"Durante casi siete años, he hecho muchas promesas a la Virgen y voy a decirle una de particular importancia para mí. El 1 º de junio, escuchando Radio Católica Mundial me entero que el mes de junio está dedicado al Sagrado Corazón. La última vez que vi a mi padre en la víspera de mi secuestro, estabamos en su habitación ante una imagen del Sagrado Corazón. Mi padre me tomó de la mano, y pidió : "Sagrado Corazón de Jesús, cuida mi corazón, cuida a mi hija". Así que al enterarme del mes del Sagrado Corazón por la radio, abrí mis oídos completamente .
La ex-rehén más famosa del mundo visitó el Sagrado Corazón en Montmartre, París, el pasado domingo 6 de julio de 2008 para agradecer a Jesús y a la Virgen María su liberación. Después de su oración, Ingrid Betancourt concedió una entrevista a la revista católica Peregrino, para contar cómo su fe se puso de manifiesto en los momentos más dolorosos de su cautiverio.
Fue el domingo 6 de julio, por la noche, después de la misa de las 22:00 horas, celebrada en la basílica del Sagrado Corazón que domina París desde la cima de la colina de Montmartre (Monte de los Mártires)Ingrid quiso hacer esta peregrinación con sus familiares más cercanos: sus hijos Mélanie y Lorenzo, su madre Yolanda, su hermana Astrid, y algunos otros, porque quería cumplir una promesa hecha durante su cautiverio: agradecer en primer lugar y ante todo a Jesús y a la Virgen María por haberle devuelto su libertad.
Ella y su familia oraron en la capilla situada detrás del coro de la basílica. A pesar de lo tarde de la hora y del cansancio, Ingrid aceptó conceder una entrevista de más de media hora para los lectores de Peregrino, en la que habló de cómo la fe la sostuvo en la prueba de su amor por Jesús y María, de la lectura de La Biblia y del Evangelio que le dio la fuerza para no odiar a sus carceleros.
Su primer gesto de mujer libre fue hacer la señal de la cruz, su primera palabra fue para agradecer a Dios y a la Virgen María. ¿Por qué?
IB: Mientras estuve secuestrada tomé la decisión de que cuando esto acabara y volviera a estar libre, agradecería primero al Señor. ¿Por qué? Porque si el Señor no hubiera estado a mi lado, pienso que no habría conseguido crecer en el dolor. Ser rehén te coloca en una situación de constante humillación. Se es víctima de la más completa arbitrariedad. Se conoce lo más vil del ser humano.
Ante eso, hay dos caminos. O uno se deja desfigurar, se convierte en agrio, huraño, vengativo, deja su corazón llenarse con resentimiento; o se elige el otro camino, el que Jesús nos enseñó. Él nos pide: “Bendice a tu enemigo”. Cada vez que leía La Biblia, sentía que estas palabras iban dirigidas a mí, como si Él estuviera enfrente, porque sabía lo que era necesario decirme. Y eso me llegaba directo al corazón.
Por supuesto, reconozco que cuando el enemigo es tan cruel, es difícil ser fiel a esta palabra. Con todo, en cuanto hacía el esfuerzo de pronunciar: “Bendice a mis enemigos”, aunque tenía deseos de decir todo lo contrario, era mágico, había como una especie de… de alivio. Y el horror desaparecía, simplemente.
Cosas como esa, yo podría contarle de todos esos días. Yo sé, yo siento, que ha habido una transformación en mí, y esta transformación la debo a este contacto, a esta capacidad de escucha de lo que Dios quería para mí. ¡Fue un diálogo constante con Dios a través del Evangelio!
¿Esta fe que tuvo durante todos estos años la tuvo desde el primer día? ¿Hubo un acontecimiento especial? ¿Algo en particular que la ha hecho volverse hacia Dios?
IB: Voy a decirles una historia en dos tiempos, que casi me hace reír, tanto me acuerdo de esos episodios. Al principio de mi secuestro, me dije: “Bien, vas a pasar meses y meses aquí, entonces a leer La Biblia”, que no conocía. Al abrirla, me encuentro con las cartas de San Pablo. Lo cito de memoria, es más o menos esto: “Puedes pedir lo que quieras, de todas maneras el Espíritu Santo pedirá mejor, porque Él sabe mejor que tú lo que tú necesitas”.
Cuando leí eso, grité: “¡Dios, está bien, pero lo que quiero yo lo sé: es estar libre!”. Seis años después, al releer la misma epístola, por fin he comprendido: “Felizmente el Espíritu Santo está aquí para rogar por mí, porque yo soy incapaz de pedir lo que necesito”.
¿Y esta fe no la dejó? ¿Nunca experimentó momentos de abandono, de soledad?
IB: El primer año, es verdad, estaba en lucha contra Dios. Yo estaba resentida con Él por la muerte de mi padre. Yo le decía: “¿Por qué me has hecho eso? ¿Por qué me castigas?”. Y luego comprendí que debía agradecerle haberlo tomado, ya que papá no habría podido soportar el horror de estos seis años. Entonces sí, puedo decir que mi fe ha continuado creciendo. Es curioso, pero es como si fuera necesario que pasen unas cosas para comprender otras.
Es necesario que les cuente mi descubrimiento de María. Papá tuvo una gran devoción a la Virgen mientras que yo, debo decir que en esa época, yo encontraba a María un poquito… boba. Digamos que no era realmente la imagen de una mujer que me hiciera soñar. Y luego, estando secuestrada, he leído mucho los Evangelios y me he rendido de admiración ante ella.
Sin duda, para comprender a la Virgen es necesario haber vivido, adquirido cierta madurez. Y comienzo a encontrar verdaderamente sensacional a esta joven muchacha que acepta tener un hijo mientras que ella había hecho un plan de vida completamente diferente. Ella corre todos los riesgos. Para muchos cristianos, éstas son cosas bien conocidas, pero para mí eran un descubrimiento. He descubierto una María fuerte, una María inteligente, una María que tiene humor…
Voy a decirles: caí, como dicen los canadienses, enamorada de María leyendo el Evangelio de San Juan, cuando narra las bodas de Caná. Este diálogo entre María y Jesús me parece extraordinario. La complicidad entre ellos es genial. A pesar de todas las razones que Jesús da a su madre, ella sabe que Él va a hacer lo que ella quiere, que transformará el agua en vino para las bodas, por amor a ella. Leyendo este pasaje, no podía dejar de pensar en mi relación con mi hijo Lorenzo.
Usted quiso venir esta noche a la basílica del Sagrado Corazón. ¿Qué significado tiene para usted esta peregrinación?
IB: Durante cerca de siete años, hice muchas promesas a la Virgen, y le voy a contar algo particularmente importante para mí. El 1 de junio escuchaba Radio Católica Mundial y me entero de que el mes de junio es el mes del Sagrado Corazón.
Ahora bien, la última vez que vi a mi padre, la víspera de mi secuestro, nosotros estábamos sentados en su alcoba bajo una imagen del Sagrado Corazón. Entonces papá me cogió la mano, miró la imagen y le pidió: “Sagrado Corazón, protege mi corazón, protege a mi niña”.
Así que cuando oí hablar de él en la radio, inmediatamente puse atención. En ese momento, no capté bien la historia de Santa Margarita María, de hecho, acabo de aprenderme su nombre. Pero comprendí que si, como ella, uno se consagraba al Sagrado Corazón, se recibían bendiciones.
Me acuerdo de una bendición, en particular, la de Jesús prometiendo tocar los corazones duros que nos hacen sufrir. Entonces, hice esta oración: “Mi Jesús, yo nunca te he pedido nada porque Tú eres tan grande que tengo vergüenza de pedirte. Pero ahora, voy a pedirte una cosa muy concreta. No sé qué significa exactamente ‘consagrarse al Sagrado Corazón’, pero si Tú me anuncias, durante el mes de junio que es tu mes, el día en que van a liberarme, seré toda tuya”.
Y el 27 de junio, un comandante de la guerrilla entra al campamento y nos ordena alistar nuestras cosas, porque parece que alguno de nosotros va a ser liberado. Cuando él habló, pensé: “¡Vaya!... Él me escuchó”. Mi liberación se desarrolló de una manera muy diferente, pero el hecho es que Jesús mantuvo su palabra: vivo un milagro.
* (Traducción al español de la entrevista publicada el 07/07/2008 en la revista católica Pelerin
Web: http://www.pelerin.info/article/index.jsp?docId=2343000&rubId=9196
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