viernes, 26 de agosto de 2011

HANS URS VON BALTHASAR: XXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Cuando Jesús presenta en el evangelio el programa decisivo de su misión, no es solamente el mundo el que se escandaliza de la Cruz , sino también y en primer lugar la Iglesia. Esta Iglesia se compone de hombres, todos los cuales querrían huir lo más lejos posible del sufrimiento. Todas las religiones, excepto el cristianismo, responde a este programa:¿Cómo puede el hombre evitar el sufrimiento, mediante el estoicismo, liberándose de la rueda de las reencarnaciones, sumergiéndose en la meditación? Cristo, por el contrario, Cristo se ha hecho hombre para sufrir más de lo que nadie ha sufrido nunca. El que quiere impedírselo es para él un adversario. Y éste no oirá decir a Jesús: alégrate porque yo sufro por ti, sino esto otro: carga con tu cruz, por amor a mí y a tus hermanos, por cuya salvación hay que sufrir necesariamente. No hay más camino de salvación que yo mismo. Tu salvación no consiste en liberarte de tu yo, sino en sacrificar constantemente tu yo por los demás, algo que no es posible sin dolor y sin cruz.
Y la primera lectura nos muestra precisamente que, si nuestra pertenencia a Dios es coherente, la cruz es inevitable.

El siervo como el amo. El anuncio de la Palabra de Dios- sin edulcoraciones ni reducciones de ningún tipo- es para el profeta Jeremías algo insoportable. Tiene que reprender al pueblo por su injusticia e incluso tiene que gritarle: Violencia y destrucción (dos palabras que aparecen a menudo en este profeta).pero con ello solo consigue el oprobio y el desprecio de todos. En la palabra del Señor que él debe proclamar, prevé la ruina del pueblo, pero nadie le cree. Se siente como engañado por el mismo Dios: su misión es algo totalmente inútil. Se comprende que quiere eludirla:¡no pensar más en la palabra de Dios, no hablar más de ella! Pero entonces sí que su situación es realmente insoportable: ahora la palabra no dicha le quema en su interior, es como fuego ardiente en sus entrañas. También el cristiano debe hablar y exponerse a ser el hazmerreír del pueblo, debe exponerse al desprecio y a las burlas de los que le rodean, de la opinión pública, de los periódicos, de los medios de comunicación. La tentación de callar, de no decir ya más, de dejar que el mundo siga su curso, es ciertamente grande. El mundo camino de todos modos hacia su ruina:¿ de qué sirven las palabras?¿para qué hablar más? Pero este silencio debería quemar también las entrañas del cristiano como quemaba las del profeta: no se debe callar hay que proclamar la palabra de Dios. Y resistir en medio del desprecio, de las injurias y de las burlas de los hombres no es más que seguir a Cristo: “No es el siervo más que su amo” (Jn 15,20). Precisamente en la cruz Jesús fue despreciado e injuriado como nadie había sido despreciado e injuriado antes. Y fue precisamente así como tomó sobre sí el rechazo del mundo y lo venció y superó desde lo más profundo de sí mismo.

En la segunda lectura Pablo resume en pocas palabras la tarea vital de los cristianos: éstos deben, por la misericordia de Dios, ofrecer sus propios cuerpos como hostias vivas y santas y en esos consiste el culto verdadero, el culto conforme al Logos, Cristo. La entrega de toda la vida por la causa de Dios y de Cristo hace de la existencia entera una única celebración litúrgica. Esta se celebra ante el mundo,pero sin acomodarse, sin ajustarse al mundo. Por eso la existencia cristiana, cuando es vivida conforme al Logos, en la imitación de Cristo, es tanto una predicación al mundo como un sacrificio por el mundo, pues los cristianos participan de la autoinmolación de Cristo por el mundo. Naturalemente dice Pablo, esto exige un exámen de conciencia permanente en el que cada cristiano debe pregunatarse si realmente dice sí al escándalo de la cruz<, si dice sí a la presencia de la verdad de Cristo en el mundo que le rodea.

No hay comentarios: