
En torno a la imagen de la Madre siempre te encuentras personas profundamente recogidas en oración. Se vive la paz junto a Ella. El Rosario brota espontáneo de los labios de todos. Y si te quedas mirando a la Virgen observas que tiene su mano izquierda extendida en actitud de pedir. La derecha está sobre su pecho, que guarda su corazón de Madre. Parece decirte: Yo te amo con todo mi corazón, ¿Qué me das tu a cambio? Y uno se lo quiere dar todo: el cuerpo, el alma, la sonrisa, el llanto, el amor, la petición, el agradecimiento…la vida entera. Pero lo que más te sale de dentro es la necesidad de estar callado, escuchar y dejar que tu corazón vuele hacia ella. Ha valido la pena la fatiga de trepar por los riscos del camino para estar un rato junto a María. No te bajarías de allí, pero cuando tienes que hacerlo, siempre te traes contigo la gran alegría de haber vivido un rato de cielo, y el corazón lleno de paz.
Juan García Inza
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