viernes, 12 de agosto de 2011

HANS URS VON BALTHASAR: XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

El pagano ora. El evangelio de la mujer cananea tiene un tono extrañamente duro. En un primer momento Jesús parece no querer oír la fervorosa súplica de la mujer, después dice que su misión concierne sólo a Israel, y una tercera sentencia lo subraya, el pan que él ha de dar pertenece a los hijos y no a los perros. Pero después viene la maravillosa respuesta de la mujer: “Tienes razón, Señor”; ella lo ve y lo admite, pero también los perros se comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos. Ante semejante respuesta el Señor no puede resistirse, como tampoco pudo resistirse ante la respuesta del centurión pagano de Cafarnaún: la fe humilde y confiada en su persona se clava en el corazón de Jesús y la súplica es escuchada. En Cafarnaún se oyeron estas palabras: “Señor, no te molestes; yo no soy quién para que entres bajo mi techo” (Lc 7,6); aquí se produce la humilde aceptación del último lugar, bajo la mesa. En ambos casos se trata de la misma fe: “En ningún israelita he encontrado tanta fe” (Mt 8,10).

Olvidamos fácilmente que la misión de Jesús concierne realmente a Israel: él es el Mesías del pueblo elegid, en torno al cual –una vez que este pueblo elegido ha sido salvado y ha llegado a la verdadera fe- debían congregarse los pueblos paganos, como se dice muy claramente en la primera lectura. Jesús no puede actuar al margen de su misión mesiánica, sino que ha de procurar su cumplimiento.. Esta misión se cumple en la cruz, donde, rechazado por Israel, sufre no solo por Israel sino por todos los pecadores. Y lo que sucede ya ahora es que Jesús encuentra una perfecta confianza también fuera de Israel, y esta respuesta correcta a Dios le obliga por así decirlo a considerar también en su actividad terrestre como Mesías, ya antes de la Cruz, la misión de Israel de ser luz de todos los pueblos –como lo hace expresamente la primera lectura-.


Encerrados en la desobediencia. Si no se quiere ver aún hoy el papel de Israel en el plan salvífico de Dios, no se puede comprender su plan universal de salvación. Pablo nos lo explica en la segunda lectura. Pero este plan, al ser el plan de Dios, sigue siendo bastante misterioso incluso en esta explicación de Pablo. Los paganos parecían tener un motivo para estar celosos de Israel:¿ Por qué dispensaba Dios a este pueblos semejante trato de favor? Pero ahora que el Mesías ha sido rechazado por Israel y los paganos han comprendido que Jesús ha muerto por ellos, la situación cambia y son los judíos los que pueden estar celosos. Estos celos les hacen comprender que la salvación divina ha llegado ya, y Pablo cree que esto hará que al menos “algunos de ellos” comprendan que su salvación procede realmente del Mesías que ellos han rechazado. Además, la alianza que Dios ha ofrecido a Israel es irrevocable, como se dice en otro pasaje: “si nosotros somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo” (2 Tim 2,13). Si los paganos pecadores han podido experimentar el amor misericordioso sin mérito alguno por su parte, entonces también el Israel pecador, que reconoce finalmente que es pecador y que la justicia legal no le sirve de nada, “alcanzará misericordia” (v.31). Misericordia es la última palabra: es, como en el evangelio, el atributo más profundo de Dios, un atributo que sólo es comprendido por nosotros pecadores cuando sabemos que no la merecemos y que le amor de Dios es un don totalmente gratuito. De ahí las palabras finales sobre el plan divino de salvación: “Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia” –judíos, paganos y cristianos- para tener misericordia de todos.


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