jueves, 21 de julio de 2011

MONSEÑOR ALBERTO SANGUINETTI:¿LA SOCIEDAD DEL ENTRETENIMIENTO Y LA IGLESIA ENTRETENIDA?

Escuchaba en la televisión que esta es la sociedad del entretenimiento.No se trataría, entonces, de que haya entretenimientos, sino de que el fin de las cosas es entretener. Por supuesto que es una definición parcial. Nadie se pasa el día entretenido. Hay muchas otras valoraciones y móviles en la vida de las personas.

Sin embargo, es bueno que nos entretengamos un poco en esa observación. Entretener es tener entre, mantener entre una cosa y otra la atención, para ir pasando.

La televisión, se dice, tiene como fin entretener, y con eso, la mayoría de la gente pasa buena parte del tiempo. No es que el entretenimiento sea en sí malo. Algo de eso debe de haber en la vida de los seres humanos, para mantener su trascendencia y su equilibrio. Algo de juego, de risa, de buen humor, de actividad que no es debida, ni tiene una utilidad. ¡Qué terrible la vida, sin nada entretenido!

Sin embargo, vale la pena – aunque sea algo aburrido y no tan entretenido – presentar algunas observaciones.

La primera es que todo tiene su medida. Un exceso de entretenimiento aparta de otras dimensiones de la vida: el trabajo, la entrega, el estudio. Con frecuencia por el entretenimiento se dejan las obligaciones. Pero, sobre todo, se va debilitando la voluntad, la entrega.

Pero, más de fondo, el continuo entretenimiento va haciendo que se deje atrás otras valoraciones de la vida humana. Vale más el entretenimiento que la virtud. Todo se busca que sea entretenido. Entonces una buena lectura, pero que exige concentración, cansa, aburre, y se deja, porque no es entretenida. La búsqueda de la verdad, importa menos que el pasar entretenido.

Esta sociedad del entretenimiento pone un gran desafío a la vida cristiana y a la pastoral de la Iglesia. La Iglesia, y la cultura católica, siempre generó entretenimientos, no fue una cultura puritana. En su sitio y con medida. Cuando yo era párroco en Santa Rita, en Maroñas, organizaba un baile de carnaval para los jóvenes; en el lunes de carnaval (no durante 40 días), con la presencia de los padres, que se hacían responsables del orden. Y podríamos poner ejemplos espléndidos en toda la cultura católica que ha generado no sólo entretenimientos, sino las maravillas del arte. Por supuesto, también la Iglesia enseñaba los deberes y, sin duda, predicaba los límites morales del entretenimiento.

Pero, ahora no se trata de esto. Ahora con la sociedad del entretenimiento, se desafía al centro de la vida de la Iglesia, para que sea entretenida.La proclamación de la palabra, sea en la catequesis, sea en la predicación, sea en la enseñanza, tiene que volverse entretenida, por encima de que sea verdadera, buena, recta. Se descentra del esplendor de la verdad revelada, en pro del efecto entretenido.Más aún, se pretende que el mismo acto de culto tenga que ser entretenido. Y aquí entramos en un total cortocircuito. El culto a Dios es el acto supremo que se justifica por sí mismo. Es la verdad vital, el sentido de la existencia – no entretenida por nada – sino recibida en la humildad y gratitud y devuelta a Dios, con reconocimiento, reverencia, adoración. La Liturgia cristiana, el don de Cristo, Sumo Sacerdote, que nos hace partícipes de la plenitud del culto perfecto, de su sacrificio eterno, es acosada para que se vuelva entretenida.

La sociedad del entretenimiento es más insidiosa para la vida de la Iglesia que el ateísmo. Éste se ve claramente como opuesto a la fe, y provoca una reacción. En cambio, el entretenimiento se postula como un aspecto necesario de la Liturgia, incluido el culto mismo. Entonces se desvirtúa la esencia del centro de la existencia de la Iglesia. Es imprescindible una Liturgia que no busque entretener, y la iniciación más profunda en la verdad del culto católico.


Fuente: http://diocesiscanelones.com/

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