Él es católico a su manera, partidario de una religiosidad que tiene mucho de cóctel (cuarto y mitad de catolicismo, medio kilo de pensamiento oriental, mitad de cuarto de ocultismo y el resto de experiencias gnósticas y esotéricas). El resultado es una religiosidad vacía de compromiso, en la órbita del melifluo new age, que tranquiliza las conciencias, que rebaja la experiencia con la divinidad y que supone una peligrosa estafa religiosa que algunos, sin embargo, admiran acríticamente como el paradigma de la religiosidad del nuevo milenio.
El prestigio de este autor brasileño es tal que incluso ha sido condecorado con la Legión de Honor en Francia y con el Premio Crystal Award, otorgado por el Foro Económico de Davos. En España recibió el pasado año la Medalla de Oro de Galicia, condecoración que estuvo rodeada de polémica (¿qué tiene que ver la literatura de Coelho con Galicia?).
Su inexplicable éxito literario no ha sido fulminante. Sus libros, por su indefinición, se comenzaron a editar en pequeñas editoriales poco literarias y poco a poco han ido llegando al gran público. En España, sus novelas se publicaron primero en la editorial esotérica El Obelisco, luego en el sello Martínez Roca y por último, con la llegada de la popularidad y las ventas, ha pegado el salto a Planeta, donde ya existe la 'Biblioteca Paulo Coelho', en la que se han recogido todos sus libros.
En España hace ya tiempo que sus obras sobrepasaron el millón de ejemplares, aunque todavía estamos lejos de los cerca de cuatro de Francia y los más de siete que ha vendido en Brasil, su país de origen.
A pesar del arrollador número de ventas, sus relaciones con la crítica literaria son conflictivas. Y es que sus libros (y en esto recuerda a otro fenómeno sociológico, Antonio Gala) no soportan un serio análisis crítico. Sus novelas son planas, esquemáticas, con unas tramas que abusan de un didactismo simplón, endulcorado con mensajes sugerentes (en sintonía con los mediocres libros de autoayuda) y repletos de una epidérmica sensibilidad espiritual.
LITERATURA POBRE
Quizá el secreto de su masiva aceptación popular esté, precisamente, en la aplastante sencillez argumental y narrativa, que facilita la lectura de un tipo de lectores poco exigentes con los productos literarios. En sus novelas, salvo algunas excepciones, apenas hay violencia y sexo. También hay que tener en consideración su estilo, bastante lírico y almibarado, repleto de mensajes filosóficos y optimistas sobre la vida y la necesidad de la religión.
El mensaje que se repite en sus narraciones, especialmente en El Alquimista, su libro más emblemático, es que todos podemos ser mucho mejores, que la inmortalidad es una meta que está al alcance de nuestras posibilidades, que tenemos derecho a que nuestros sueños se hagan realidad y que en cualquier momento de nuestra vida tenemos la posibilidad de fundirnos con la Totalidad, logrando la ansiada fusión íntima de nuestra Alma con el Mundo.
Estos mensajes están en todos sus libros. Publicó el primero a los 40 años, El peregrino de Compostela (1987), libro en clave simbólica sobre las visiones esotéricas que tuvo durante su recorrido por el Camino de Santiago mientras realizaba un conjunto de pruebas esotéricas para ser nombrado caballero de la orden de RAM (Rigor, Armonía, Misericordia). Este libro está ambientado en pleno siglo XX, 'y los conceptos de infierno, pecado y de demonio ya no tenían el menor sentido para ninguna persona con un mínimo de inteligencia', comenta en el libro.
LA FAMA DE EL ALQUIMISTA
Después publicó la novela que le ha dado más fama, El Alquimista, que condensa todo su pensamiento espiritual. Un joven pastor se encuentra con un misterioso personaje que le hace vivir todo tipo de experiencias sobrenaturales con el fin de que sus sueños, con la conspiración de todo el Universo, lleguen a buen puerto. Luego siguieron Brida (1990), A orillas del Río Piedra me senté y lloré (1994), Maktub (1994), La Quinta Montaña (1996), Manual del Guerrero de la Luz (1997) y la que ha publicado este año en España, Verónika decide morir (2000).
BAJO LA ESTELA DE LA NEW AGE
En su última novela incorpora algunos elementos de su biografía. Y es que la vida de Coelho ha sido muy complicada. Nace en Río de Janeiro en 1947. De joven, tuvo serios problemas con sus padres, que se vieron obligados a ingresarlo en varias ocasiones en un psiquiátrico (éste es el tema que recupera en la novela). Fue compositor de letras de rock y director artístico de la compañía CBS en Brasil. En varias ocasiones fue detenido por la dictadura militar y expulsado de su país.
De joven perdió la fe católica y se zambulló en los peligrosos paraísos artificiales que pusieron de moda la cultura hippy. Recuperó la fe tras un viaje a Roma, decisión que confirmó después de recorrer el Camino de Santiago. Pero cuando Coelho habla de la fe católica conviene matizar. Él es católico a su manera, partidario de una religiosidad que tiene mucho de cóctel (cuarto y mitad de catolicismo, medio kilo de pensamiento oriental, mitad de cuarto de ocultismo y el resto de experiencias gnósticas y esotéricas). El resultado es una religiosidad vacía de compromiso, en la órbita del melifluo new age, que tranquiliza las conciencias, que rebaja la experiencia con la divinidad y que supone una peligrosa estafa religiosa que algunos, sin embargo, admiran acríticamente como el paradigma de la religiosidad del nuevo milenio.
En su última novela abandona el tono esotérico de su producción literaria para centrarse en un asunto más humano y existencial.
POBRE VERÓNIKA
Verónika es una joven de Eslovenia que intenta suicidarse. Los motivos que la obligan a tomar esta decisión no están muy claros. La intentona resulta fallida y Verónika es ingresada en un psiquiátrico. Pero nada de lo que ocurre en este mundo sucede por casualidad, nos dice Coelho. En el hospital, gracias a la ayuda de los médicos y de unos enfermos que comparten sus dudas y angustias, Verónika descubre que la vida tiene otro sentido, otra finalidad, que el amor transforma todo, que nuestros sueños tienen un sentido.
Como en el resto de sus novelas, lo más determinante es el mensaje, que convierte en calderilla los anhelos de gran parte de la humanidad. La manera de abordar un tema tan universal es por la vía de la superficialidad literaria y existencial, con unos personajes de telenovela que se comportan como peleles en manos de un autor omnisciente que, ante todo, quiere subrayar su mensaje idealista sobre la existencia. Pero aunque lo religioso no ocupe un lugar prioritario, sí que está en el fondo de todo, difundiendo una nebulosa espiritualidad, donde Dios se convierte en una bonita y ambigua excusa para que todos los sucesos tengan sentido, lo que facilita la búsqueda de la autorrealización y la seguridad personal.
FENÓMENO SOCIOLÓGICO
Literariamente, poco hay que decir de Coelho (lo poco ya está dicho). No parece un autor que vaya a dejar mucha huella en la historia de la literatura, aunque sus ventas sean millonarias. Más bien parece que su literatura y su mensaje pseudorreligioso son un elaborado producto de nuestro tiempo, cuando el supuesto renacer religioso se ha transformado en algunos casos en una caótica y sincrética ensalada de religiones. ¿Místico, gurú, visionario, escritor, farsante...? A lo mejor la respuesta está en el marketing.
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