jueves, 28 de junio de 2012

MONSEÑOR JOSÉ IGNACIO MUNILLA: DE NOCTÁMBULOS Y CENTINELAS

 Desde hace ya bastantes años he tenido la oportunidad de ‘asomarme’ a la 
noche, a través de algunas colaboraciones en programas radiofónicos a altas horas de la
madrugada. Una de las primeras sorpresas consiste en comprobar la gran cantidad de
ecos nocturnos que podemos llegar a percibir, hasta el punto de concluir que nuestra
sociedad no está ‘desconectada’ en ningún momento. Si bien es cierto el refrán: “De
noche todos los gatos son pardos”; sin embargo, yo me atrevería a matizar añadiendo
que, a la luz de la luna, todavía es posible distinguir entre ‘noctámbulos’ y ‘centinelas’.

Si encendemos de madrugada la televisión –cosa ciertamente poco
recomendable-, comprobamos que la mayoría de los canales han conectado una especie
de ‘piloto automático’, ofreciendo lo que podríamos llamar un ‘cebo’ para noctámbulos.

Nos encontramos principalmente con tres tipos de productos: tarots y consultas con
adivinos o videntes; teléfonos eróticos y canales pornográficos; y programas de
televenta y de sorteos de premios. Es de suponer que quienes han planificado ese tipo de
‘anzuelos’, antes de elegir el ‘cebo’ adecuado, habrán estudiado detenidamente las
inclinaciones de las pasiones humanas. Es obvio que las inquietudes, los agobios y
ansiedades, la inmadurez, las frustraciones, las angustias,  los miedos, el vacío
interior… etc. pueden llegar a  convertirse en un negocio redondo para esta nueva clase
de empresarios, ‘cazadores de noctámbulos’.

En el Evangelio de Mateo hay una frase de Jesucristo, que me parece
especialmente clarividente y clarificadora de los ideales de nuestra generación en
general, y de los de cada uno de nosotros en particular: “Donde esté vuestro tesoro, allí
estará también vuestro corazón” (Mt 6, 21).  Sería una ingenuidad por nuestra parte
suponer que estas programaciones nocturnas en los medios de comunicación son un
mero juego inocuo, inocente e inofensivo. ¡Es obvio que estamos ante un fenómeno
muy distinto del juego del parchís o de las cartas, con los que tradicionalmente nos
entreteníamos en el seno de nuestras familias!

¿No será que el tarot, el erotismo y el consumismo son expresiones de las
grandes necesidades del hombre, a las que seguimos sin dar una respuesta adecuada? De
forma inversamente proporcional a nuestra fe y esperanza en Dios, los adivinos nos
ofrecen su mercado esotérico con la promesa de aliviar la angustia por nuestro futuro y
mitigar el dolor por las heridas del pasado. La pornografía ofrece un tubo de escape para
compensar la frustración en el amor, al mismo tiempo que nos hace incapaces para el
amor respetuoso y fiel. Y el consumismo no es otra cosa que un intento de compensar
con el ‘tener’, las carencias del ‘ser’. (¡Quién dijo aquello de “el dinero no nos hace
felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo”!). En pocas palabras, la oferta
televisiva nocturna bien parece responder a las tres heridas morales principales de
nuestra generación: la desconfianza, la desfiguración del amor y el narcisismo.

En ‘la noche’ tenemos el riesgo -pero también la ocasión- de desinhibirnos y
desprendernos de una buena parte de nuestras caretas y corazas, hasta el punto de
generarse una mayor facilidad para manifestar y compartir los valores y contravalores
que anidan en nuestro corazón. Es decir, también en un sentido positivo, ¡la noche es
una gran oportunidad para la comunicación de la experiencia cristiana en un contexto de
Nueva Evangelización!

En las últimas semanas hemos sido testigos del estreno del cortometraje “Hay
mucha gente buena” (www.haymuchagentebuena.es), producido de forma desinteresada
por el director español Antonio Cuadri, con el objeto de divulgar la labor de un equipo
de comunicadores voluntarios, que en la madrugada del viernes al sábado realizan en Radio María un programa interactivo en contacto con ‘la noche’. El testimonio del 
retorno a la fe de Antonio Cuadri es una buena prueba de la importancia de salir al
encuentro de los hombres y las mujeres de las distintas generaciones, ambientes y
situaciones de vida.

En resumen, en ‘la noche’ no todos son ‘noctámbulos’ en medio de las
penumbras, sino que también los hay ‘centinelas’, que intentan abrir y ampliar
horizontes sembrando esperanza. Me viene a la memoria la imagen de Juan Pablo II,
ante la inmensa multitud de jóvenes reunidos en Torvergata (Roma), durante la Jornada
Mundial de la Juventud del año 2000. A ellos les dirigió unas palabras proféticas: “En
vosotros veo a los ‘centinelas de la mañana’ (cf. Is 21, 11-12) en este amanecer del
tercer milenio”.

Aquellas palabras no cayeron en el olvido, sino que dieron origen a experiencias
verdaderamente novedosas al servicio de la Nueva Evangelización, como es el caso de
“Sentinelle del mattino” (Centinelas de la mañana), iniciativa del sacerdote italiano
Andrea Brugnoli. Se trata de una atrevida experiencia para compartir el Evangelio en
medio de ‘la noche joven’ y en ambientes similares (www.sentinelledelmattino.org).

¡Ojalá pudiéramos ver pronto esta experiencia hecha realidad en las noches
donostiarras! Pero de eso hablaremos en otra ocasión. Por el momento, ¡buenas noches
a todos! Que es tanto como decir ¡buenos días!

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