sábado, 16 de julio de 2011

HANS URS VON BALTHASAR: XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

El reino de Dios se impone.En el evangelio de hoy Jesús anuncia el reino de Dios en otras tres parábolas, y en esta ocasión se dice expresamente que elige esta forma de discurso para anunciar lo secreto desde la fundación del mundo (v.35). En este mundo sólo solo se puede hablar del cielo en imágenes, en parábolas.

Las tres imágenes que Jesús propone en ocasión muestran algo de la paradoja del crecimiento del reino de Dios en este mundo tan indispuesto para lo divino.En la primera,la semilla de Dios crece en medio de la cizaña, que no ha sido sembrada por Dios, sino por su enemigo, y que Dios deja crecer para no poner el peligro prematuramente la cosecha.En la segunda se podría entender lo contrario: los judíos celebran la fiesta de los ázimos (unida a la Pascua), la levadura les parecía podredumbre. Ahora la levadura de la fiesta cristiana penetra en la masa y hace que todo fermente poco a poco. Y finalmente el reino de los cielos es la más pequeña de todas las semillas, pero termina siendo más grande que todas las demás plantas.Sólo se explica el significado de la primera parábola - de nuevo por la acción del Espíritu Santo en al Iglesia-, la segunda y la tercera son tan claras que no necesitan explicación.

El Espíritu Santo es por tanto el que penetra e interpreta allí donde la comprensión del hombre natural no llega.eso es lo que se dice expresamente en la segunda lectura. El hombre, incluso el cristiano, puede a menudo quedarse perplejo cuando se pregunta cómo de dirigirse a Dios correctamente desde la tierra y sus campos llenos de cizaña. Siente su ración como una mezcla impura de trigo que no se puede presentar así ante Dios. Entonces el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad; él sabe cómo debe ser nuestra oración al Padre y lo pronuncia en lo profundo de nuestros corazones. Por eso el Padre oye, cuando escucha nuestra oración, no solamente a su propio Espíritu, sino una unidad indisoluble de nuestro corazón con él. Y de esta unidad el Padre sólo oye lo que es correcto, lo que nos conviene.Y nosotros estamos presentes en ello. Nosotros rezamos en el Espíritu, pero al mismo tiempo también con nuestra inteligencia (1 Co 14,15). No es verdad que el Espíritu sea el trigo y nosotros simplemente la cizaña.

La separación y la indulgencia.Al final del evangelio de la cizaña mezclada con el trigo se produce una separación inexorable: la cizaña se arranca, se ata en gavillas y se quema; el trigo se almacena en el granero de Dios. La separación es necesaria porque nada impuro puede entrar en el reino del Padre¿Hay hombres que no son más que cizaña e impureza?El juicio al respecto le corresponde sólo a Dios. En la primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se nos dice que Dios, en su poder total, practica una justicia perfecta, pero que precisamente este poder ilimitado le lleva a gobernar con indulgencia, con clemencia, con moderación; y al mostrar su indulgencia a su pueblo, le enseña que el justo debe ser humano. Y no sólo esto, sino que diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.

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