jueves, 15 de octubre de 2009

JUAN PABLO II: INTRODUCCIÓN AL MENSAJE DEL EVANGELISTA LUCAS

Deseo considerar brevemente algunos aspectos del mensaje lucano, para que esa comunidad encuentre orientación y aliento en su camino espiritual y pastoral.

San Lucas, ministro de la palabra de Dios (cf. Lc 1, 2), nos introduce en el conocimiento de la luz discreta, y al mismo tiempo penetrante, que ella irradia iluminando la realidad y los acontecimientos de la historia. El tema de la palabra de Dios, hilo de oro que atraviesa los dos escritos que componen la obra lucana, unifica también las dos épocas que él contempló: el tiempo de Jesús y el de la Iglesia. Casi narrando la "historia de la palabra de Dios", el relato de san Lucas sigue su difusión desde Tierra Santa hasta los confines del mundo. El camino propuesto por el tercer evangelio está profundamente marcado por la escucha de esta palabra que, como semilla, se ha de acoger con bondad y prontitud de corazón, superando los obstáculos que le impiden echar raíces y dar fruto (cf. Lc 8, 4-15).

Un aspecto importante que san Lucas pone de relieve es el hecho de que la palabra de Dios también crece y se consolida misteriosamente a través del sufrimiento y en un ambiente de oposiciones y persecuciones (cf. Hch 4, 1-31; 5, 17-42; passim). La palabra que san Lucas indica está llamada a transformarse, para cada generación, en un acontecimiento espiritual capaz de renovar la existencia. La vida cristiana, suscitada y sostenida por el Espíritu, es diálogo interpersonal que se funda precisamente en la palabra que nos dirige el Dios vivo, pidiéndonos que la acojamos, sin reservas, en la mente y el corazón. Se trata, en definitiva, de convertirse en discípulos dispuestos a escuchar con sinceridad y disponibilidad al Señor, siguiendo el ejemplo de María de Betania, que "eligió la mejor parte", porque, "sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra" (cf. Lc 10, 38-42).

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