Mi familia estaba marcada por la indiferencia religiosa que esparce el "laicismo", yo me convertí al catolicismo cuando tenía 20 años, un amigo creyente fue el instrumento elegido por el Señor. En ese mismo período, llegaba a la sede de San Pedro, Juan Pablo II.
En esos años iniciales de mi vida de fe, sentía una gran gratitud para con el Papa, me sentía acompañado y feliz de verlo con pasión anunciando el Evangelio del Señor a lo largo y ancho de toda la tierra. En ese camino inicial, un tanto arduo, para salir de mi vida de pecado y oscuridad, el Papa fue una gran luz en mi vida de fe. Recuerdo que repetía asiduamente: "que maravilloso debe ser tener la oportunidad de estar frente al Papa, auque supongo que me desmayaría de estar en su presencia..."
Antes de participar de la Eucaristía realizaba habitualmente una visita al Señor en el sagrario, y un día, estaba con este pensamiento en mi mente:"si me encuentro con el Papa me muero..." Y así me arrodillé ante el Señor, con este pensamiento, y vino a mi mente como un rayo esta palabra interior: "todos los días ves a uno más grande que el Papa, y sin embargo, sigues viviendo"..
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