También era muy devoto de san José, al que declaró Patrono de la Iglesia y cuya fiesta extendió a toda la Iglesia universal. En una ocasión un pintor recibió de Pío IX el encargo de pintar un cuadro de la Coronación de la Virgen. La pintura la representaría en la Gloria siendo coronada por las tres Divinas Personas y rodeada de ángeles y santos. Al presentarle el pintor el diseño, Pío IX lo examinó detenidamente, y dijo al artista: Bien, pero no veo a san José. Replicó el pintor que lo pondría en sitio destacado entre los santos, sobre las nubes del Cielo. Entonces el Papa, señalando con el dedo a Jesucristo y a la Virgen dijo de modo categórico: Nada de eso. Es allá, al lado de Jesús y de su Madre, y únicamente allá, donde debéis poner a san José.
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