Hoy iniciamos una aventura: una aventura del espíritu, que puede ser más emocionante y es ciertamente más seria y decisiva que cualquier aventura exterior. Justamente en estos términos debemos afrontar la experiencia cuaresmal, que una vez más nos propone la Iglesia, y que comenzamos desde este Miércoles de Ceniza.
Estamos llamados, ahora como nunca antes, a la comparación con tantos hermanos en la humanidad que no son cristianos; y es importante que hagamos emerger y robustecer nuestra propia identidad. Más todavía, estamos envueltos por una mentalidad ilustrada que todo lo reduce a la pura naturaleza, y así no deja espacio a Cristo y a su acción de rescate y renovación.
Frecuentemente nos vemos enfrentados nada menos que con el retorno de la vieja mentalidad pagana, por tanto no se distingue más al creyente del no creyente, y ahora se llega incluso a no hacer mucha diferencia entre los hombres y los animales.Es urgente entonces que regresemos a la plena consciencia de nuestra dignidad y de nuestras riquezas.
Dios nos concede un nuevo nacimiento en el Bautismo Así podemos reconocer en Él a un Padre deseoso de hacernos partícipes de su herencia de amor, de luz, de alegría.El Bautismo, incorporándonos a Cristo, nos permite volver a recorrer su mismo itinerario victorioso y vivificante: "Fuimos, pues, con él sepultados por el Bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rom 6,4)
El Bautismo nos confiere el "sacerdocio real", nos agrega a la "nación santa", nos introduce en el "Pueblo que Dios se ha adquirido" (Cf. 1Pe.2,9); por lo tanto nos hace pertenecer a la Santa Iglesia Católica.
He aquí entonces el programa de esta Cuaresma.Se trata de renovar nuestro Bautismo, en toda su verdad y en toda su belleza. Debemos limpiar aquello que lo ofusca y cortar aquello que lo aprisiona y le impide fructificar.Una superficialidad o una ausencia de una cultura religiosa, o al menos catequética, escondiendo a nuestra mirada las sublimes realidades bautismales, lo ofuscan. Las incoherencias, las componendas, las infidelidades lo tienen encadenado en la inercia.
Que en esta Cuaresma sea más asidua y más comprometida la contemplación de la Palabra de Cristo, para que el Bautismo resplandezca como merece ante nuestra mente. Convirtámonos de una conducta culpable o incluso solamente mediocre, para que el Bautismo pueda verdaderamente desarrollar toda su espléndida eficacia de gracia, de caridad actuante, de alegría del alma.
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