Nuestra tentación y ‘la’ tentación de Jesús
1) Jesús, verdadero hombre, conoció ‘la’ tentación. Por eso, meditar en las
tentaciones de Jesús nos ayuda a entender mejor la naturaleza de la tentación a
la que le pedimos al Padre que no nos deje entrar.
a) ¿Quién tentó a Jesús?: el Tentador (Mt 4,3); Satanás (Mc 1,13), el Diablo (Mt
4,1 y Lc 4,2).
b) ¿Dónde y cuándo lo tentó?: en el desierto, durante toda su vida, y
principalmente en su Pasión. Después del Bautismo en el Jordán y antes de
comenzar su ministerio, el Espíritu Santo lo condujo a la confrontación con el
Malo. Lo “levantó” dice San Mateo; lo “arrojó afuera”, dice Marcos; lo “condujo”
dice Lucas (Mt 4,1; Mc1,12; Lc 4,1).
c) La Tentación aparece por lo tanto como algo a lo que el Espíritu Santo nos
conduce, nos arroja y en la que nos guía. Jesús es llevado a la confrontación
con el Tentador, pero también sostenido para que lo venza.
d) ¿Cómo lo tentó? Estamos al comienzo de su ministerio. El Tentador procura
desviar a Jesús de su vocación mesiánica, de su misión de Siervo de Dios,
proponiéndole un mesianismo político; buscar su propia gloria. Trata de
desvirtuar su condición filial. Lo induce a desviarse de su vocación mesiánica,
de la misión que le asignaba el Padre: Siervo que realizara su voluntad
salvadora, con obediencia gozosa, por el camino del sufrimiento (Isa 53). Jesús
rechazó y venció esa tentación (Mt 4,4.7.10).
2) Pero, aunque perdidoso, el Tentador volverá a tentarlo otras veces. Dice
Lucas: “Acabado todo género de tentación, el diablo se alejó de él hasta un
tiempo oportuno” (Lc 4,13).
3) No ha de extrañarnos que habiendo rechazado victoriosamente la tentación,
ésta vuelva otra vez y aún muchas veces. La tentación nos acompaña toda la vida
y acompaña a la Iglesia en todos los tiempos de la historia. Ni debemos
extrañarnos de que vuelva a asaltarnos el Tentador, directamente o por medio de
sus servidores, cuando nos ve debilitados por persecuciones, tristezas,
infortunios, enfermedades o la cercanía de la muerte.
4) Jesús sufrió muchas tentaciones durante su vida pública. Por ejemplo, cierta
vez, después de la multiplicación de los panes, la muchedumbre lo buscaba para
hacerlo rey (Jn 6, 15). Pero Jesús huyó de ellos porque querían cambiarle la
misión del Padre e imponerle la misión política e intramundana de darles de
comer (Jn 6,26-27).
5) Cierta vez, Él y sus discípulos tenían hambre y sin embargo Jesús no
multiplicó los panes para sí ni para ellos, sino que la calmaron desgranando
espigas de trigo crudo al borde de un sembrado (Mt 12,1-8). Sigue siendo hoy una
tentación que la Iglesia rechaza, la de que los hombres, a veces incluso el
poder político, pretendan limitar su tarea a la asistencia social y al bienestar
intramundano.
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