martes, 20 de octubre de 2009

SÍNODO DE LOS OBISPOS PARA AFRICA: TEORÍA DEL GÉNERO, RESIDUO ESPIRITUAL TÓXICO


El Santo Padre, en la Homilía de inauguración del Sínodo, celebrada en la Basílica de San Pedro, indicó, con una expresión muy incisiva, que el primer mundo “está exportando residuos espirituales tóxicos” a África y a otras regiones en vías de desarrollo. Uno de estos residuos tóxicos es la así llamada “teoría del género” que, muy camuflada, comienza a infiltrarse en asociaciones, en ambientes gubernamentales y también en algunos ambientes eclesiales del continente africano, según las noticias que llegan al Consejo Pontificio para la Familia.

Agentes de diversas instituciones y organizaciones internacionales parten de los problemas reales, a los que es necesario y justo poner remedio, como las injusticias y las violencias que sufren las mujeres, la mortalidad infantil, la desnutrición y el hambre, los problemas de la casa y del trabajo. Y sugieren unas soluciones basadas en los valores de la igualdad, de la salud, de la libertad: son palabras sacrosantas, pero que se convierten en ambiguas cuando se impregnan de los nuevos significados antropológicos. Por ejemplo, igualdad de las personas no sólo significa igual dignidad de las mismas e igual posesión de los mismos derechos fundamentales del hombre; sino también irrelevancia de la diferencia natural entre hombres y mujeres, uniformidad de todos los individuos, como si no estuvieran sexualmente diferenciados y, por tanto, equivalencia de todos los comportamientos y orientaciones sexuales: heterosexual, homosexual, bisexual, transexual, polimorfo. Cada individuo tiene derecho a elegir libremente (y eventualmente también a cambiar de idea), según sus inclinaciones, sus deseos o sus preferencias.

La ideología se difunde a través de los centros de salud reproductora, de los encuentros locales de formación, de los programas de televisión internacionales vía satélite. Se busca la colaboración de los gobiernos africanos y de las asociaciones locales, también eclesiales, que generalmente no se dan cuenta de las implicaciones antropológicas, éticamente inaceptables.

Esta intervención mía pretende ser una invitación a la vigilancia, una exhortación a ofrecer unas precisas instrucciones a los sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, a las Cáritas y a otros operadores pastorales laicos.

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