Necesito CURAS
Ya va a ser un año desde que llegué a Minas y fui ordenado Obispo de esta Diócesis. He aprendido tantas cosas… Sobre todo, he aprendido que la gente no es buena: ¡es buenísima!
Y voy aprendiendo, un poco más cada día, que estos hombres y mujeres de todas las edades padecen hambre y sed: necesitan que alguien les enseñe quién es Dios, quién es Jesús, quién es su Madre Santísima. Alguien que les diga que estamos en este mundo para conquistar el Cielo, que es, como repetía santa Teresa, para siempre, para siempre, para siempre. Alguien que les explique el arte de bien vivir, siguiendo los Mandamientos de la santa Ley de Dios, que nunca han oído. Alguien que les enseñe a hablar con Dios y a portarse como hijos de Dios. Alguien que los quiera como son –buenísimos, insisto- y, ofreciéndoles su amistad, los lleve a ser amigos de Dios.
Necesito curas. Me pongo a patear las calles de las afueras de Minas. Un chiquilín de 11 o 12 años juega con una pelota desinflada. La mueve bien: de un pie al otro pie, quince, dieciocho veces. Le digo: – Así empezó Maradona… Tenés futuro. Sonríe. - ¡Esta mañana, con la cabeza, llegué a 27 veces! ¿Tenés una medashita?
Sigo caminando. - ¡Joanna, vení para acáaaaa! Joanna (6-7 años) no le hace ni caso. La madre me ve: - Perdone, Padre, ¡qué gurisa esta!... ¡Ay, Padre!... Sabe que todavía no la bauticé…
En la esquina hay un boliche de novela, casi a oscuras a las 4 de la tarde. Un billar, una barra y tres hombres recostados en ella. Silencio. Los saludo al pasar: - Bueenas… - Bueena… Tá recorriendo?... – Así es. – Tá bien… Y siguen mirando… al más allá, parece.
Jesús, te lo digo una vez más: ¡necesito curas! De pronto, a la vuelta del boliche aparecen dos pantalones negros, dos camisas blancas, dos cabezas rubias que, casa por casa, están repartiendo su literatura yanqui…
¡Jesús, necesito curas! Lo voy a poner en mi blog, para los lectores habituales que, además de uruguayos, son españoles, argentinos, mexicanos, norteamericanos, colombianos…
Los curas que necesito deberán:
1) tener buen humor;
2) amar la liturgia de la Iglesia;
3) ser de verdad hombres de oración;
4) disponer de un par de piernas fuertes para patear las calles;
5) recorrerlas todos los días para buscar a la gente (si sólo esperamos que vengan, estamos muertos) y hacer amistad, mucha amistad con ellos;
6) tener la obsesión de darles a conocer a Jesús y que aprendan el Catecismo;
7) vestirse inconfundiblemente como sacerdotes;
8) dormir la siesta no más de 20 minutos;
9) sentarse en el confesonario todos los santos días, con la seguridad de que, una vez que aprendan lo que les enseñará, ya llegará la gente a darle trabajo;
10) estar dispuestos a gastar la vida sin pretender ninguna recompensa.
Jesús, ¡necesitamos curas! Si alguien siente que sí, que por qué no, que estoy dispuesto, escríbame. Los demás, rueguen al dueño de la mies que envíe obreros a esta mies.
obispojaime@gmail.com
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