"Jesucristo me ha mandado a evangelizar, pero no con la sabiduría de palabras, es decir, con la sabiduría del mundo (1 Co 1, 17). Por sabiduría de palabras entiende el apóstol el arte de la retórica que enseña a hablar de una manera atrayente hasta el punto de inducir a los hombres a asentir a errores y falsedad. Pero desde el momento en que el texto griego se encuentra el término « Logos », que significa « razón » y palabra, aquí se podría entender más convenientemente como dicho de la razón humana, la cual es siempre desproporcionada para evangelizar, ya que los contenidos de la fe la trascienden. Sin embargo, cabe notar que usa legítimamente de la razón humana el que poniendo a la base los fundamentos de la verdadera fe, toma a servicio de la fe aquellas verdades que pueden a veces encontrarse en las doctrinas filosóficas. Ya san Agustín dice: «La técnica de la elocuencia es indiferente en cuanto a inducir al bien o al mal ya que, ¿no la aprenden sea los buenos con el estudio y ejercicio para ponerla al servicio de la bondad, cuanto también los malos la usurpan para su iniquidad?»
Algunas veces el modo de enseñar no es acomodado al argumento, sobre todo cuando no es adecuado para exponer las verdades principales de esa materia, como, por ejemplo, sucedería a quien quisiere avanzar con demostraciones de tipo intelectual mediante metáforas que no sobrepasan el nivel de la imaginación y que, por tanto, por si mismas no expresan un contenido intelectual y abstracto. Lo que es central en la religión cristiana es la salvación por la cruz de Cristo, por lo que dice el Apóstol: Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna sino a Jesucristo y éste crucificado (1 Co 2, 2). Quien enseñando el cristianismo se apoya sobre todo en la sabiduría humana, por lo que a él mismo respecta, hace ineficaz la cruz de Cristo. Por lo tanto, el enseñar con sabiduría de solas palabras humanas no es un modo conveniente a la catequesis cristiana. Por ello dice el Apóstol: Para no hacer ineficaz la cruz de Cristo (1 Co 1, 17), es decir, para que no disminuya la confianza en la cruz de Cristo al ser oscurecida por medios de sabiduría humana.
El mensa/e de la cruz —es decir, el anuncio de la cruz de Cristo— es necedad, —algo que parece necio— para los que están en vías de perdición, es decir, para los infieles que se creen sabios según los criterios del mundo, por el hecho de que la predicación de la cruz de Cristo contiene tantas cosas que a la luz de la sabiduría humana parecen imposibles. Por ejemplo: el hecho que un Dios muera y que el omnipotente perezca a manos de los violentos. La misma predicación, además, presenta algunos elementos que parecen contrarios a la sabiduría humana; por ejemplo: que alguien, pudiéndolo, no huya de las humillaciones. Es lo que el mismo Festo hizo notar a Pablo cuando éste le anunciaba el poder de la cruz: Estás loco, Pablo, las muchas letras te hacen perder la cabeza, (Hch 26, .24) y Pablo confirma en una de sus cartas: Nosotros unos locos por Cristo (1 Co 4, 10).
Pero para que no parezca que la palabra de la cruz contiene en sí verdaderamente necedades, añade: Para nosotros, es decir, los fieles de Cristo que hemos sido salvados por él, es fuerza de Dios, (1 Co 1, 18), ya que por medio de la cruz de Cristo se manifiesta un anonadamiento divino que tiene el poder de vencer al demonio y al mundo: Ha vencido el león de la tribu de Judá. (Ap 5, 5).
Efectivamente, muriendo junto con Cristo a los vicios y a la concupiscencia experimentan en sí mismos una fuerza superior, según cuanto está escrito: Y los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos (Ga 5, 24), y es esa fuerza de la que habla el evangelista: Porque salía de él una fuerza queloscuraba a todos (Lc 6,19).
Del Comentario a la primera Carta a los Corintios de santo Tomás de Aquino, (Cap. 1, lect. III, nn., 41. 43. 45. 47, « Super Epistolas S. Pauli lectura », Torino 1953, vol. I, pp. 240-241)
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