jueves, 1 de febrero de 2024

NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA


Existe una antigua tradición iniciada en el siglo VII por el Papa Sergio I, donde los fieles hacían una piadosa procesión nocturna llevando en sus manos una veladora encendida en honor a la fiesta de la Presentación del Señor o de la Purificación de su Santísima Madre.
El maestro Gregorio Vázquez de Arce y de Ceballos pintó antes de su muerte un lienzo de casi un metro de largo por un poco más de sesenta centímetros de ancho, que fue entregado a los religiosos agustinos a cambio de los servicios funerarios que pronto requeriría por su frágil estado de salud física y síquica. El precioso óleo representa a la Santísima Virgen en su advocación de Nuestra Señora de la Candelaria, cuya fiesta celebran algunos países el día dos de febrero.

De allí el nombre de la advocación de Nuestra Señora de las Candelas o Candelaria. Algunos académicos consideran que el vocablo viene de Oriente y significa encuentro -de Nuestro Señor Niño con el Dios de Abraham y con el orbe entero- ya que había sido denominado por el justo Simeón como “luz para iluminar a las naciones” (Lc 2,32). La iconografía cristiana ha querido representar a la Madre del Redentor con el bebé en sus brazos, una larga veladora en su mano derecha y dos tórtolas ofrecidas como sacrificio, de acuerdo con lo prescrito por la ley mosaica (Lc 2,24). La conmemoración se empezó a realizar el 2 de febrero, por ser a los cuarenta días de la Navidad, 25 de diciembre.

Existe otra piadosa advocación, con el mismo nombre, que también se ha arraigado fuertemente en la piedad de los cristianos. La Reina del Universo apareció cerca del año 1400 en el archipiélago de las islas Canarias a dos pastores que intentaban encerrar su ganado en el corral sin obtener éxito. Atribuyeron su fracaso a una figura femenina posada sobre una peña cercana a la orilla del mar, que obstaculizaba el paso de las bestias. Los labriegos le hacían señas –ya que les era prohibido acercarse a las mujeres- para que les permitiera el paso de los animales, pero en su afán quedaron paralizados. Asombrados por lo sucedido acudieron al rey Acaymo, quien concurrió presuroso con algunos de sus colaboradores para verificar lo relatado por los campesinos. El monarca al apreciar la sobrenatural imagen quiso transportarla para ubicarla en un lugar apropiado, pero el peso de la figura le impidió seguir su camino. Hoy día como recuerdo del hecho, una gran cruz enmarcada por un inmenso océano azul sobresale en la planicie. Allí cerca, después de la propagación de la fe por evangelizadores españoles, se le erigió un santuario que fue terminado en al año de 1526. Hernán Cortés propagó esta devoción a la Santísima Virgen de la Candelaria al llegar a México, y desde allí se extendió rápidamente a la América hispana.

En Colombia algunos templos tienen el privilegio de estar dedicados a Nuestra Señora de los Candiles o de la Luz, como también se le ha denominado: entre otros, la antigua catedral de Medellín; el santuario de Purificación, Tolima; y la parroquia del barrio bogotano del mismo nombre, ubicada a escasos metros del casa-taller del gran pintor de la colonia Gregorio Vázquez.
Recordemos un trecho de la oración de San Sofronio, obispo del siglo séptimo, dedicada a Nuestra Señora de la Candelaria “Del mismo modo que la Virgen Madre de Dios, tomó en sus brazos la luz verdadera y la comunicó a los que yacían en tinieblas, así también nosotros, iluminados por Él apresurémonos a salir al encuentro de Aquel que es la luz eterna”.

Fuente: Original para El Catolicismo
Alonso Jaramillo, KCHS, BM / alonsico@yahoo.com, 28 de enero de 2008

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