El 29 de junio, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, es el Día del Pontífice, o Día del Papa, y una ocasión propicia para recordar lo que significa el ministerio del Sucesor de Pedro en la Iglesia como garante de la comunión de fe y de caridad. El Papa, con su enseñanza y con su actividad pastoral, es la cabeza visible de la unidad de la Iglesia Católica.
Cuando era niño, en las parroquias, nos enseñaban y nos estimulaban a amar al Papa, a venerar al Papa. De ese modo, nos preparaban para que luego pudiéramos escuchar con atención su enseñanza, asimilarla debidamente y difundirla, en la medida de lo posible. Menciono esto porque noto que en la cultura actual existe una cierta resistencia ante el magisterio y la autoridad del Sumo Pontífice.Creo que esta actitud reticente y crítica tiene que ver, de algún modo, con los criterios individualistas y subjetivistas que han marcado profundamente la cultura contemporánea.
¿Se aprecia lo que transmite el Magisterio del Papa, lo que el Papa enseña? En general creo que hay una gran indiferencia, pero además se hace una especie de escrutinio, de discernimiento interesado, arbitrario. Hay ciertas enseñanzas que son bien recibidas, pero otras que van contra la opinión general, contra la manera de concebir las realidades humanas fundamentales en materia de amor, familia, bioética, etc., son rechazadas, y hasta repudiadas.
Pero lo peor de todo, me parece a mí, es que, en las últimas décadas se ha notado dentro mismo de la Iglesia una cierta reticencia. Se ha ido afianzando en algunos sectores lo que Benedicto XVI ha llamado una hermenéutica de la discontinuidad y la ruptura. Como que la Iglesia de hoy, conducida por Benedicto XVI, estaría en contra del Concilio Vaticano II porque conciben a este Concilio como un comienzo nuevo y esencial en contra de toda la gran tradición católica.
Desde esa perspectiva aún hay sectores de la Iglesia que, o bien no escuchan el magisterio pontificio, o bien lo critican de la misma manera que se hace en el mundo, en el orden secular, o bien se han plegado a un cierto movimiento de desobediencia, de impugnación o de discusión de lo que el Papa hace o enseña. No se trata de una cuestión sociológica o de organización; aquí falla la catolicidad de la fe.
Me parece que éste es el momento oportuno, me refiero a esta celebración anual del Día del Papa, para recordar el ministerio petrino y la autoridad que tiene el santo Padre sobre los fieles; su autoridad es un servicio del cual todos los católicos necesitamos, porque el Sucesor de Pedro es quien nos marca la orientación correcta en el orden de la fe y el que anima la comunión de caridad en la Iglesia toda.
Espero que este recuerdo valga como una especie de exhortación. Hoy día es fácil escuchar la palabra del Papa. Cuando era joven, leía “L´Osservatore Romano” y lo sigo haciendo aún porque estoy apegado al sistema del códice, el diario y la revista, pero hoy día con un clic de la computadora se entra en Internet diariamente a la página de la Santa Sede y encuentra allí lo que el Santo Padre ha dicho hoy mismo.
Hoy es posible conocer en su integridad el pensamiento de Benedicto XVI, que no es el pensamiento de un teólogo particular, sino que es la orientación que el Pastor Universal de la Iglesia nos da a todos, pastores y fieles, para los cuales ejerce un servicio de caridad y de verdad que es imprescindible para conservar nuestra plena adhesión a Cristo y nuestra plena condición de católicos.
Por eso valga este recuerdo como una exhortación a renovar nuestra fidelidad a le verdad católica, a la gran tradición de la Iglesia y nuestra adhesión a aquel que como Sucesor de Pedro es el gran Pastor que nos guía.
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