miércoles, 22 de octubre de 2008

Card. Leonardo SANDRI, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales (CIUDAD DEL VATICANO)



Doy gracias al Señor y a la Iglesia porque gracias al impulso del Concilio Ecuménico Vaticano II, la Palabra de Dios vuelve con fuerza. Se trata de una renovación bíblica que se ha dado en continuidad con la Tradición vivificante de la Iglesia. Esta renovación sigue en marcha, y puede recibir estímulos eficaces de este Sínodo. Doy gracias al Santo Padre por esta convocación, que nos compromete en un discipulado colegial respecto de la Divina Palabra. Al hacernos oyentes y discípulos de Cristo, que habla en la Iglesia (ipse loquitur dum sacrae Scripturae in Ecclesia leguntur... SC 7), ofrecemos el ejemplo más alto de nuestro ser “pastores cristianos”; la Palabra de Dios es la puerta evangélica por la cual se entra en el redil. El que no entra por esa puerta es ladrón, no pastor (cfr. Jn 10,2).Del mismo modo, decimos gracias a Dios y a la Iglesia por la Dei Verbum, pues reconocemos su profundidad y actualidad. En el Documento de trabajo encontramos indicaciones preciosas. No obstante, sería deseable que en el Documento final hubiese un hilo conductor en torno al cual se organizara fácilmente su contenido.

2. En la adhesión a la Palabra, hay que alentar el constante compromiso personal y comunitario en favor de toda iniciativa bíblica en ámbito académico, como en la educación católica ordinaria, y haciendo de la pastoral cotidiana un acto de obediencia a la Palabra. La Palabra de Dios nos conducirá siempre al Sacramento, especialmente a la Santa Eucaristía, de la que deriva la comunión eclesial. En la perspectiva de una obediencia cotidiana, querría poner en evidencia la importancia de la profundización y la asimilación personal de la Palabra de Dios después de la proclamación litúrgica.

3. Es preciso reafirmar la prioridad de la formación bíblica de todas las categorías del pueblo de Dios. El principal criterio para abordar las ciencias bíblicas, sin embargo, debe ser que no vacíen, con su criticismo a veces exagerado, el sentido de un encuentro existencial con Cristo. Para ello, es indispensable el celo de los pastores, especialmente en la homilía, y, para no apagar la carga profética de la Palabra de Dios, hay que insistir a fin de que no se transforme nunca en motivo de argumentaciones secularizadas, ni tampoco personales, sino que sea el momento más alto de obediencia a la Palabra precisamente para los predicadores de la Palabra. La formación en los seminarios y la actualización ordinaria del clero, y la nuestra, de los obispos, tienen que seguir siendo una prioridad e ir acompañadas por la espiritualidad bíblica “orante”, cada día más decisiva para nuestra búsqueda y encuentro de Cristo y, en Él, de los hermanos que tenemos que conducir junto a nosotros cotidianamente a la obediencia de la fe.

4. La mirada orante nos ayudará a encontrar el justo equilibrio en la consideración de la elección del Israel antiguo y nuevo, y del misterio de la llamada de todas las gentes. De este modo, la Palabra de Dios se convierte en camino ecuménico e inter-religioso; camino para un diálogo cultural con cuantos no se reconocen en ninguna religión.Vía maestra para afrontar los graves y urgentes desafíos de nuestro tiempo, al servicio del hombre y su dignidad, de la libertad y de la paz. Es capaz, también hoy, de extraer del caos del pensamiento post-moderno, con sus fuertes presiones relativistas y nihilistas, la tierra buena de una humanidad que, gracias a la mentalidad de Cristo tomada de las Escrituras, ama, espera y trabaja por un futuro de solidaridad. Ante el empuje de las sectas, aparentemente irrefrenable en todos los continentes, y en gran medida activas en Europa y en toda América, la Palabra de Dios detendrá la ola de confusión y ofrecerá mejores perspectivas.

5. Las Iglesias Orientales fueron capaces de evangelizar culturas tan distantes de la mentalidad de Cristo y generar admirables tradiciones litúrgicas, teológicas y espirituales, vividas por discípulos fieles hasta el martirio. Rindo homenaje a quienes permanecen fieles a la Palabra de Cristo, sobre todo en Oriente, en las más profundas adversidades del presente y, sin duda, invito a los Padres Sinodales a rezar como hermanos y como pastores por el hoy y por el futuro del Oriente cristiano. Gracias.

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