2. Por otra parte, es necesario tener en cuenta que, en el orden ontológico y metafísico, uno es el plano del verum (lo verdadero) y otro el del bonum (lo bueno), uno el plano de la inteligencia y otro el de la voluntad. Ciertamente, para que la voluntad se arroje a un objeto, hace falta que le sea presentado bajo algún aspecto de bondad, y esto corresponde a la inteligencia. Pero la voluntad no es una simple 'prolongación' o 'rémora' o 'función segunda' de la inteligencia, sino que tiene un propio círculo de acción, con una manera propia y específica de actuarse: la activación de la voluntad no es una simple consecuencia de la presentación de la bondad del objeto.
Santo Tomás toca esto muy bien en la Cuestión VI De Malo, donde llega a decir que lo que mueve a la voluntad no es la simple bondad del objeto, el bonum , sino el bonum ut conveniens (lo bueno como conveniente). En consecuencia, por más que el espíritu caído esté intelectualmente convencido de que Dios es el sumo bien, y de que le debemos todo, etc., sin embargo, no llega a evaluar existencialmente esta situación como conveniens , como buena para él en concreto, ya que le exige una sumisión. Esto toca ya el aspecto moral-existencial.
3. La posibilidad de rechazar así al Sumo Bien en una inteligencia y en una voluntad como la angélica, implica ante todo la distinción real de ambas facultades: por eso es que el actuarse de la una no es reductible al actuarse de la otra. De ahí que también la voluntad pueda tener un dominio de ejercicio sobre la inteligencia, en virtud del cual aplica y dirige la inteligencia a ejecutar su acto: 'intelligo enim quia volo' (entiendo porque quiero), dice santo Tomás en la cuestión que recién citamos. En razón de este dominio de ejercicio la voluntad tiene el poder de volcar el acto intelectual sobre un objeto u otro, sobre un aspecto u otro, etc. Esto en cuanto al aspecto psicológico.
En cuanto a la 'mecánica' -el término es inexacto, habría que decir 'proceso', 'dinamismo'- psicológica de la producción del acto, la actuación de dicha posibilidad es expresada por santo Tomás en términos de 'no consideración': la voluntad angélica 'tuerce' y 'pliega' a la inteligencia para que no le muestre toda la bondad del objeto, y para que le muestre la conveniencia en concreto, para ella, de no someterse a Dios como norma superior, y guiarse solamente bajo la luz de su inteligencia natural excluyendo la regulación por una norma superior. Por eso es que el pecado angélico, como cualquier pecado, no tiene una explicación racional, en el sentido de que no tiene una razón : antes bien, consiste en la decisión lúcida de obrar al margen de la norma de una razón (superior), es decir, de no aceptar someter su inteligencia natural (y su voluntad) a una luz superior. No es que el ángel caído caiga a pesar de ver las razones para no caer , sino que cae porque no quiere ver razones . Es, en el orden del espíritu puro, algo análogo a lo que ocurre con la persona apasionada. La causa psicológica 'eficiente' (deficiente) es, por lo tanto, la voluntad misma del ángel que se curva sobre sí y arrastra consigo a la inteligencia misma:'Esta manera de pecar no implica ignorancia, sino sólo la ausencia de consideración de lo que hay que considerar. Y es de esta manera que el ángel pecó, convirtiéndose por su libre albedrío al propio bien, sin ordenación a la norma de la voluntad divina' (S. Tomás, S. Th., I, 63, 1 ad 3). Más preciso aún en la Q. XVI De Malo, a. 1: 'En los ángeles hay un conocimiento, el intelectual, que debe ser dirigido según la norma de la sabiduría divina. Por eso en su voluntad puede haber pecado, por el hecho de no querer seguir el orden de una norma superior, la sabiduría divina. Y es de esta manera que los demonios se han hecho malos por su voluntad'.
4. La posibilidad teológico-existencial, entonces, está en que el ángel conoce sólo vagamente ( indeterminate ) y no detalladamente ( determinate ) el fin últimosobrenatural . Y como este fin excede la capacidad natural de comprensión de su inteligencia, hay un margen para la decisión, para aceptarlo o rechazarlo ( S. Th., I, 62, 1 y 2).
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