martes, 20 de octubre de 2009

SÍNODO DE LOS OBISPOS PARA ÁFRICA: ANSIAS DE PODER Y DESENFRENADA CODICIA DE BIENES MATERIALES



Las congojas y tribulaciones que afligen a la mayor parte del continente africano, es decir, los continuos conflictos, las injusticias, las violaciones de los Derechos Humanos, la falta de libertad religiosa, las persecuciones, la explotación de los recursos humanos y naturales, los diferentes tipos de enfermedades, la pobreza, el desempleo, el hambre, los desplazamientos, la “fuga de cerebros” y el tráfico humano, son suficientemente conocidas y difundidas. Esto, y hablo por experiencia, está causado por fuerzas internas y externas de ansia de poder y desenfrenada codicia de bienes materiales.

La familia, como primero y más pequeño núcleo de cualquier sociedad y de la comunidad cristiana, es la primera e indispensable escuela de reconciliación, justicia y paz. Porque es en familia donde uno aprende el sentido de pertenencia y de identidad, y los valores de la solidaridad, el compartir, el respeto por los demás, la hospitalidad, la unidad, etc...

Es cierto que el mayor número de refugiados y desplazados procede de África. Es también cierto que muchos africanos están aún intentando cruzar desiertos y mares para alcanzar las tierras en las que ellos piensan que recibirán una mejor educación, más dinero, y sobre todo, una mayor libertad. Hay una gran necesidad de cuidado pastoral para este vulnerable grupo de gente. Nuestro Sínodo debe urgir a las Iglesias de origen y aquéllas que los acogen a establecer una más estrecha colaboración.

De todos modos, la emigración en África no ha empezado recientemente. Hay ahora muchos africanos que se han establecido con éxito en el mundo desarrollado. Si son motivados por nosotros, estarán preparados para hacer su contribución para la mejora de la vida en sus países de origen. No debemos excluirlos de participar en el desarrollo de las potencialidades de África. En estrecha colaboración con nuestras iglesias hermanas en Europa, América y Australia, tenemos que conducir sus esfuerzos para sacar adelante a África, tanto humana como espiritualmente.

Si la familia africana y los africanos en diáspora están ayudando a la Iglesia a ser “sal de la tierra y luz del mundo”, entonces podemos estar seguros de que una formación básica y continua muy efectiva se está dando a todos nuestros agentes pastorales. Especialmente, en este año del sacerdocio, es vital que los miembros de presbiterado sean plenamente conscientes de su llamado a ser ministros de reconciliación, abogados creíbles de justicia y fieles portadores de la paz de Cristo.

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