El Papa Pablo VI ponía de relieve la dimensión comunicativa de la revelación divina, en la Ecclesiam suam. Esto mismo se expresa en aquel bello pasaje del Éxodo donde se nos dice que «Dios conversaba con Moisés cara a cara, como con su amigo». Llegada la plenitud de los tiempos, Dios pronuncia Su Palabra, que está en Dios desde el principio y que es Dios, y se encarna en la Inmaculada Virgen María, por obra del Espíritu Santo. La Palabra Eterna encarnada habla en lenguaje humano y manifiesta el misterio de Dios y su Plan, así como el misterio del ser humano, la grandeza de su vocación y el horizonte de su realización personal.
La Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu, interpela lo profundo del ser humano y lo invita al apasionante e indescriptible encuentro con el Señor Jesús.
En este camino es fundamental la maestría en un silencio activo que implica no sólo escuchar debidamente sino hacerlo in Ecclesia, abriendo el corazón a la interiorización y adhesión a la Palabra de Dios. La Palabra escuchada y acogida, alimenta en nosotros la fe en la mente, transformando nuestros criterios hasta llegar a tener «la mente de Cristo»; despierta la fe en el corazón hasta llegar a «tener entre nosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús»; y nos impulsa a la fe en la acción, conscientes de que son bienaventurados aquellos que «oyendo la palabra la ponen en práctica». La Virgen María es el modelo de escucha, y respuesta a la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu, interpela lo profundo del ser humano y lo invita al apasionante e indescriptible encuentro con el Señor Jesús.
En este camino es fundamental la maestría en un silencio activo que implica no sólo escuchar debidamente sino hacerlo in Ecclesia, abriendo el corazón a la interiorización y adhesión a la Palabra de Dios. La Palabra escuchada y acogida, alimenta en nosotros la fe en la mente, transformando nuestros criterios hasta llegar a tener «la mente de Cristo»; despierta la fe en el corazón hasta llegar a «tener entre nosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús»; y nos impulsa a la fe en la acción, conscientes de que son bienaventurados aquellos que «oyendo la palabra la ponen en práctica». La Virgen María es el modelo de escucha, y respuesta a la Palabra de Dios.
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