pasión, un miedo semejante al que experimentarán ahora en la transfiguración, pues es él el que quiere construir tres chozas. En sus cartas se convertirá en el testigo de ambos acontecimientos y de su relación íntima.
Más ambas veces su miedo no podrá impedirles comprender lo esencial del acontecimiento. Sobre la montaña verán el cielo abierto y serán testigos de una epifanía del Dios trinitario: el Padre les muestra a su Hijo predilecto, al que han de oír, y el Espíritu Santo, en la forma de una nube luminosa que les cubre con su sombra, los introduce en la órbita del misterio. Pero solo después de Pascua podrán realmente oír y comprender todo. Sólo la triple pregunta del Resucitado liberará a Pedro del miedo de la pasión, un miedo semejante al que experimentarán ahora en la transfiguración, pues es él el que quiere construir tres chozas. En sus cartas se convertirá en el testigo de ambos acontecimientos y de su relación íntima.
La primera lectura nos muestra en el destino de Abrahán como un primer anuncio velado de la transfiguración y de la pasión. En la perfecta obediencia del patriarca, que abandona todo lo que posee- patria, casa paterna, parientes- se concreta la promesa de una bendición universal que procede de su fidelidad a Dios. Semejante bendición de Dios sólo puede irradiar de un hombre que por amor a Dios y siguiendo sus instrucciones ha dejado todo cuanto tiene, de lo contrario, la bendición d Dios permanecería, por así decirlo, ligada a su persona y a sus bienes. Estos bienes, como sucede a menudo en el Antiguo Testamento y en la bendición de Israel, quedarían garantizados y aumentados. Pero de Abrahán se dice “ Tú nombre será una bendición”. En la renuncia total se encuentra la fecundidad ilimitada. Tal es la idea, y por así decirlo, el título que Israel pone sobre toda su historia y que tendrá su pleno cumplimiento en su Mesías.
Sufre conmigo por el evangelio dice Pablo a su hijo Timoteo en la segunda lectura. Ahora se trata del sufrimiento y la renuncia ocasionados por el seguimiento consciente de Cristo, que ha sufrido y resucitado. En este seguimiento la transfiguración y la pasión forman una unidad. El designio de Dios de destruir la muerte por la resurrección de Jesús, de sacar a la luz la vida inmortal en las tinieblas del abandono de Dios, se ha hecho comprensible para la Iglesia gracias a l Espíritu Santo, y Pablo ha tenido ocasión de comprender exactamente esta unidad desde su conversión. Toda la Iglesia lo ha comprendido ya en los Hechos de los Apóstoles; y ahora debe comprenderlo la generación siguiente, a la que pertenece Timoteo, y todas las generaciones que vengan después, por tanto también nosotros. La prefiguración aparece en medio de la Cuaresma, y en medio de la Transfiguración, la pasión
No hay comentarios:
Publicar un comentario