Se llama epíclesis a la parte de la Misa en que se invoca al Espíritu Santo. En las Plegarias Eucarísticas suele haber dos epíclesis; una, antes de la consagración, sobre las ofrendas, pidiendo al Espíritu Santo que obre la presencia de Cristo; otra, después de la consagración, sobre el pueblo, invocando al Espíritu Santo para que colme al pueblo de bienes.
Las primeras epíclesis, por ejemplo, comienzan: «Bendice y santifica, oh Padre, esta ofrenda, haciéndola perfecta, espiritual y digna de ti» ; «Te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu»2 ; «Te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti»3 ; «Te rogamos que este mismo Espíritu santifique estas ofrendas, para que sean Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor» .
Las segundas epíclesis comienzan así: «Te pedimos humildemente ... que esta ofrenda sea llevada a tu presencia ... para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo ... seamos colmados de gracia y bendición»; «Te pedimos ... que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo»; «Para que ... llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu»; «Concede a cuantos compartimos este pan y este cáliz, que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos en Cristo víctima viva para alabanza de tu gloria».
Por eso enseña el Catecismo: «La Epíclesis (= "invocación sobre") es la intercesión mediante la cual el sacerdote suplica al Padre que envíe el Espíritu santificador para que las ofrendas se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo y para que los fieles, al recibirlos, se conviertan ellos mismos en ofrenda viva para Dios».
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