jueves, 28 de agosto de 2008

JUAN PABLO II: CARTA APOSTÓLICA, AGUSTÍN DE HIPONA


En el XVI centenario de la conversión de san Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia
Venerables hermanos y queridos hijos e hijas, salud y bendición apostólica.
1. AGUSTÍN DE HIPONA, desde que apenas un año después de su muerte fue catalogado como uno de los "mejores maestros de la Iglesia" [1] por mi lejano predecesor Celestino I, ha seguido estando presente en la vida de la Iglesia y en la mente y en la cultura de todo el Occidente. Después, otros Romanos Pontífices, por no hablar de los Concilios que con frecuencia y abundantemente se han inspirado en sus escritos, han propuesto sus ejemplos y sus documentos doctrinales para que se les estudiara e imitara. León XIII exaltó sus enseñanzas filosóficas en la Encíclica Aeterni Patris [2]; Pío XI reasumió sus virtudes y su pensamiento en la Encíclica Ad salutem humani generis, declarando que por su ingenio agudísimo, por la riqueza y sublimidad de su doctrina, por la santidad de su vida y por la defensa de la verdad católica nadie, o muy pocos se le pueden comparar de cuantos han florecido desde los principios del género humano hasta nuestros días [3]; Pablo VI afirmó que "además de brillar en él de forma eminente las cualidades de los Padres, se puede afirmar en verdad que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de ella derivan corrientes de pensamiento que empapan toda la tradición doctrinal de los siglos posteriores [4].

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