Vende lo que tienes. La historia de joven rico que no quiere renunciar a sus bienes y la de los discípulos que han dejado todo para seguir a Cristo forman una unidad en el Evangelio. Entre los dos episodios aparecen las palabras de Jesús sobre la dificultad de los ricos para entrar en el reino de Dios ¿Quiénes son esos ricos para Jesús? Los que se apegan a sus posesiones y riquezas. La cuantía delas riquezas carece de importancia. Puede haber ricos que no están apegados a sus bienes (Jesús conoció seguramente a algunos de ellos; presumiblemente las mujeres que le ayudaban con sus bienes eran familias acomodadas: Lc 8,3), del mismo modo que puede también haber pobres que no están dispuestos a renunciar a lo poco que tienen. Cuando ve que el joven rico no está dispuesto a renunciar a sus bienes, Jesús habla primero de dificultar, y después, con la imagen del ojo de la aguja, de imposibilidad práctica de entrar en el Reino de Dios para el que no esté dispuesto a renunciar a sus riquezas, para, finalmente, ante el espanto de sus discípulos, confiar todo al poder soberano de Dios. Y cuando Pedro afirma que él y los demás discípulos han dejado todo para seguirle, Jesús radicaliza la cuestión en varios aspectos: en primer lugar enumerando las personas y los bienes que es preciso dejar, después subrayando que esas personas y esos bienes se han de dejar "por mí y por el Evangelio" – por tanto: no por menosprecio de los bienes terrenales, sino postergándolos por un motivo concreto-, y finalmente mediante la cláusula con persecuciones: el que se desprende de sus bienes no llega necesariamente a un puerto seguro, el "céntuplo" que recibirá se promete sólo para la vida futura.El seguimiento del que ha hablado Pedro consiste en esto: cruz en este mundo, resurrección en el más allá.
Invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. Salomón , en la primera lectura, aparece como una figura ambigua ante la exigencia de Jesús en el Evangelio. Como joven rey que es, ha pedido a Dios la sabiduría atestigua que el monarca prefería la sabiduría a cualquier poder real, a cualquier riqueza, incluso a la luz, la salud y la belleza. La actitud de salomón no parece estar lejos de la del discípulo del Nuevo Testamento. Pero en la antigua alianza, en la que falta el modelo de Jesús, todavía no se aprecia el valor de la pobreza en el espíritu y del dejare todo; por eso Dios le concederá, debido a la rectitud de su petición, “riquezas incontables” (cfr. 1 R 3,13). Y serán precisamente tales riquezas las que propiciarán las locuras de su vejez. Será necesario el modelo de Jesús para hacer comprender a los hombres que el Dios infinitamente rico no tiene más riqueza que el amor, que puede también hacerse pobre por nosotros.
Más tajante que espada de doble filo. La segunda lectura nos describe de que manera tan viva y eficaz la Palabra de Dios penetra y juzga nuestra actitud más íntima y más oculta al mundo. Esa palabra divide “alma y espíritu”, el alma que quizá todavía se apega a las cosas terrenales y no quiere renunciar a ellas, mientras que el espíritu es decidido (Mt 26,41). El hombre no ve las intenciones de su corazón, pero para la palabra de Dios todo está “patente y descubierto”; solo a ella hemos de rendir cuentas, porque sólo en ellas encontramos claridad sobre nosotros mismos.
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