viernes, 8 de julio de 2011

PADRE MIGUEL BARRIOLA: OBJETIVO DEL LIBRO DE LOS HECHOS

Reconstruir la intención de un autor o de un libro en base a algunos datos literarios internos es una empresa expuesta al riesgo de las extrapolaciones ideológicas o por lo menos del subjetivismo arbitrario. En toda hipótesis, aún la más autorizada y prestigiosa se ha de tener en cuenta cierta tarea de improbabilidad.

Actualmente estas son las propuestas que se disputan el campo:

La primera puede ser resumida sí: Lc pretende con su escrito reconstruir la historia de la Iglesia y de la misión cristiana para mostrar a sus cristianos el cumplimiento del plan salvífico de Dios en la historia. En esta propuesta bastante tradicional se pone de relieve la finalidad prevalentemente histórico-teológica de los Hechos.

La segunda propuesta, que tiene su punto de partida en los planteos críticos de la escuela de Tubinga, pone en primer plano la tendencia apologética y en todo caso ideológica del autor de los Hechos. Este escrito, mas bien tardío (S. II, según esta escuela) resulta de un compromiso entre el judeo-cristianismo petrino, y el antilegalismo paulino.

Una tercera posición ve en este libro una apología del cristianismo con el intento de acreditar la nueva religión frente a la autoridad romana para obtener el privilegio de "religio licita" a la par que el judaísmo. Según algunos en esta posición el libro debía servir hasta de alegato de defensa de Pablo en el proceso delante de la autoridad del imperio, o al menos contra los ataques del mundo judaico. En estas dos últimas hipótesis cambian también los destinatarios en base al objetivo asignado a la obra: son cristianos de origen pagano, o el grupo judeocristiano, o también la autoridad imperial y los lectores influyentes del ambiente pagano.

Antes de hacer una opción por una u otra de las hipótesis es útil establecer los criterios según los cuales se puede establecer el objeto de un libro y descubrir la intención del autor. El punto de partida es el libro mismo, su composición y estructura. Por un examen, aunque sea rápido, de la trama nos damos cuenta de un hecho: la línea de desarrollo de la misión cristiana y de la fundación de las nuevas comunidades sigue un recorrido lineal que va desde Jerusalén a Roma, tocando los centros intermedios de Cesarea, Atioquía de Siria, las ciudades del altiplano anatólico, Efeso, Tesalónica, Corinto. Es decir: el progreso de Evangelio parte de Jerusalén y llega a la capital del imperio pasando a través de las ciudades más importantes colocadas a lo largo de esta dirección de la marcha. Nada se dice sobre la expansión cristiana hacia el este, ni de la fundación de la iglesia de Alejandría en Egipto, de la eventual actividad de Pedro o de los otros apóstoles fuera de Palestina; nada se dice de la actividad misionera entre los paganos de otros grupos que no hubieran estado en contacto con Pablo. Esto significa que los Hechos no pretenden ofrecer una monografía histórica materialmente completa sobre los orígenes cristianos en el primer trentenio.

Además se puede constatar un segundo hecho: el relato de los Hechos procede en forma discontinua, con altos y bajos, concentración excesiva de acontecimientos y dispersión incontrolada de los particulares, relato sintético de momentos importantes –así al menos parecen a los ojos del lector- y prolijo sobre minucias insignificantes. Este es todavía un indicio de que el autor tiene una perspectiva diversa de la que muchas veces guía el interés del lector moderno, que suele ser: la reconstrucción histórica de los acontecimientos, discusión ordenada y lineal de sus causas históricas.

Entonces, un tercer criterio para hacer emerger a finalidad de los Hechos consiste en releerlos en la perspectiva sugerida por el autor. Este, en el prólogo del primer volumen, el Evangelio, afirma explícitamente haber hecho "minuciosas búsquedas sobre todas estas cosas desde sus comienzos" y haber decidido escribir un relato ordenado dedicándolo a Teófilo "para que puedas constatar la solidez de la enseñanza recibida" (Luc. 1, 3-4). A estas palabras les hacen eco las del prólogo del segundo volúmen (Hch. 1,1-2), donde, sin embargo no se habla de un nuevo objetivo eventual para la segunda parte de la obra. Por eso se debe concluir que permanece válido también para los Hechos el fin propuesto en el prólogo de la obra entera: dar a través de un relato ordenado y esencial de los acontecimientos las garantías seguras de la seriedad y validez del mensaje cristiano.

Está claro por lo tanto que el autor no puede hacer una simple reconstrucción historiográfica consultando los archivos de Jerusalén o de Antioquía, o utilizando un reportaje periodístico de las vicisitudes de Pablo. Por otra parte, es consciente de que no puede ofrecer serias garantías inventando o manipulando en modo arbitrario los hechos y testimonios históricos.


Por cierto que él no mira en modo neutral y distante a aquellos acontecimientos y tradiciones históricas que tocan a la sustancia de su fe y compromiso cristiano. El autor de hechos se preocupa por colocar los recuerdos y las tradiciones históricas dentro de un marco teológico que les confiere unidad significado.

Del conjunto de la obra es posible reconstruir en grande líneas esta perspectiva histórico teológica, que responde a algunos centros de interés lucanos:

-Mostrar la continuidad histórico y teológica entre la Iglesia de los orígenes, la de los apóstoles, que hace de lazo con la historia de Israel, y las nuevas Iglesias salidas fuera de Palestina en un área cultural sin una tradición y un pasado histórico.

-Hacer emerger las raíces históricas y espirituales de la Iglesia, que prolonga la herencia espiritual de Israel, las promesas, y se abre al mismo tiempo al mundo ecuménico de los pueblos.


-En fin, demostrar la unidad del plan salvífico de Dios, es decir, de aquella salvación que se efectúa en la historia, que fue prometida en el AT y es realizada en Jesús, prolongándose en la Iglesia. La continuidad y la unidad histórica-salvífico está garantizada por el Espíritu, don de Jesús resucitado a los creyentes, por la predicación viva y autorizada de la palabra, por la mediación histórica y continuadora de los testigos autorizados, los doce, los misioneros, los pastores-presbíteros que garantizan la comunión entre las iglesias.


Entonces, se podría definir el objetivo de Hechos como histórico y teológico, a la vez, donde también podría entrar una preocupación apologética, si con esto se entiende el deseo de asegurar a los cristianos en su propia identidad de fe y compromiso con el Evangelio, o también la intención de remover las incertidumbres y las tensiones que se derivan de las acusaciones y resistencias del ambiente externo pagano y judío.

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